La Biblia es un libro de instrucciones para la vida, pero no siempre es un libro fácil de leer. ¿Cómo deberíamos reaccionar cuando nuestros instintos y la Biblia no están de acuerdo?
Thomas Jefferson, el tercer presidente de los Estados Unidos, tenía algunos problemas con el Nuevo Testamento.
Desde su perspectiva, Jesús era el mayor maestro moral que el mundo haya conocido. En una carta a John Adams, Jefferson de hecho describió las enseñanzas de Jesús como “el código moral más sublime y benevolente que se le ha ofrecido al hombre”. Veía sus enseñanzas como una colección de diamantes: preciosas e invaluables.
Pero tenía un problema con todo lo demás.
Una Biblia de recortes
Según Jefferson, si las enseñanzas morales de Jesús eran diamantes, el resto del Nuevo Testamento era un muladar. Estaba convencido de que Jesús nunca quiso presentarse como el Mesías prometido o el Hijo de Dios, que nunca había hecho un milagro y que todo eso eran detalles ficticios agregados por quienes querían “legitimar las corrupciones que habían incorporado” a la historia.
Jefferson creía que los fragmentos verdaderos de los Evangelios eran “tan fáciles de reconocer como diamantes en un muladar” porque no eran detalles fantasiosos agregados por quienes “expresaban de forma ininteligible lo que ellos mismos no habían entendido”.
Así que, al final de su vida, Jefferson hizo literalmente lo que muchos han hecho y siguen haciendo en sentido figurativo: con una navaja y pegamento, recortó partes de los Evangelios para acomodar y editar los cuatro libros hasta obtener algo que le parecía razonable.
El resultado fue un libro de 84 páginas que Jefferson llamó La vida y la moral de Jesús de Nazaret, una obra más conocida como la Biblia de Jefferson. Este libro relata la historia de un maestro judío muy sabio que vivió en el primer siglo, les enseñó a sus seguidores cómo vivir vidas buenas y éticas, y finalmente fue ejecutado por el gobierno romano.
Cuando Jefferson terminó de cortar y pegar, no quedaron vestigios de Jesús, el Hijo de Dios resucitado, o Jesús, el Salvador que murió por nuestros pecados, o Jesús, el hacedor de milagros. Esas versiones de Cristo chocaban con la perspectiva de Jefferson, así que verso a verso, las recortó.
El resultado fue la versión de Jesús que el autor quería tener: un hombre sabio que compartió buenos consejos morales con el mundo.
Cuando nuestras ideas se contraponen a la Biblia
¿Qué hace usted con las partes de la Biblia que ponen en entredicho su propia perspectiva?
Porque están ahí. Si aún no ha encontrado pasajes que lo hagan sentir incómodo o confundido, no se preocupe, los encontrará.
La Biblia es un libro que dice ser la Palabra inspirada de Dios y enfrenta a sus lectores con su propia naturaleza humana defectuosa —es un libro que requiere cambios en nuestra forma de vivir y pensar. No es para nada cómodo ver cómo la ley “de la libertad” (Santiago 1:25) nos muestra nuestras propias falencias e incompetencia.
Pero eso no es todo.
La Biblia también es un libro que no siempre concuerda con nuestras ideas de cómo deberían funcionar las cosas. En ella encontrará historias donde las palabras y las acciones de Dios no son las que usted cree que Él debería decir o hacer.
Estos son momentos de mucha tensión, momentos en que nuestro razonamiento humano nos dice que Dios debería haber actuado de otra manera —que algo importante debería haberse dicho de otra forma, o no decirse, o que el enfoque debería ser otro.
¿Qué hacemos cuando eso ocurre?
El peligro de cortar y pegar
La realidad es que todos tenemos la navaja y el pegamento de Jefferson a nuestra disposición. Cuando encontramos partes de la Biblia que no comprendemos, no nos agradan o no queremos enfrentar, podemos empezar a recortar la Palabra de Dios hasta que llegamos a un producto final que para nosotros tiene sentido. Reemplazamos lo que el Libro realmente dice con la versión que creemos en nuestra mente.
¿Cómo podríamos recortar y reacomodar las palabras de un ser tan infinitamente superior a nosotros, aun en el caso de que no las entendamos completamente? ¿Cómo podríamos atrevernos a insertar partes de filosofías opuestas o perspectivas alternativas en sus instrucciones?
Ésa es la salida fácil. Es fácil hacer que la Biblia diga lo que nosotros queremos —editar y expurgar, cortar y pegar, hasta que tenemos algo con lo que estamos felices. Incluso podemos incorporar cosas de otras religiones y filosofías si así lo deseamos.
Muchos lo hacen.
