A veces sentimos la necesidad urgente de decirle a alguien lo que hizo mal. Otras veces nos mantenemos al margen en lugar de hacer una corrección edificante. ¿Qué debería hacer un cristiano?
“¡No seas cabeza hueca!”
“¿Cómo puedes ser tan estúpido?”
O en un estado de red social: “Por si alguien no lo sabía, cuando pides algo prestado y lo devuelves roto, deberías hacerte responsable”.
Los cristianos y la corrección
Esta columna de “Cristianismo en progreso” se enfoca en cómo podemos aplicar los principios de la vida cristiana en el mundo real. Por lo tanto, hablamos acerca de las realidades de vivir en un mundo fracturado y de interactuar con otros individuos imperfectos.
Los cristianos, como todos los seres humanos, se enfrentan con errores, ofensas y muchas equivocaciones que obstaculizan las relaciones y la vida diaria.
- Un colega pierde el control e insulta a otro.
- Un conocido lo difama en las redes sociales.
- Un compañero de clase molesta a su hijo.
- Su cónyuge incumple un compromiso.
- Un amigo le pide prestada una herramienta y se la devuelve dañada.
Y eso es sólo el lunes.
A veces, enfrentamos situaciones que exacerban nuestras emociones y, si no las manejamos con cuidado, pueden tener consecuencias duraderas. En esos momentos, a veces se requiere de corrección.
La corrección no siempre es mala
La corrección no siempre es algo malo. A menudo nos ayuda a mejorar nuestras habilidades, nuestro lenguaje, nuestros pasatiempos y nuestras técnicas.
Y la Biblia nos recuerda que Dios nos dejó su Palabra en parte “para redargüir, para corregir, para instruir en justicia” (2 Timoteo 3:16).
Aceptar la corrección y hacernos responsables de nuestros errores, ofensas y pecados es parte necesaria de la vida cristiana. Vea “Cómo confesar nuestros pecados los unos a los otros”, si desea profundizar en este tema.
Pero ¿qué ocurre con la corrección hacia otros? ¿Puede un cristiano perder el control cuando es perjudicado u ofendido?
El ejemplo de Jesús
Jesús no evitó la corrección cuando ésta era necesaria. Él corrigió de manera directa y amorosa a lo largo de su ministerio. Cristo vivió según los estándares morales preservados en las Escrituras y, cuando veía a alguien actuando fuera de ese estándar, a veces lo corregía.
Pero la reacción de Jesús variaba según la situación y la persona involucrada.
Cuando Pedro se resistió a la misión de Cristo, al punto de reprender a su Maestro, Jesús fue muy directo: “¡Quítate de delante de mí, Satanás!; me eres tropiezo, porque no pones la mira en las cosas de Dios, sino en las de los hombres” (Mateo 16:23).
Aunque Pedro amaba a Jesús y estaba preocupado por Él, no entendía la necesidad de su sufrimiento y muerte. Entonces Jesús respondió con una corrección directa y asertiva. (Obviamente éste no es un estilo que nosotros como simples humanos deberíamos copiar al pie de la letra.)
Sin embargo, cuando Marta le pidió que le ordenara a su hermana María ayudarla a servir, la corrección de Cristo fue suave: “Marta, Marta, afanada y turbada estás con muchas cosas” (Lucas 10:41). En esta instancia, Jesús demostró una gentileza sincera y persuasiva.
Además de su ejemplo, Jesús también nos dio instrucciones acerca de cómo juzgar y corregir a otros. (Aprenda más en nuestros recursos en línea “¿Qué quiso enseñarnos Cristo al decir ‘no juzguéis’?”, “¿Puede usted identificar sus puntos ciegos espirituales?” y “Resolución de conflictos: ¿debería decir algo?”.)
Como seguidores de Cristo, ¿qué podemos hacer para corregir a otros sin “quemar nuestras naves”? Aunque no podemos cubrir todos los factores en un solo artículo, estos son cuatro principios importantes.
1. Tener la actitud correcta (estar motivados por el amor)
El principio primordial que gobierna el comportamiento cristiano hacia los demás es “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Marcos 12:31). Conocido comúnmente como “la regla de oro”, este principio ético es valioso e invariable. Pablo recalcó: “Todas vuestras cosas sean hechas con amor” (1 Corintios 16:14, énfasis añadido).
Este principio también se aplica a la corrección. Cuando Dios nos corrige, lo hace por amor (Hebreos 12:6). De la misma forma, el amor debe estar en el centro de cualquier corrección que nosotros ofrezcamos.
Corregir a otros puede ser algo muy emocional —que da espacio para que el orgullo, la vanidad, la autopromoción, la amargura y la ira opaquen las buenas intenciones— así que deberíamos abordar la corrección con cuidado. Las redes sociales en particular dan la libertad de corregir desde la distancia, lo que a menudo amplifica las peores actitudes.
Cuando consideramos la necesidad de corregir a una persona, deberíamos comenzar por asegurarnos de tener la actitud correcta. Deberíamos tomarnos un momento (incluso unos días si es posible) para orar y verificar cuál es nuestra motivación. Estemos alertas a cualquier atisbo de venganza o soberbia. Evaluar nuestra motivación y nuestros prejuicios puede ayudarnos a no cometer errores. En algunos casos, tal vez necesitemos ayunar y buscar consejo sabio para asegurarnos de que nuestra corrección está basada en el amor.
