De la edición Julio/Agosto 2021 de la revista Discernir

¿Está su fe puesta en el lugar correcto?

¿Es la fe creer que Dios responderá nuestras oraciones tal como le pedimos? O ¿es aceptar su respuesta cualquiera que sea?

Con una mirada severa, el hombre más poderoso del mundo conocido les advirtió a los tres jóvenes judíos que no le desobedecieran. Si seguían rehusándose a adorar su estatua de sesenta codos, les dijo, les esperaba una horrible muerte —serían quemados vivos en un enorme horno de fuego (Daniel 3:15).

Tranquilamente, Sadrac, Mesac y Abed-nego se negaron una vez más a obedecer al rey de Babilonia, demostrando una impresionante fe en el verdadero Dios. Este dramático relato nos enseña cosas importantes acerca de la naturaleza de la fe verdadera.

Y si no . . .

En su respuesta al rey Nabucodonosor, los tres jóvenes judíos confirmaron su certeza de que el Dios a quien adoraban era capaz de librarlos de una muerte segura (v. 17). Incluso expresaron su convicción de que los libraría. Ambas afirmaciones refutaron la arrogante pregunta retórica del rey: “¿y qué dios será aquel que os libre de mis manos?”.

Pero luego, Sadrac, Mesac y Abed-nego continuaron con una sorprendente aseveración: “Y si no, sepas, oh rey, que no serviremos a tus dioses, ni tampoco adoraremos la estatua que has levantado” (v. 18).

Note las primeras tres palabras: “Y si no”. A primera vista, el lector podría pensar que los jóvenes estaban dudando. Pero su decidida declaración demuestra que no les faltaba fe. ¿Qué significa entonces su confesión de que Dios podía no intervenir?

¿Fe o fidelidad?

En primer lugar, analicemos lo que es la fe. La palabra fe no se encuentra en ninguna parte de Daniel 3, a pesar de que este capítulo contiene uno de los mayores ejemplos de fe. De hecho, fe aparece sólo tres veces en todo el Antiguo Testamento (versión Reina Valera 1960) y en dos de estos pasajes el término hebreo original también puede traducirse como fiel o fidelidad.

Por otro lado, las palabras traducidas como fiel, fielmente o fidelidad aparecen más de 50 veces en el Antiguo Testamento (RV 1960). Es claro que el Antiguo Testamento hace más énfasis en la fidelidad que en la fe. La manera en que el pueblo de Dios responde a sus mandamientos y la manera en que Dios cumple las promesas de su pacto son medidas de fidelidad.

A diferencia del Antiguo Testamento, el Nuevo sí menciona la fe (del griego pistis) repetidamente. El Diccionario expositivo de palabras del Antiguo y Nuevo Testamento exhaustivo de Vine explica que esta palabra, como se usa en el Nuevo Testamento, siempre se refiere a la fe en Dios o Cristo.

Rehusarse a adorar la imagen gigante de Nabucodonosor reflejó la fidelidad de Sadrac, Mesac y Abed-nego, quienes obedecieron fielmente el Segundo Mandamiento que prohíbe venerar ídolos. Pero también reflejó su fe tal como se define en el Nuevo Testamento.

Hebreos 11, conocido como el capítulo de la fe, confirma este hecho. Es casi seguro que este pasaje se refiere a Sadrac, Mesac y Abed-nego cuando habla de personas que “apagaron fuegos impetuosos” (v. 34).

La verdadera naturaleza de la fe

El apóstol Pablo escribió: “el justo por la fe vivirá” (Romanos 1:17; Gálatas 3:11), citando Habacuc 2:4. Sin embargo, el pasaje citado del Antiguo Testamento es uno de los dos que mencionamos antes, donde una mejor traducción de fe sería fidelidad.

Según el Comentario bíblico del expositor, en esta frase: “La distinción entre ‘fe’ y ‘fidelidad’ es más aparente que real, sin embargo. Que un hombre sea fiel en justicia implica que tiene una confianza dependiente en Dios”.

No recibir la respuesta que esperábamos no significa que exista falta de fe. Pero desilusionarnos por la respuesta de Dios puede ser una señal de que nuestra fe no se encuentra en el lugar correcto.La fe y la fidelidad van de la mano, porque ambas se basan en nuestra relación con Dios. Ambos conceptos se basan en un pacto, o acuerdo entre Dios y su pueblo. Nosotros accedemos a obedecer, y Él accede a proveer, proteger y bendecir.

Este compromiso nos lleva nuevamente a nuestra pregunta acerca de Sadrac, Mesac y Abed-nego. ¿Cómo pudieron admitir que Dios podía no librarlos y seguir decididos a desobedecer la orden del rey?

El objeto de nuestra fe

Los tres jóvenes judíos en Daniel 3 pusieron su fe en Dios, no en una respuesta específica a su problema. Demostraron su fidelidad a Dios cuando se rehusaron a quebrantar sus leyes y eligieron no adorar la imagen de Nabucodonosor.

Y debido a que eran fieles, podían tener la fe absoluta de que Dios honraría sus promesas del pacto. Podían decir: “He aquí nuestro Dios a quien servimos puede librarnos del horno de fuego ardiendo” (Daniel 3:17), y también “de tu mano, oh rey, nos librará”.

Cuando agregaron “y si no”, además demostraron que tenían fe en Dios sin importar lo que pasara después.

¿Está su fe en el lugar correcto?

Entonces, ¿está su fe en el lugar correcto? ¿O tiene su fe puesta en algo o alguien que no es Dios?

Como cristiano, existe la posibilidad de que usted se sienta desilusionado o decepcionado si pone su fe en que Dios lo sanará, le dará un mejor trabajo o le dará una pareja. Dios sin duda podría darle todas y cualquiera de esas cosas si se lo pide. ¡Pero puede que no lo haga!

No recibir la respuesta que esperábamos no significa que exista falta de fe. Pero desilusionarnos por la respuesta de Dios puede ser una señal de que nuestra fe no se encuentra en el lugar correcto.

Como Sadrac, Mesac y Abed-nego, debemos poner nuestra fe exclusivamente en Dios —su carácter, su poder, sus promesas y su amor— confiando en su poder para hacer todo lo que le pidamos. Pero al mismo tiempo, debemos decir en nuestro corazón: “Y si no”, aún seguiré confiando en Dios. O como dijo Jesucristo, “no se haga mi voluntad, sino la tuya” (Lucas 22:42).

Para descubrir más acerca de la enseñanza bíblica en cuanto a las oraciones respondidas, vea “Cinco claves para que nuestras oraciones sean respondidas”.

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