De la edición Noviembre/Diciembre 2018 de la revista Discernir

¿Por qué nuestro mundo actual está bajo maldiciones antiguas?

Miles de años atrás se pronunciaron terribles maldiciones, y los efectos se sienten hasta hoy. ¿Por qué y cómo serán removidos finalmente?

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Las películas de terror y la prensa sensacionalista han popularizado las maldiciones antiguas, como la maldición de los faraones que supuestamente persigue a aquellos que saquean, excavan o irrumpen en la tumba de Tutankamón.

Religiones antiguas, como el chamanismo y la brujería llevaban a cabo maldiciones a manera de venganza e incluso maleficios y hechizos que afectaban a individuos desventurados. Ellos realizaban rituales complejos para pronunciar esas maldiciones o para intentar quitarlas.

La mayoría de la gente hoy en día considera públicamente que esos “hocus-pocus” son entretenidos, aunque muchos albergan secretamente supersticiones en los oscuros recovecos de sus mentes.

Pero existen maldiciones antiguas que son completamente ciertas. No son ni por venganza ni al azar. El Dios Creador las pronunció para enseñarnos causa y efecto. De hecho son evidencia del amor de Dios y de su deseo de que cambiemos para evitar las consecuencias del pecado.

Causa y efecto

La Biblia nos muestra claramente que nuestras acciones tienen consecuencias. Existe una causa (o causas) para cada efecto. Y esto está demostrado de una manera contundente en los capítulos donde encontramos listas de bendiciones y maldiciones —Levítico 26 y Deuteronomio 28.

Dios nos dio sus leyes para nuestro bien. Obedecerlas nos trae automáticamente buenos resultados y bendiciones (aunque a veces no sea inmediatamente). Desobedecerlas —ir en contra de la manera en que Dios vive y quiere que vivamos; elegir pensamientos y acciones retorcidas y destructivas— traerá malos resultados automáticamente (aunque, de nuevo, no siempre inmediatamente). El desagrado de Dios por el pecado es también para animarnos a cambiar —para nuestro propio bien.

Veamos cómo Dios introduce las bendiciones por la obediencia en Levítico 26:

“Si anduviereis en mis decretos y guardareis mis mandamientos, y los pusiereis por obra, yo daré vuestra lluvia en su tiempo, y la tierra rendirá sus productos, y el árbol del campo dará su fruto…

“Y yo daré paz en la tierra, y dormiréis, y no habrá quien os espante; y haré quitar de vuestra tierra las malas bestias, y la espada no pasará por vuestro país…

“Porque yo me volveré a vosotros, y os haré crecer, y os multiplicaré, y afirmaré mi pacto con vosotros… y andaré entre vosotros, y yo seré vuestro Dios, y vosotros seréis mi pueblo” (vv. 3-4, 6, 9, 12).

Lea los versículos intermedios para tener una perspectiva completa de las hermosas bendiciones que Dios quiere compartir con nosotros.

Después, Dios muestra las maldiciones por desobediencia: “Pero si no me oyereis, ni hiciereis todos estos mis mandamientos” (v. 14). A continuación encontramos una lista de maldiciones dolorosas, aterradoras y devastadoras que son causadas por la desobediencia (vv. 16-39).

Si el terror, la enfermedad y el hambre no hacen que la gente se arrepienta, vendrán maldiciones aún peores. Vendrán olas y olas de castigos hasta que la gente se vuelva a Dios.Si el terror, la enfermedad y el hambre no hacen que la gente se arrepienta, vendrán maldiciones aún peores. Vendrán olas y olas de castigos hasta que la gente se vuelva a Dios.

Si no lo hacen, Dios describe horribles escenas de hambrunas, canibalismo y cautividad que han venido —y que vendrán— para aquellos que sigan desobedeciendo.

Una emotiva oración

Daniel, quien había sido llevado cautivo, reconoció el poder de estas antiguas profecías en los acontecimientos de sus días. Él vio que los pecados de su nación los habían llevado al castigo del cautiverio por los babilonios.

Después de casi 70 años en Babilonia él también identificó una profecía específica que aparece registrada en Jeremías, que decía que la cautividad de Judá iba a durar 70 años (Daniel 9:2; Jeremías 25:11-12; 29:10-14).

