¿Qué está pasando con nuestros suministros de agua? ¿Afectará la escasez nuestra salud y la economía y conducirá a más conflictos? ¿Qué dice la Biblia acerca de los problemas futuros del agua?
Desafortunadamente, nuestros suministros están disminuyendo cada vez más. En la actualidad, el mundo está sufriendo una serie de crisis relacionadas con el agua, a medida que las represas se secan y los lagos descienden a niveles históricos.
Al menos 50 mil ríos de los que existían en China en los años noventa han desaparecido, completamente drenados por fábricas o actividades agrícolas. Las reservas de emergencia de Pakistán han bajado al punto de alcanzar para sólo 30 días (muy por debajo de los mil días recomendados en países semiáridos); y el verano pasado, la cuenca este del Mar de Aral se secó por primera vez en 600 años.
Por otro lado, la explotación del río Jordán está secando el Mar Muerto hasta el punto de que miles de grutas que antes estaban cubiertas, ahora se asoman en sus orillas. Y en el sudeste de Brasil la sequía es tan grave que algunos han comenzado a hacer hoyos en sus casas para buscar agua y los profesores animan a los niños a lavarse los dientes sin usar agua.
Éstos son sólo algunos ejemplos de la situación mundial. Según el Informe de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo de los Recursos Hídricos en el Mundo 2015, cerca de 1,2 miles de millones de personas (casi un quinto de la población mundial) vive en áreas en las que hay escasez física de agua -que significa que no hay suficiente agua para cubrir la demanda. Y otras 1,6 miles de millones de personas (casi un cuarto de la población mundial) se enfrentan a escasez económica de agua -falta de infraestructura para usar el agua disponible.
Si bien la región más afectada es el Medio Oriente, la escasez también se ha venido sintiendo desde hace mucho en gran parte del África subsahariana y del norte, ya sea por sequía, escasez económica o ambas —y cada vez más países de Occidente están sintiendo la tensión.
California lleva ya cuatro años de una sequía sin precedentes que ha disminuido sus aguas subterráneas y depósitos a niveles récord. La mala gestión de tierras y las sequías han convertido gran parte del sur de España en casi un desierto, haciendo que los agricultores peleen por la poca agua que queda. Y Queensland, Australia, está enfrentando su sequía más generalizada, con una cifra sin precedentes de ganado que ha tenido que ser sacrificado.
Según el Banco Mundial, hoy en día hay 80 países gravemente afectados por la falta de agua. Además del Medio Oriente y África, las regiones con más problemas son el sur de Australia, el occidente de los Estados Unidos, Asia Central, el sur de India, Bangladesh, el norte de China y partes de Sudamérica y México.
Y todo indica que, si no se toman medidas drásticas, la escasez de agua empeorará.
Aunque es cierto que la mayor parte de nuestro planeta está cubierto por agua, solo un 2,5 por ciento es agua dulce y “de eso, sólo un tercio está disponible para ser usada… El resto está encerrado en glaciares, casquetes polares o lugares demasiado profundos”, explica Andrew Maddocks, coordinador de comunicaciones y divulgación del Programa de Agua del Instituto de Recursos Mundiales. “El porcentaje de agua dulce que está en la superficie o lo suficientemente superficial para llegar a ella es minúsculo”.
Esa agua es esencial para la vida y va disminuyendo cada día.
Factores de la crisis
¿Qué hay detrás de esta crisis global del agua?
Crecimiento demográfico
En el siglo XX la población mundial pasó de 1,7 a 6,6 miles de millones de personas, en tanto que el suplemento de agua sigue siendo el mismo.
En palabras simples, “Si tenemos 300 litros de agua por persona y la población se duplica, ahora sólo tenemos 150 litros por persona”, explica Aaron Wolf, profesor de geografía de la Universidad Estatal de Oregón y director del proyecto Transboundary Freshwater Dispute Database [Base de datos internacional del debate acerca de aguas dulces]. “Mientras más gente haya en el mundo, menos agua habrá para cada quien”.
Actualmente, 70 por ciento del agua fresca disponible en el mundo está dedicado a la agricultura. Como dice Maddocks: “El aumento de la población implica mayores requerimientos de agua… Cultivos como el maíz, la soja, la cebada y el trigo necesitan de grandes cantidades de agua para su irrigación. A medida que la población aumenta, también aumenta la demanda de estos cultivos y, por ende, aumenta la demanda de agua”.
Según el Banco Mundial, la población mundial está aumentando en 80 millones al año, y se estima que para el 2050 habrá alcanzado 9,5 miles de millones. Dado que las ciudades serán las áreas con mayor incremento, los suministros urbanos de agua serán los más afectados.
