La Biblia profetiza una serie de eventos desastrosos que ocurrirán en el tiempo del fin. ¿Hay algo que podamos hacer para prepararnos? Como cristianos, ¿cuáles deberían ser nuestras prioridades?
No hay nada que podamos hacer físicamente para prepararnos para el tiempo del fin.
Nada. Ni una sola cosa.
Ésta es una profecía de la Biblia acerca de cómo estará el mundo poco antes del regreso de Cristo. Mientras lee, trate de pensar en qué necesitaría para sobrevivir:
“Miré cuando abrió el sexto sello, y he aquí hubo un gran terremoto; y el sol se puso negro como tela de cilicio, y la luna se volvió toda como sangre… y las estrellas del cielo cayeron sobre la tierra, como la higuera deja caer sus higos cuando es sacudida por un fuerte viento. Y el cielo se desvaneció como un pergamino que se enrolla; y todo monte y toda isla se removió de su lugar. Y los reyes de la tierra, y los grandes, los ricos, los capitanes, los poderosos, y todo siervo y todo libre, se escondieron en las cuevas y entre las peñas de los montes; y decían a los montes y a las peñas: Caed sobre nosotros, y escondednos del rostro de aquel que está sentado sobre el trono, y de la ira del Cordero; porque el gran día de su ira ha llegado; ¿y quién podrá sostenerse en pie?” (Apocalipsis 6:12-17).
Incluso si acumulara suficientes raciones de supervivencia como para llenar una piscina olímpica, construyera un búnker que soportara un holocausto nuclear y adquiriera tantas armas y municiones como para ahuyentar al ejército de un país pequeño, no sería suficiente.
Cuando “el gran día de su ira” llegue —cuando la tierra tiemble hasta remover montañas e islas de su lugar, cuando las estrellas caigan y el cielo se desvanezca como un pergamino, cuando reyes y esclavos teman el juicio de Dios que cae sobre un mundo corrupto— toda la preparación física del mundo no hará ni un gramo de diferencia.
¿Debemos prepararnos para las emergencias?
Pero antes de continuar, déjenme hacer una aclaración. Aunque no hay nada que podamos hacer para prepararnos físicamente para el fin del mundo como lo conocemos, eso no significa que no debamos prepararnos para otras emergencias menos catastróficas.
El Departamento de Seguridad Nacional de los Estados Unidos recomienda tener a la mano un kit para emergencias de su familia, en caso de que una catástrofe los obligue a “sobrevivir por su cuenta varios días”. Incluso tienen una lista que puede usar para armar su propio kit.
Asegurarse de que su familia tenga lo necesario para superar un posible desastre es una buena idea. Pero ¿asegurarse de que su familia pueda sobrevivir al colapso de la civilización? Tal vez no tanto.
Lo que importa es la preparación espiritual
Dicho esto, Dios sí quiere que nos preparemos para el tiempo del fin, pero ésa es una tarea de índole espiritual, no físico.
Si queremos prepararnos para ese período, primero necesitamos comprender qué es exactamente el tiempo del fin.
Técnicamente, “el tiempo del fin” comenzó hace unos 2.000 años. Pedro escribió que Jesucristo fue manifestado “en los postreros tiempos” (1 Pedro 1:20), y Pablo explica que los ejemplos bíblicos fueron registrados “para amonestarnos a nosotros, a quienes han alcanzado los fines de los siglos” (1 Corintios 10:11).
El tiempo del fin es la última etapa del plan de Dios antes del regreso de Jesucristo. Es la era en la que vivimos ahora —la misma en que existió la Iglesia del primer siglo. (Descubra más en nuestra entrada de blog “¿Estamos viviendo en los tiempos del fin?”.)
Pero, generalmente, cuando las personas hablan del tiempo del fin se refieren a eventos específicos que ocurrirán antes del regreso de Jesucristo: la Gran Tribulación y el día del Señor. La Gran Tribulación es un período de tres años y medio que será inmediatamente seguido por el regreso de Cristo a la Tierra. El día del Señor es un período breve, pero intenso, en que el mundo será castigado directamente por sus pecados y que culminará con el establecimiento del Reino de Dios.
Estos son eventos apocalípticos y catastróficos del tiempo del fin para los que no podemos prepararnos físicamente, pero que requieren de una preparación espiritual.
Las claves de la preparación espiritual
Predecir cuándo ocurrirán los eventos del tiempo del fin no es un requisito para que nos preparemos espiritualmente. Pablo advierte que “el día del Señor vendrá así como ladrón en la noche” (1 Tesalonicenses 5:2).