El problema es que eso no funciona. No se puede introducir la creencia del karma en el contexto de la Biblia. No se pueden mezclar los conceptos modernos de aceptación universal con las Escrituras. El yin y el yang, la ley de atracción, el perdón como licencia para pecar, un Dios que no interviene en los asuntos humanos, un Dios que nos deja a nosotros la interpretación del “bien” —ideas como éstas simplemente no concuerdan con la Biblia. Son incompatibles, a menos que esté dispuesto a cortar y pegar bastante.
Debemos decidir qué pensamos de la Biblia
La Biblia nos desafía a hacer algo más difícil:
Aceptar la incomodidad; no ignorarla y huir, sino encararla y analizarla.
Reconociendo que nuestros instintos nos impulsan en una dirección diferente, debemos preguntarnos si realmente confiamos en Dios —si realmente creemos que la Biblia es su Palabra y que Dios es el ser omnipotente e infinitamente sabio que dice ser.
Ésa es la clave de todo.
La Biblia es la Palabra inspirada del Creador del universo —o no lo es.
Dios es más sabio que nosotros —o no lo es.
Creemos en Dios —o no creemos.
Si creemos en Dios y en que Él sabe más que nosotros —y si creemos que la Biblia es su Palabra, entonces la perspectiva de Jefferson es simplemente inaceptable.
¿Cómo podríamos recortar y reacomodar las palabras de un ser tan infinitamente superior a nosotros, aun en el caso de que no las entendamos completamente? ¿Cómo podríamos atrevernos a insertar partes de filosofías opuestas o perspectivas alternativas en sus instrucciones?
Si no cree nada de lo anterior, entonces adelante: recorte, reacomode. Puede agregar lo que desee y sacar lo que no le guste. Pero no espere que el conjunto de retazos resultante le diga algo significativo acerca de la razón de su existencia o lo que es realmente bueno y malo.
En el mejor de los casos, un rompecabezas de creencias propio sólo será un código de ética personal que nos agrade. Pero no puede decirnos nada acerca de cómo deberían ser las cosas —o cómo deberíamos ser nosotros.
El error lógico de recortar y elegir
Eso es lo que la Biblia requiere de nosotros: todo o nada. No medias tintas. O confiamos por completo en ella o no confiamos para nada.
En el momento en que tomamos la decisión de que Dios puede equivocarse, que su razonamiento puede ser errado o anticuado, también decidimos que no tiene nada útil que decirnos acerca de la forma en que funciona el mundo. ¿Cómo podría? Si somos más inteligentes que Dios, no lo necesitamos realmente, ¿o sí?
C.S. Lewis tiene una famosa versión de este argumento más enfocada en la divinidad de Jesús:
“Estoy intentando con esto prevenir el que alguien diga esa majadería que a menudo se dice de Él: ‘Estoy dispuesto a aceptar a Jesús como un gran maestro moral, pero no acepto su pretensión de ser Dios’. Eso es precisamente lo que no debemos decir. Un hombre que fuera simplemente un hombre y dijera la clase de cosas que Jesús decía, no sería un gran maestro moral. Sería o bien un lunático —en el mismo nivel que el que dice que es un huevo escalfado— o el Demonio del Infierno. Tienen que elegir: o este hombre era, y es, el Hijo de Dios; o es un loco, o algo peor. Pueden encerrarlo como a un loco, pueden escupirlo y matarlo como a un demonio; o pueden caer a sus pies y llamarlo Señor y Dios. Pero no vengamos con tonterías condescendientes acerca de que Él era un gran maestro humano. No nos dejó abierta esa posibilidad. No tenía ninguna intención de hacerlo” (Mero cristianismo, p. 50).
Jefferson intentó esquivar esta realidad con sus recortes y arreglos, pero incluso el código moral “sublime y benevolente” que creó era sólo su opinión. Si él quitó de los Evangelios todo lo que no creía, ¿por qué otra persona no podría hacer lo mismo?
¿Qué quedaría si cada persona pudiera hacer algo con la navaja? ¿Quién puede decir lo que pertenece y lo que no?
Encarar lo que nos incomoda
La vida sería mucho más fácil si la Biblia sólo dijera lo que nos agrada —pero también sería una vida muy vacía. Escribir nuestras propias reglas nos convierte en las personas más importantes de nuestras propias vidas y con ello también afirmamos que ningún poder superior tiene nada significativo que ofrecernos en esta vida o la siguiente, porque nosotros sabemos más.
Como cristianos en progreso, nuestro trabajo es hacer lo opuesto: es encarar la incomodidad, confiar en Dios cuando nuestro razonamiento se opone al suyo y aceptar que sus pensamientos son más altos que nuestros pensamientos y sus caminos más altos que nuestros caminos (Isaías 55:9).
Si la Biblia es la Palabra de Dios, no podemos recortar y elegir las partes que queremos creer.
Es todo o nada.
Podrá encontrar más detalles en nuestro folleto ¿Es cierta la Biblia?
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