En el 2023, la deuda global alcanzó los $313 billones de dólares, rompiendo un nuevo récord. ¿Deberíamos estar preocupados? ¿Qué dice la Biblia acerca de deudas como ésta?
El mundo moderno funciona con base en las deudas.
La deuda se ha convertido en una parte tan grande de nuestra vida moderna que es difícil imaginar una civilización sin ella. Y no hay duda de que el capitalismo, el modelo económico predominante en el mundo occidental desde hace cientos de años, no podría existir sin deuda.
¿Cuánta deuda es sostenible? Reuters reportó que la deuda mundial alcanzó los $313 billones de dólares en el 2023. Esta cifra récord incluye la deuda de los gobiernos, los negocios y los hogares individuales, y ésta sigue creciendo.
Impresionante aumento de la deuda mundial
La Institución Brookings asegura que, en el 2010, comenzó “una nueva ola de acumulación de deuda” a nivel mundial. Esto coincidió con los esfuerzos por restaurar el equilibrio de las economías devastadas por la Gran Recesión (2007-2009).
Además, la pandemia del 2020 resultó en un aumento aún mayor de la deuda mundial. Según la institución Brookings, ese año “la deuda global total aumentó 30 puntos porcentuales del PIB, alcanzando 263 por ciento del PIB —el mayor incremento anual desde por lo menos 1970”.
Es importante entender esta cifra. La deuda combinada de gobiernos, negocios e individuos es entre dos y tres veces lo que el mundo produce en un año.
Lamentablemente, los economistas no pueden ponerse de acuerdo siquiera acerca del nivel de deuda que se considera “responsable”. El Fondo Carnegie para la Paz Internacional destaca que “pocos economistas tienen un entendimiento claro de por qué una deuda muy grande es mala, ni se diga de cuánta deuda es demasiado”.
Claramente, nuestra civilización se ha acostumbrado a vivir con niveles de deuda muy elevados.
Las consecuencias de la deuda mundial
Los altos niveles de deuda ya afectan a una cantidad enorme de personas. Según la Conferencia de las Naciones Unidas acerca de Comercio y Desarrollo, actualmente “3.300 millones de personas viven en países que gastan más en intereses que en educación o salud”.
En otras palabras, los gobiernos de aproximadamente 40 por ciento de la población mundial están atrapados en ciclos sin fin, supeditados a la deuda. Estos países están tan abrumados por su deuda que no pueden servir bien a sus ciudadanos.
Además, aunque esto ya es lo suficientemente malo, la historia está repleta de consecuencias aún más devastadoras. Los economistas Nouriel Roubini y Stephen Mihm explican que las deudas insostenibles a menudo dan paso a crisis económicas que “han derrumbado gobiernos y llevado a países a la bancarrota”. Estas crisis “han conducido a guerras de comercio cuyo objeto es cobrar venganza. Las crisis incluso han abierto el camino a guerras, así como la Gran Depresión ayudó a preparar el escenario para la Segunda Guerra Mundial” (Cómo salimos de ésta: Hoja de ruta del futuro de la economía, 2012).
En medio de sus problemas económicos, los gobiernos nacionales tienden a operar en contra de los intereses de otros países, que también enfrentan sus propios problemas.
Un artículo de Investopedia explica por qué y cómo ocurrió esto durante la Gran Depresión: “La Gran Depresión motivó a los países a adoptar políticas de comercio del tipo ‘empobrecer al vecino’ para proteger a las industrias domésticas de la competencia extranjera”. Cada país velaba por sí mismo.
Las crisis de la deuda llevan a las naciones a establecer políticas egoístas, así como las crisis de deuda personales pueden llevar a las personas a tener comportamientos insensatos.
¿Cómo llegamos hasta aquí?
Aunque la deuda global ha permanecido en aumento durante décadas, el mayor incremento se ha producido desde la Gran Recesión. Sin embargo, los observadores no logran ponerse de acuerdo en cuanto a cuáles fueron los mecanismos de la crisis financiera que surgió como resultado de esa recesión.
