La misericordia triunfa sobre el juicio

En Santiago 2:13, nos dice que la misericordia triunfa sobre el juicio. ¿Qué significa esto y cómo debería influir en nuestra interacción con otras personas?

Misericordia.

Juicio.

Ambos conceptos se pueden encontrar a lo largo de toda la Biblia y se emplean de diferentes maneras. En ocasiones, podemos imaginarnos la idea de indulgencia cuando oímos la palabra misericordia, y la idea de condena cuando oímos la palabra juicio.

Usar esas definiciones podría llevarnos a ver la misericordia y el juicio como conceptos opuestos que no pueden coexistir —o se recibe misericordia, o se recibe juicio.

El versículo completo de Santiago 2:13, dice: “Porque juicio sin misericordia se hará con aquel que no hiciere misericordia; y la misericordia triunfa sobre el juicio” (énfasis añadido).

¿De que manera, exactamente, triunfa la misericordia sobre el juicio? ¿Está indicando Santiago que el juicio ya no tiene relevancia una vez entra en escena la misericordia?

Analicemos el contexto de “la misericordia triunfa sobre el juicio”

Para tener una mejor comprensión de la frase en cuestión, puede ser útil tener en cuenta los versículos que la preceden. Al final del capítulo 1 de Santiago, dice que un aspecto clave de “la religión pura y sin mácula delante de Dios el Padre” es “visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones” (v. 27). Este principio general que se plantea, es para mostrar compasión a aquellos que están en necesidad —básicamente, debemos mostrarles misericordia, como también lo señala Proverbios 14:31.

Es normal que asociemos el concepto de misericordia con el perdón de alguna persona que comete un error, pero también incluir bondad hacia aquellos que están atravesando por alguna situación difícil sin tener responsabilidad por ello.

Esta sección de Santiago, se enfoca principalmente en el hecho de que debemos mostrar misericordia a aquellos que lo necesitan. Pero las mismas conclusiones generales se aplican con respecto a mostrar misericordia hacia una persona que ha pecado —como veremos más adelante en este artículo.

De todas maneras, una enseñanza muy importante que resalta Santiago 1:27 es que la misericordia debe formar parte de nuestro camino de vida. Dios quiere que seamos amables y compasivos con las personas que nos rodean.

Si usted desea estudiar diferentes aspectos de la misericordia según Dios, lo invitamos a leer nuestros artículos, “Misericordia y gracia: ¿hay alguna diferencia?” y “Bienaventurados los misericordiosos”.

Un ejemplo de juicio sin misericordia

El segundo capítulo de Santiago presenta un escenario especifico que refuerza este principio fundamental de ser misericordiosos. En el versículo 1, encontramos una advertencia en contra de la parcialidad, seguida de un ejemplo de cómo se puede manifestar.

Santiago 2:2-4 dice: “Porque si en vuestra congregación entra un hombre con anillo de oro y con ropa espléndida, y también entra un pobre con vestido andrajoso, y miráis con agrado al que trae la ropa espléndida y le decís: Siéntate tú aquí en buen lugar; y decís al pobre: Estate tú allí en pie, o siéntate aquí bajo mi estrado; ¿no hacéis distinciones entre vosotros mismos, y venís a ser jueces con malos pensamientos?”.

En esta situación descrita por Santiago, un hombre rico y un hombre pobre recibían un trato diferente debido a su condición económica. Esta situación va en contra de la “religión pura y sin macula” que se menciona en Santiago 1:27.

La importancia de la misericordia —mostrar amabilidad y compasión hacía las personas que están en necesidad— debería haber hecho que los miembros de la Iglesia tuvieran la disposición de ayudar al hombre pobre como correspondía. En lugar de esto, al mostrar parcialidad en el juicio “afrentaron al hombre pobre” (Santiago 2:6).

La misericordia y la ley de Dios

Es probable que a los cristianos que Santiago les estaba escribiendo, no fueran tan conscientes de haber mostrado favoritismo con el hombre rico, ya que era algo muy común en ese momento en su sociedad. No obstante, Santiago les recordó que la “ley real” de Dios, establece que, “amarás a tu prójimo como a ti mismo” (v. 8). Continuó diciendo que mostrar parcialidad quebranta la ley, por lo tanto es un pecado (v. 9).

