Las páginas de la Biblia relatan una grandiosa y extensa historia que abarca desde antes del primer atisbo de la creación hasta los más lejanos puntos de la eternidad.
En esas páginas, encontrará historias increíbles, como el inicio y la caída de imperios, batallas angelicales en reinos desconocidos, frutos prohibidos y la astuta mentira que condujo a la humanidad a la autodestrucción, un destello del Reino que acabará con el mal para siempre, y el sacrificio divino que abrió las puertas a la redención y salvación del mundo.
Pero con todas estas grandes historias, a veces es fácil olvidar una verdad fundamental acerca de nuestra religión:
La vida cristiana se compone de momentos.
Es natural que nos atraigan los eventos dramáticos: Moisés y la división del Mar Rojo, la victoria de David sobre Goliat, Pedro caminando sobre el agua, la resurrección de Lázaro. Pero tan importantes como puedan ser esas historias, la verdad es que la esencia del cristianismo se encuentra en las decisiones que tomamos a cada momento de nuestra vida. Los momentos aburridos, rutinarios y comunes, son tan importantes como los emocionantes y extraordinarios.
Esto incluye los momentos estresantes y los pacíficos. Los tranquilos y los agitados. Los fáciles y los difíciles. Aquellos en que nadie nos ve, y aquellos en que todos nos observan.
“El que dice que permanece en él, debe andar como él anduvo” (1 Juan 2:6). Si queremos ser seguidores de Cristo, debemos esforzarnos por imitar su ejemplo, no sólo cuando enfrentamos a gigantes o dividimos aguas, sino también en cada minuto de cada día.
No existe ningún momento en que seguir los pasos de Jesucristo sea menos importante que en otros.
Fe versus realidad
Esto nos obliga a aceptar otra verdad fundamental acerca de nuestra religión: puede haber una gran e incómoda diferencia entre lo que un cristiano cree y lo que un cristiano es.
Los cristianos creemos en un Dios irreprensible y perfecto que les enseña a sus seguidores cómo vivir una vida sin mancha. Creemos en un sistema irreprensible y perfecto de moralidad objetiva que fue codificado por el mismo Dios sin defecto que diseñó el universo en que vivimos.
Pero los cristianos no somos perfectos.
No somos irreprensibles.
Somos simples seres humanos de carne y hueso, y nuestra humanidad implica que tenemos una gran cantidad de defectos y debilidades —una realidad que sin duda todos conocemos muy bien.
Cometemos errores, nos caemos, quedamos cortos —muchas veces. Nos pasamos la vida buscando la perfección, sólo para volver a encontrarnos con nuestros defectos cada vez que nos miramos al espejo.
Esto puede ser desalentador, por no decir agotador. El ciclo constante de levantarnos y sacudirnos el polvo después de cada caída, sólo para volver a comenzar la pelea, puede cansarnos pronto, tanto mental como emocionalmente.
Enfocarse en la solución
Seguramente no estoy diciéndole nada nuevo. Usted entiende; está en la pelea; la vive día tras día. Así que no perdamos el tiempo hablando de lo que ya sabemos.
Hablemos acerca de la solución.
Si nuestro objetivo es convertirnos en mejores cristianos —andar cada vez más como nuestro Hermano mayor anduvo— Él nos ayudará a analizar las piedras con las que nos seguimos tropezando y encontrar la manera de evitarlas.
De eso se trata esta nueva columna. Si el cristianismo se vive en momentos, hablemos acerca de esos momentos —especialmente los difíciles, los que no nos enorgullecen tanto, aquellos en los que nos vendría bien un poco de ayuda. Si nuestro objetivo es convertirnos en mejores cristianos —andar cada vez más como nuestro Hermano mayor anduvo— Él nos ayudará a analizar las piedras con las que nos seguimos tropezando y encontrar la manera de evitarlas.
En esta columna analizaremos algunas dificultades específicas de la vida cristiana y propondremos soluciones específicas para ellas. Además de mencionar el estudio y oración, fundamentales en nuestra vida cristiana, también les daremos sugerencias que pueden ayudarle a trazar un plan para combatir el pecado, como por ejemplo la adicción a la pornografía. Todo el estudio bíblico del mundo, por sí mismo, no puede eliminar un defecto del carácter.
Todo es un proceso. Se requiere de un plan. Pasos a seguir. Consejos prácticos acerca de qué hacer en esos momentos, cuando y donde sea que lleguen.
Los momentos que importan
Nadie que entienda la vida cristiana espera sólo diversión y comodidad. Usted y yo estamos aquí porque sabemos que las huellas de nuestro Hermano mayor conducen a un lugar a donde vale la pena ir, sin importar, como Él dijo, cuán “estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida” (Mateo 7:14).
Entonces, el consejo práctico de hoy es este:
El cristianismo está compuesto de momentos, pero los momentos más importantes no son los que han quedado atrás, sino los que están adelante.
El libro de Proverbios dice que “siete veces cae el justo, y vuelve a levantarse” (Proverbios 24:16). Y Pablo escribió: “olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús” (Filipenses 3:13-14).
Un viaje que vale la pena
No. Usted no es perfecto. Y sí, va a cometer errores y tomar malas decisiones en su camino al Reino de Dios. Pero aunque el cristianismo tiene la perfección como una de sus metas, hay un proceso de desarrollo de carácter requerido para alcanzarla..
El autor del libro de Hebreos animó al pueblo de Dios a ir “adelante a la perfección” (Hebreos 6:1, énfasis añadido). Y Jesucristo describió así lo que sucedería si sus discípulos se esforzaban por vivir cada vez más según el espíritu de la ley de Dios: “Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto” (Mateo 5:48).
Es importante tener en cuenta que la palabra griega traducida como “perfección” no se refiere a la ausencia total de defectos. Más bien, se refiere a una persona madura y completa, así como un roble es la forma madura y completa de una bellota.
Otro punto importante es que estos versículos se enfocan en el futuro, y no el presente. Nadie, menos el Dios que creó a los seres humanos, espera que usted sea perfecto ahora mismo. Pero ese Dios, el mismo que lo llamó a seguir los pasos de Jesucristo, sí espera que usted busque la perfección.
El cristianismo no se trata de las veces que nos caemos. Se trata de levantarnos y volver a intentar. No se trata de lo que queda atrás. Más bien se trata de lo que hay adelante.
No deje que sus fracasos pasados lo desanimen. Todos somos humanos y todos hemos fracasado. Pero nuestro trabajo es seguir levantándonos y yendo hacia la meta. “Porque de esta manera os será otorgada amplia y generosa entrada en el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo” (2 Pedro 1:11).
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