Los seguidores del movimiento transhumanista aseguran que el ser humano puede usar la tecnología para vivir por siempre. ¿Será la humanidad “actualizada”?
Si pudiéramos mejorar el cuerpo humano a través de la tecnología hasta el punto de desafiar el envejecimiento, desarrollar la superinteligencia, volvernos inmunes a todas las enfermedades y potencialmente vivir para siempre, ¿deberíamos hacerlo? ¿Es ésta una posibilidad realista?
Los transhumanistas dicen que “sí”, e importantes actores de grandes empresas tecnológicas, la academia tradicional y el Foro Económico Mundial han respaldado este creciente movimiento. El Transhumanismo poco a poco se convierte en un concepto familiar.
Pero ¿qué es el transhumanismo? ¿Tienen sus seguidores una buena razón para creer en un futuro lleno de humanos mejorados?
¿Qué es el transhumanismo?
El transhumanismo es un movimiento que busca usar la tecnología para trascender los límites percibidos de la especie humana y dar paso a un mundo de “post seres humanos”.
En su libro Homo Deus: A Brief History of Tomorrow [Homo Deus: una breve historia del mañana], el profesor Yuval Noah Harari, un reconocido proselitista del movimiento, escribe que el objetivo del transhumanismo es “mejorar al ser humano hasta convertirlo en un dios”.
Algunos buscan alcanzar esta meta a través de la ingeniería genética; otros, construyendo un cíborg completamente funcional. Sea como sea, siempre y cuando el ser humano supere sus limitantes biológicas, el sueño sería una realidad.
La mayoría considera a Julian Huxley como el padre del transhumanismo. Este término, que resume la visión de Huxley basada en la evolución biológica de la humanidad, apareció en su obra Nuevos odres para el vino nuevo (1957). Huxley escribe: “Necesitamos un nombre para esta nueva creencia. Tal vez transhumanismo: porque el humano sigue siendo humano, pero se trasciende a sí mismo al darse cuenta de nuevas posibilidades de y para su naturaleza humana”.
El transhumanismo es básicamente la eugenesia moderna potenciada. De hecho, Julian Huxley era un eugenista franco y comprometido en su época (mediados del siglo XX).
Los eugenistas creían que la humanidad tenía una responsabilidad moral de influir directamente en su propia evolución (para acelerar el progreso, los logros y la prosperidad humana) controlando quiénes debían reproducirse y quiénes no. Esta teoría se basaba en la premisa de que ciertas personas eran inherentemente más aptas que otras y, por lo tanto, más dignas de propagar la especie humana.
Por otro lado, según los eugenistas, los no aptos no debían reproducirse. Este movimiento eventualmente fue responsable de 70.000 esterilizaciones forzadas en los Estados Unidos; y los devastadores efectos del eugenismo en manos de la Alemania nazi son conocidos por todos.
Los transhumanistas también tienen una filosofía problemática. Desde su perspectiva, los “aptos” son quienes creen en la visión utópica de usar la tecnología para rediseñarse a sí mismos y deshacerse de sus molestas limitantes biológicas, mientras que los no aptos son aquellos que ingenuamente se conforman con su obsoleto cuerpo humano.
En su artículo TED “The Rise of the Useless Class” [El surgimiento de la clase inútil], Harari habla hipotéticamente acerca de cómo la sociedad reaccionará a esta “clase inútil” de personas, y postula que el futuro de los no mejorados será una combinación de “drogas y videojuegos”.
Pero ¿qué tan realistas son estos conceptos y cómo llegó el transhumanismo a formar parte del conocimiento público?
De sanidad a mejoramiento
Durante generaciones, el trabajo de la medicina fue básicamente tratar enfermedades y heridas para regresar el cuerpo a su salud normal.
Pero la pandemia puede haber jugado un papel para que esto cambiara. Aaron Kheriaty, un antiguo profesor de la Escuela de medicina de Irvine de la Universidad de California, notó un sutil pero importante cambio en esta prevalente visión de la salud y la medicina:
“Antes las personas se consideraban sanas hasta probar lo contrario”, escribe Kheriaty. “Se necesitaba una nota del doctor si faltabas muchos días al trabajo. Pero durante la pandemia, se asumía que las personas estaban enfermas hasta probar lo contrario: necesitabas hacerte exámenes constantemente y en todas partes, aún sin tener síntomas, para poder trabajar, viajar, reunirte, etc.” (The New Abnormal [La nueva anormalidad], 2022, p. 179).
Kheriaty propone que el antiguo paradigma ha dado paso al paradigma tecnocrático. Esta nueva visión no percibe al cuerpo humano normal y sano como la referencia. En cambio, todos los cuerpos se consideran enfermos y deben ser “vivificados con tecnología y mejorados periódicamente desde afuera” (p. 178).
En una entrevista para el programa American Thought Leaders, Kheriaty resumió la nueva norma diciendo: “Se asume que tu funcionalidad es subóptima hasta que recibes una intervención”. Esta perspectiva, por supuesto, es un caldo de cultivo para los valores transhumanistas.
Ese cambio en la manera que algunos expertos de la salud ven el cuerpo humano tuvo un impulso notable durante la pandemia, aunque se venía gestando desde antes. En el 2020, Adam Kirsch publicó un ensayo en The Wall Street Journal, donde dijo que nuestra “fragilidad biológica” se volvió “más evidente que nunca” durante las cuarentenas globales. “El covid-19”, especuló, “podría ser justo la crisis que necesitamos para potenciar al máximo nuestros esfuerzos de crear… un futuro ‘transhumano’”.
