De la edición Noviembre/Diciembre 2020 de la revista Discernir

El futuro del cristianismo en Europa

En el contexto de la lucha histórica entre islam y cristianismo, pareciera que el cristianismo europeo está desapareciendo. Pero ¿espera un resurgimiento a la vuelta de la esquina?

En un acto altamente simbólico, el presidente turco Tayyip Erdogan recientemente se unió a unas 350.000 personas para orar en un servicio islámico de viernes en la famosa Santa Sofía de Estambul.

Al transformar Santa Sofía nuevamente en una mezquita, Erdogan cumplió su anhelado sueño de restaurar este monumento simbólico de la grandeza otomana.

Catedral, mezquita y museo

“Era el deseo de nuestra gente”, dijo el señor Erdogan, “y se ha cumplido”. Luego, describió la pasada conversión de Santa Sofía a un museo secular (en 1935 por Mustafa Kemal Atatürk, el líder fundador de la república) como un error ahora rectificado.

En su intento por establecer un nuevo Imperio Otomano, el señor Erdogan ha construido más de 17.000 mezquitas a lo largo de Turquía. Tan sólo Estambul ahora presume más de 3.000 mezquitas aparte de Santa Sofía.

Santa Sofía siempre ha sido una fuente de conflicto entre el islam y el cristianismo. Antes de entrar en su más reciente fase secular, había sido una de las mezquitas más grandes del mundo por cinco siglos. Pero, durante sus primeros 900 años, fue la mayor catedral del cristianismo.

Santa Sofía: una catedral para miles de millones

La ciudad de Estambul, antes conocida como Constantinopla, fue fundada como capital imperial en el año 330 a.C. por el emperador romano Constantino el Grande. Constantino la imaginó como una nueva Roma que sobrepasaría a la antigua. La ciudad tenía una vista estratégica del Bósforo, el estrecho marítimo que separa Europa de Asia.

El hijo de Constantino terminó la primera basílica y se la dedicó a Santa Sofía (divina sabiduría en griego). Los emperadores del recientemente cristianizado imperio fueron coronados ahí.

A medida que la ciudad se expandió, también lo hizo la iglesia. En el año 537, el emperador bizantino Justiniano, cuyo reinado se extendía desde España hasta el Medio Oriente, dedicó la Santa Sofía reconstruida. Esta maravilla arquitectónica fue una expresión de opulencia, poder y piedad. Santa Sofía se convirtió en la principal catedral del Imperio Romano y, más tarde, en el centro del cristianismo ortodoxo.

Bajo el enorme domo que parecía flotar, refulgentes mosaicos e iconos de oro reflejaban la luz natural que entraba por los inmensos ventanales. Santa Sofía fue la iglesia más grande del mundo durante casi 1.000 años. Estaba tan grandiosamente decorada que al parecer Justiniano dijo una vez: “¡Salomón, te he superado!”.

Esta catedral está llena de historia y ha tenido un gran impacto en incontables vidas. La historia rusa contiene un relato de Vladimir el grande, gobernador de la Rus de Kiev en el siglo X, según la cual el pagano Vladimir buscaba una religión para unificar a su pueblo, así que mandó emisarios a las civilizaciones vecinas. Los embajadores que vieron Santa Sofía quedaron estupefactos. “No sabíamos si estábamos en el cielo o la Tierra”, se cuenta que dijeron. Así que Vladimir se convirtió al cristianismo ortodoxo, y luego convocó a todos los residentes de Kiev en el río Dniéper para un bautismo masivo, un hecho que determinó la historia rusa y eslava durante el último milenio.

Cristianismo e islam

Roma, y más tarde la “nueva Roma” de Constantinopla, había dominado gran parte de Europa, el norte de África, Egipto, Siria y Asia Menor durante un milenio antes de que Mohamed se declarara el enviado de Alá cerca del año 610 d.C. El islam se expandió rápidamente a través de conquistas militares, el comercio y la migración. En tan sólo pocas décadas, sus ejércitos habían creado un gran imperio musulmán que abarcaba tres continentes.

Las batallas del islam contra los europeos llegaron a considerarse una lucha contra el cristianismo y, según Raymond Ibrahim, autor de Sword and Scimitar [Espada y cimitarra], la conquista de Constantinopla se consideró un logro trascendental (2020).

La lucha contra el islam fue la causa común más poderosa que unía a los pueblos del Imperio Romano Oriental, sin importar su lenguaje, etnia u origen. Constantinopla se convirtió en el bastión del flanco oriental de Europa, y sus legendarios muros detuvieron la cimitarra del islam por más de 800 años.

Finalmente, la ciudad cayó ante la máquina de guerra otomana en el año 1453. Celebrando ésta como su mayor victoria sobre el cristianismo, los musulmanes esperaban que les abriera la puerta a la conquista del centro de Europa. El avance de la conquista se evitó por poco en las puertas de Viena en el año 1683, pero tal parece que el conflicto jamás terminó por completo y, aparentemente, el cristianismo va perdiendo.

