¿Qué debemos hacer cuando un amigo deja la fe, cuando se desliza o decide dejar la Iglesia que Cristo fundó?
Él era Emmanuel. Era el Mesías. Era la esperanza de Israel.
Era el Señor y Maestro —sanó a muchísimas personas, fue un ejemplo de la justicia y predicó el evangelio del Reino de Dios. Trajo buenas noticias acerca de cosas excepcionalmente buenas —verdades impactantes que cambiaban la vida y perspectiva de sus seguidores.
Pero, aún así, incluso tras ver los milagros de Jesús, “muchos de sus discípulos volvieron atrás, y ya no andaban con él” (Juan 6:66).
¡¿Qué?!
Muchos ya no andaban con él.
Esta frase retumba cuando la leemos en voz alta. Muchos ya no andaban con él —con Emmanuel, el Mesías, el Señor, el Maestro, el Sanador, el amigo.
Es un hecho difícil de asimilar, ¿no es así? ¿Cómo pudo ser?
Dejar la Iglesia y deslizarse de la fe
Incluso ahora, algunos de los discípulos de Cristo dejan la fe; dejan la Iglesia que Él fundó, con sus creencias, sus prácticas y su comunidad. Algunos eligen, por lo menos temporalmente, ya no andar con Él. (Descubra más acerca de las creencias y prácticas de la Iglesia en el folleto ¿Dónde está la Iglesia que Jesucristo edificó?)
Tal vez piensan:
- “Voy a salirme por un tiempo. Sólo me tomaré un descanso”.
- “No siento que esto sea para mí, por lo menos por ahora”.
- “No entiendo todo. Y nadie me escucha cuando pregunto”.
- “Aún seré una buena persona. Para mí esto está bien.
Como cristianos, ¿cuál es la manera correcta de enfrentar una situación tan compleja y confusa? Analicemos de qué forma debemos responder cuando otros deciden no andar más con Jesucristo.
¿A quién iremos?
Es difícil —incluso desconcertante— cuando un compañero decide dejar la fe. Nos vemos inundados por un mar de preguntas: ¿por qué lo hace? ¿Qué está pensando? ¿Cómo no puede ver hacia dónde lo llevará ese camino? ¿Qué hago ahora?
Justo en un momento como éste, Jesús les preguntó a los 12 discípulos: “¿Queréis acaso iros también vosotros?” (Juan 6:67). Cristo los estaba motivando a examinar sus corazones y evaluar cuál era su postura con respecto a Él.
Jesús destacó el concepto de la restauración en la parábola de la oveja perdida (Lucas 15:1-7).
Imagine que Jesús —como Señor, Maestro y amigo— le hiciera la misma pregunta a usted: “¿y tú, también quieres irte?”.
Pedro dio una respuesta retórica: “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna” (v. 68).
Ése es el ejemplo que nosotros debemos seguir. Debemos centrar nuestro enfoque en nuestro Señor y Maestro y dedicar nuestras vidas a sus palabras de vida eterna.
El deber de un cristiano es caminar por fe, orientado por la verdad. Para realmente ayudar a otros, primero necesitamos tener una casa espiritual firme. Cuando otros deciden alejarse de la fe, debemos fortalecer nuestros propios cimientos espirituales y nuestra conexión con Dios.
Responder, no reaccionar
¿Cómo deberíamos responder? Descubrir que un amigo o ser querido quiere dejar la fe produce emociones intensas.
Estas emociones pueden fluctuar desde la tristeza y desesperación a ira y autoprotección. La reacción instintiva de huir o luchar puede cegar nuestra razón. Algunos podrían recurrir a las redes sociales para discutir o criticar la decisión, o incluso a la persona. Otros podrían simplemente evitar a su amigo.
Ninguna de estas reacciones es útil. En vez de eso, deberíamos hacer una pausa y considerar cuál es el objetivo. El resultado deseado a largo plazo es que la persona restaure su relación con Dios.
Es mejor responder, no reaccionar.
Buscar la restauración: cómo animar a alguien a volver a la Iglesia
Jesús destacó el concepto de la restauración en la parábola de la oveja perdida (Lucas 15:1-7). En ella, un pastor busca a una oveja que se perdió y la restaura a la seguridad del redil.
Santiago nos anima diciendo: “Hermanos, si alguno de entre vosotros se ha extraviado de la verdad, y alguno le hace volver, sepa que el que haga volver al pecador del error de su camino, salvará de muerte un alma, y cubrirá multitud de pecados” (Santiago 5:19-20).
Buscar la restauración requiere de la ayuda de Dios. Debemos pedirle a Dios sabiduría y discernimiento para saber si es apropiado hacer algo y cuál es el momento correcto para hacerlo. También pídale claridad acerca de cómo proceder.
Sus esfuerzos de restauración pueden ser más efectivos si conoce la razón por la que la persona decidió irse, en caso de que él o ella quiera comentar su decisión. Puede haber muchas razones. Tal vez falta de entendimiento acerca de algún aspecto de la Biblia. Tal vez una ofensa omitida o una discusión sin resolver con alguien. O podría ser una distracción externa, como un nuevo empleo, una relación incipiente, o una actividad o hobby que altera las prioridades de la persona y nubla su juicio. Tener claridad acerca de esto puede permitirle ayudar de una forma más eficiente.
Las situaciones tensas como ésta pueden ser emocionalmente agotadoras. Antes de hacer algo, considere pedir consejo (Proverbios 11:14). Hable con un pastor u otra persona respetable para planificar una respuesta sabia. Un buen consejo puede aumentar la probabilidad de que sus acciones realmente sean de ayuda.
