La Biblia está llena de historias de valentía y fe. ¿Qué lecciones podemos aprender de los apóstoles para crecer en la valentía que necesitamos hoy?
Muchas de las historias de valentía más conocidas se encuentran en el Antiguo Testamento.
Josué siguió la instrucción de Dios acerca de “[esforzarse] y [ser] valiente” cuando guió a los israelitas hacia la Tierra Prometida (Josué 1:6, 7, 9).
David, siendo joven, venció a Goliat (1 Samuel 17). Los jóvenes Sadrac, Mesac y Abed-nego se rehusaron a inclinarse ante el ídolo del rey Nabucodonosor (Daniel 3). Y Ester, siendo una jovencita, arriesgó su vida para salvar a su pueblo (Ester 4:16).
Hebreos 11 registra las historias de muchos de estos fieles. Las historias de los siervos de Dios en el Antiguo Testamento son ejemplos que siguen siendo relevantes para nosotros en la actualidad (2 Timoteo 3:16). Pero ¿podemos encontrar historias similares de valentía en el Nuevo Testamento?
La respuesta sencilla es ¡sí! En el Nuevo Testamento también hay historias de personas que demostraron gran valentía en situaciones difíciles.
Una de las historias de valentía más documentada y reveladora en esta sección de las Escrituras es la de los apóstoles, los hombres que Jesús eligió personalmente para entrenarlos durante su ministerio en la Tierra.
A los apóstoles inicialmente les hacía falta valentía
Durante los tres años y medio que los apóstoles pasaron con Jesús, su valentía fue un tanto variable.
Tuvieron el valor para dejar sus trabajos, seguir a Cristo y convertirse en “pescadores de hombres” (Mateo 4:19). Pedro incluso tuvo el coraje y la fe para caminar sobre el agua hacia Jesús, por lo menos por un momento (Mateo 14:25-31). Cuando la tensión entre Jesús y los líderes religiosos aumentó justo antes de su crucifixión, Pedro dijo con vehemencia: “Aunque me sea necesario morir contigo, no te negaré. Y todos los discípulos dijeron lo mismo” (Mateo 26:35).
Todo sonaba muy bien. Todos querían ser valientes. El único problema fue que, cuando Jesús fue arrestado, su valentía flaqueó.
Pedro intentó evitar el arresto sacando su espada para atacar al siervo del sumo sacerdote y le cortó la oreja (Mateo 26:51). Pero cuando Cristo le dijo que guardara su espada para que pudieran arrestarlo y se cumpliera la escritura, “todos los discípulos, dejándole, huyeron” (v. 56). Algunos más tarde lo siguieron de lejos para ver qué pasaba (Juan 18:15-16; Mateo 27:55-56).
Desconcertados por las circunstancias, los apóstoles permitieron que su miedo los venciera.
El Espíritu Santo fortaleció a los apóstoles
Tras su muerte y resurrección, Jesús les dijo a sus discípulos que fueran a Jerusalén y se quedaran ahí hasta que fueran “investidos de poder desde lo alto” (Lucas 24:49).
Pocos días después, cuando los seguidores de Cristo estaban reunidos en Jerusalén para guardar el día de Pentecostés, recibieron el regalo prometido: el Espíritu Santo de Dios, que es un espíritu de poder (Hechos 2:4; 2 Timoteo 1:7).
Recibieron el Espíritu Santo que les fue dado con evidencia física: un sonido “como de un viento recio” y “lenguas repartidas, como de fuego” (Hechos 2:2-3). Además, milagrosamente comenzaron a hablar en otros idiomas (v. 4).
Desde ese momento, el poder de Dios se siguió manifestando porque “muchas maravillas y señales eran hechas por los apóstoles” (v. 43).
Pedro y Juan son arrestados
Uno de los milagros que los apóstoles podían hacer ahora, era sanar a los enfermos.
Poco después de ese día de Pentecostés, Pedro y Juan fueron al templo; y al entrar, Pedro sanó a un hombre que era cojo de nacimiento (Hechos 3:1-10).
En lugar de regocijarse y alabar a Dios por tan impresionante milagro, las autoridades religiosas se molestaron porque Pedro abiertamente le dio el crédito de ese evento sobrenatural a Jesús. De hecho, se enojaron tanto que arrestaron a Pedro y Juan y “los pusieron en la cárcel hasta el día siguiente” (Hechos 4:3).
La valentía de los apóstoles para enfrentar a los mismos líderes religiosos que recientemente habían orquestado la muerte de Jesús iba a ponerse a prueba.
Pero esta vez tenían el Espíritu de Dios en ellos para ayudarlos a enfrentar los ingentes esfuerzos de los líderes judíos que querían poner fin a su ministerio.