Ruinas culturales y espirituales del cristianismo europeo

Mientras Turquía convierte el museo de Santa Sofía otra vez en una mezquita, Europa occidental prácticamente ha transformado sus iglesias vacías en museos culturales, reflejando la decadencia espiritual de una civilización perdida. Muchas catedrales, antes el centro de la vida y cultura europeas, ahora están abandonadas y en franco deterioro. Otras se han transformado en discotecas, residencias, parques de patinaje e incluso una escuela para circenses.

La Iglesia de Inglaterra cierra alrededor de 200 iglesias cada año. Aproximadamente 200 iglesias danesas se han declarado innecesarias. La Iglesia Católica Romana en Alemania cerró más de 500 iglesias entre los años 2004 y 2014. Y al menos una quinta parte de las 6.900 iglesias holandesas han sido transformadas para usos seculares, estimando que miles más cerrarán en el futuro cercano.

El futuro de la Europa postcristiana

“Cuando la fe cristiana se diluyó”, dice Bruce Bawer, autor de While Europe Slept [Mientras Europa dormía], “se llevó el sentido de trascendencia y propósito, dejando al Continente vulnerable a la conquista de pueblos con una fe y convicciones más fuertes. Es más, incapaces de tomarse la religión en serio ellos mismos, muchos europeos no lograron entender que otras personas podían practicar con mucha seriedad su religión” (p. 34).

Para ilustrar la diferencia, en algunos países musulmanes, cerca del 90 por ciento de la población dice que la religión “es muy importante” para su vida.

Mientras el cristianismo europeo retrocede y el islam ofrece un jovial y activo rival para la lealtad de las futuras generaciones, los expertos se preguntan si Europa se convertirá en “Eurábia” o una colonia del mundo musulmán.

Identidad, pero incredulidad

El cristianismo decae rápidamente, pero no es culpa del islam. El mayor problema es el secularismo y el rechazo de una fe que, aunque sólo se parece a la sencilla fe de Jesucristo, al menos unificaba al continente.

Si bien la mayoría de los europeos occidentales sigue marcando la casilla “cristiano” en las encuestas, para ellos es una identidad más cultural que religiosa. Estos “cristianos postcristianos” están a salvo y acomodados, por lo que no ven la necesidad de tener una fe activa y demandante.

Evaporación del cristianismo

En el pasado, ser europeo era prácticamente sinónimo de ser cristiano. Pero ahora, Europa se ha convertido en una de las regiones más seculares en el mundo, y las tendencias sugieren que el número de cristianos en el continente caerá en otros 50 millones para el año 2050. Mientras las escépticas generaciones jóvenes abandonan la fe, los fieles que quedan se concentran entre los de mayor edad, las comunidades rurales y algunos países de Europa oriental.

Según una encuesta del Centro de Investigación Pew realizada en el 2018, los estadounidenses son en general considerablemente más religiosos que los 15 países de Europa occidental encuestados. La mitad de los estadounidenses (53 por ciento) dice que la religión es “muy importante” en sus vidas, comparada con una mediana de sólo 11 por ciento de los adultos en Europa occidental.

Otras estadísticas de la encuesta Pew demuestran la decadencia de la creencia en Dios y el cristianismo en Europa:

  • Sólo 39 por ciento de los europeos occidentales dice que la religión le da sentido a sus vidas. Sólo 44 por ciento dice que la religión le ayuda a diferenciar lo correcto de lo incorrecto, y sólo 27 por ciento piensa que será juzgado por un poder superior.
  • Una mediana de 58 por ciento dice que “casi nunca” o “nunca” asiste a servicios religiosos.
  • Un promedio del 27 por ciento cree en Dios como lo describe la Biblia.
  • Sólo una de cada 10 personas dice que ora diariamente.

Un panorama religioso diferente

En Europa occidental, donde se originó el protestantismo cristiano y se basa el catolicismo, Dios ha sido desterrado de la vida pública. El declive de la religión como el centro de la vida social y cultural comenzó con la secularización y luego avanzó hacia una descristianización. Y, como dijo G.K. Chesterton, “cuando las personas dejan de creer en Dios, no dejan de creer en todo; creen en cualquier cosa”.

La actual descristianización de Europa tendrá implicaciones críticas en el futuro cercano.El historiador y renombrado autor británico Niall Ferguson, si bien él mismo se autodenomina un “ateo incurable”, observó que “el cristianismo organizado, tanto en términos de observancia como de fe, cayó por un acantilado en Europa en algún momento de las décadas de los setentas y ochentas”, dejando a las sociedades europeas sin “resistencia religiosa” para oponerse a los islamistas radicales.

