La inestabilidad social está destruyendo a naciones en todo el mundo, comprobando una vez más que un reino dividido no puede permanecer. ¿Cómo deberían responder los cristianos?

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Manifestantes furiosos arrojando piedras, botellas y otros proyectiles a la policía. Algunos se acercan lo suficiente como para golpear o patear. La policía, con escudos plásticos y macanas, no cede. De repente, mangueras lanzan torrentes de agua que derriban a muchos de los manifestantes.
Ésta es una escena que muchos hemos visto y seguimos viendo en todo el mundo. ¿Qué ha ocurrido con la estabilidad global? ¿Podemos continuar con cada “reino” dividido contra sí mismo?
Más divididos que nunca
Según un informe publicado en 2022 por Verisk Maplecroft, una firma de consultoría y análisis de riesgo, actualmente “el mundo enfrenta un aumento sin precedentes de inestabilidad civil, mientras que todos los gobiernos bregan con los efectos de la inflación de los precios de los alimentos básicos y la energía”.
La revista digital Insurance Business concuerda, afirmando que nuestro “mundo está experimentando un alza de incidentes de disturbio” y ésta nos ha dado signos de ceder en los años recientes.
Si bien estas dos fuentes atribuyen el aumento de la inestabilidad civil a la inflación y la crisis del costo de vida, esos no son los únicos factores. Las divisiones políticas, culturales y religiosas también están transformando a los vecinos y colegas en enemigos.
El egoísmo plaga nuestra sociedad actual y conduce a la división en todos los aspectos de la vida.
En una encuesta de Ipsos realizada para el canal de televisión BBC en 2018, las razones de división más citadas fueron: 1) diferentes visiones políticas; 2) diferencias entre ricos y pobres; 3) tensiones entre inmigrantes y nativos; y 4) diferencias religiosas.
En 2023, el informe anual de riesgo Allianz Risk Barometer identificó otros factores: 1) la actual crisis del costo de vida; 2) la desconfianza en los gobiernos y las instituciones; 3) la creciente polarización; 4) el aumento del activismo; y 5) las preocupaciones climáticas y ambientales.
Luchando por sustento
Sin embargo, la motivación de algunos manifestantes va más allá de las diferencias ideológicas y más bien se centra en la constante amenaza contra su capacidad para ganarse la vida. Sus protestas son un intento desesperado por proteger su sustento.
American Farm Bureau Federation [Federación del Departamento Agrícola de Estados Unidos] explicó la razón de las extensas protestas de agricultores en Europa de esta manera: “A lo largo de toda Europa, los agricultores están pidiendo a los oficiales de la UE que atiendan sus preocupaciones en cuanto a los precios y las reglas burocráticas que limitan su capacidad de producir alimentos y prosperar”.
Las protestas están ocurriendo en toda Europa. En Polonia, los agricultores han intentado bloquear las importaciones de productos a menor costo desde Ucrania. Y otras protestas han surgido por el continente, desde Bélgica en el norte, hasta Italia y Grecia en el sur, España en el oeste y República Checa en el este.
Un electorado dividido contra sí mismo
La política es otra fuente arraigada de división. El grado del resentimiento político que existe en el mundo se ha evidenciado particularmente durante las elecciones de la última década.
Considere los incidentes que ocurrieron tras las elecciones presidenciales del 2016 y 2020 en Estados Unidos.
En febrero del 2017, un mes después de la investidura del presidente Donald Trump, los manifestantes anunciaron el “Día de no mi presidente” para expresar no sólo su descontento con los resultados de la elección, sino también su negativa a aceptar a la nueva administración como legítima. Miles de manifestantes salieron a demostrar su ira en Nueva York, Los Ángeles y Chicago; y grupos más pequeños se reunieron en otras ciudades, desde Portland, Oregón, hasta Washington, D.C.
Más tarde, tras la elección del 2020, quienes cuestionaron los resultados fueron los de la derecha, y su desconfianza continúa hasta ahora. Una encuesta realizada en el 2023 reveló que 30 por ciento de los votantes aún cree que la elección del 2020 fue un fraude.
Pero esta creciente desconfianza no es exclusiva de los Estados Unidos. Investigadores de la Universidad Británica de Cambridge han relacionado la desilusión del proceso electoral con las diferencias culturales entre áreas rurales y urbanas: “El crecimiento del desencanto en áreas más rurales ha provisto de tierra fértil para los partidos y las causas nacionalistas y populistas, una tendencia que al parecer continuará”.
División en países históricamente estables
En una publicación de blog (2022), el Fondo Monetario Internacional advirtió que “manifestaciones anti gobierno largas y de gran envergadura han ocurrido en algunas economías avanzadas donde la agitación es relativamente inusual, como Canadá y Nueva Zelanda”.
El FMI explicó que su índice de agitación social, Reported Social Unrest Index, aún estaba por debajo de los niveles prepandemia, pero se había elevado hasta “cerca de su nivel más alto desde el inicio de la pandemia” y se esperaba que las agitaciones aumentaran en el futuro.