Pablo le dijo a Timoteo acerca de su papel como ministro: “el siervo del Señor no debe ser contencioso, sino amable para con todos, apto para enseñar, sufrido; que con mansedumbre corrija a los que se oponen” (2 Timoteo 2:24-25, énfasis añadido).
En este caso, Pablo hablaba de la corrección a una persona que deja la fe. Sin embargo, su consejo acerca de ser amables, pacientes y humildes se aplica a cualquier tipo de corrección.
2. Practicar el discernimiento
No toda equivocación o todo error requieren de nuestra corrección. Los cristianos deberían “[buscar] la paz, y [seguirla]” (Salmos 34:14). Podemos elegir pasar por alto los errores y las ofensas. Involucrarnos innecesariamente en los conflictos de otros es ser “como el que toma al perro por las orejas” (Proverbios 26:17).
Además, no todas las personas están dispuestas a recibir corrección. Proverbios nos aconseja: “No reprendas al escarnecedor, para que no te aborrezca; corrige al sabio, y te amará” (Proverbios 9:8).
Los cristianos debemos usar la sabiduría para saber cuándo corregir. No es necesario corregir a cada uno de los usuarios de las redes sociales, por ejemplo.
También debemos evaluar si tenemos la autoridad para corregir. Jesucristo tenía una autoridad muy amplia, pero nosotros seremos testigos de males que se escapan de nuestra autoridad como cristianos. Ni siquiera Jesús corrigió todos los errores que vio.
Muchos males —la corrupción, el crimen, la injusticia, etcétera— sobrepasan nuestra autoridad. Debemos discernir cuando no tenemos la autoridad para intervenir y enfocarnos en orar por la venida del Reino de Dios.
El discernimiento de Jesús le permitió hacer la corrección adecuada a cada persona. Su dureza con Pedro era lo que Pedro necesitaba; y su gentileza con Marta era lo mejor para ella. Nosotros debemos imitar esta manera de corregir. Pablo le aconsejó a Timoteo interactuar con las personas de forma considerada y respetuosa, llevando a cabo la corrección de tal forma que preservemos su dignidad siempre que sea posible.
3. Verifique los hechos, ¡otra vez!
Jesús tenía la capacidad de discernir las situaciones y los corazones de forma completa y acertada. Su corrección era perfecta. Y aunque esa es la meta para un cristiano, la realidad es que no tenemos discernimiento perfecto ni vemos el corazón de los demás. Nuestra habilidad para percibir acertadamente cada situación es limitada. Y esto es cierto en el nebuloso mundo de las redes sociales.
Cuando se acerque a alguien para corregirlo, esté dispuesto a verificar los hechos. Haga preguntas y escuche con paciencia y atención. Debemos estar dispuestos a aceptar con sabiduría y humildad cuando hemos hecho un juicio errado.
Proverbios 18:17 nos advierte: “Justo parece el primero que aboga por su causa; pero viene su adversario, y le descubre”. Esto es verdad incluso en el caso de nuestro propio juicio. La historia que nos contamos a nosotros mismos, basados en nuestra propia interpretación de los eventos, puede parecernos correcta pero no serlo. La humildad y la paciencia nos ayudarán a tener una mejor disposición para hacer ajustes cuando sea necesario.
4. Comience con el objetivo en mente
La última consideración acerca de la corrección es siempre tener el objetivo en mente. Nuestra motivación al corregir no debería ser humillar o avergonzar. Nuestro objetivo principal debería ser facilitar el cambio, el perdón y, tanto como sea posible, la reconciliación.
Jesús obviamente perdonó a Pedro. De hecho, más tarde le pidió que apacentara y cuidara de los miembros de su Iglesia (Juan 21:15-18). Jesús corrigió a Pedro para guiarlo a la armonía con la voluntad de Dios.
Cuando tenga que corregir, mantenga este objetivo en mente. Los cristianos deberían esforzarse por “guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz” (Efesios 4:3).
Antes de corregir a alguien, prepárese para perdonar y ofrecer reconciliación.
La parábola del hijo pródigo ilustra esto efectivamente (Lucas 15:11-32). Cuando el hijo pródigo se reconcilió con el padre, el hijo mayor se aferró a su orgullo, tristeza e ira. La poca disposición para perdonar puede conducir a la amargura y muchas consecuencias negativas. Esté preparado para perdonar y reconciliarse.
Si se enfrenta a una situación especialmente tensa o sensible, existen recursos que pueden ser útiles. Libros como Boundaries [Límites] y Crucial Confrontations [Confrontaciones cruciales] ofrecen estrategias para organizar nuestros pensamientos y emociones efectivamente.
La corrección generalmente se hace en privado (por amor) para evitar los espectáculos. Jesús nos dice: “si tu hermano peca contra ti, ve y repréndele estando tú y él solos” (Mateo 18:15, énfasis añadido). El resto de ese versículo refuerza los principios de la gentileza, la paciencia y la humildad: “si te oyere, has ganado a tu hermano”.
El objetivo de la corrección es la reconciliación.
No queme sus naves
Corregir a otros es una parte delicada pero importante de la vida cristiana.
En algunas situaciones, incluso si somos amables, pacientes y humildes, es posible que la otra persona no reaccione bien. Tal vez se exalte, sobre reaccione o incluso ponga la relación en pausa. Esto puede ser emocionalmente agotador. Pero continúe orando por sabiduría y discernimiento acerca de cómo proceder.
Como cristiano en progreso, considere estos cuatro puntos cuando corrija a otros. Es posible que gane un hermano en lugar de destruir una relación.