“En una sociedad secular donde nadie cree demasiado en nada, excepto la última moda, es muy fácil reclutar a personas a posiciones radicales y monoteístas”, dice el señor Ferguson.

No es de sorprenderse que el declive del cristianismo ocurriera al mismo tiempo que el auge de movimientos pseudorreligiosos como el ambientalismo radical.

Las consecuencias de la incredulidad

La secularización se expandió despacio al principio, pero se aceleró cuando antiguos tabúes comenzaron a desaparecer.

En una era cada vez más atea, las doctrinas bíblicas más elementales han sido tergiversadas y abandonadas, incluso por el clero. Las mayores iglesias protestantes de Europa, por ejemplo, se han autosecularizado adoptando valores liberales y de izquierda. La mayoría de las iglesias luteranas realiza matrimonios del mismo sexo, ordena a sacerdotes abiertamente homosexuales y no condena el aborto.

“Podemos ver”, dijo el presidente ruso Vladimir Putin defendiendo la fe ortodoxa rusa, “cuántos de los países euroatlánticos están rechazando sus raíces, incluyendo los valores cristianos que constituyen la base de la civilización occidental. Están negando los principios morales y todas sus identidades tradicionales: la nacional, la cultural, la religiosa y aun la sexual”.

¿Europa sin Dios?

La actual descristianización de Europa tendrá implicaciones críticas en el futuro cercano. Como dice el historiador Bruce Thornton, autor de Decline and Fall: Europe’s Slow Motion Suicide [Descenso y caída: el lento suicidio de Europa]: “El vacío espiritual creado por el abandono del cristianismo tradicional deja a los europeos contemporáneos vulnerables a las religiones políticas, incluyendo nuevas versiones del fascismo” (p. 43).

El futuro —profetizado hace miles de años y actualmente en las páginas de su Biblia— podría ser drásticamente diferente a las tendencias actuales. El libro de Apocalipsis, desconocido para esta generación sin educación religiosa, revela grandes eventos del tiempo del fin que conducirán al glorioso regreso de Jesucristo. Describe, por ejemplo, el surgimiento de un poder europeo sin igual, una entidad política que parece estar ahora en sus etapas formativas.

Esta potencia, conocida como “la bestia”, será la final resurrección del Sacro Imperio Romano (Daniel 7:7; Apocalipsis 13:1, 3; note que la “bestia” también puede referirse al líder de esta potencia europea). El gigante político y militar estará íntimamente ligado y determinado por la antigua iglesia de Roma —representada en la Biblia por una mujer que cabalga a la bestia.

Esta acaudalada pero falsa versión del cristianismo —descrita como madre de rameras (Apocalipsis 17:5)— ha sido un actor poderoso en la política internacional desde hace mucho tiempo. Y, en el futuro, volverá a tener una gran influencia espiritual, política y económica, a medida que el fervor religioso vuelva a extenderse por el continente espiritualmente sediento. Esta poderosa iglesia —que lleva el nombre, pero no las verdaderas enseñanzas de Jesucristo— será resucitada una vez más de su enfermedad mortal (Apocalipsis 17:1-6).

Choque de civilizaciones

La versión del siglo XXI de la antigua religión misteriosa de Babilonia será liderada por un carismático “hombre de pecado”, un hipnotizante charlatán con habilidades mediáticas (Apocalipsis 13:11-13; 2 Tesalonicenses 2:3-4). Fingiendo convincentemente su divinidad, el falso profeta hará milagros grandiosos y sorprendentes que llevarán a muchos a adorar a la bestia y su imagen (2 Tesalonicenses 2:9; Apocalipsis 13:14-15).

Su hechicería espiritual, atestiguada por miles de millones, acaparará la atención de los medios. La ignorancia bíblica, oportunidad económica y adoración a la fama harán que muchos caigan en la trampa de creer que sus señales y prodigios son obra de Dios. Pero, en realidad, serán obra de Satanás (2 Tesalonicenses 2:8-11; Apocalipsis 16:13-14).

Repitiendo la histórica saga del cristianismo versus islam, el falso profeta probablemente avivará el entusiasmo y proveerá de un pretexto espiritual y lógico para que la bestia lance un ataque devastador y vengativo contra Medio Oriente. Ésa será la respuesta de Europa a un ataque por parte del “rey del sur” (Daniel 11:40-42).

Las condiciones geopolíticas se están alineando para el inevitable choque de civilizaciones revelado en la Biblia. Asegúrese de conocer las Escrituras. Comprenda lo que dicen y obedezca las leyes de amor de Dios. Tenga la certeza de que está siguiendo el auténtico cristianismo que Jesucristo enseñó, y no una de las versiones diluidas y acomodadas que son tan comunes hoy en día. Hacer el análisis le ayudará a no ser engañado.

Descubra más acerca de estos eventos y las buenas noticias del maravilloso período que les sigue en nuestro folleto Cómo entender la profecía.

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