En su libro Cómo salimos de ésta, Roubini y Mihm afirman que, según algunos economistas, la crisis fue un “cisne negro”, porque fue “altamente improbable e imposible de predecir”. Sin embargo, Roubini y Mihm también dicen que “las crisis financieras generalmente siguen el mismo patrón una y otra vez” (p. 16).
“La mayoría de las crisis comienzan con una burbuja”, explican, “en la cual el precio de un bien en particular se eleva por sobre su valor real fundamental. Esta clase de burbuja a menudo va de la mano con una acumulación excesiva de deuda, dado que los inversionistas piden dinero prestado para comprar en el boom” (p. 17).
Claramente, esto ha sido verdad en las crisis recientes. Los precios de los hogares en los Estados Unidos, así como en otros países, aumentaron astronómicamente en los años previos a su caída. Además, las instituciones financieras hicieron un buen negocio otorgando y luego vendiendo préstamos, otro bien en una burbuja.
Riesgo moral
Cuando el castillo de naipes finalmente se derrumbó, el mundo observó incrédulo. Sin embargo, lo que ocurrió fue el resultado predecible de la ambición excesiva. También fue producto de lo que los economistas llaman “riesgo moral”.
Este término, según Roubini y Mihm, se refiere a “la disposición de una persona a tomar riesgos —particularmente riesgos excesivos— que normalmente evitaría, simplemente porque sabe que alguien más asumirá cualquier consecuencia negativa que resulte de eso” (p. 68).
Con fácil acceso al financiamiento y la creencia de que los precios de los inmuebles sólo podían subir, muchas personas que no estaban realmente calificadas para comprar entraron en el mercado. Los agentes de bienes raíces, cuyas comisiones se basaban en sus ventas y no en la solvencia de sus clientes, vendieron casas que sus clientes no podían pagar.
Incluso los agentes hipotecarios que crearon los préstamos no miraron muy de cerca a los prestatarios. Su ingreso se basaba en tarifas de iniciación que se cobran al principio. Así que, si el que recibía el préstamo finalmente no pagaba, eso no los afectaba, lo cual puede haber influido sus decisiones.
Lamentablemente, los fondos de rescate del gobierno para las instituciones “demasiado grandes como para fallar” sólo aumentaron el problema del riesgo moral en el futuro. Sabiendo que el gobierno está listo para entrar en escena y salvarlas, estas corporaciones tienen poco incentivo para cambiar su comportamiento.
¿Qué dice la Biblia acerca de las deudas?
Escrita a lo largo de varios siglos por personas de culturas muy diferentes, la Biblia no habla directamente de lo que llamamos deuda mundial. Sin embargo, hay principios importantes que podemos deducir de las Escrituras.
Tanto en los pasajes acerca de las bendiciones como en los pasajes acerca de las maldiciones, la deuda nacional implica la falta de bendiciones como resultado de la desobediencia.
El primer concepto que deberíamos señalar es que la Biblia describe la deuda como una especie de servidumbre: “El rico se enseñorea de los pobres, y el que toma prestado es siervo del que presta” (Proverbios 22:7). Este versículo, aunque se refiere a individuos, puede aplicarse a nivel nacional.
El libro de Deuteronomio hace justo eso. En un pasaje que enumera las bendiciones que Israel recibirá por obedecer, Dios le dice a su pueblo escogido que bendeciría la obra de sus manos de forma que la nación “[prestaría] a muchas naciones, y . . . no [pediría] prestado” (Deuteronomio 28:12).
En ese mismo capítulo, Dios enumera las maldiciones que caerían sobre Israel si desobedecía. Entre esas maldiciones se menciona la presencia de extranjeros que “se [elevarían] . . . muy alto” (v. 34). Y esos extranjeros serían prestamistas de Israel.
Tanto en los pasajes acerca de las bendiciones como en los pasajes acerca de las maldiciones, la deuda nacional implica la falta de bendiciones como resultado de la desobediencia.
