En Lucas 14, Jesús dijo que debemos “calcular los gastos” de ser sus discípulos. ¿Cuál es el costo de seguir a Jesucristo? ¿Qué significa “calcular los gastos”?
¿Se imagina cómo hubiera sido presenciar los tres años y medio del ministerio del Hijo de Dios en la Tierra?
A dónde Él iba, sus espectaculares milagros y transformadoras enseñanzas atraían a grandes multitudes y causaban una oleada de expectativas.
Uno pensaría que con toda la emoción que Jesús generó durante su ministerio público habría movilizado a miles de seguidores. Pero el número de discípulos fieles que permanecieron después de su muerte parece haber disminuido a unos cientos (1 Corintios 15:6; Hechos 1:15).
¿Qué pasó con las multitudes que lo seguían? ¿Por qué la discrepancia?
Juan explica que “Jesús mismo no se fiaba de ellos [las multitudes], porque conocía a todos, y no tenía necesidad de que nadie le diese testimonio del hombre, pues él sabía lo que había en el hombre” (Juan 2:24-25).
Jesucristo sabía que la fe de la mayoría era superficial y egocéntrica, sin importar lo que dijeran con sus palabras. Sabía que nuestra tendencia humana es dejarnos llevar por la emoción de eventos milagrosos; sabía que la mayoría sólo estaba interesada en lo que podía obtener.
Entonces, Cristo les dijo a sus discípulos que era necesario “calcular los gastos” de su discipulado. Pero ¿qué significa esto? ¿Cómo podemos calcular el costo de seguir a Jesús?
Calcular el costo: conocer las expectativas
Jesucristo espera que sus discípulos se comprometan de lleno a seguirlo. “Calcular los gastos” es parte de esa enseñanza (Lucas 14:28).
Cristo le preguntó a las multitudes, “¿quién de vosotros, queriendo edificar una torre, no se sienta primero y calcula los gastos, a ver si tiene lo que necesita para acabarla? No sea que después que haya puesto el cimiento, y no pueda acabarla, todos los que lo vean comiencen a hacer burla de él, diciendo: Este hombre comenzó a edificar, y no pudo acabar” (vv. 28-30).
En otras palabras, digamos que usted quiere construir un rascacielos. ¿Tiene suficiente dinero para hacerlo? ¿Tiene los recursos para contratar mano de obra? ¿Está dispuesto a hacer los engorrosos trámites de aprobación y permiso? ¿Está dispuesto a superar las complicaciones y dificultades hasta terminar el trabajo?
Jesús en esencia estaba preguntando: “¿Están realmente comprometidos con convertirse en mis discípulos?”.
En un mundo donde las personas pueden cambiar sus etiquetas tan a menudo como se cambian los calcetines, la idea de que no basta con decir que somos cristianos para serlo puede sonar extraña. Pero existen pasos, que son necesarios, y expectativas reales que el cristianismo conlleva. La enseñanza de Jesús es que debemos reflexionar profundamente sobre eso —lo que se requiere para convertirnos en sus seguidores, según sus instrucciones y no las tradiciones humanas— antes de comprometernos.
No podemos convertirnos en discípulos sinceros, dedicados y celosos de Jesús sin antes reconocer y aceptar algunas condiciones. Antes de hablarles acerca de calcular los gastos, Jesús les explicó a sus seguidores varias cosas que demuestran que es necesario hacer algunos sacrificios.
Calcular el costo: estar dispuestos a ser rechazados
“Si alguno viene a mí, y no aborrece [es decir, no ama menos en comparación] a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aun también su propia vida, no puede ser mi discípulo” (v. 26).
La Palabra de Dios no se va por las ramas cuando describe el alto costo del cristianismo. La lección es que Dios debe ser lo primero en nuestra vida, antes que cualquier persona o cosa.
Los cristianos deben esforzarse por “[estar] en paz con todos los hombres” (Romanos 12:18), especialmente su familia. Pero lamentablemente, a veces nuestra familia y nuestros amigos no están dispuestos a aceptar nuestro nuevo estilo de vida cristiano.
Como cristiano, su compromiso con Jesucristo debe ser mayor que su compromiso con cualquier otra persona, incluso si eso significa alejarse de su familia. Si usted desea ser un verdadero cristiano, debe aceptar la posibilidad de que algunos de sus familiares o amigos lo despreciarán por su compromiso de obedecer a Dios.
Su familia tal vez no lo comprenda o no esté dispuesta a aceptar las decisiones que usted toma para obedecer a Cristo. Por ejemplo, tal vez cuestionen su decisión de guardar el sábado o su decisión de no celebrar ciertas festividades tradicionales y en lugar de ello guardar las fiestas anuales de Dios. (Para saber más acerca de las fiestas de Dios y por qué los cristianos aún las guardan, vea nuestro folleto Las fiestas santas de Dios: Él tiene un plan para usted.)
