De la edición Noviembre/Diciembre 2016 de la revista Discernir

Cómo no enfriarse en un mundo espiritualmente frío

La Biblia nos advierte que en el tiempo del fin la maldad será tanta que el amor de la gente se enfriará. Estos son cuatro puntos que pueden ayudarnos a conservar el amor en medio del frío.

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Los doce hombres reunidos en el monte desde el que se veía a Jerusalén sentían mucha curiosidad y preocupación por lo que vendría.

Tenían algo de claridad acerca de algunos eventos futuros de los que su líder les había advertido, aunque seguían con dudas acerca de cómo y cuándo ocurrirían, pero la naturaleza y el tiempo de otras profecías les eran mucho más confusos. Necesitaban urgentemente saber más, pues comprendían lo suficiente como para entender que la historia de la humanidad estaba en juego.

Entonces, cuando uno de ellos le preguntó a su líder qué deberían esperar, todos los ojos y oídos estuvieron atentos.

Ese día de primavera del año 31 d.C. —en lo que ahora conocemos como la profecía del Monte de los Olivos— Cristo comenzó a responder a la pregunta: “¿cuándo serán estas cosas, y qué señal habrá de tu venida, y del fin del siglo?” (Mateo 24:3). Pero al hacerlo, los llevó mucho más allá de lo que ellos creían que sucedería en su tiempo; los llevó a eventos que afectarían nuestra vida y nuestro mundo de hoy.

¿Qué pudo haber profetizado Cristo hace dos mil años que sea relevante para usted y su forma de vida actual?

¿Tenemos realmente el control?

Las profecías siempre han intrigado a la gente, y por una buena razón. Son raras las personas que no tienen al menos un poco de curiosidad acerca de lo que depara el futuro. Pero aquellos que creen que es importante obedecer a Dios saben que entender las profecías bíblicas es fundamental para algo más que conocer las noticias del futuro; es vital para motivarnos a estar cerca de Dios y mantener nuestra fuerza espiritual.

Si leemos superficialmente el Sermón del Monte en Mateo 24 y 25 (y sus relatos paralelos en Lucas 21 y Marcos 13), podríamos pensar que todo lo profetizado por Cristo está fuera de nuestro control. No hay nada que usted y yo podamos hacer contra el hambre, los terremotos y las epidemias. Tampoco tenemos influencia sobre los poderes religiosos, políticos y militares que, como Jesús garantizó, llevarán al mundo al borde de la destrucción. Miles de millones de personas, incluyendo a los cristianos, simplemente observarán impotentes cómo se precipitan todas las pruebas.

Sin embargo, entre la preocupante advertencia de que “muchos falsos profetas se levantarán, y engañarán a muchos” (Mateo 24:11) y la promesa de que antes del fin “será predicado este evangelio del reino en todo el mundo” (v. 14), Cristo nos hace una importante advertencia acerca de algo que usted y yo sí podemos controlar, al menos en cuanto al impacto que esto tenga en nuestra propia vida.

¿Eventos o circunstancias?

La mayoría de las profecías bíblicas está “orientada a los eventos”, es decir nos hablan de los trascendentales eventos mundiales o nacionales que sucederán en el tiempo del fin.

Sin embargo, aunque más escasamente, también hay profecías que son “orientadas a las condiciones” —predicciones de las condiciones morales y espirituales que moldearán nuestro carácter global, nacional o individual. O sea, profecías no de lo que nos sucederá, sino de lo que seremos.

Las condiciones no tienden a acaparar los titulares, porque a diferencia de los grandes eventos que súbitamente irrumpen en la escena mundial, estas condiciones sociales tienden a desarrollarse poco a poco a lo largo del tiempo. Las condiciones son algo que se expande como el cáncer, carcomiendo casi imperceptiblemente las fibras morales de nuestra vida. Y, si no tenemos cuidado, pueden incluso afectar nuestra perspectiva y valores mentales, emocionales y espirituales.

Pero también, a diferencia de los eventos mundiales, las condiciones son algo que sí podemos controlar, al menos en cuanto a la forma en que afectan nuestra vida y nuestra reacción frente al mundo que nos rodea.

En medio de la larga lista de eventos que Cristo profetizó para el tiempo previo a su regreso, también nos advirtió acerca de una condición crítica de la sociedad a la que debemos estar atentos —un resumen de las condiciones morales y espirituales que impregnarían la sociedad:

“…y por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará” (Mateo 24:12).

Es impresionante que una sola frase dé tanto que pensar, ¡especialmente si consideramos lo mucho que podría afectarnos!

Algunos toman esta advertencia a la ligera porque, dicen, la maldad siempre ha existido. Pero aunque eso es cierto, el enfoque de Cristo estaba más bien en el tiempo en que la maldad abundaría o se multiplicaría; y junto con (o a causa de) esa creciente maldad, muchos perderían su amor y afecto y caerían en un estado de frialdad emocional y espiritual.

