Satanás el diablo se dedica a difundir mentiras, y es fácil caer en sus trampas. Usted puede usar estas preguntas para mantener la guardia en alto.
En un mundo que constantemente está en línea, es increíblemente fácil crear y (aun por accidente) difundir mentiras. Pero, como cristianos en progreso, nosotros sabemos que Dios desea “la verdad en lo íntimo” (Salmos 51:6).
Satanás, por otro lado, busca erosionar las bases de la verdad bombardeándola con palabras tergiversadas y confusión. El padre de la mentira está activo, con engaños grandes y pequeños, incluso en las actualizaciones de nuestras redes sociales.
Cristo identificó a Satanás como “mentiroso, y padre de mentira” —un ser malvado que “no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él” (Juan 8:44). En el artículo “Lecciones de la primera mentira”, analizamos los devastadores efectos de su mentira más persistente, pero Satanás parece deleitarse en difundir falsedades de todo tipo.
¿Cómo podemos protegernos de sus tácticas?
El primer paso, por supuesto, es pedir ayuda a Dios y considerar si la información que recibimos concuerda con las Escrituras.
Además de eso, podemos hacernos estas tres preguntas:
1. ¿Me gustaría que esto fuera verdad?
Usted tiene un conjunto de creencias acerca del mundo.
Yo también.
Todos lo tenemos; y cuando nos topamos con información que desafía esas creencias, la mayoría de nosotros tiende a hacer una de dos cosas: elegimos ignorar la información o la analizamos cuidadosamente para exponer sus inconsistencias.
Pero cuando nos topamos con información que parece apoyar nuestras creencias, la mayoría de nosotros tiende a ser mucho menos crítico. La información confirma nuestras ideas preexistentes acerca del mundo, así que no la examinamos tan de cerca. Tal vez incluso ni siquiera la examinemos.
Satanás ha estado divulgando mentiras y engaños activamente por miles de años. Lo hace de maneras grandes, como en el jardín de Edén y de maneras pequeñas, como en sus actualizaciones de Facebook.
Esta particularidad de la naturaleza humana se llama “sesgo de confirmación” y está bien documentada. El sesgo de confirmación también nos impulsa a buscar activamente evidencia que respalde nuestras creencias (y a evitar activamente la evidencia que podría obligarnos a reevaluarlas).
Esto es difícil de evitar, incluso cuando somos conscientes de la trampa. Pero una cosa que podemos hacer es preguntarnos algo sencillo cada vez que nos encontramos con una afirmación que nos llame la atención:
¿Me gustaría que esto fuera verdad?
Cuando la respuesta es sí —sí, quiero que esto sea verdad; sí, quiero compartir esto con otras personas; sí, éste es un excelente respaldo de la forma en que veo el mundo, entonces ésa es nuestra señal para hacer un buen y profundo examen de la afirmación en cuestión. Cuando queremos que algo sea verdad, nos sentimos mucho menos inclinados a examinarlo con rigor intelectual. Cuando escuchamos lo que esperábamos escuchar, es fácil simplemente creerlo.
Ése es el peligro.
Y rechazar algo simplemente porque se opone a nuestra manera de ver el mundo es igual de peligroso. Podemos (¡y debemos!) rechazar todas las ideas y los conceptos que no se sustentan tras una inspección cuidadosa; pero también debemos tener cuidado de no sustituir nuestro propio sentido de disconformidad con un examen real.
Si no podemos explicar por qué estamos rechazando una idea, corremos el riesgo de negar la verdad en lugar de una mentira.
Ejemplo: El internet está lleno de citas impactantes de grandes personajes de la historia.
El problema es que gran parte de esas citas no proviene de ellos realmente.
A veces es por descuido. Pero la verdad es que, si Albert Einstein, Mark Twain, Abraham Lincoln o Winston Churchill dijeron algo, la gente tiende a poner más atención. Y si usted tiene una idea que quiere difundir, no es muy difícil atribuirla a uno de esos nombres famosos. Incluso puede inventar toda una historia que nunca ocurrió y hacer a uno de ellos la estrella.
Como Yogi Berra les dijo (supuestamente) a sus fans una vez: “En realidad, no dije todo lo que dije”. Se siente bien poder nombrar a un intelectual que concuerda con nuestras creencias —queremos que esas palabras sean verdad— pero eso hace aún más importante que tomemos esas citas con cautela.
2. ¿Qué sé acerca del tema?
La segunda pregunta es una oportunidad de autoevaluación.
Ninguno de nosotros puede saber todo acerca de un tema en particular y es importante ser honestos con nosotros mismos acerca de los límites de nuestro conocimiento.