Sin considerar los problemas específicos o los grupos demográficos involucrados, nuestro mundo está experimentando cada vez más inquietud dentro de los límites nacionales. ¿Puede algún reino permanecer cuando está dividido contra sí mismo?
Palabras de la Biblia
¿De dónde proviene este refrán acerca de un reino dividido?
Hace casi 2.000 años, Jesucristo pronunció estas palabras que ahora se usan para describir a naciones, ciudades y hogares en división (Mateo 12:25). Su comentario se ha convertido en un proverbio moderno.
Abraham Lincoln, quien más tarde se convirtió en el presidente número 16 de los Estados Unidos, usó este refrán bíblico al aceptar su nominación como candidato republicano para el Senado (de Illinois) en 1858. Las divisiones que percibió en ese entonces, pronto condujeron a la guerra civil de 1861.
Pero Jesús no se refería a agitaciones civiles. Sus palabras fueron una respuesta a los comentarios de los fariseos cuando Él echó a un demonio que estaba dentro de un hombre ciego y mudo. Los fariseos atribuyeron el éxito de Cristo a una alianza con Satanás (Mateo 12:24). Entonces Él respondió: “Todo reino dividido contra sí mismo, es asolado, y toda ciudad o casa dividida contra sí misma, no permanecerá” (v. 25).
Sin embargo, este principio se aplica a la capacidad de cualquier entidad política, grupo religioso u organización para seguir existiendo. Ningún país, ciudad, iglesia u hogar puede durar mucho cuando carece de unidad.
Nuestro papel como ciudadanos cristianos
En esta era de odio y división, no siempre es fácil determinar la forma correcta de reaccionar. Por un lado, es muy probable (y correcto) que nos lamentemos por las injusticias que vemos cada día en las noticias. Pero, por otro lado, como cristianos no podemos involucrarnos en la política de este mundo.
El apóstol Pablo advirtió a los cristianos en Filipos acerca del peligro de preocuparse demasiado por “lo terrenal”, recordándoles que “nuestra ciudadanía está en los cielos” (Filipenses 3:19-20).
Como la pequeña manada de Dios, en ocasiones podemos ayudar a quienes han sufrido injusticias, pero no podemos cambiar al mundo ahora. Ése no es nuestro trabajo; y no ocurrirá hasta que Jesucristo comience a reinar sobre la Tierra.
Al mismo tiempo, debemos tener cuidado de no permitir que el cinismo y la amargura nos impidan cumplir nuestra responsabilidad bíblica hacia los gobiernos humanos. En su carta a la congregación de Roma, Pablo escribió que los cristianos debemos sujetarnos “a las autoridades superiores” (Romanos 13:1).
También explicó que “quien se opone a la autoridad, a lo establecido por Dios resiste; y los que resisten, acarrean condenación para sí mismos” (v. 2). Los cristianos primero somos ciudadanos del Reino de Dios, pero también lo somos de los países en los que vivimos.
El balance perfecto
El deber cristiano hacia el Estado no implica aceptar ciegamente todo lo que el gobierno hace. Cuando Pedro y los otros apóstoles se encontraron frente a una corte religiosa judía con cargos por desobedecer una orden directa, Pedro dijo “Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres” (Hechos 5:29).
Obedecer no significa aceptar cualquier injusticia perpetrada por el Estado. Pablo mismo hizo valer sus derechos como ciudadano romano en varias ocasiones (Hechos 16:37; 22:25).
La clave es tener las prioridades correctas. Primero, debemos asegurarnos de estar obedeciendo a Dios, lo cual a veces puede significar desobedecer las leyes humanas. En segundo lugar, debemos obedecer a las autoridades terrenales cuando no se oponen a Dios. Y, finalmente, podemos hacer valer nuestros derechos, pero sólo de una manera que sea apropiada para un hijo de Dios.
Un mundo dividido
En su carta a un joven ministro de quien era mentor, Pablo describió el período previo al regreso de Jesucristo como “peligroso”. El tiempo del fin estará marcado por el egoísmo, que es la causa de las divisiones. Su descripción es vívida y desalentadora:
“También debes saber esto: que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos. Porque habrá hombres amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos, sin afecto natural, implacables, calumniadores, intemperantes, crueles, aborrecedores de lo bueno, traidores, impetuosos, infatuados, amadores de los deleites más que de Dios, que tendrán apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella” (2 Timoteo 3:1-5).
El egoísmo plaga nuestra sociedad actual y conduce a la división en todos los aspectos de la vida. Como cristianos, debemos trabajar para vencer nuestro egoísmo personal y evitar la división innecesaria.
Esto es vital para nuestros matrimonios y familias, donde necesitamos hacer sacrificios personales unos por otros por el bien de la armonía (obviamente, sin transgredir las leyes de Dios). Una familia dividida no puede permanecer.
No podemos convertirnos en otra voz airada clamando por una causa u otra. En cambio, debemos vivir en armonía con nuestras familias, nuestros vecinos y nuestros colegas; y debemos ser buenos ciudadanos, viviendo conforme a “toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mateo 4:4).