Neuralink, fundada por el millonario Elon Musk, no ha dejado de atraer a los medios desde su creación en el 2016. La compañía habla abiertamente acerca de su deseo de implantar chips cerebrales en las personas porque, aparentemente, esta tecnología sería capaz de tratar parálisis, lesiones generales de la médula espinal y desórdenes mentales. Incluso les permitiría a sus usuarios controlar computadores con sus pensamientos.
El sitio web de la compañía además describe vagamente los objetivos de “liberar el potencial humano” y “expandir la forma en que experimentamos el mundo”. Muchos creen que estos deseos indican una visión transhumanista de la compañía. El 25 de mayo del 2023, Neuralink recibió la aprobación para lanzar su primer estudio clínico en humanos por parte de la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos.
En diciembre del 2022, el biotecnólogo Hashem Al-Ghaili presentó un video conceptual llamado EctoLife, que se basa en las investigaciones actuales acerca de células madre, ectogénesis, biotecnología e ingeniería genética. El video informativo de ocho minutos muestra una instalación llena de úteros artificiales que parece sacada de la ciencia ficción. Cada una de las 400 cápsulas está diseñada para replicar las condiciones del útero de una madre.
El video también promociona un “paquete élite” hipotético que les permitiría a las parejas “diseñar genéticamente al embrión antes de implantarlo en el útero artificial”. Gracias a la herramienta de edición genética CRISPR-Cas9, cada pareja podría personalizar el color de pelo y piel, la fuerza, la altura y la inteligencia de su bebé.
En una entrevista para el programa The Beau Show, Al-Ghaili confirmó: “Todo está basado en la ciencia. No es especulativo y no es ciencia ficción”. Actualmente el único impedimento para los úteros artificiales, asegura Al-Ghaili, son las restricciones éticas.
Estos avances revelan una creciente insatisfacción con la práctica de sólo sanar una enfermedad o ayudar a una persona discapacitada con lentes o implantes cocleares. Las ambiciones ahora son modificar directamente el ADN humano, jugar con nuestra biología y aumentar nuestras capacidades con máquinas.
¿Condenados desde el principio?
Los transhumanistas ven la muerte como un error técnico que requiere solución. La tecnología, piensan, es la clave para la salvación verdadera.
Pero esta idea es sólo otra iteración de la mentira que Satanás les dijo a nuestros primeros padres. Adán y Eva se tragaron su falsa promesa: “No moriréis; sino que sabe Dios que el día que comáis de [el fruto prohibido], serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal” (Génesis 3:4-5)
Los seres humanos tienen una necesidad espiritual innata y el transhumanismo es un intento engañoso de satisfacerlo. Lamentablemente, algunos creen esta mentira de la misma manera en que Adán y Eva la creyeron.
La muerte es inevitable para todos los seres humanos, no una falla técnica (Génesis 3:19). El apóstol Pablo nos recuerda esta certeza cuando dice: “está establecido para los hombres que mueran una sola vez” (Hebreos 9:27); y la Biblia se opone toda idea que sugiera lo contrario.
Además, el hombre no sólo es mortal, sino también inmoral. ¿Qué produciría la mezcla de una vida humana extensa con imperfección moral sin límites? El experimento ya se realizó: los sujetos vivieron cientos de años y la humanidad se volvió tan depravada que Dios envió un diluvio para borrar a todos de la faz de la Tierra.
Génesis 6:5 nos recuerda que los problemas de los seres humanos son espirituales, no biológicos: “Y vio [el Eterno] que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal”.
El misterio de la resurrección
El obstinado esfuerzo de rediseñar nuestras mentes y cuerpos para alcanzar la divinidad es posiblemente el mayor acto de rebelión desde la Torre de Babel.
Irónicamente, la esencia del deseo transhumanista —la vida eterna en un plano superior de existencia— es algo que Dios nos ofrece.
La Biblia dice en palabras sencillas: “la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro” (Romanos 6:23). Dios ansía darnos el regalo de la vida eterna. Pero dado que sólo Él “tiene inmortalidad” (1 Timoteo 6:16), es Él quien establece las condiciones para recibirla. Los requisitos han sido los mismos desde la primera vez que se predicó la salvación en nombre de Jesucristo: arrepentimiento, bautismo, obediencia y fe hasta la muerte (Hechos 2:38; Mateo 24:13).
Este regalo de Dios incluye un cambio en la composición de nuestro cuerpo —una mejora increíble— de mortal y físico a eterno y espiritual cuando Jesucristo regrese (Filipenses 3:21).
Pablo escribió acerca de esto con más detalle en 1 Corintios 15:51-53: “He aquí, os digo un misterio: No todos dormiremos; pero todos seremos transformados, en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados. Porque es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad”.
Nadie alcanzará la inmortalidad ni superará los límites humanos a través del transhumanismo. Sólo en el cristianismo encontramos la seguridad de que la muerte no tendrá la última palabra.
Para saber más acerca de lo que ocurrirá con las personas que han muerto, lo invitamos a leer nuestro folleto El último enemigo: ¿Qué sucede realmente después de la muerte?