Lo más impresionante es que la palabra griega traducida como “amor” en este versículo es agape —la máxima expresión del amor, o el amor de Dios. En otras palabras, Cristo estaba diciendo que aun la forma de amor más profunda posible, podría ser borrada.

¿Se está enfriando nuestro mundo? ¿Podría sucederle a usted? ¿Le está sucediendo ya?

Tiempos de estrés y sus causas

Cristo conocía muy bien los ciclos de causa y efecto: la maldad lleva al enfriamiento, el enfriamiento produce más maldad, y la maldad, más enfriamiento. Supongo que ya se imagina por qué este problema se acelera tan rápido en cualquier sociedad.

Pero ¿a qué se refería Jesús cuando habló de la “maldad”? ¿A un colapso total y caótico del orden social? No exactamente. Lo que Cristo estaba describiendo era algo mucho más común. ¡Estaba describiendo el pecado! —la decadencia de las prácticas y principios sociales que se fundamentan en la ley de Dios.

¿Cómo se manifestaría esa creciente marejada de maldad? Aunque Cristo lo explicó sólo en forma general, el apóstol Pablo expande su enseñanza describiendo con detalle las formas que la maldad tomaría.

En su segunda carta a Timoteo, su protegido, Pablo escribió: “debes saber esto: que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos” (2 Timoteo 3:1). Muy parecido a las palabras de Cristo, ¿no?

Es interesante que Pablo use aquí la palabra “peligrosos”. Este término griego aparece sólo una vez más en la Biblia, cuando se describe a unos hombres poseídos que salieron al encuentro de Cristo como “feroces en gran manera, tanto que nadie podía pasar por aquel camino” (Mateo 8:28). La fiereza de los endemoniados, que amenazaba peligrosamente a la gente, es caracterizada con la misma palabra que aparece en 2 Timoteo 3:1. Otros significados del término son “difícil de soportar”, “arriesgado” y “problemático”.

Probablemente la fuerte frase introductoria de Pablo en 2 Timoteo nos trae a la mente las profecías de futuros peligros como los terremotos y las hambrunas. Pero no, Pablo no estaba hablando de eso; estaba hablando de los peligros del futuro carácter de las personas.

El apóstol continúa describiendo 19 características destructoras del carácter que se desarrollarían en la humanidad. “[Habría] hombres:

1. “Amadores de sí mismos” —egocéntricos, que buscan sólo su propio bien.

2. “Avaros” —codiciosos, materialistas.

3. “Vanagloriosos” —que se idolatran a sí mismos.

4. “Soberbios” —“yo primero”, egocéntricos.

5. “Blasfemos” —irrespetuosos e insolentes hacia Dios.

6. “Desobedientes a los padres” —irrespetuosos a los padres, las madres y la estructura familiar.

7. “Ingratos” —faltos de gratitud natural, que menosprecian las bendiciones.

8. “Impíos” —indiferentes al pecado en sus vidas.

9. “Sin afecto natural” —sin aprecio por los demás.

10. “Implacables” —rencorosos, vengativos.

11. “Calumniadores” —verbalmente violentos.

12. “Intemperantes” —sin autocontrol.

13. “Crueles” —violentos, indiferentes a la brutalidad.

14. “Aborrecedores de lo bueno” —críticos y contrarios a quienes siguen la ley de Dios.

15. “Traidores” —desleales, dispuestos a traicionar por interés personal.

16. “Impetuosos” —impulsados por sus propios deseos.

17. “Infatuados” —condescendientes, menospreciadores de los demás.

18. “Amadores de los deleites más que de Dios” —que prefieren los placeres mundanos aun si se oponen a los principios de Dios.

19. “Que tienen apariencia de piedad pero niegan la eficacia de ella” —religiosos superficialmente, que parecen justos pero no tienen peso espiritual.

Todas estas características son formas de pecado o “maldad”; y, piénselo, cada una de ellas le agrega tensión a nuestra vida al dañar nuestras relaciones con Dios o con los demás. Escoja cualquiera de estas cualidades y pregúntese: ¿qué les sucede a las personas que son así? ¿Cómo se comportan? ¿Cómo afectan a quienes los rodean? ¿Cómo daña esta actitud mi carácter?

Un resultado inevitable de estas actitudes es el enfriamiento. Quienes se comportan así son fríos con los demás, y quienes reciben este tipo de trato a menudo también reaccionan con frialdad. ¡Es difícil ser cálido con alguien que es tan insensible!