Debemos estar conscientes de que el día del Señor vendrá, y su repentina llegada no debería tomarnos por sorpresa (1 Pedro 5:1-5). Pero Jesús mismo les dijo a sus discípulos que debían mantenerse alerta, “porque no sabéis a qué hora ha de venir vuestro Señor” (Mateo 24:42), y debían estar “preparados; porque el Hijo del Hombre vendrá a la hora que no pensáis” (v. 44).
Así como debemos tener listo un kit de supervivencia para emergencias, es importante prepararnos antes de que empeoren las condiciones en el mundo. Y así como existe una lista para armar nuestro kit físico, Dios nos da una lista de preparación espiritual para los eventos del tiempo del fin:
“Oh hombre, él te ha declarado lo que es bueno, y qué pide el Eterno de ti: solamente hacer justicia, y amar misericordia, y humillarte ante tu Dios” (Miqueas 6:8).
La lista es bastante corta, pero se necesita mucho tiempo para completarla. Se puede armar un kit de supervivencia en una tarde, pero hacer justicia, amar misericordia y caminar humildemente son cualidades del carácter que podríamos pasar toda la vida refinando y perfeccionando.
Dios no espera que hayamos perfeccionado estos atributos antes de que ocurran los eventos del tiempo del fin. Pero sí espera que estemos trabajando en ellos diligentemente. Cada día es una nueva oportunidad de hacerlo.
(Lea más en nuestra serie de blog “¿Qué pide Dios de nosotros? Hacer justicia”, “Amar misericordia” y “Humillarnos”.)
¿Para qué nos estamos preparando?
Cuando nos preparamos para un desastre, el objetivo es sobrevivir —llegar a salvo al otro lado, cualquiera que sea la calamidad que experimentemos. Y podríamos decir que ese también es el objetivo de prepararnos para el tiempo del fin, aunque “llegar a salvo al otro lado” tiene una perspectiva diferente en este caso.
La Biblia menciona un lugar en el desierto donde al menos parte del pueblo de Dios será protegido durante la Gran Tribulación (Apocalipsis 12:14). Jesús nos dice que debemos orar para que Dios nos proteja: “Velad, pues, en todo tiempo orando que seáis tenidos por dignos de escapar de todas estas cosas que vendrán, y de estar en pie delante del Hijo del Hombre” (Lucas 21:36).
Pero las Escrituras también hablan de mártires que serán “muertos por causa de la palabra de Dios y por el testimonio que tenían” (Apocalipsis 6:9). Aunque debemos orar y esperar ser “tenidos por dignos” de escapar del intenso sufrimiento de la Gran Tribulación, la supervivencia física no es nuestro objetivo final. Cristo prometió: “esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero” (Juan 6:40).
Incluso si morimos antes de o durante los eventos del tiempo del fin, nuestra esperanza es una supervivencia mucho más importante. Pablo explicó que, cuando Cristo regrese, resucitará y transformará a sus seguidores fieles para que se conviertan en miembros inmortales de la familia divina: “Y así como hemos traído la imagen del terrenal, traeremos también la imagen del celestial” (1 Corintios 15:49, vea también los versículos 35-55).
Si hacemos justicia, amamos misericordia y somos humildes ante Dios —si vivimos de acuerdo con su Palabra y seguimos sus mandamientos— podemos tener la esperanza de que llegaremos a salvo al otro lado del tiempo del fin, no como seres humanos físicos, sino como hijos e hijas espirituales de Dios mismo:
“Y serán para mí especial tesoro, ha dicho el Eterno de los ejércitos, en el día en que yo actúe; y los perdonaré, como el hombre que perdona a su hijo que le sirve” (Malaquías 3:17).
El plan de Dios trae esperanza para todos
Pero la historia no termina ahí. Cuando Dios el Padre y Jesucristo dieron inicio a su plan, “no [querían] que ninguno perezca” (2 Pedro 3:9). Después de los eventos del tiempo del fin, los sobrevivientes del mundo necesitarán liderazgo, compasión y guía.
Nosotros tendremos el privilegio de darles todas esas cosas mientras reinamos con Cristo durante mil años (Apocalipsis 20:4), enseñándole al resto de la humanidad cómo armar sus propios kits de supervivencia espiritual —cómo hacer justicia, amar misericordia y humillarse ante Dios.
Y un día, cuando todos “los muertos, grandes y pequeños” (v. 12) sean vueltos a la vida y se presenten ante Dios, nosotros también estaremos ahí, ofreciéndoles una esperanza de supervivencia que se extiende hasta la eternidad.
Es por eso que nos preparamos para el tiempo del fin: no para sobrevivir físicamente, sino por el increíble futuro que nos espera al otro lado. Y en ese hermoso futuro, “ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron” (Apocalipsis 21:4).
Sin duda eso es algo para lo que vale la pena prepararnos.
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