¿Por qué la parcialidad va en contra de la ley de Dios de amar a nuestro prójimo? En la parábola del buen samaritano (Lucas 10:25-37), Jesucristo hace énfasis en que la base de la ley de Dios es el amor. Luego narra la historia de un samaritano que tuvo compasión de un hombre que había sido atacado, robado y dejado a un lado del camino. Como lo señala el versículo 37, el samaritano mostró amor por su “prójimo” —alguien al que él no conocía— al ser misericordioso con esa persona.

Dios quiere que nosotros demostremos esa misma misericordia y amor en nuestras vidas. Él quiere que nosotros estemos dispuestos a mostrar compasión hacia todas las personas con las que interactuamos —independiente del tipo de personas que sean. La discriminación en contra del hombre pobre, dentro del contexto que escribe Santiago, pone de manifiesto una falta de misericordia y de obediencia a la ley de Dios —por ende, era un pecado.

Las bases que Dios tiene para juzgar

En Romanos 6:23 nos dice que si cometemos cualquier pecado, somos acreedores a la pena de la muerte eterna. Sin importar cuan diligentes seamos para obedecer ciertos aspectos de la ley de Dios, no cumplir con un solo aspecto significa que somos culpables de pecado (Santiago 2:20-22) y por lo tanto somos merecedores de la pena de muerte.

Teniendo en cuenta que fallar al mostrar misericordia es un asunto muy serio, Santiago continúa su mensaje instruyendo a su audiencia que debía asegurarse de que sus palabras y acciones fueran consecuentes con “la ley de la libertad” —el criterio por medio del cual Dios se basa para juzgarnos (v. 12).

Contrario a lo que algunas personas creen, el uso que Santiago le da a la palabra libertad no significa que a los cristianos se les ha dado la libertad de quebrantar la ley de Dios, por el contrario, la Biblia deja muy claro que la obediencia a la ley de Dios es un aspecto fundamental para alcanzar la verdadera libertad —que es la libertad de la esclavitud del pecado. (Si usted desea estudiar más detalles acerca de este tema, lo invitamos a leer “Gálatas 5: ¿qué significa ‘yugo de esclavitud’?” y otros artículos relacionados).

Dios utiliza su ley como base para el juicio cuando comienza a llamar a una persona. Esta forma de juicio es un proceso que continua a lo largo de toda la vida de un cristiano. No es la condenación que normalmente imaginamos.

Una condición para recibir misericordia

Si el único factor que determinara nuestro juicio final fuera la obediencia a la ley de Dios, ninguno de nosotros tendría esperanza, ya que todos hemos pecado (Romanos 3:23). ¡Pero Dios no quiere que ninguno de nosotros muera! Su deseo es que todos seamos salvos (1 Timoteo 2:3-4). ¡Él quiere ser misericordioso con todos nosotros!

Pero también quiere que reconozcamos la naturaleza destructiva del pecado y la rechacemos. Él quiere que nos demos cuenta que su camino es el mejor y que debemos avanzar para poder llegar a ser como Él.

Pedro señala una condición muy importante para recibir la misericordia de Dios. Nos dice que Dios no quiere “que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento” (2 Pedro 3:9). La clave para ser perdonados por Dios y evitar la pena de muerte es el arrepentimiento.

El verdadero arrepentimiento implica un cambio en nuestro camino de vida y nuestra forma de pensar —un cambio en nuestra forma de ser. Si pecamos al no mostrar misericordia con los demás, entonces Dios espera que cambiemos esa forma de actuar y de pensar, y sigamos adelante en nuestro esfuerzo por ser misericordiosos así como lo es Él.

Los misericordiosos alcanzarán misericordia

Existen muchos pasajes bíblicos que refuerzan que el punto de ser misericordiosos con las demás personas en todos los aspectos —bondad, compasión, perdón— es vital si esperamos finalmente recibir misericordia de parte de Dios.