Valor para enfrentar a las autoridades religiosas judías
Al día siguiente, cuando Pedro y Juan fueron llevados ante las autoridades judías más reconocidas, les preguntaron: “¿Con qué potestad, o en qué nombre, habéis hecho vosotros esto?” (v. 7).
La convivencia entre hermanos fue un fundamento importante del cristianismo en el primer siglo, y actualmente pasar tiempo con quienes comparten nuestra fe sigue siendo una forma muy efectiva de crecer en valentía espiritual.
En lugar de intimidarse, “Pedro, lleno del Espíritu Santo, les dijo: Gobernantes del pueblo, y ancianos de Israel: Puesto que hoy se nos interroga acerca del beneficio hecho a un hombre enfermo, de qué manera este haya sido sanado, sea notorio a todos vosotros, y a todo el pueblo de Israel, que en el nombre de Jesucristo de Nazaret, a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó de los muertos, por él este hombre está en vuestra presencia sano. Este Jesús es la piedra reprobada por vosotros los edificadores, la cual ha venido a ser cabeza del ángulo. Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos” (vv. 8-12).
El relato no explica lo que Juan dijo o hizo, pero leemos que las autoridades judías se maravillaron de “el denuedo de Pedro y de Juan” (v. 13).
Conscientes de que no podían negar el milagro ocurrido, las autoridades judías decidieron amenazarlos y les ordenaron no hablar “de aquí en adelante a hombre alguno en este nombre” (vv. 17-18).
La valiente respuesta de Pedro y Juan fue: “Juzgad si es justo delante de Dios obedecer a vosotros antes que a Dios; porque no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído” (vv. 19-20).
3 claves para desarrollar y mantener la valentía espiritual
Tras su encuentro con las autoridades religiosas, Pedro y Juan fueron liberados. Y lo que hicieron después aumentó aún más su valentía para continuar su ministerio.
En Hechos 4:23-31 vemos el recuento de tres circunstancias muy positivas de los apóstoles que podemos imitar para crecer en valentía espiritual.
1. Se reunieron con otros creyentes.
Cuando Pedro y Juan fueron liberados, “vinieron a los suyos y contaron todo lo que los principales sacerdotes y los ancianos les habían dicho” (v. 23).
Compartir lo que les había ocurrido con otros apóstoles (personas que compartían su compromiso con la predicación del evangelio del Reino de Dios) sin duda fue animador para Pedro y Juan.
También debe haber sido animador para los otros apóstoles escuchar cómo el poder milagroso del Espíritu Santo sanó a aquel hombre y cómo Dios intervino para evitar que los líderes judíos detuvieran el floreciente ministerio de los apóstoles.
La convivencia entre hermanos fue un fundamento importante del cristianismo en el primer siglo, y actualmente pasar tiempo con quienes comparten nuestra fe sigue siendo una forma muy efectiva de crecer en valentía espiritual (Hechos 2:42; Filipenses 1:5).
2. Pidieron a Dios valentía.
Tras escuchar la historia de Pedro y Juan, los apóstoles hicieron una oración (Hechos 4:24). En esta oración, recordaron la profecía de David acerca de gobernantes que se unirían “contra el Eterno y contra su ungido” (Salmos 2:2) y reconocieron que eso era lo que había sucedido (Hechos 4:27-28).
Luego continuaron: “Y ahora, Señor, mira sus amenazas, y concede a tus siervos que con todo denuedo hablen tu palabra, mientras extiendes tu mano para que se hagan sanidades y señales y prodigios mediante el nombre de tu santo Hijo Jesús” (vv. 29-30, énfasis añadido).
Los apóstoles le pidieron a Dios que les diera valor para seguir predicando su Palabra y también que les permitiera seguir haciendo milagros en el nombre de Jesús.
3. Se enfocaron en el futuro.
Hay otro punto de esta oración que es importante notar: los apóstoles pidieron ayuda para cumplir la comisión que Jesús les había encomendado de predicar el evangelio a todas las naciones (Mateo 28:19-20). No estaban tratando de zafarse de su compromiso, ¡estaban enfocados en el futuro!
Probablemente esta enseñanza de Jesús estaba firmemente grabada en sus mentes: “Ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios” (Lucas 9:62).
Después de su oración, leemos que “el lugar en que estaban congregados tembló; y todos fueron llenos del Espíritu Santo, y hablaban con denuedo la palabra de Dios” (Hechos 4:31, énfasis añadido).
Estas tres circunstancias aumentaron la valentía espiritual de los apóstoles y siguen siendo lecciones valiosas para nosotros en la actualidad.