Martín Lutero escribió una vez que “la epístola de Santiago es realmente una epístola de paja”. Pero, ¿qué dice la Biblia? ¿Es Santiago realmente un libro inspirado de fe?
Después de recibir muchas críticas por su declaración, Martín Lutero eliminó esa frase en ediciones posteriores de su Prólogo del Nuevo Testamento, pero su comentario original ha suscitado preguntas a lo largo de los siglos.
¿Acaso el libro de Santiago construye con paja sobre el fundamento de Cristo? ¿No se encuentra la esencia de Cristo y del evangelio en la epístola de Santiago? ¿Acaso Santiago contradice a Pablo al decir que la fe viva debe ir acompañada de obras?
La Biblia es el mejor lugar para encontrar las respuestas a esas preguntas. Santiago, el medio hermano de Jesús, y todos los demás autores del Nuevo Testamento hacen énfasis en el evangelio hablado por Cristo e instruyen a los miembros a edificar sobre la fe de Jesús y a vivir en de manera justa.
Comparaciones entre Santiago y Pedro
Tanto Santiago como el apóstol Pedro eran siervos de Cristo: “Santiago, siervo de Dios y del Señor Jesucristo, a las doce tribus que están en la dispersión: Salud” (Santiago 1:1). En 2 Pedro 1:1 Pedro comienza su carta refiriéndose a sí mismo como “siervo y apóstol de Jesucristo”.
Santiago 1:2-4 comienza con un tema de fe viva: “Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia. Mas tenga la paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna”.
Pedro también habla de las pruebas que sufren los cristianos y del oro que produce: “En lo cual vosotros os alegráis, aunque ahora por un poco de tiempo, si es necesario, tengáis que ser afligidos en diversas pruebas, para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo” (1 Pedro 1:6-7).
El apóstol Pablo también está de acuerdo con Santiago y Pedro en este tema de la fe que es probada, y los buenos resultados que esto conlleva: “Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia; y la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza” (Romanos 5:3-4).
Comparaciones entre Santiago y Pablo
Una de las comparaciones que la gente tiende a hacer es concerniente a lo que Santiago y Pablo escribieron acerca de la ley y la fe. Sin embargo, cuando uno lee lo que ambos han escrito, hay mucha similitud en este tema.
El tema de la fe y de las obras llega a un punto crítico en Santiago 2:14-18, con la audaz conclusión de que la fe sin obras está muerta: “Hermanos míos, ¿de qué aprovechará si alguno dice que tiene fe, y no tiene obras? ¿Podrá la fe salvarle? Y si un hermano o una hermana están desnudos, y tienen necesidad del mantenimiento de cada día, y alguno de vosotros les dice: Id en paz, calentaos y saciaos, pero no les dais las cosas que son necesarias para el cuerpo, ¿de qué aprovecha? Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma. Pero alguno dirá: Tú tienes fe, y yo tengo obras. Muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras”.
Fíjense ahora en lo que dice Pablo en Romanos 4:2-8: “Porque si Abraham fue justificado por las obras, tiene de qué gloriarse, pero no para con Dios. Porque ¿qué dice la Escritura? Creyó Abraham a Dios, y le fue contado por justicia. Pero al que obra, no se le cuenta el salario como gracia, sino como deuda; mas al que no obra, sino cree en aquel que justifica al impío, su fe le es contada por justicia. Como también David habla de la bienaventuranza del hombre a quien Dios atribuye justicia sin obras, diciendo: Bienaventurados aquellos cuyas iniquidades son perdonadas, Y cuyos pecados son cubiertos. Bienaventurado el varón a quien el Señor no inculpa de pecado”.
¿Qué es la “justicia sin obras”? El contexto de la declaración de Pablo es la justificación, que describe el proceso de tener fe imputada a nosotros por justicia y que nuestros pecados sean perdonados. Por esto somos considerados justos ante Dios (por favor vea el artículo “¿Qué es justificación?”).
Cuando un fiel pecador arrepentido viene a Cristo, Dios provee justificación para él por la sangre de Cristo. No hay un número de buenas obras de la ley que puedan justificar al pecador culpable de la pena de muerte en la que incurre por sus pecados. Sólo la justificación por la gracia de Dios y una justicia de fe imputada a él (“justicia aparte de la ley”) puede salvar al pecador.
Así que no hay contradicción entre la epístola de Santiago y la epístola de Pablo a los romanos.
Así que no hay contradicción entre la epístola de Santiago y la epístola de Pablo a los romanos. Pero una vez que el creyente bautizado recibe el Espíritu Santo y comienza a vivir una vida justa en Cristo, debe rendirse a Cristo. Los justos viven por la fe, y también deben ser hacedores de la palabra. Deben vivir vidas justas y honestas.
En el análisis final del juicio de Dios, el apóstol Pablo dice: “porque no son los oidores de la ley los justos ante Dios, sino los hacedores de la ley serán justificados” (Romanos 2:13).
