¿Creceríamos en fe si supiéramos exactamente cómo será nuestro futuro? Cuando nos sentimos ansiosos, anhelamos claridad, pero lo que realmente necesitamos es fe.

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Éste es un escenario con el que probablemente se identificará.
Todo está tranquilo en su vida, cuando de repente ocurre algo inesperado y preocupante. Su revisión médica de rutina arroja un problema, su empresa anuncia despidos o la persona con la que está saliendo le dice que necesita darse un tiempo porque las cosas no andan bien.
Entonces llega la ansiedad. Siente un vacío en su interior y su mente busca cualquier concesión posible para hacerle sentir menos perdido y más en control.
Si tan solo supiera un poco más de lo que pasará ahora, podría manejarlo, se dice a sí mismo.
Claridad: es lo que a menudo creemos que necesitamos para calmar nuestra ansiedad. Pero ¿es siempre útil?
Por qué a menudo no tenemos paz
Por supuesto, no todo deseo de claridad es malo. La claridad que queremos cuando buscamos un interruptor o cuando estudiamos las políticas de la compañía para saber lo que se espera de nosotros, o cuando hacemos una pregunta en clase —todo eso es bueno y productivo.
Pero cuando la vida nos ataca por sorpresa, ya sea nuestra salud, nuestras finanzas, nuestras relaciones o una dificultad inesperada, y la ansiedad aumenta, la claridad que anhelamos puede convertirse en un deseo de tener una especie de mapa divino. Razonamos que, si tan solo conociéramos un poco de nuestro futuro, o tuviéramos alguna revelación específica de Dios, podríamos enfrentar los problemas sin miedo o incertidumbre.
El problema es que esa claridad no necesariamente nos daría lo que buscamos.
¿Recuerda la historia de Moisés y la zarza ardiente? Dios le habló a Moisés personalmente para revelarle detalles acerca de su misión y el futuro de Israel. Durante dos capítulos enteros (Éxodo 3-4) el Creador mismo explicó paso a paso el plan que tenía para Moisés e incluso hizo milagros para fortalecer su confianza.
Pero ¿qué pasó? Moisés aun así tuvo miedo. Dijo que no era capaz de hacerlo, buscó excusas y le rogó a Dios que mandara a alguien más (cualquiera) en su lugar.
Incluso con todas las respuestas, todas sus preocupaciones resueltas y todas las pruebas en la mano, la ansiedad de Moisés lo invadió.
La fe no se desarrolla cuando sabemos perfectamente qué depara el futuro; se fortalece en el campo de entrenamiento de la incertidumbre.
¿Y recuerda a los Israelitas a punto de heredar la Tierra Prometida? Su éxodo de Egipto había sido respaldado por milagros impresionantes, la apertura del mar Rojo y la constante presencia visible de Dios en el pilar de fuego y la nube. En todo momento de su viaje, habían tenido un recordatorio constante de que Dios estaba cumpliendo sus promesas.
Pero ¿qué pasó? Un reporte negativo de 10 de los espías israelitas hizo que todo el campamento se fuera en picada (Números 13-14). El miedo los inundó. La ansiedad tomó el control —otra vez.
Podríamos continuar. Elías presenció el poder y la revelación de Dios de primera mano, pero su ansiedad persistió. Pedro, a pesar de que le advirtieron que negaría a Jesús tres veces, aún dejó que el miedo lo dominara.
¿Cuál es el punto? Conocer el futuro no nos obliga a tomar el camino correcto, y no siempre nos da la paz y el consuelo que esperamos. Anhelamos claridad, pero como estos ejemplos muestran, no siempre nos da lo que buscamos; es más, nos distrae de una prioridad cristiana más importante: la fe.
Se requiere fe
La Biblia nos dice que por fe Moisés y otros fueron capaces de vencer su ansiedad y cumplir con las responsabilidades que Dios les había dado (Hebreos 11).
Jesucristo obviamente sabe que tendremos dificultades en la vida, pero no nos dice que oremos por señales que nos revelen detalles específicos acerca de nuestro futuro.
En lugar de eso, dice que ejercitemos nuestra fe.
Cristo dijo que incluso una pequeña cantidad de fe puede mover montañas (Mateo 17:20). Elogia a quienes demuestran una gran fe (Mateo 8:10) y reprende a sus discípulos por su incredulidad (Marcos 4:40). Pregunta retóricamente si hallará fe cuando regrese (Lucas 18:8) y anima a la gente a no temer, sino a creer (Marcos 5:36).
Dios quiere que crezcamos en fe.
