De la edición Enero/Febrero 2021 de la revista Discernir

La búsqueda de la paz: 75 años de la Organización de las Naciones Unidas

Las recientes celebraciones del aniversario número setenta y cinco de la ONU se vivieron bajo la sombra de los problemas que aquejan a la humanidad. ¿Cuál es la probabilidad real de que encontremos la paz?

Nacida de las llameantes ruinas de la Segunda Guerra Mundial, con la esperanza de asegurar la futura paz internacional, la Organización de las Naciones Unidas acaba de celebrar un aniversario especial.

Setenta y cinco años atrás, mientras los delegados de cincuenta países se reunían en San Francisco con el deseo de formar la ONU, el presidente Harry Truman hizo una solemne descripción de lo que estaba en juego: “Si no queremos morir juntos en la guerra, debemos aprender a vivir juntos en paz”.

Uno de los actores clave en la creación de la Organización, el premio Nobel de la paz Ralph Bunche, también advirtió que “Las Naciones Unidas es nuestra gran esperanza de crear un mundo libre y en paz”.

Durante los meses pasados, cientos de comentaristas han evaluado en discursos y artículos el desempeño de la ONU tras setenta y cinco años de su creación. Pero la mayoría, incluyendo a los principales líderes de la Organización, ha sido reservada en sus elogios. Por un lado, cuando hablan acerca de las expectativas de un futuro brillante, sus comentarios no son tan optimistas y advierten que la paz en el mundo pende de hilos muy frágiles.

¿Qué nos depara el futuro? ¿Encontraremos algún día —usted y yo, nuestros hijos y nietos— la paz mundial? ¿Tenemos los humanos la capacidad de crear y mantener la paz? O ¿es tiempo de cambiar a una perspectiva más pragmática y comenzar a buscar una fuente diferente de paz?

“Debe ser con el espíritu si lo que queremos es salvar la carne”

El 2 de septiembre de 1945 —inmediatamente después de la rendición de Japón y el fin de la Segunda Guerra Mundial, y sólo siete semanas antes de que la ONU se formara—, el general Douglas MacArthur se dirigió al mundo en un discurso por radio. Aún en medio de la victoria, MacArthur habló de un contexto mas amplio y las lecciones de la historia:

“Desde el principio de los tiempos, el hombre ha buscado la paz. A través de la historia se han intentado varios métodos para crear un proceso que prevenga o solucione los conflictos entre naciones. Desde el comienzo, han existido métodos eficaces cuando hablamos de ciudadanos a nivel individual, pero la logística de un método que pueda aplicarse a nivel internacional nunca ha tenido éxito. Las alianzas militares, los equilibrios de poder, las Ligas de Naciones, todo ha fallado y dejado como único camino viable el crisol de la guerra.

“La absoluta devastación de la guerra ahora nos deja sin esa alternativa. Hemos tenido nuestra última oportunidad. Si no encontramos ahora un sistema más efectivo y justo, el Armagedón tocará nuestra puerta”.

Luego MacArthur describió el meollo de nuestro problema:

“El problema es fundamentalmente teológico y requiere de un realce espiritual y perfeccionamiento del carácter que se sincronicen con nuestros casi incomparables avances científicos, artísticos y literarios, además de todo el progreso material y cultural que hemos tenido en los pasados dos mil años.

“Debe ser con el espíritu si lo que queremos es salvar la carne”.

MacArthur repitió este profundo análisis ante el Congreso de los Estados Unidos en su discurso de despedida en 1951. Pero, como sucede con la mayoría de las palabras sabias, las personas tienden a aplaudirlas en el momento y luego continúan viviendo como siempre. Pocos cambios ocurren.

¿Qué probabilidad tenemos de encontrar la paz?

Miles de años antes de MacArthur, el apóstol Pablo expresó el mismo principio en la Biblia, sólo que con otras palabras: “Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz” (Romanos 8:6). “Carne” aquí se refiere a todo lo humano.

Pablo redujo la condición humana a la explicación más sencilla posible:

  • Podemos pensar y ser como Dios y tener paz.
  • Podemos pensar y ser como el hombre y nunca encontrarla.

Anhelamos la paz, pero una de las lecciones más impresionantes de la historia bíblica es que los seres humanos truncamos rápidamente el proceso que la produce.

Adán y Eva no tardaron en dañar su relación con Dios. Y en tan solo una generación, su hijo Caín “se levantó contra su hermano Abel, y lo mató” en un arranque de envidia (Génesis 4:8). Cualquiera haya sido su arma (una roca, sus extremidades, sus puños), Caín inició así la plaga más terrible que aqueja a la humanidad. Su maldad se originó en un arrebato emocional, pero quienes le siguieron, perfeccionaron meticulosamente el arte de la guerra, buscando los métodos más destructivos posibles.