Prestar desde la perspectiva bíblica
Por otro lado, muchos pasajes bíblicos incentivan los préstamos a los miembros de la comunidad más pobres, pero sin intereses: “Y cuando tu hermano empobreciere y se acogiere a ti, tú lo ampararás; como forastero y extranjero vivirá contigo. No tomarás de él usura ni ganancia, sino tendrás temor de tu Dios, y tu hermano vivirá contigo. No le darás tu dinero a usura, ni tus víveres a ganancia” (Levítico 25:35-37).
Dios prohíbe la usura, que es cobrar intereses con el fin de obtener una ganancia. De hecho, también prohíbe otras prácticas crueles, como tomar “en prenda el vestido de tu prójimo” y quedarse con él durante la noche (Éxodo 22:26).
Esta “prenda” era una especie de garantía. Dado que los israelitas a menudo usaban sus ropas exteriores como cobijas, quedarse con una de estas durante la noche sería cruel. El punto es que las personas con mejor situación debían tener en cuenta las necesidades de su prójimo.
La consideración por el prójimo debía ser tal que los miembros más afluentes de la comunidad debían prestar sin esperar que les pagaran de vuelta. El libro de Proverbios pone esta disposición en perspectiva: “Al Eterno presta el que da al pobre, y el bien que ha hecho, se lo volverá a pagar” (Proverbios 19:17).
Cristo magnificó este principio incluso un paso más allá diciendo: “Al que te pida, dale; y al que quiera tomar de ti prestado, no se lo rehúses” (Mateo 5:42).
Esta instrucción aparece en el contexto de las demandas del ejército romano (v. 41) y justo antes de que Cristo les ordenara a sus creyentes “[amar] a vuestros enemigos” (v. 44). Entonces, esta enseñanza acerca de dar en el versículo 42 bien podría aplicarse a nuestros enemigos también.
Por supuesto, debemos evitar los préstamos o las dádivas sin sabiduría o que pudieran tener un impacto negativo para nuestras familias o las personas a quienes les prestamos o damos.
La perspectiva cristiana de la deuda mundial
La ambición y el riesgo moral que dieron paso a la inmensa deuda de nuestra civilización se oponen a la actitud bíblica acerca del endeudamiento. Las Escrituras nos aconsejan evitar los préstamos cuando sea posible; pero, en contraste, actualmente muchos ven los préstamos como una herramienta para enriquecerse rápidamente.
Quienes llevaron nuestro sistema financiero al límite hace algunos años parecen no avergonzarse. A pesar de los cambios estructurales que los gobiernos del mundo hicieron después de la Gran Recesión, los problemas de carácter de fondo no se han solucionado.
La creciente deuda mundial es síntoma de una constante ambición y decadencia. Nuestra civilización, que vive en oposición a Dios, se está derrumbando. Esto no debería sorprender a los cristianos, que conocen bien las profecías bíblicas acerca de los tiempos catastróficos que vendrán justo antes del regreso de Cristo.
No conocemos el día ni la hora en que vendrá el fin, pero podemos observar las señales que nos rodean. El increíble aumento de la deuda mundial es sólo un indicador, pero está ahí para que cualquiera que esté prestando atención lo note.
¿Deberían estar preocupados los cristianos? No. ¿Preparados? ¡Sí!
No tenemos el poder para transformar este sistema defectuoso, pero sí podemos tomar el control de nuestras propias finanzas. Podemos prepararnos viviendo según los estándares bíblicos.
Y no es necesario que nos preocupemos.
Jesús les aseguró esto a sus seguidores en el Sermón del Monte, diciéndoles cuatro veces que no debían preocuparse por las cosas materiales (Mateo 6:25, 28, 31, 34). En cambio, les dijo que “[buscaran] primeramente el reino de Dios y su justicia” (v. 33). Éste es un buen consejo para quienes observamos los eventos mundiales.
Lo invitamos a estudiar más acerca de la economía mundial en la profecía bíblica en nuestros artículos “¿Cuál es el futuro de la economía mundial?” e “Inflación, inestabilidad económica y profecía bíblica”.
También puede profundizar acerca de las finanzas personales según la Biblia, en la sección: “Principios fundamentales para manejar las finanzas familiares”.