¿Qué dice la Biblia acerca de los héroes de Hebreos 11, quienes se nos presentan como ejemplos y tienen un lugar prometido y eterno en la familia de Dios? ¿Dice que “alcanzaron buen testimonio” porque lo sabían todo y podían ver exactamente lo que ocurriría en cada prueba?
No, dice que alcanzaron buen testimonio “mediante la fe” (v. 39).
La fe no se desarrolla cuando sabemos perfectamente qué depara el futuro; se fortalece en el campo de entrenamiento de la incertidumbre. Es cuando no conocemos el final de una prueba que necesitamos confiar en Dios, quien lo sabe todo.
Ése fue el punto de Pedro cuando escribió acerca de cuán valiosas son las pruebas para crecer en fe:
“En lo cual vosotros os alegráis, aunque ahora por un poco de tiempo, si es necesario, tengáis que ser afligidos en diversas pruebas, para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo” (1 Pedro 1:6-7; énfasis añadido).
Pero seamos claros: el hecho de que la fe sea lo principal no implica quedarnos de brazos cruzados. Éste es un punto importante, especialmente en una sociedad donde la frase “déjalo ir y que Dios se encargue” se ha vuelto tan popular en el razonamiento de la gente.
Ejercer fe implica resistir el impulso de permitir que nuestra ansiedad se desborde y rehusarnos a jugar el juego de “qué pasa si…”. Implica estudiar la Biblia para llenar nuestra mente de las promesas de Dios y las historias que evidencian su fidelidad. Incluye buscar en las Escrituras los principios correctos que debemos aplicar en cualquiera que sea nuestra situación.
Comprende también orar con todas nuestras fuerzas por la liberación que sólo Dios puede dar.
Como escribió Pablo: “Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús” (Filipenses 4:6-7, énfasis añadido).
Cómo se ve la fe en acción
Jacob es recordado por su engaño (por ejemplo, Génesis 27:19), pero su historia también está llena de momentos en que tuvo fe. Como nosotros, Jacob se vio atrapado en un embrollo y necesitaba desesperadamente una salida.
En cierto punto, recibió la noticia de que su hermano Esaú —tal vez aún furioso y amargado por el engaño de Jacob— iba camino a encontrarlo, y no estaba solo.
Cuatrocientos hombres estaban con él.
“Entonces Jacob tuvo gran temor, y se angustió” (Génesis 32:7, énfasis añadido).
Pero note lo que pasó después: “Y dijo Jacob: Dios de mi padre Abraham, y Dios de mi padre Isaac, Jehová, que me dijiste: Vuélvete a tu tierra y a tu parentela, y yo te haré bien; menor soy que todas las misericordias y que toda la verdad que has usado para con tu siervo; pues con mi cayado pasé este Jordán, y ahora estoy sobre dos campamentos. Líbrame ahora de la mano de mi hermano, de la mano de Esaú, porque le temo; no venga acaso y me hiera la madre con los hijos. Y tú has dicho: Yo te haré bien, y tu descendencia será como la arena del mar, que no se puede contar por la multitud” (vv. 9-12).
Considere su oración. Considere cómo se aferró a las promesas que Dios le había hecho. Considere su esfuerzo por confiar cuando todo parecía incierto.
Considere su fe.
Dios, por supuesto, respondió la oración de Jacob y, en un giro inesperado, Esaú fue cálido y amigable. Sin confrontación, sólo brazos abiertos.
Pero ésa no es la única lección importante.
Si Jacob hubiera podido ver todo con absoluta claridad, no hubiera necesitado actuar por fe; y sin eso, su carácter no se hubiera refinado espiritualmente.
Fue en el hecho de no saber, en la incertidumbre, que su fe creció.
Jacob necesitaba pasar por la dificultad, y nosotros también.
Una paz más segura de lo que podemos imaginar
A veces la vida es difícil, todos hemos sido testigos de eso. Pero lo que deseamos en medio de la angustia puede ser una ventana hacia nuestro interior.
Si buscamos la solución rápida de señales acerca de lo que ocurrirá en el futuro, es posible que nos sintamos decepcionados y perdamos de vista nuestras prioridades espirituales.
Dios promete darnos paz, pero esa paz no se encuentra en los lugares que comúnmente buscamos. La paz que nos ofrece es una consecuencia de confiar en Aquel que nos asegura “No te desampararé, ni te dejaré” y “a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien” (Hebreos 13:5; Romanos 8:28).
Tal vez le demos demasiada importancia a saber lo que nos depara el futuro, pero crecer en fe es invaluable.