Los noticieros, en el apuro por capitalizar una primicia, a menudo tergiversan (o exageran demasiado) tanto eventos como estudios científicos. Los memes y videos cortos pueden presentar argumentos ingeniosos y convincentes simplificando demasiado un tema complicado. Las herramientas de IA hacen de las falsificaciones realistas un trabajo simple.
Antes de aceptar algo como verdad, y sobre todo antes de compartirlo con otros, deberíamos asegurarnos de que realmente entendemos de lo que estamos hablando. Tomarnos el tiempo para descubrir dónde están nuestros puntos ciegos (y hacer algo al respecto si es posible) puede evitar que aceptemos ciegamente una mentira que no podemos refutar por falta de conocimiento.
Ejemplo: Hace años, una serie de ideas acerca de los beneficios del lino para la salud comenzó a circular por internet. Específicamente, se decía que los científicos habían descubierto cómo medir las “frecuencias características” de diferentes telas.
Las frecuencias muy bajas se asociaban a enfermedades crónicas, e incluso el cáncer, pero se decía que el lino y la lana tenían una frecuencia de 5.000. Sin embargo, combinadas, las frecuencias del lino y la lana se neutralizan, supuestamente enfermando y debilitando más al cuerpo humano.
Esto suena como un excelente ejemplo de la ciencia apoyando a la Biblia (mezclar lino y lana se prohíbe en Levítico 19:19), pero en realidad es una aseveración llena de problemas que no son obvios hasta que hacemos más preguntas.
Por ejemplo: ¿5.000 qué? La frecuencia es una medida de qué tan seguido ocurre algo y requiere una unidad de medida. El número 5.000 no nos dice nada. Pero incluso con una unidad de medida, no queda claro por qué ese número importa.
¿Qué significa medir la frecuencia característica de una enfermedad? ¿Qué evidencia verificable existe de que la frecuencia de una tela (como sea que se mida) tiene un impacto en la salud?
No hay tablas de datos, no hay gráficos que sugieran una correlación, no se mencionan estadísticas ni probabilidades —sólo aseveraciones muy dogmáticas que son imposibles de verificar de manera significativa.
Por eso es tan importante preguntarnos si sabemos lo suficiente acerca del tema en cuestión (o, por lo menos, acerca de las señales de advertencia que deberíamos buscar) antes de creer y compartir lo que leemos.
3. ¿Qué debemos verificar?
Es agotador ver todo, en todas partes, como una potencial mentira; por eso es útil tener personas y fuentes confiables que han comprobado ser veraces. Aun así, antes de comenzar a compartir algo como verdad, es nuestra responsabilidad asegurarnos de que lo sea. En otras palabras, “confíe, pero verifique”.
Es imposible verificar todo, en todas partes, todas las veces. Pero generalmente es posible verificar las cosas importantes.
¿Importa realmente si fue Mark Twain quien dijo cierta frase? No necesariamente, a menos de que piense compartirla con otras personas.
En el caso de las citas, es bueno tratar de buscar su verdadera fuente siempre que sea posible.
En el caso de los resultados de estudios científicos, vale la pena analizar el estudio en sí.
Generalmente, ayuda bastante prescindir lo más posible de los intermediarios. A veces esto no es posible, pero la mejor manera de verificar algo es ver si puede encontrar el libro, el discurso, la fotografía, el video, el documento o lo que sea que se cite y ver lo que la fuente realmente dice —no lo que otras personas dicen acerca de ella. Eso es más difícil y toma más tiempo, pero el esfuerzo puede valer la pena.
Ejemplo: Para comprobar que los medios informan acerca de estudios sin entenderlos bien, el doctor John Bohannon publicó un estudio deliberadamente (y evidentemente) errado al que tituló: “El chocolate con alto contenido de cacao como un acelerador de la pérdida de peso”. Y, en lugar de analizar el estudio con cuidado, muchos noticieros rápidamente comenzaron a publicar artículos con títulos como: “Pierda 10 % más de peso comiendo chocolate todos los días… ¡no es broma!”.
Más tarde, Bohannon reveló y documentó su engaño, dándonos una poderosa advertencia acerca de la necesidad de verificar lo que leemos antes de aceptarlo como verdad.
Permanecer alertas a las tácticas de Satanás
Satanás ha estado divulgando mentiras y engaños activamente por miles de años. Lo hace de maneras grandes, como en el jardín de Edén y de maneras pequeñas, como en sus actualizaciones de Facebook.
Él atacará la verdad en cada oportunidad que tenga, pero si aprendemos a hacernos estas tres preguntas, estaremos más preparados para identificar y evitar los engaños a nuestro alrededor.
Aceptamos sugerencias
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