Dios, por medio del apóstol Pablo, nos instruyó a “examinadlo todo”. Pero, ¿qué significa eso exactamente y cómo se supone que debemos hacerlo?
Pablo concluye su carta a la iglesia en Tesalónica exhortando a los cristianos a “examinadlo todo; retened lo bueno” (1 Tesalonicenses 5:21).
Éstas son de las instrucciones más importantes que puede recibir un cristiano en su proceso de formación.
Pero, ¿cómo funciona exactamente ese proceso?
¿Examinadlo todo?
Esto quiere decir… ¿todo?
Afortunadamente, no.
¿Cuál es el contexto de “todo”?
Dios no pretende que evaluemos la veracidad de cada idea, concepto y teoría que encontramos. Si usted ha pasado algún tiempo en Internet, está consciente de que sería una tarea imposible y enloquecedora —hay demasiadas ideas ridículas y no hay tiempo suficiente para refutarlas todas.
Para entender lo que Pablo quería decir con “examinadlo todo”, tenemos que entender dos conceptos.
El primero, es la idea de “todo”. En griego, Pablo estaba usando una sola palabra —pas. Pablo no se refería a literalmente probar todo en el mundo. Pas nos pide que tengamos en cuenta todo lo que encaja dentro de los límites del tema que se está discutiendo.
Esto significa que necesitamos algo de contexto. Los traductores abordaron 1 Tesalonicenses 5:20-22 como tres conceptos diferentes. “No menospreciéis las profecías. Examinadlo todo; retened lo bueno. Absteneos de toda especie de mal”.
Pero en algunas traducciones, como la Nueva Versión Internacional, esos tres versículos se convierten en una sola frase: “no desprecien las profecías, sométanlo todo a prueba, aférrense a lo bueno, eviten toda clase de mal”.
La profecía es más que una predicción del futuro inspirada por Dios. En términos generales, en el Nuevo Testamento, profecía puede significar cualquier mensaje emitido bajo la influencia de Dios.
Por nuestros propios medios, no sabemos cómo son realmente el bien y el mal. Pero si la voz del Pastor nos guía, podemos aprender a distinguirlos.
El apóstol Pedro lo explicó de esta manera: “entendiendo primero esto, que ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada, porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo” (2 Pedro 1:20-21).
Con el contexto correcto, es un poco más claro lo que Pablo tenía en mente cuando les dijo a los tesalonicenses que examinaran pas. Les estaba advirtiendo que no ignoraran o rechazaran la idea de que Dios se podía comunicar por medio de mensajes inspirados por Él —pero al mismo tiempo recordándoles que examinaran esos mensajes.
Como cristianos en formación, nunca debemos rechazar la idea de que Dios tiene cosas muy importantes para decirnos —pero si hay algo que afirma provenir de Dios, tampoco debemos aceptarlo ciegamente.
Siempre debemos ponerlo a prueba.
¿Qué significa poner a prueba?
Pero, ¿cuál es la prueba? ¿Cómo podemos poner a prueba algo que afirma ser (o simplemente parecer ser) inspirado por Dios? Éste es otro concepto que debemos entender si queremos poner en práctica la instrucción de Pablo.
En una columna pasada de “Cristianismo en progreso” (“‘Examinaos a vosotros mismos’: ¿qué significa ser reprobado?”), hablamos acerca de la instrucción de Pablo de examinarnos o ponernos a prueba en 2 Corintios 13:5.
En ese pasaje y en este, Pablo utilizó el verbo griego dokimazo —una palabra que describe revisar algo para confirmar que es genuino. Los encargados de verificar las monedas romanas descartaban las falsificaciones en el mercado raspando una moneda para asegurarse de que el material del interior coincidía con el del exterior. Probaban (dokimazo) las monedas para asegurarse de que eran auténticas (dokimos) y no falsificaciones (adokimos).
Asimismo, Pablo nos anima a corroborar cualquier mensaje que parezca profético —esto es, emitido bajo la inspiración de Dios. Para poner algo a prueba (dokimazo) debemos mirar más allá de su apariencia y analizar su contenido.