Entonces Daniel tomó en serio el mensaje de Dios a los que estaban sufriendo los castigos de la antigua maldición: “Y confesarán su iniquidad, y la iniquidad de sus padres, por su prevaricación con que prevaricaron contra mí; y también porque anduvieron conmigo en oposición, yo también habré andado en contra de ellos, y los habré hecho entrar en la tierra de sus enemigos; y entonces se humillará su corazón incircunciso, y reconocerán su pecado. Entonces yo me acordaré de mi pacto con Jacob, y asimismo de mi pacto con Isaac, y también de mi pacto con Abraham me acordaré, y haré memoria de la tierra” (Levítico 26:40-42).

Dios prometió recordar su pacto con ellos —si se arrepentían humildemente. Y personalmente, Daniel hizo eso. Su oración humilde y sincera nos brinda un excelente ejemplo para estos días.

“Y volví mi rostro a Dios el Señor, buscándole en oración y ruego, en ayuno, cilicio y ceniza. Y oré al Eterno mi Dios e hice confesión diciendo: Ahora, Señor, Dios grande, digno de ser temido, que guardas el pacto y la misericordia con los que te aman y guardan tus mandamientos; hemos pecado, hemos cometido iniquidad, hemos hecho impíamente, y hemos sido rebeldes, y nos hemos apartado de tus mandamientos y de tus ordenanzas…

“Oh Eterno, nuestra es la confusión de rostro, de nuestros reyes, de nuestros príncipes y de nuestros padres; porque contra ti pecamos. Del Eterno nuestro Dios es el tener misericordia y el perdonar, aunque contra él nos hemos rebelado…

“Conforme está escrito en la ley de Moisés, todo este mal vino sobre nosotros; y no hemos implorado el favor de Jehová nuestro Dios, para convertirnos de nuestras maldades y entender tu verdad. Por tanto, el Eterno veló sobre el mal y lo trajo sobre nosotros; porque justo es Jehová nuestro Dios en todas sus obras que ha hecho, porque no obedecimos a su voz…

“Oye, Señor; oh Señor, perdona; presta oído, Señor, y hazlo; no tardes, por amor de ti mismo, Dios mío; porque tu nombre es invocado sobre tu ciudad y sobre tu pueblo” (Daniel 9: 3-5, 8-9, 13-14, 19).

Estos pasajes son una muestra de la oración de arrepentimiento de Daniel, pero él tenía mucho más que decir. Vale la pena leer y meditar en toda la oración, ya que se puede aplicar a nuestro mundo también. Nuestra sociedad ha rechazado a Dios y a sus leyes y su maldad está aumentando, aunque algunos pocos están arrepintiéndose y volviéndose a Dios. La gente continúa pecando y sigue cargando las antiguas maldiciones, mientras que el arrepentimiento les permitiría evitar las mortales consecuencias.

Cumplimiento en los tiempos del fin

La Biblia es muy clara al decir que esto va a ocurrir de nuevo —y va a ser peor que antes.

El pecado siempre ha estado presente, pero Dios predijo que seguiría aumentando en los tiempos del fin. Jesús comparó el tiempo en el que se incrementaría la maldad justo antes de su regreso, con los tiempos de Noé (Mateo 24:37-39; vea nuestro artículo “Como en los días de Noé: advertencias para nuestros días”).

Jesús incluso le advirtió a sus seguidores: “y por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará” (Mateo 24:12). La maldad —rechazo de las leyes de Dios— y el egoísmo, son características de nuestra época.

El listado que hace el apóstol Pablo de las actitudes en el final de los tiempos parece sacada de nuestros titulares: “Porque habrá hombres amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos, sin afecto natural, implacables, calumniadores, intemperantes, crueles, aborrecedores de lo bueno, traidores, impetuosos, infatuados, amadores de los deleites más que de Dios” (2 Timoteo 3:2-4).

