Las arenas políticas se están moviendo en el Medio Oriente con el surgimiento de un nuevo agente de paz. ¿Podrá China establecer la paz en esta turbulenta región?
En lo que se ha descrito como “un apretón de manos que sonó en todo el mundo”, los rivales regionales Arabia Saudita e Irán recientemente hicieron un acuerdo histórico para reanudar sus relaciones diplomáticas tras décadas de una amarga pausa.
Lo más impresionante es que este impulso de cordialidad diplomática se originó en Beijing, dado que China intervino para negociar la paz. Este golpe maestro de diplomacia tiene el potencial de reorganizar las relaciones en toda la región, desde Siria hasta Yemen, equiparándose con el nivel del “Acuerdo de Abraham” del 2020, donde Israel normalizó su relación con varios países árabes.
Ésta es la primera vez que Beijing interviene de forma tan directa en rivalidades del Medio Oriente. También es un acto que deja fuera de escena a los Estados Unidos —el antiguo negociador de paz.
China toma las riendas diplomáticas
Con el fin de capitalizar la importancia del acuerdo Arabia Saudita-Irán, China ha incrementado su ofensiva por demostrar su encanto diplomático y se ha mostrado como pacificador más allá del Medio Oriente.
Beijing formuló un plan de 12 pasos para alcanzar la paz entre Rusia y Ucrania. En una empresa aún más ambiciosa, el ministro del exterior chino, Qin Gang les dijo a sus homólogos israelí y palestino que China está lista para negociar la paz y resolver el polémico conflicto palestino-israelí.
¿Por qué China? ¿Por qué ahora?
La naturaleza no admite ningún vacío, y ocurre lo mismo en la política internacional. Mientras Estados Unidos se aleja de su posición como agente de poder en el Medio Oriente, China da un paso adelante.
Aunque los intentos por negociar la paz en el Medio Oriente siempre han sido un cáliz envenenado, Beijing —el mayor socio de comercio del mundo islámico— siente que ahora tiene la influencia militar y económica para comenzar a moldear a la región y el resto del mundo a su imagen.
Llevar a China al centro del escenario mundial ha sido desde hace tiempo la meta de la política internacional del presidente chino Xi Jinping. Incentivado por su éxito al manifestar su voluntad en Hong Kong y el Mar de China Meridional, el presidente Xi ahora quiere que todos los países, particularmente en el hemisferio sur, vean a China como una voz de la razón, un modelo económico y una potencia benigna que puede hacerle frente al orden occidental liderado por Estados Unidos.
Arabia Saudita e Irán: choque de rivales religiosos
Históricamente, Arabia Saudita ha seguido la rama suní del islam (junto con aproximadamente 90 por ciento de los creyentes islámicos); pero Irán sigue la rama chií. La separación entre ambas vertientes se remonta al siglo VII, cuando discutieron acerca del legítimo heredero de Mahoma.
La “fatiga del Medio Oriente” y la vergonzosa retirada de las tropas americanas en Afganistán en agosto del 2021 han permitido que China socave hábilmente la supremacía de Estados Unidos en la región.
En tiempos modernos, Arabia Saudita, liderada por la Casa de Saud y tácitamente por un aliado de occidente, ha llevado a la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) a la estabilización del mercado global de petróleo.
Mientras la revolución iraní de 1979 llevó al Ayatollah Ruhollah Khomeini al poder, e Irán comenzó a apoyar a grupos revolucionarios y radicales chiitas en otros países de la región.
Aunque Irán y Arabia Saudita no han ido a la guerra, Riad desde hace mucho considera a Teherán y los grupos armados que apoya en otros países como su mayor amenaza de seguridad. Este peligro se confirmó con los ataques de misiles contra petrolíferos saudíes en el 2019, que cortaron temporalmente el 5 por ciento del suministro global de petróleo.
A pesar de las garantías de seguridad de Estados Unidos, la falta de una respuesta militar a ese ataque hizo sentir a los estados del Golfo Pérsico que el poder y la influencia de Estados Unidos se están diluyendo, y provocó un gran aumento de tensión en la red de aliados de Estados Unidos.
La religión del petróleo
En su sed del petróleo necesario para sostener su surgimiento como potencia mundial, China ha demostrado su habilidad para trabajar tanto con países chiitas como suníes.
Beijing se ha convertido en el mayor importador de petróleo del mundo. Entre el 21 de marzo y el 21 de noviembre del 2022, China fue responsable de 30 por ciento del comercio exterior de Irán; y ese mismo año, Arabia Saudita fue el mayor proveedor de crudo para China. Con su otro principal proveedor, Rusia, afectado por las consecuencias provocadas por la guerra, la declaración de Beijing de que “China no persigue intereses egoístas en el Medio Oriente” parece vacía.
