“Y cualquiera que haga tropezar a alguno de estos pequeños que creen en mí, mejor les fuera que se le colgase al cuello una piedra de molino de asno, y que se le hundiese en lo profundo del mar. ¡Ay del mundo por los tropiezos! Porque es necesario que vengan tropiezos, pero ¡Ay de aquel hombre por quien viene el tropiezo!” (Mateo 18:6-7).
En una cultura en la que es difícil decir dos palabras sin ofender a alguien, en algún lugar, ésta es una advertencia intimidatoria. ¿Ay de aquel? ¿Piedra de molino? ¿Hundido en lo profundo del mar? Todo esto parece un poco extremo por una ofensa que puede surgir de una palabra o gesto sin intención o completamente malinterpretada.
¿Qué quiso decir Jesucristo con “tropiezos”?
Hay más en todo esto. En el griego original del Nuevo Testamento la palabra que Jesús usó para tropiezo es skandalon —una palabra griega que se refiere a un factor desencadenante, o una carnada que hace que una trampa de caza se cierre.
Esto sugiere que es algo un poco más malicioso que “ofensas” como las conocemos hoy. Jesús no estaba advirtiendo innecesariamente acerca de confrontar la sensibilidad de alguien. Estaba advirtiendo acerca de poner una trampa, tentando y atrapando a una víctima inocente, haciendo que un “pequeño” se desvíe de la verdad y se vaya a las tinieblas.
Según Jesucristo, todo aquel que ponga un skandalon para el pueblo de Dios sería mejor que se arrojara al fondo del mar. Pablo advirtió acerca de los ministros de Satanás, quienes: “se disfrazan como ministros de justicia; cuyo fin será conforme a sus obras” (2 Corintios 11:15).
Pablo también escribió acerca de los tropiezos
Hablando de Pablo, él también usó la palabra skandalon cuando les dijo a los romanos: “Así que, ya no nos juzguemos más los unos a los otros, sino más bien decidid no poner tropiezo u ocasión de caer [skandalon] al hermano” (Romanos 14:13).
No hay dudas de que, como cristianos, todos deberíamos compartir esta meta. Pablo escribió: “Así nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo, y todos miembros los unos de los otros” (Romanos 12:5). No hay ningún beneficio en hacer la vida más dura para otros miembros de nuestro propio cuerpo y hay muchas ventajas en fortalecerlos y respaldarlos.
La gran pregunta es ¿cómo? ¿Cómo evitamos que nuestras acciones sean piedras de tropiezo y skandalon para nuestros hermanos cristianos?
Evitar los tropiezos requiere que estemos alerta
Bueno, las buenas noticias son que el primer paso para no ser una piedra de tropiezo es la conciencia de que podemos ser piedra de tropiezo. No todos se dan cuenta de esto. Es fácil ver cómo nos afectan las acciones de otros, pero es más difícil recordar que nuestras propias acciones pueden afectar a los demás. Con sólo centrar nuestra atención en otros, ya estamos tomando medidas para no ser piedras de tropiezo para ellos.
Pero esto es sólo el comienzo. Cuando Pablo escribió acerca de no ser piedra de tropiezo, tenía un contexto más amplio. Algunos hermanos romanos tenían serias reservas acerca de comer carne que hubiera estado involucrada en sacrificios a los ídolos paganos. Los restos de estos sacrificios, que algunos miembros veían como ofrecidas a los ídolos, eran vendidos con frecuencia en el mercado. Esto llevó a debates y contención en las congregaciones romanas.
Pablo explicó dos cosas. Primero, él dijo que no había nada errado a nivel moral en comprar y comer de esas carnes (Romanos 14:14). Y segundo, que había algo más importante en esta situación que la libertad para comer. Él dijo: “Pero si por causa de la comida tu hermano es contristado, ya no andas conforme al amor. No hagas que por la comida tuya se pierda aquel por quien Cristo murió” (v. 15).
Las piedras de tropiezo no siempre tienen que ver con “correcto” y “erróneo”
Todo se reduce a esto: como cristianos que están luchando por evitar ser piedras de tropiezo, lo mejor que podemos hacer es enfocarnos menos en lo que tenemos el derecho de hacer y más en el privilegio de lo que podemos hacer para fortalecer a nuestros hermanos y hermanas en la fe.
Algunos cristianos del primer siglo —muchos de los cuales se habían convertido de religiones que hacían sacrificios a estos ídolos— no podían sino ver que la carne estaba contaminada por la adoración a los ídolos. Para ellos, comer de esto se sentiría incómodamente cerca de participar en esta adoración. Y al ver a sus compañeros creyentes participar de ellas los podría o desviar de la fe o hacerlos sentir cómodos con la idea de mezclar costumbres paganas con el cristianismo (vea 1 Corintios 8:4-13).
En otras palabras, el hecho de comer de esta carne podría haberse convertido fácilmente en una piedra de tropiezo o skandalon, para los cristianos que eran nuevos en la fe. Aunque los cristianos tenían la libertad de comer esa carne, también tenían la responsabilidad de analizar cuál sería el impacto de eso en la fe de los que estaban a su alrededor.
“Por lo cual, si la comida le es a mi hermano ocasión de caer, no comeré carne jamás, para no poner tropiezo a mi hermano” (1 Corintios 8:13).
Aprender a identificar las piedras de tropiezo modernas
Todo se reduce a esto: como cristianos que están luchando por evitar ser piedras de tropiezo, lo mejor que podemos hacer es enfocarnos menos en lo que tenemos el derecho de hacer y más en el privilegio de lo que podemos hacer para fortalecer a nuestros hermanos y hermanas en la fe.
Dos mil años atrás, eso tenía que ver con ser cuidadosos en el momento de comprar la carne. Actualmente, implica poner cuidado en cosas como:
- Cómo nos describimos en las redes sociales. (Pregunta: ¿es posible que si posteo esto incite la envidia, los celos o el resentimiento en las personas que lo vean?)
- Las actividades en las que participamos. (Pregunta: ¿lo que estoy haciendo en mi tiempo libre impactará negativamente en la forma en que otros me perciben a mí, a mi religión o aun a mi Dios?)
- Cómo vestimos. (Pregunta: ¿son de buen gusto mis vestidos? ¿Lo que estoy usando puede hacer más difícil que los otros se mantengan puros en sus pensamientos acerca de mí?)
- Lo que decimos y cómo lo decimos. (Pregunta: ¿hacen las palabras y el tono que utilizo para hablar, más fácil o más difícil para aquellos que me escuchan entender lo que estoy tratando de comunicar?)
Y aquí hay otra gran clave: “Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo” (Filipenses 2:3). Ninguno de nosotros es perfecto. Todos somos cristianos en progreso. Pero si nuestra meta es “No ser una piedra de tropiezo” o no ser la causa de que nuestro hermano se caiga en el camino, el mejor lugar para empezar es fijando nuestra atención en el impacto que nuestras acciones tendrán en los que nos rodean.
Sugerencias son bienvenidas
Si usted desea sugerir algún tema para futuras ediciones de “Cristianismo en progreso”, puede hacerlo anónimamente en vidaesperanzayverdad.org/ideas. ¡Esperamos sus sugerencias!
Nota: Gracias a los muchos ministros con años de experiencia que han aportado sus ideas.