¿Qué hacer cuando alguien deja la Iglesia?
¿Qué podemos hacer entonces?
Nuestra respuesta inicial es crucial. Evite frases triviales como “Sólo quiero que seas feliz” o expresiones similares que son incompletas o dan una impresión errada. En lugar de esto, ore, medite y estudie antes de responder.
Éstas son tres acciones consecutivas que pueden fomentar la restauración:
1. Ser una luz.
Jesús nos exhorta a ser la sal de la Tierra, la luz del mundo y una ciudad sobre un monte (Mateo 5:13-16). Usted y yo debemos ser ejemplos resplandecientes del carácter de Dios en acción. Para más consejos acerca de esto, vea la sección Vida cristiana en nuestro sitio VidaEsperanzayVerdad.org.
Su ejemplo podría ser más importante que nunca. Alguien que se aleja de la fe necesita un ejemplo vívido que marque un contraste con el mundo. Ser un ejemplo intachable es especialmente importante para los jóvenes, que son sensibles a la hipocresía percibida.
Es necesario desarrollar el carácter de Jesucristo en nosotros (Gálatas 5:22-23; Colosenses 3:12-17; 1 Corintios 13). Ahora es el momento de concentrarse más en el cristianismo aplicado. Sea un ejemplo de verdad, fe, humildad, compasión y generosidad.
2. Mantenga la puerta abierta.
Promueva la restauración siendo compasivamente accesible. Considere la parábola del hijo pródigo (Lucas 15:11-32). Las decisiones insensatas y apresuradas de un hijo lo llevaron a donde no quería ir. Eso es lo que a menudo sucede cuando alguien deja la fe para perseguir alguna prioridad temporal y pasajera.
En la parábola, el padre compasivo estaba listo para recibir y restaurar a su hijo incluso “cuando aún estaba lejos” (Lucas 15:20).
Debemos evaluar la actitud que demostramos cuando alguien deja de andar con Cristo. Si bien no podemos tomar decisiones espirituales por otros, podemos comunicarles nuestro interés compasivo.
Dependiendo de la situación, esto podría significar invertir nuestro tiempo, mantenernos en contacto con mensajes de texto o por las redes sociales y mostrarnos amables y preocupados por medio de llamadas telefónicas. Cuando sea apropiado, aparte tiempo para reunirse con la persona y mostrarle que la puerta sigue abierta.
Esto puede ser complejo, especialmente si la persona es combativa y quiere discutir. En tales casos, Pablo nos aconseja evitar a “los que causan divisiones y tropiezos” (Romanos 16:17). En el versículo 18, continúa diciendo que las personas así tienen una actitud hostil, pues “no sirven a nuestro Señor Jesucristo, sino a sus propios vientres, y con suaves palabras y lisonjas engañan los corazones de los ingenuos”.
En 2 Tesalonicenses 3:14 además leemos que no debemos juntarnos con quienes rechazan el camino de Dios. Pero, reconocer cuándo esto se aplica requiere de discernimiento. Éstas no son instrucciones generales que implican ignorar a cualquiera que se va. Pablo aclara en el versículo 15: “Mas no lo tengáis por enemigo, sino amonestadle como a hermano”. En otras palabras, no debemos sacar a las personas de nuestra vida apresuradamente. Si bien la relación puede cambiar, muchas veces seremos capaces de mantener la puerta de la restauración abierta.
Pablo también nos instruye: “vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre” (Gálatas 6:1). Como el padre de la parábola, debemos mantener un enfoque de preocupación y compasión por la persona.
3. Apoyar a quienes lo necesitan.
Estas situaciones afectan a toda la comunidad. Pablo enfatiza el hecho de que los cristianos estamos interconectados (1 Corintios 12:12-26); “si un miembro padece, todos los miembros se duelen con él”. Deberíamos estar lo suficientemente conectados como para reconocer el dolor de otros, y debería importarnos lo suficiente como para ofrecer ayuda.
Identifique a quienes están siendo afectados por la situación y trate de animarlos. En circunstancias como ésta, a menudo son los padres, el cónyuge, los hijos y los amigos quienes más sufren. Puede ser un momento de confusión, especialmente para los jóvenes o familiares. Esté atento a las personas que podrían necesitar consuelo o que tengan preguntas sin respuesta que necesitan resolver.
Compartimos la responsabilidad de guiar, proteger y animar a quienes siguen caminando con Cristo. Tenemos el deber de “[sobrellevar] los unos las cargas de los otros” (Gálatas 6:2). La pérdida de un hermano o hermana en la fe puede ser traumática. Debemos ayudar, animar y apoyar a quienes permanecen fieles.
Andar con Él... otra vez
También debemos cobrar ánimo. Después de todo, la esperanza permanece (1 Corintios 13:13).
Jesús resumió la parábola de la oveja perdida diciendo: “Os digo que así habrá más gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos que no necesitan de arrepentimiento” (Lucas 15:7).
Donde existe la posibilidad de que la situación cambie, hay esperanza.
¿Cambiaron de parecer algunos de los discípulos que dejaron de andar con Jesús? Eso espero. Tengo amigos y conocidos que han vuelto a caminar con Dios después de estar afuera un período. Y, aunque algunos volvieron con cicatrices imborrables, encontraron paz y restauración por medio del arrepentimiento y la reconciliación.
Jesús es Emmanuel, el Mesías, el Señor, el Maestro, el Sanador y nuestro amigo. Andemos con Él y animemos a otros a hacer lo mismo.