El país indispensable se hace a un lado
Hace 50 años, tras la guerra de Yom Kippur en 1973, Estados Unidos emergió como el principal garante de la estabilidad en el Medio Oriente y el Golfo Pérsico. El secretario de estado estadounidense Henry Kissinger lideró las charlas de paz entre Israel y Egipto y también entre Israel y Siria. La Unión Soviética quedó fuera del proceso, Europa se consideraba militarmente insignificante y China era económicamente irrelevante.
Ahora veamos el presente. Si bien aún existe alta demanda por tecnología y herramientas militares estadounidenses, los traspiés diplomáticos de Estados Unidos en la región han aumentado incluso cuando la dependencia americana de combustibles fósiles ha disminuido de forma importante. Con la llegada de la fracturación hidráulica y la perforación horizontal, la revolución del gas de lutita ha expandido la producción doméstica de energía de Estados Unidos. Actualmente, Estados Unidos importa 7 por ciento de su petróleo desde Arabia Saudita.
Tras décadas de estar al mando, Estados Unidos está viviendo las consecuencias negativas de sus costosas guerras contra el terrorismo en Irak y Afganistán. El caos resultante ha acabado con gran parte de su capital diplomático en la región.
La “fatiga del Medio Oriente” y la vergonzosa retirada de las tropas americanas en Afganistán en agosto del 2021 han permitido que China socave hábilmente la supremacía de Estados Unidos en la región. Esto ha motivado a los estados árabes a buscar mejorar su relación con la nueva superpotencia.
Durante su candidatura, el presidente norteamericano Joe Biden tildó públicamente a Arabia Saudita como un estado paria y reprendió al Príncipe saudí Mohammad bin Salmán por violaciones a los derechos humanos. Sin embargo, en medio de la fría atmósfera en torno a su visita al reino el año pasado, el presidente Biden prometió: “No vamos a alejarnos ni a dejar un vacío que sea llenado por China, Rusia o Irán”.
Pero, mientras frágiles acuerdos de paz se llevan a cabo en el Medio Oriente, los países de esta volátil región están buscando nuevos aliados y se alejan paulatinamente de una América cuya influencia está decreciendo.
Un pacto de apatía
Recientemente, hubo un increíble logro diplomático debido a que las tres naciones (Irán, Arabia Saudita y China) obtuvieron en terrenos diferentes de la economía y la seguridad. Al apaciguar las tensiones entre Riad y Teherán sin tomar partido, Beijing está creando un eje de autócratas que se entienden entre sí.
Una de las claves de los lazos China-Golfo es la mutua garantía de que nadie criticará o se entrometerá en los asuntos internos del otro. De hecho, el presidente Xi recientemente volvió a prometer que China y sus aliados del Medio Oriente “mantendrían en alto su estandarte de no intervencionismo en los asuntos internos de otros”.
Para países como Arabia Saudita e Irán, que piensan que sus asuntos internos no le conciernen a nadie —y guardan esqueletos de los derechos humanos en sus clósets— esta oferta es tentadora. La postura diplomática de indiferencia contrasta fuertemente con la de la administración estadounidense, que muchos en la región consideraban mojigata en cuanto a los derechos humanos y, por lo tanto incompatible con las prácticas religiosas islámicas.
Comercio por la paz
China no es un extraño en Medio Oriente. En el pasado, mientras observaba cómo Estados Unidos disminuía sus recursos, peleaba guerras interminables e intentaba en vano establecer democracias islámicas, Beijing tenía una sociedad de “sólo negocios” con Teherán desde que comenzó a cambiar el carbón por petróleo. Irán cambiaba petróleo por la tecnología militar China, que ha sido clave para desarrollar sus sistemas de armas modernas.
Con un gran tratado que firmó en 2021, para exportar $400.000 millones de dólares en petróleo, China le ha estado dando una luz de esperanza en el aspecto financiero a Irán, tan lleno de problemas. Este país con mayoría chiita ha tenido dificultades para lidiar con las protestas internas y a la vez intenta reparar una economía sofocada por las sanciones internacionales.
A pesar de las ramas de olivo compartidas, Irán es hostil a Arabia Saudita incluso en los niveles más básicos de religión, ideología y estrategia.
No se puede interrumpir la circulación
Muchas de las inversiones chinas para su aclamada Iniciativa del Cinturón y la Ruta de Seda dependen del miedo a que las frágiles rutas del petróleo sean interrumpidas por Estados Unidos o India, una superpotencia emergente y rival de China.
Para contrarrestar esa amenaza percibida, Irán y China están promulgando un Acuerdo Estratégico de Cooperación por 25 años que le permite a China tener acceso a instalaciones navales en o cerca del Golfo Pérsico. China también ha invertido en puertos militarizados —descritos como una “collar de perlas”— en estrechos marítimos vulnerables: el golfo Pérsico, el golfo de Omán, el mar Rojo, el estrecho de Mandeb, el estrecho de Ormuz y el canal de Suez.