El pecado —quebrantar las leyes provechosas de Dios— automáticamente lleva al dolor, al sufrimiento y a la muerte. Por supuesto los resultados no son siempre inmediatos, lo que lleva a muchos en este mundo a estar bajo la influencia del maligno y pensar que pueden escapar de las consecuencias (Eclesiastés 8:11; 1 Juan 5:19; vea también Salmo 73 y nuestro artículo “Cuando la vida no tiene sentido”).

Los terribles resultados del pecado son inexorables e ineludibles. La ley de causa y efecto va a llevar a la humanidad al borde de la autodestrucción.Pero los terribles resultados del pecado son inexorables e ineludibles. La ley de causa y efecto va a llevar a la humanidad al borde de la autodestrucción.

Jesús explicó que “porque habrá entonces gran tribulación, cual no la ha habido desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá. Y si aquellos días no fuesen acortados, nadie sería salvo; más por causa de los escogidos, aquellos días serán acortados” (Mateo 24:21-22).

Por el bien de los escogidos

¿Quiénes son esos escogidos? La palabra griega eklektos significa “recogido, escogido” (Diccionario griego de Thayer). El pueblo escogido de Dios ha respondido a su llamado —se ha arrepentido, fue bautizado y recibió el Espíritu Santo (Hechos 2:38; Romanos 8:14, 28-33).

Ellos son guiados por el Espíritu para vivir el camino de Dios: “Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia; soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a otros si alguno tuviere queja contra otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros. Y sobre todas estas cosas vestíos de amor, que es el vínculo perfecto” (Colosenses 3:12-14). Este camino contrasta totalmente con las actitudes egoístas de los tiempos del fin que vimos anteriormente en 2 Timoteo 3.

Los escogidos “claman a él día y noche” (Lucas 18:7)  —como Daniel clamaba por él y por su pueblo. Ellos “gimen y claman a causa de todas las abominaciones” que se cometen en este mundo (Ezequiel 9:4) y oran con fervor para que el Reino de Dios venga (Mateo 6:10; vea “Venga tu Reino”)

Y por el bien de ellos, Dios acortará esos días. ¡Ellos tienen una labor vital para salvar al mundo!

Si Dios lo está llamando para que sea uno de esos escogidos, usted debe responder. Nuestro folleto gratuito ¡Cambie su vida! explica muchos de los pasajes bíblicos clave acerca de cómo responder a este llamado.

Dios quiere que cada uno de nosotros aprenda a evitar estas maldiciones cambiando, arrepintiéndose y obedeciendo sus leyes.Dios quiere que cada uno de nosotros aprenda a evitar estas maldiciones cambiando, arrepintiéndose y obedeciendo sus leyes. Si hacemos esto también recibiremos las maravillosas bendiciones que Él prometió. A medida que vamos aprendiendo a elegir las bendiciones y a rechazar el pecado, nos estaremos preparando para enseñarle a los demás a hacer lo mismo.

El final de la historia

Si usted lee hasta el final del libro, se dará cuenta de que mientras existan los seres humanos, las antiguas maldiciones y bendiciones seguirán vigentes. Seguirán las maldiciones por quebrantar las leyes beneficiosas de Dios, con la muerte eterna como su castigo definitivo (Apocalipsis 21:8). Dios no va a permitir que alguien que decida pecar siga trayendo maldiciones sobre él y sobre los demás por la eternidad.

Pero al final, las bendiciones prevalecerán. Apocalipsis 22:14 dice: “Bienaventurados los que lavan sus ropas, para tener derecho al árbol de la vida, y para entrar por las puertas en la ciudad”. ¡Serán bienvenidos en gran manera en la gloriosa Nueva Jerusalén como miembros de la bendita familia de Dios por la eternidad!

“Y no habrá más maldición; y el trono de Dios y del Cordero estará en ella, y sus siervos le servirán” (v. 3).

En vez de maldiciones, habrá bendiciones asombrosas: “Me mostrarás la senda de la vida; En tu presencia hay plenitud de gozo; Delicias a tu diestra para siempre” (Salmos 16:11).

¡Elija las bendiciones —elija la vida!

Nuestros folletos gratuitos ¡Cambie su vida! y Los Diez Mandamientos: todavía importan pueden ayudar. Lo animamos a que los descargue hoy y aprenda más acerca del camino que lleva a las bendiciones.

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