Además, los informes de la ONU indican que aproximadamente 93 por ciento del crecimiento urbano ocurre en países en desarrollo, y se estima que la población urbana de África subsahariana (la región en desarrollo más extensa) se habrá duplicado para el 2030. Olcay Ünver, subdirector de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación, División de Tierra y Agua, advierte que si no actuamos ahora, “esto no sólo acabará con sus ya escasos suministros, también se traducirá en más poblaciones marginales, y con ello habrá mayor contaminación del agua”.
Mayor demanda
Además, durante el siglo pasado el consumo de agua por persona se duplicó. Según Ünver, esto se debe a un aumento general de la prosperidad. “A medida que la gente supera la pobreza, también se alimenta más (come, por ejemplo, tres comidas al día, en lugar de una o dos) y consume más carne (cuya producción requiere de más agua que la de granos y vegetales)”.
Por otro lado, la “nueva clase media” está comprando más lavadoras, lavavajillas, duchas, inodoros, piscinas, etcétera, y más bienes como ropa, artículos electrónicos y automóviles (cuya producción requiere de agua).
Todo esto, a su vez, ha aumentado los requerimientos energéticos y, como afirma Adeel, “Se necesita agua para producir cualquier tipo de energía”. De hecho, producir electricidad a partir de energía nuclear o combustibles fósiles, así como extraer gas natural por fracturación hidráulica, requiere de grandes cantidades de este recurso.
Sobreexplotación de aguas subterráneas
Para enfrentar la escasez de agua, los gobiernos han optado por valerse cada vez más de suministros subterráneos. Ünver advierte: “en muchas regiones secas del mundo, estamos drenando estas aguas escondidas (y mayormente no renovables) a niveles insostenibles, lo cual pone en peligro nuestro futuro”.
Esto es precisamente lo que sucede en el occidente y centro de los Estados Unidos, el norte de China, India, Pakistán, Bangladesh, Irán, México y Europa.
La ONU estima que sólo en los últimos 50 años la extracción de aguas subterráneas se ha triplicado a nivel mundial. Y, como dice Maddocks, uno de los mayores problemas es que “en la mayoría de los lugares, es imposible saber cuánta agua subterránea hay. Es como sacar dinero de una cuenta bancaria sin saber cuánto dinero tenemos”. Mientras tanto, todos siguen sacando agua como si fuera infinita.
Steven Downey, jefe de comunicaciones de la Asociación Mundial del Agua, agrega: “Pueden pasar cientos (y en algunos casos miles) de años antes de que el ciclo hidrológico reabastezca los acuíferos. En términos prácticos, dondequiera que se estén sobreexplotando los acuíferos, la gente se está acabando toda el agua que tendrá”.
Mala gestión de recursos
El agua también se está perdiendo por falta de buena infraestructura, y no sólo en los países en vías de desarrollo. Según la American Water Works Association [Asociación norteamericana de servicios de agua], cada año se pierden al menos 7,6 billones de litros de agua (una sexta parte del agua tratada en los Estados Unidos) por mala gestión.
“Muchas de las grandes ciudades de los Estados Unidos tienen sistemas de alcantarillado y tratamiento de aguas de más de 100 años (o al menos décadas) de antigüedad, lo cual se traduce en muchas fugas, tuberías rotas o agrietadas y otras deficiencias”, dice Maddocks. “Tal vez no sea mucho comparado con lo que se gasta en agricultura o energía, pero sigue siendo un problema”.
En el ámbito de la agricultura también hay ineficiencias de este tipo, al punto de que 70 por ciento del agua utilizada por los agricultores nunca llega a las cosechas porque se pierde en las fugas de los canales de riego (Instituto Internacional de Gestión del Agua).
Lamentablemente, muchos países no tienen fondos suficientes para mejorar sus sistemas de riego con el fin de hacer más eficiente su irrigación y evitar las pérdidas.
Cambio climático
Ünver también explica que “los cambios en los patrones climáticos están generando grandes alteraciones en el ciclo hídrico”; el agua se está “redistribuyendo” globalmente a través del ciclo del agua, de tal forma que mientras en algunos lugares del mundo vemos inundaciones y monzones inusuales, otros lugares se vuelven cada día más propensos a la sequía.
Tanto la gravedad como la frecuencia de eventos climáticos extremos han aumentado evidentemente en los últimos años, agrega Downey. Y es obvio que las sequías causan escasez de agua, pero las inundaciones y las tormentas también pueden dañar infraestructuras de depósito y abastecimiento.
“La infraestructura de abastecimiento de muchos países pobres es bastante débil. Una tormenta de grandes proporciones podría arrasar con sus represas de barro y destruir las cisternas de sus techos”, continúa. “Aun en un país rico como los Estados Unidos vimos al huracán Katrina destruir los diques de contención”, y, “sea cual sea el país, las aguas de una inundación llevan muchos contaminantes que pueden terminar en fuentes de agua dulce tales como las fuentes subterráneas”.