Aunque durante muchos años ha disfrutado de ingresos petroleros importantes, Arabia Saudita enfrenta la creciente amenaza de que Irán obtenga un arma nuclear. Esto, unido a los incesantes ataques de aliados iraníes en Yemen, hace que Arabia Saudita desee tener armas nucleares, drones y misiles balísticos propios.
Preocupado por la poca fiabilidad de Estados Unidos, Riad ha dado señales de que asegurará sus intereses acercándose a China. Los fondos soberanos del Medio Oriente están comprando acciones chinas frenéticamente y debaten la adopción del petroyuan para el comercio del petróleo.
Además, los saudís ya anunciaron su intención de integrarse a la alianza política, de seguridad y de comercio liderada por China —la Organización de Cooperación de Shanghái— conformada por China, Rusia, India, Pakistán y otros cuatro países de Asia central.
Líderes con almas gemelas
Tanto el príncipe heredero de Arabia Saudita, Mohammed bin Salman, como el presidente chino, Xi Jinping, son audaces y asertivos visionarios con ambiciones notablemente compatibles.
Además de ayudar a Arabia Saudita en la construcción de sus propios misiles balísticos y la consultoría de un programa nuclear, China está invirtiendo en “Visión 2030”, el proyecto personal del príncipe Mohammed para construir una ciudad futurista en el desierto que haría de su reino más que sólo un productor de petróleo.
Es más, China pretende ser parte de este nuevo proyecto desde el comienzo, utilizando la colosal estrategia de construcción de la Iniciativa del Cinturón y la Ruta.
¿Qué está pasando con Israel?
Aunque la necesidad inmediata de China es el petróleo, su creciente presencia en el Medio Oriente apunta a dominar futuras tecnologías. Aunque China domina 37 de las 44 tecnologías de próxima generación —incluyendo la inteligencia artificial, metamateriales y las tecnologías hipersónicas— en silencio envidia la tecnología espacial de vanguardia, de biotecnología y computación cuántica de Israel.
Aunque la Biblia no menciona una guerra directa entre China y Estados Unidos, sí describe a una gran potencia que surge en oriente.
Según Brandon J. Weichert, China busca aislar, presionar y absorber a Israel convirtiendo a la última democracia del Medio Oriente en “un conducto para su creciente y tecnológica Iniciativa del Cinturón y la Ruta”.
Esto también haría “que el resto del mundo quedara dependiendo de la infraestructura de alta tecnología desarrollada por China, así como los estadounidenses hicieron que el mundo dependiera de las tecnologías americanas”.
¿Habrá paz?
El surgimiento de China como un foco diplomático de negociaciones de paz es una hábil estrategia para alejar al Medio Oriente de la influencia de Estados Unidos y reclamar las grandes riquezas de petróleo y gas natural de la región.
Paulatinamente, a Estados Unidos lo han estado marginando de las mediaciones y ha perdido el respeto internacional.
Las profecías bíblicas, escritas hace milenios, revelan que los países que representan a los descendientes modernos de las 12 tribus de Israel —incluyendo a los Estados Unidos— serán quebrantados debido a sus pecados nacionales (Levítico 26; Deuteronomio 28:15-68).
Aunque la Biblia no menciona una guerra directa entre China y Estados Unidos, sí describe a una gran potencia que surge en oriente. Este bloque de potencias oriental sin duda incluirá a China y otras potencias regionales (Daniel 11:44).
Esta potencia militar será enfrentada por un rival llamado “la bestia”, que impresionará al mundo entero (Apocalipsis 9:14-16; 13:1-8; 16:12) y será liderado por una figura llena de energía y sin escrúpulos, a la par de un poderoso sistema religioso encabezado por un líder carismático.
Esta potencia, que según el apóstol Juan tendá una fuerza militar, económica y religiosa incomparable (Daniel 11:40-45; Apocalipsis 18:2-3, 9-14), será la última resurrección del Sacro Imperio Romano (Apocalipsis 13:1-8; 17:8-18; Daniel 7:15-27). Será una potencia europea que intentará establecer la paz en el Medio Oriente de una forma muy diferente (Daniel 11:40-42).
Aunque en la actualidad, Europa tiene mucha fuerza económica, su talón de Aquiles sigue siendo su poderío militar. Pero eso cambiará pronto.
Antes de que esto suceda, le invito a leer más acerca de las advertencias bíblicas para el tiempo del fin, así como las promesas de una paz futura y duradera que no se basará en demandas comerciales ni en temores por la seguridad, en nuestro folleto gratuito El libro de Apocalipsis: La tormenta antes de la calma.