Pablo dijo “aférrense a lo bueno, eviten toda clase de mal” (1 Tesalonicenses 5:21-22, NVI). Las palabras griegas que Pablo utiliza para “bueno” y “mal” (kalos y poneros) pueden referirse tanto a la apariencia física como al valor moral. Cuando ponemos a prueba un mensaje examinando su contenido, ¿qué vemos? ¿Es bueno —placentero, bonito y moralmente correcto? O, por el contrario, ¿es malvado —retorcido y perverso?
Poner a prueba implica tener parámetros
Esta orden de mirar más allá de la apariencia exterior de algo es de vital importancia.
Es fácil que un mensaje suene bien —que esté bien expresado, bien escrito, bien presentado. Pero ser un orador cautivador o un escritor convincente no hace que el mensaje sea correcto y verdadero.
Satanás, el diablo, es el mejor ejemplo de esto —un ángel malvado y rebelde que vende estilos de vida de autodestrucción y miseria, pero que sabe cómo hacerse pasar por “un ángel de luz” (2 Corintios 11:14). Es un maestro del engaño con miles de años de experiencia en hacer que lo malo parezca bueno y lo bueno parezca malo.
Si queremos determinar si un mensaje viene de Dios, tenemos que compararlo con la Palabra que Él ya nos ha dado. “¡A la ley y al testimonio!”, declaró Isaías. “Si no dijeren conforme a esto, es porque no les ha amanecido” (Isaías 8:20).
(Si usted todavía está en la tarea de corroborar la Biblia, nuestro folleto ¿Es cierta la Biblia? está diseñado para ayudarle en ese proceso.)
Los mensajes futuros de Dios nunca van a contradecir sus mensajes pasados. Dios Padre y Jesucristo son los mismos “ayer, y hoy y por los siglos” (Hebreos 13:8). Ningún mensaje que intente eludir, esquivar o reinventar las verdades de la Biblia proviene de Dios.
Debemos confiar en la voz del pastor
Todo se reduce a esto:
No podemos poner a prueba las palabras que escuchamos a menos de que estemos familiarizados con las palabras con las que las ponemos a prueba.
Jesús dijo: “Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen” (Juan 10:27), “Mas al extraño no seguirán, sino huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños” (v. 5).
¿Reconoce usted la voz de su pastor?
No hay atajos ni trucos. La única manera de familiarizarse con esa voz es estudiando y viviendo por sus palabras. Entre más tiempo le dediquemos a poner atención a lo que Dios nos dice en su palabra inspirada, más fácil será para nosotros reconocer cuando otros mensajes provengan de la voz del Pastor —o de un extraño.
Cuando Moisés les estaba leyendo la ley de Dios a los israelitas que estaban a punto de entrar a la Tierra Prometida, les advirtió: “Mira, yo he puesto delante de ti hoy la vida y el bien, la muerte y el mal; porque yo te mando hoy que ames al Eterno tu Dios, que andes en sus caminos, y guardes sus mandamientos, sus estatutos y sus decretos, para que vivas y seas multiplicado, y el Eterno tu Dios te bendiga en la tierra a la cual entras para tomar posesión de ella… escoge, pues, la vida, para que vivas tú y tu descendencia; amando al Eterno tu Dios, atendiendo a su voz, y siguiéndole a él; porque él es vida para ti, y prolongación de tus días” (Deuteronomio 30:15-16, 19-20).
La vida y el bien. La muerte y el mal. No podemos esperar reconocer estas características a no ser que permanezcamos profundamente conectados con los caminos, mandamientos, estatutos y juicios del Señor nuestro Dios.
Por nuestros propios medios, no sabemos cómo son realmente el bien y el mal. Pero si la voz del Pastor nos guía, podemos aprender a distinguirlos.
Armados con ese conocimiento, estaremos más que preparados para seguir las instrucciones de Pablo:
“No menospreciéis las profecías. Examinadlo todo; retened lo bueno. Absteneos de toda especie de mal”.