Así que no hay contradicción entre la epístola de Santiago y la epístola de Pablo a los romanos.
Comparaciones entre Santiago y Jesucristo
En Lucas 8:15, leemos la parábola de Jesús sobre la buena semilla: “Mas la que cayó en buena tierra, éstos son los que con corazón bueno y recto retienen la palabra oída, y dan fruto con perseverancia”. Estos fieles, por lo tanto, dan fruto con paciencia como resultado de la fe.
De hecho, Santiago 1:21 tiene más que decir sobre este mismo tema (el oír la palabra sembrada y el practicarla): “Por lo cual, desechando toda inmundicia y abundancia de malicia, recibid con mansedumbre la palabra implantada, la cual puede salvar vuestras almas”.
Practicar la palabra y dar buen fruto es necesario, según Mateo 7:19-24: “Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y echado en el fuego. Así que, por sus frutos los conoceréis. No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad. Cualquiera, pues, que me oye estas palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca”.
La ley de Dios debe estar escrita en el corazón del creyente. Santiago 1:25 habla de la ley espiritual de Dios, enclavada en todos sus mandamientos, como la ley perfecta de la libertad: “Mas el que mira atentamente en la perfecta ley, la de la libertad, y persevera en ella, no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra, éste será bienaventurado en lo que hace”.
Mateo 5:16-19 prueba que Jesucristo enseñó que había que cumplir los mandamientos de Dios y exceder en rectitud a los fariseos: “Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos. No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir. Porque de cierto os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido. De manera que cualquiera que quebrante uno de estos mandamientos muy pequeños, y así enseñe a los hombres, muy pequeño será llamado en el reino de los cielos; mas cualquiera que los haga y los enseñe, éste será llamado grande en el reino de los cielos”.
Ésas fueron palabras pronunciadas directamente por Jesucristo. Por eso Santiago estaba de acuerdo con el mensaje del evangelio cuando enseñó el cumplimiento de los mandamientos en Santiago 2:8-12: “Si en verdad cumplís la ley real, conforme a la Escritura: Amarás a tu prójimo como a ti mismo, bien hacéis; pero si hacéis acepción de personas, cometéis pecado, y quedáis convictos por la ley como transgresores. Porque cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos. Porque el que dijo: No cometerás adulterio, también ha dicho: No matarás. Ahora bien, si no cometes adulterio, pero matas, ya te has hecho transgresor de la ley. Así hablad, y así haced, como los que habéis de ser juzgados por la ley de la libertad”.
Transgredir la ley de Dios es un asunto serio, que requiere de nuestro arrepentimiento y cambio de conducta.
El apóstol Pablo también estuvo de acuerdo en que deshonrar a Dios al quebrantar la ley es un comportamiento inaceptable para un cristiano y que enseñar los mandamientos de Dios también debe incluir guardarlos, para no ser un hipócrita.
Romanos 2:21-23 dice: “Tú, pues, que enseñas a otro, ¿no te enseñas a ti mismo? Tú que predicas que no se ha de hurtar, ¿hurtas? Tú que dices que no se ha de adulterar, ¿adulteras? Tú que abominas de los ídolos, ¿cometes sacrilegio? Tú que te jactas de la ley, ¿con infracción de la ley deshonras a Dios?”.
Comparaciones entre Santiago y otros autores del Nuevo Testamento
Otros autores en el Nuevo Testamento también vieron la necesidad de demostrar la propia fe con hechos. En 1 Juan 3:17-18, leemos: “Pero el que tiene bienes de este mundo y ve a su hermano tener necesidad, y cierra contra él su corazón, ¿cómo mora el amor de Dios en él? Hijitos míos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad”.
Hebreos 6:10-12 exhorta a una obra de amor y ministerio para aquellos que tienen fe en Cristo, que le sirven: “Porque Dios no es injusto para olvidar vuestra obra y el trabajo de amor que habéis mostrado hacia su nombre, habiendo servido a los santos y sirviéndoles aún. Pero deseamos que cada uno de vosotros muestre la misma solicitud hasta el fin, para plena certeza de la esperanza, a fin de que no os hagáis perezosos, sino imitadores de aquellos que por la fe y la paciencia heredan las promesas”.
Santiago: un libro de fe
Por lo tanto, Santiago ha sido reivindicado por la verdad de la Palabra de Dios. La epístola de Santiago no es una epístola de paja, sino que aboga por construir con oro sobre el fundamento de Cristo y la fe. Debemos guardar los mandamientos y tener fe en Dios. Para más información, consulte los artículos de la sección “Cambio” de esta página web.
¿Cuándo fue la última vez que leyó el libro de Santiago? Es un libro corto y se puede leer en una o dos sesiones. Al hacer esto, usted estará lleno de esperanza, fe y aliento porque la epístola de Santiago es uno de los libros inspirados e inspiradores de las Sagradas Escrituras de Dios.