“Fe” es una palabra cotidiana que las personas asocian fácilmente al mundo religioso. Sin embargo, no muchos podrían definirla con certeza. ¿Cómo define la Biblia este concepto? ¿Realmente funciona tener fe?
Expresiones como “ten fe, todo saldrá bien” son usadas comúnmente para apoyar o tranquilizar a quienes enfrentan problemas difíciles o situaciones angustiantes, pero ¿cómo se describe el concepto de fe en la Biblia? ¿Realmente funciona tener fe?
En el Nuevo Testamento, la palabra “fe” viene del griego pistis. Según New Strong’s Expanded Dictionary of Bible Words [Nuevo diccionario ampliado de palabras bíblicas Strong], “el término pistis denota una creencia determinada por confianza (o seguridad) predominante, ya sea en Dios o en Jesucristo, que surge de la fe en los mismos. ‘Fe’ significa confianza, seguridad, certeza, y convicción” (p. 1315).
En Hebreos 11:1, la Biblia define esta palabra de la siguiente manera, “Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve”. Entonces, la fe es la esencia o certidumbre de algo que esperamos y no hemos recibido; en cierta manera, la fe (seguridad, convicción, confianza) nos da evidencia de lo que no podemos ver—lo espiritual e invisible. La fe se manifiesta antes de recibir respuesta a una oración o algo que hayamos pedido a Dios pues, una vez que nos lo da, la fe ya no es necesaria.
¿Qué es la fe?: Un ejemplo del Nuevo Testamento
En Mateo 9:27-30, encontramos el ejemplo de fe de dos hombres ciegos que se acercaron a Jesucristo para pedir sanidad. Cuando lo hicieron, Jesús les preguntó: “¿Creéis que puedo hacer esto?”, y luego ellos respondieron: “Sí, Señor”. “Entonces les tocó los ojos, diciendo: Conforme a vuestra fe os sea hecho”.
La fe de estos hombres en que Cristo podía sanarlos se convirtió en la realidad que deseaban. Además, les dio la certeza o confirmación de que recibirían lo que pidieron. Estos hombres creyeron, pues tuvieron fe en lo que sucedería en el futuro.
Un ejemplo del Antiguo Testamento
Otro ejemplo bíblico de fe es el de los tres amigos de Daniel que rehusaron inclinarse ante la imagen de oro del rey Nabucodonosor. En aquél tiempo, toda persona que no adorara la imagen del rey corría el peligro de ser quemado en una hoguera ardiente.
Sin embargo, los tres jóvenes judíos (Sadrac, Mesac y Abed-nego) dijeron a Nabucodonosor: “He aquí nuestro Dios a quien servimos puede librarnos del horno de fuego ardiendo; y de tu mano, oh rey, nos librará. Y si no, sepas, oh rey, que no serviremos a tus dioses, ni tampoco adoraremos la estatua que has levantado” (Daniel 3:17-18).
Estos tres amigos no sabían cómo o si es que Dios los libraría de la caldera; podía salvarlos físicamente o en la resurrección. Pero su fe, o confianza, era la esencia de su esperanza y la confirmación de lo que no habían visto o recibido aún. La fe de estos jóvenes se fundamentaba en el servicio a Dios y la obediencia a sus mandamientos; tenían la certeza de que Dios los salvaría porque estaban obedeciendo su ley al no adorar ni inclinarse ante otros dioses.
La fe sin obras es muerta
El apóstol Santiago, medio hermano de Jesucristo, escribió acerca de la fe muerta en la epístola que lleva su nombre. La fe muerta es creer en Dios sin obedecer sus mandamientos.
Tal como escribió Santiago, “Tú crees que Dios es uno; bien haces. También los demonios creen, y tiemblan. ¿Mas quieres saber, hombre vano, que la fe sin obras es muerta?” (Santiago 2:19-20).
Más adelante, Santiago se refirió al ejemplo de Abraham, quien no sólo tenía fe sino que también tenía obras, pues creía en la palabra de Dios y además obedecía sus órdenes; “¿No fue justificado por las obras Abraham nuestro padre, cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar? ¿No ves que la fe actuó juntamente con sus obras, y que la fe se perfeccionó por las obras?” (Santiago 2:21-22). La verdadera fe no es sólo creer en Dios; es vivir por fe sirviendo a Dios y obedeciendo sus mandamientos.
Algunos podrían decir que la enseñanza de Santiago acerca de obedecer los mandamientos de Dios implica que la salvación se alcanza a través de obras, pero esto no es verdad. El apóstol Pablo claramente dice “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe” (Efesios 2:8-9). Pablo entendía y explicó que nadie puede ganar la salvación por sí mismo y que aun la fe es un regalo de Dios. No obstante, en el versículo siguiente expresa que somos “hechura suya [de Dios], creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas” (v. 10).
Al igual que Santiago, el apóstol Pablo sabía que la fe viva está acompañada de servicio y obediencia a Dios y sus mandamientos. Es por esto que escribió “¿Luego por la fe invalidamos la ley? En ninguna manera, sino que confirmamos la ley” (Romanos 3:31).
Hoy en día, la Palabra de Dios está a nuestra disposición en muchas versiones diferentes. La Biblia es la palabra de Dios inspirada para el mundo entero. Cuando la leemos, nuestra fe (confianza y certeza) en que Dios y Cristo responden nuestras oraciones y nos libran de situaciones imposibles aumenta.
¿Qué es la fe? En resumen, fe es la confianza, certeza y seguridad en Dios y Jesucristo. La fe viva no es solo creer en la existencia de Dios, pues debe demostrarse a través del servicio y obediencia a sus mandamientos. Dios aumenta nuestra fe si se lo pedimos fervientemente y buscamos acercarnos a Él en oración y estudiando su palabra.