Es en tales encrucijadas que debemos recordar el trágico defecto de carácter que tenían muchos líderes religiosos del tiempo de Jesús: “amaban más la gloria de los hombres que la gloria de Dios” (Juan 12:43).
Cuando Jesús dijo que debemos “calcular los gastos”, estaba afirmando que ser su discípulo tiene un costo.
El miedo de ir en contra de la mayoría y ser echados de las sinagogas paralizó a muchos de esos hombres equivocados. Pero Cristo dijo que quienes quisieran seguirlo, algún día podrían pagar un precio aún mayor que ese. Al profetizar acerca de un tiempo aterrador, dijo: “El hermano entregará a la muerte al hermano, y el padre al hijo; y los hijos se levantarán contra los padres, y los harán morir. Y seréis aborrecidos de todos por causa de mi nombre” (Mateo 10:21-22).
“Y seréis aborrecidos de todos” —incluso familiares. Ésta es una profecía que algún día se cumplirá en los cristianos, especialmente a medida que nos acercamos al tiempo del fin. Para descubrir más acerca de esta profecía, lea nuestro artículo “Seremos odiados”.
Una pregunta que debemos hacernos es: “Si algún día es necesario, ¿estoy realmente preparado para abandonar mis relaciones personales, estatus y comodidad con el fin de seguir a Jesucristo?”.
Calcular el costo: negarnos a nosotros mismos
Jesús continuó: “Y el que no lleva su cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo” (Lucas 14:27).
Para cualquier oyente del primer siglo, llevar una cruz significaba una cosa: la muerte. Estas palabras de Cristo tienen varias aplicaciones:
- Debemos estar dispuestos a morir por la fe.
- Debemos tener la fuerza para permanecer fieles, incluso cuando atravesamos dificultades.
- Debemos negarnos a nosotros mismos.
Unos capítulos antes, Jesús había explicado: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame” (Lucas 9:23).
Los seres humanos naturalmente nos preocupamos por nosotros mismos. Tendemos a pensar en términos de “¿Qué es lo que quiero?” o “¿cómo me beneficiará esto?” o “¿cómo puedo sacar provecho de esta situación?”. Andamos por la vida haciendo de nuestras esperanzas, sueños y deseos nuestra máxima prioridad.
Negarnos a nosotros mismos significa dejar a un lado nuestros deseos contrarios a la Palabra de Dios para hacer de la voluntad de Cristo, nuestro Maestro y Salvador, nuestra máxima prioridad. Debemos negarnos al deseo de emborracharnos, fumar, fornicar, quebrantar el sábado, odiar a nuestro prójimo, emplear nuestra lógica humana para aferrarnos a comportamientos que los mandamientos prohíben claramente —todo lo que sea contrario a Dios.
Necesitamos someter toda nuestra vida a Dios para obedecerle de todo corazón. Nuestra rebelde naturaleza humana a veces hace de esa una difícil tarea, pero es una orden tan gratificante como desafiante.
Note lo que Jesús dijo acerca del destino de quienes se aferran obstinadamente a la vida física y todo lo que ofrece, en lugar de someter sus vidas voluntariamente a la obediencia a Dios: “Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, este la salvará.” (v. 24).
Nada en esta vida física pasajera —este instante de existencia— se compara con la vida eterna en el Reino de Dios.
Aunque la futura resurrección a vida eterna es la recompensa máxima, quienes calculan los gastos también tendrán otras bendiciones antes. Cristo dijo que quienes hayan dejado posesiones y relaciones “por el reino de Dios”, “[recibirán] mucho más en este tiempo” (Lucas 18:29-30). Comprometernos con Cristo tiene beneficios tanto en esta vida como en la venidera (Juan 10:10, vea nuestro artículo “Una vida en abundancia”).
¿Calculará usted el costo?
Jesús de ninguna manera predicó una política de “tal como somos” (si desea profundizar en el tema, vea “El problema con el cristianismo de ‘tal como soy’”). Cuando dijo que debemos “calcular los gastos”, estaba afirmando que ser su discípulo tiene un costo. Cristo, los apóstoles y los miembros de la Iglesia del primer siglo, nunca enseñaron ni practicaron un cristianismo que no tuviera un costo.
Cuando Jesús veía a las multitudes, quería saber quiénes estaban realmente dispuestos a ponerlo primero que a sus familias, amigos, deseos, sueños y posesiones, y quiénes lo obedecerían incluso ante el riesgo de morir.
No debería sorprendernos que, en cierto punto de su ministerio público, “muchos de sus discípulos volvieron atrás, y ya no andaban con él” (Juan 6:66).
La verdadera pregunta ahora es: ¿con qué grupo de personas se identifica usted? ¿Con la multitud que se alejó al escuchar las duras palabras de Cristo con respecto a los requerimientos de un cristiano? ¿O con los pocos fieles que se comprometieron a amarlo y seguirlo de lleno?
¿Calculará el costo y se comprometerá a seguir a Jesús?
(Para descubrir más acerca de cómo convertirse en un verdadero cristiano, vea nuestro folleto ¡Cambie su vida!