Anhelamos la paz, pero una de las lecciones más impresionantes de la historia bíblica es que los seres humanos truncamos rápidamente el proceso que la produce.¿Acaso no hemos —hablo por toda la humanidad— aprendido nada desde entonces? ¿Qué encontramos en el mundo hoy? Día tras día vemos y escuchamos acerca de continuos conflictos, luchas, pleitos, celos, ira, lujuria, envidias, división, odio, guerras, etcétera. ¿Qué otra conclusión podemos tener a que estamos actuando como simples hombres? ¿No es la base del problema el que no estamos ni cerca de actuar como Dios?

¿Cuáles son entonces las probabilidades de que la humanidad encuentre la paz?

“No conocieron camino de paz”

Las palabras del antiguo profeta Isaías describen la condición del mundo actual: “No conocieron camino de paz, ni hay justicia en sus caminos; sus veredas son torcidas; cualquiera que por ellas fuere, no conocerá paz” (Isaías 59:8).

El “camino de paz” es un camino espiritual. Como Jesús les dijo a sus discípulos en Juan 14:27: “La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da” (énfasis añadido).

¿Cómo da paz el mundo? Generalmente, a través de conquistas militares, treguas, negociaciones y compromisos, demostraciones de fuerza o incluso las paradójicas “fuerzas de paz” de la ONU. Pero estos medios a menudo son ineficientes, y ciertamente no representan el “perfeccionamiento del carácter” que MacArthur describió como el camino a la paz permanente.

Los líderes del mundo lo saben bien. El 21 de septiembre del 2020, en la conmemoración oficial del aniversario setenta y cinco de la ONU, el secretario general António Guterres dijo: “Hoy en día tenemos problemas multilaterales de sobra, y un déficit de soluciones multilaterales”.

Su percepción de lo que nos espera fue sobrecogedora: “La calamidad climática se avecina. La biodiversidad está colapsando. La pobreza ha vuelto a aumentar. El odio se está expandiendo. Las tensiones geopolíticas están escalando. Las armas nucleares permanecen en máxima alerta”.

Guerras del tiempo del fin

Dios también ha dicho lo que nos depara el futuro.

Si bien muchos líderes del mundo tienen buenas intenciones en sus deseos y esfuerzos por buscar la paz, nunca podrán detener a aquellos cuyos designios son diferentes. Dios predijo que, antes del regreso de Cristo, existirá una ilusión de paz y un falso sentido de seguridad. Pero, como advierte 1 Tesalonicenses 5:3, “cuando digan: Paz y seguridad, entonces vendrá sobre ellos destrucción repentina, como los dolores a la mujer encinta, y no escaparán”.

La Biblia también habla acerca de lo que se conoce como los cuatro caballos del Apocalipsis. El segundo caballo, “salió... y al que lo montaba le fue dado poder de quitar de la tierra la paz, y que se matasen unos a otros; y se le dio una gran espada” (Apocalipsis 6:4).

Los conflictos resultantes que ahora envuelven al mundo escalarán a tal punto que, como Cristo les dijo a sus discípulos en Mateo 24:22: “si aquellos días no fuesen acortados, nadie sería salvo; mas por causa de los escogidos, aquellos días serán acortados”.

“Para que en mí tengáis paz”

Cuando Jesucristo regrese, ¡finalmente conoceremos el camino de la paz!

Las naciones se unirán, pero no será gracias a las Naciones Unidas. Será gracias al “Príncipe de Paz. Lo dilatado de su imperio y la paz no tendrán límite, sobre el trono de David y sobre su reino, disponiéndolo y confirmándolo en juicio y en justicia desde ahora y para siempre. El celo del Eterno de los ejércitos hará esto” (Isaías 9:6-7).

Por favor descargue nuestro folleto gratuito Cómo entender la profecía para más detalles acerca de la forma en que Dios llevará esto a cabo.

Ésta es la verdad sencilla: solo Dios puede darnos paz. “Eterno, tú nos darás paz”, escribió el profeta Isaías (26:12). La humanidad comenzará a entender cómo funciona el camino de Dios y cómo ocuparse del Espíritu, y entonces, “el efecto de la justicia será paz; y la labor de la justicia, reposo y seguridad para siempre” (Isaías 32:17).

Mientras tanto, la promesa que Jesús les hizo a sus discípulos justo antes de morir sigue vigente para quienes buscan a Dios hoy: “Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo” (Juan 16:33).

Sí, mientras vivamos en este mundo veremos tribulación, porque ése es el único camino que el mundo conoce. Y no, usted no puede cambiar la dirección de un mundo empeñado en la hostilidad hacia Dios y el prójimo, pero sí puede tener paz ahora —paz con Dios, paz mental, paz con los demás— si está listo y dispuesto a dejar el camino del mundo y aprender el camino de Dios.

Si desea saber más acerca de cómo ocuparse del Espíritu, nuestro folleto ¡Cambie su vida! es un excelente lugar para comenzar. También puede buscar más material disponible, completamente gratuito, en nuestro Centro de Aprendizaje en línea.

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