Su llamamiento tiene un valor incalculable. ¿Sabe lo que implica y qué debe hacer al respecto? Si no hacemos el esfuerzo por responderlo, nos perderemos de lo que realmente importa.
La Biblia es el libro más publicado del mundo, con miles de millones de copias traducidas a cientos de idiomas. Toneladas de comentarios, exposiciones y análisis de académicos expertos que han dedicado sus vidas a comprender los matices lingüísticos y culturales de los manuscritos más antiguos. Dos milenios de estudio, memorización, recitar y debatir sus 31.102 versículos.
Pero, aun así, la mayoría de la gente no la entiende.
No porque les importe poco. No porque no estén suficientemente calificados. No porque no se dediquen lo suficiente. Muchas personas de hecho estudian la Biblia con más pasión, educación y dedicación de lo que el resto de nosotros soñaría.
Así que no, no se trata de eso. La única razón por la que tantas personas han leído las páginas de la Biblia sin comprender sus verdades más valiosas —verdades acerca de la naturaleza de Dios, su plan para la humanidad y la razón de la vida— es simplemente esta:
No han sido llamados. No aún.
Esto es todo. Ésa es la razón. Ésa es la gran línea divisoria entre las personas que “entienden” y las que no. Y es una línea que tiene muy poco que ver con nosotros, y todo que ver con Dios.
El plan de Dios sigue avanzando
“Pues mirad, hermanos, vuestra vocación [llamamiento], que no sois muchos sabios según la carne, ni muchos poderosos, ni muchos nobles; sino que lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte; y lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es, a fin de que nadie se jacte en su presencia” (1 Corintios 1:26-29).
Dios está haciendo algo grande. Algo enorme. Está haciendo crecer a su familia en una escala tan inmensa que no siempre es fácil comprender la magnitud de lo que ocurre.
Dios creó a la raza humana para hacernos sus hijos —hacernos seres espirituales e inmortales como Él, y darnos vida para siempre en su Reino, en un mundo donde “enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron” (Apocalipsis 21:4).
Pero aún no estamos ahí. Aún somos seres físicos y mortales hechos de polvo, y nuestro mundo sigue estando lleno de muerte, sufrimiento, clamor y dolor. Lo que algún día serán “las primeras cosas [que] pasaron”, todavía son muy actuales e inevitables para nosotros.
Dios no llama según los méritos
Durante mucho tiempo, los seres humanos hemos insistido en tratar de encontrar nuestro propio camino hacia la paz y la felicidad. Y, aunque Dios está permitiendo que este fatídico experimento continúe por ahora, no se queda de brazos cruzados.
Dios está llamando a personas —está abriendo sus mentes a su verdad y ayudándolos a entender quién es Él y porqué estamos aquí. Pero primero está llamando a lo insensato, lo débil, lo vil y lo menospreciado —“lo que no es”.
A usted y a mí.
No porque lo merezcamos. No porque sea nuestro derecho. No porque seamos indispensables o los más calificados, sino simplemente porque Dios decidió llamarnos.
Somos la primera fase de su inmenso y alucinante plan. Dios está comenzando con nosotros para mostrarle al mundo lo que puede lograr a través de personas que normalmente no se considerarían relevantes. La segunda fase comenzará cuando el mundo se canse de hacer las cosas a su manera y comience a buscar la guía de Dios. Y, en la fase tres, Dios abrirá las compuertas para ofrecerles un lugar en su familia a todos los seres humanos que han existido.
Y aquí estamos nosotros, en el comienzo de todo.
El llamamiento requiere una respuesta
“Ser llamado”, sin embargo, es pasivo. Es algo que nos sucede sin ningún esfuerzo de nuestra parte.
Nuestra tarea ahora es dar el siguiente paso y responder a ese llamamiento —“[procurar] hacer firme [nuestra] vocación” (2 Pedro 1:10).
Nuestra tarea ahora es dar el siguiente paso y responder a ese llamamiento —“[procurar] hacer firme [nuestra] vocación” (2 Pedro 1:10).
Su vocación. Su llamamiento.
Su bendición, su privilegio —su responsabilidad.
Es usted quien debe responder, aceptar el llamado como propio, hacerlo parte de su identidad, alimentarlo y desarrollarlo. Porque, si es necesario “hacerlo firme”, significa que podría no serlo. Podemos descuidar nuestro llamamiento, y si lo hacemos por demasiado tiempo, será como si nunca lo hubiéramos recibido.
Le aseguro que habrá momentos en que querrá descuidarlo. Las personas lo lastimarán —tal vez amigos, líderes, u otros cristianos que deberían ser más cuidadosos. Descubrirá muchas distracciones que intentarán acaparar su atención. Y a veces, cuando la vida de un ser querido se encuentre en peligro, orará fervientemente por un milagro, pero Dios le dirá que no.
¿Qué hará con su llamamiento?
Todas esas son oportunidades para decir: “Esto no es lo que esperaba. Estas personas no son lo que esperaba. Ya no quiero seguir en esto”. Y eso es justo lo que algunos hacen.
Pero si Dios lo está llamando —si usted está profundizando más y más en su Palabra y descubriendo más y más de su preciosa verdad— usted tiene la oportunidad de responder a ese llamamiento. Puede decidir que el comportamiento de personas imperfectas no hará tambalear su fe en un Dios perfecto. Puede hacer de Dios lo primero en su vida sin importar cuántas cosas peleen por su atención. Puede aceptar que su entendimiento es incompleto y permitirle a Dios que lo refine sin importar cuán incómodo sea el proceso. Puede confiar en que Dios lo sabe todo, lo ve todo y lo entiende todo, y confiar en que, cuando Él dice “no” o “aún no”, tiene motivos que nosotros no podemos ver.
No es fácil. Pero no se supone que ser un cristiano en progreso lo sea. Usted es parte de la primera fase del plan de Dios para crear un mundo donde “las primeras cosas pasaron”.
Dios lo está llamando ahora.
Tal vez encuentre muchas razones para descuidar ese llamamiento, pero ninguna de ellas será lo suficientemente buena como para perder lo que le espera.
Responda a su llamamiento.
Usted puede.
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