Contaminación
Los residuos industriales y aguas residuales urbanas o agrícolas agravan el problema. “No sólo nos estamos quedando sin agua, sino también sin agua limpia”, afirma Wolf.
En los Estados Unidos, 40 por ciento de los ríos y lagos están demasiado contaminados para usarse; y lo mismo sucede en China, donde 70 por ciento de los ríos y lagos son depósitos de residuos industriales y casi 60 por ciento del agua subterránea está contaminada. En los países en desarrollo, aproximadamente 90 por ciento de las aguas residuales terminan en ríos u otras vías fluviales prácticamente sin haber sido tratadas, y casi la mitad del agua dulce de Europa tiene niveles peligrosos de toxinas químicas.
La lista podría continuar.
Las consecuencias
Obviamente todo esto es preocupante, pero ¿cómo nos afecta?
Problemas de salud
Una de las peores consecuencias tiene que ver con la salud. Como explica Wolf: “En los países en desarrollo es común que la gente no tenga acceso a agua potable y simplemente use lo que tiene a la mano, aun si es agua sucia”. De hecho, Wolf estima que cada año mueren entre cinco y 10 millones de personas por enfermedades relacionadas con el agua.
Si la escasez empeora, pronto tampoco habrá suficiente agua para satisfacer la demanda de los cultivos, y cada vez más gente sufrirá de hambre o desnutrición.
El Instituto Internacional de Gestión del Agua estima que para el año 2030 los agricultores tendrán la mitad del agua que ahora tienen disponible —lo cual es paradójico si se tiene en cuenta que para entonces la demanda global de comida habrá aumentado 50 por ciento.
Consecuencias económicas
Otro de los efectos se sentirá en la economía. La escasez de agua puede obstaculizar la producción de energía, y esto a su vez genera un efecto dominó que dificulta el funcionamiento de negocios e industrias. Un claro ejemplo es la sequía que Sao Paulo, Brasil, enfrentó en los años 2001 y 2002.
“Durante esa sequía”, relata Maddocks, “los niveles de las represas disminuyeron al punto de que no podía generarse suficiente energía eléctrica por el agua que corría en los diques. Esto llevó a que hubiera apagones y racionamiento energético a nivel nacional”, lo que le costó a Brasil casi 1,5 por ciento de su producto interno bruto en el 2001. “Cuando el abastecimiento de agua es incierto, prácticamente todos los sectores de la economía se ven afectados”.
La posibilidad de conflictos
En tercer lugar, la escasez de agua puede generar conflictos geopolíticos.
Buscando la solución
Si bien no hay soluciones rápidas, existen varias alternativas tecnológicas que podrían solucionar nuestros problemas de escasez y contaminación del agua. “La comunidad mundial está muy consciente de la situación del agua y hay tanto tecnologías como soluciones disponibles”, dice Wolf, “es sólo cuestión de recursos y voluntad política”.
Dado que la mayor cantidad de agua es utilizada en la agricultura, se han hecho grandes esfuerzos para que los agricultores implementen sistemas de riego por goteo (que dan a los cultivos sólo el agua que realmente necesitan) y planten cultivos tolerantes a la sequía y salinidad.
Otras estrategias son: mejorar los sistemas de abastecimiento municipales, reparar tuberías para reducir fugas, captar las aguas pluviales, tratar y reutilizar las aguas residuales agrícolas, desalinizar agua de mar, aumentar el uso de energías renovables (como la hidráulica y la solar), y realizar campañas mediáticas para educar a la población en la conservación del agua. Tecnologías innovadoras como la fracturación sin agua, inodoros sin agua y lavadoras más eficientes también podrían contribuir a la solución.
Todos “debemos ser más conscientes acerca de nuestro consumo de agua y usar el agua más eficientemente”, dice Adeel. “Los gobiernos deben mejorar sus políticas internas de agua para que fomenten la eficiencia y la conservación. Las naciones necesitan negociar cosas como alteraciones de ríos y el uso compartido de aguas subterráneas, y no actuar sólo unilateralmente”.
Adeel asegura que, si queremos evitar una crisis de agua realmente “devastadora”, debemos actuar rápido. “Si seguimos haciendo todo como hasta ahora, en 20 años nuestro mundo necesitará 40 por ciento más de agua. Pero, si hacemos los cambios necesarios, podríamos reducir nuestra demanda en ese mismo porcentaje. Es hoy, no mañana, cuando debemos empezar a cambiar”.
Para entender la gran importancia que la Biblia le da a este tema, no deje de leer el artículo relacionado: “El agua en la profecía”.