Es necesario tomarle la temperatura al mundo

Dada la gravedad de lo que Cristo y Pablo dijeron, tal vez sea bueno “tomarle la temperatura” a nuestro mundo para ver cómo estamos y hacia dónde vamos. Todo lo que necesitamos es hacernos las siguientes preguntas:

  • ¿Vemos estas 19 actitudes desarrollándose en nuestro mundo actual? Si es así, ¿cómo se manifiestan?
  • ¿Están estas tendencias creciendo, disminuyendo o manteniéndose iguales?
  • Si están creciendo, ¿por qué? ¿Cuál es la mentalidad de quienes las fomentan o permiten?
  • ¿Qué les sucede a quienes comienzan a adquirir estos comportamientos? ¿Por qué es “peligroso” dejar entrar estas actitudes a nuestra vida?
  • ¿Cómo afectan estas condiciones a quienes nos rodean? En otras palabras, ¿cuál es el peligro para los demás?
  • ¿Cómo amenazan su vida estas actitudes? ¿Cuáles son los peligros para usted?
  • ¿Cómo puede evitar caer en estos comportamientos?

Cómo no enfriarse

Afortunadamente, Jesucristo y Pablo también nos dieron varias instrucciones acerca de cómo vivir en un mundo como éste.

Punto 1: A éstos evita. “El primer punto es simple: “a éstos evita”, dijo Pablo enfáticamente (2 Timoteo 3:5). Si no reconocemos y nos alejamos de quienes ya son así, ¡eventualmente llegaremos a ser como ellos!

Punto 2: ¡Atrévase a ser diferente! Los consejos de Pablo para Timoteo son igual de válidos para nosotros en la actualidad. Como bien explica John R. W. Scott en su libro Guard the Gospel [Cuide el evangelio]: “En este párrafo, Pablo insta a Timoteo con los mismos monosílabos griegos su de dos veces. Están al comienzo de los versículos 10 y 14… y deberían traducirse como: ‘pero en cuanto a ti’. Haciendo un fuerte contraste con el declive moral de su época, Timoteo fue llamado a ser diferente y si era necesario, a caminar solo”.

Su de aparece de nuevo en 2 Timoteo 4:5, donde Scott comenta que Pablo “reitera su llamado a Timoteo a ser diferente. Timoteo no debía guiarse por las pasiones que prevalecían en su mundo”.

Pablo era en cierta forma el padre espiritual de Timoteo, por lo que esos se de debieron haberle tocado el corazón. Pero esta carta fue preservada para nosotros; y por lo tanto, esos “pero en cuanto a ti” también se aplican a nosotros.

Punto 3: Conozca y viva la Palabra de Dios. Reiterando la advertencia de Cristo, Pablo le dijo a Timoteo que “los malos hombres y los engañadores irán de mal en peor, engañando y siendo engañados”. Luego lo hizo personal, diciendo: “Pero persiste tú en lo que has aprendido y te persuadiste, sabiendo de quién has aprendido; y que desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús.” (2 Timoteo 3:13-15).

La clave para mantener nuestro enfoque espiritual en un mundo frío es conocer y vivir según la Palabra de Dios.

Punto 4: ¡Cuide sus pasos! En el Sermón del Monte, Cristo les dijo a sus discípulos: “Mirad también por vosotros mismos” para que no se contaminen con la forma de pensar y actuar del mundo —para “que vuestros corazones no se carguen de glotonería y embriaguez y de los afanes de esta vida, y venga de repente sobre vosotros aquel día” (Lucas 21:34).

En otras palabras, les dijo: ¡estén alerta y no den nada por sentado! El peligroso tiempo previo a su venida “como un lazo vendrá sobre todos los que habitan sobre la faz de toda la tierra. Velad, pues, en todo tiempo orando que seáis tenidos por dignos de escapar de todas estas cosas que vendrán, y de estar en pie delante del Hijo del Hombre”, les advirtió Jesús (Lucas 21:35-36).

Cuídese del insidioso enfriamiento

En muchos sentidos, nuestro mundo es muy diferente al de aquellos doce hombres que escuchaban atentos a Jesús en el Monte de los Olivos. Pero las palabras de Cristo son más premonitorias para nosotros de lo que fueron para ellos. Nosotros estamos mucho más cerca del tiempo del fin, ¡y cada día que pasa es un día menos para el regreso de Jesucristo!

La sociedad en que vivimos va por su propio camino y se irá enfriando más y más a medida que se aleja de Dios. Es cierto que aún hay grandes eventos proféticos por suceder, pero probablemente el mayor de los peligros para cada uno de nosotros en lo individual sea la insidiosa influencia de la maldad a nuestro alrededor y el consecuente enfriamiento de nuestro amor por Dios y de los unos por los otros.

Si la causa del enfriamiento del mundo es la maldad, y si vemos cómo esa maldad se desarrolla y cómo puede afectarnos, ¿no sería sabio hacer algo al respecto?

Lea nuestro folleto ¡Cambie su vida! para comenzar a hacer los cambios que Dios desea, por nuestro propio bien.

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