  • Mateo 5:7 dice: “Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia”.
  • En la parábola de las ovejas y los cabritos (Mateo 25:31-46), las ovejas fueron recompensadas por su servicio compasivo a los demás —lo que hicieron sin tener en cuenta quienes eran esas personas— mientras que los cabritos fueron condenados por su falta de compasión.
  • En el modelo de oración que Jesucristo les dio a sus discípulos como guia, se nos muestra que la posibilidad de obtener perdón por nuestros pecados depende de si le perdonamos o no a los demás por sus ofensas contra nosotros (Mateo 6:12).
  • La parábola de los dos deudores (Mateo 18:21-35) ilustra vívidamente el hecho de que, ya que Dios está dispuesto a perdonarnos una deuda que nunca podríamos pagar (la pena de muerte por nuestros pecados), asi mismo nosotros deberíamos a estar dispuestos a tener compasión por las demás personas.

A medida que Dios va llevando a cabo su obra en nosotros, irá evaluando que tanto hemos interiorizado su característica de misericordia (y todos los demás aspectos de su carácter). Su ferviente deseo es, que al final de este proceso de juicio, pueda ser misericordioso con todos nosotros cuando sea dictada esa sentencia final para cada persona.

Desde la perspectiva de este período en el cual Dios nos evalúa, la misericordia y el juicio pueden coexistir porque cada uno de nosotros atraviesa por ese proceso de juicio cuando se nos presenta nuestra oportunidad de salvación —y cada uno de nosotros lo hace con la esperanza de recibir la misericordia de Dios.

Pero desde la perspectiva de nuestro destino final —nuestra sentencia definitiva— tendremos dos opciones, o recibiremos misericordia y el don de la salvación o recibiremos la condena a muerte que nos hemos ganado. Esos dos resultados finales no pueden existir simultáneamente.

La misericordia prevalece sobre el juicio

Regresando al segundo capítulo de Santiago, vemos la esencia del asunto resumido en el versículo 13. El versículo comienza: “Porque juicio sin misericordia se hará con aquel que no hiciere misericordia”.

Dentro del contexto del escenario presentado en los versículos anteriores, si los miembros de la Iglesia muestran parcialidad hacia los ricos y no muestran compasión hacia los pobres de su entorno, serán merecedores de la sentencia de muerte eterna a causa de su pecado. Si persisten en ese pecado y se niegan a arrepentirse de su falta de misericordia, no pueden esperar que Dios tenga misericordia alguna hacía ellos.

El versículo 13 concluye con una frase mucho más alentadora: “la misericordia triunfa sobre el juicio”. Esta afirmación refleja el hecho de que, a pesar de la condena de muerte eterna que se nos ha impuesto debido a nuestros pecados, Dios desea fervientemente concedernos su perdón. Si nos arrepentimos y nos esforzamos por ser como Él, Él va a detener esa sentencia que merecemos al final de nuestro proceso de juicio. Va a aceptar la muerte de Cristo en lugar de la de nosotros.

Cuando se trata de la increíble capacidad de Dios para mostrarnos compasión y ofrecernos el perdón, es cierto que su misericordia “triunfa” sobre el juicio final que merecemos.

Los miembros a los que Santiago les estaba escribiendo, si mostraban misericordia y compasión hacia otras personas en sus vidas —y si se arrepentían de cualquier situación en la que no mostraban misericordia— entonces podrían consolarse con la voluntad de Dios de ser misericordioso y librarlos de la pena de muerte.

Esa misma misericordia de Dios está disponible hoy para nosotros.

Mostrar misericordia es de mayor prioridad para Dios que ejecutar el juicio que merecemos por cada error que cometemos. En ese sentido, la misericordia prevalece sobre el juicio.

Pero su misericordia no excluye la posibilidad de que recibamos esa condena si nos negamos a vivir de acuerdo con las normas de Dios. El hecho de que Dios sea misericordioso significa que nos da amplias oportunidades para arrepentirnos. No significa que Él nos concederá indulgencia incondicional a pesar de cualquier cosa que hagamos.

Ser cada vez más parecidos a Dios

Ya que Dios quiere que adoptemos su naturaleza, nuestro objetivo debe ser imitarlo. Debemos dar prioridad a mostrar misericordia hacia los que nos rodean en lugar de juzgar y condenar, incluso cuando somos nosotros los que hemos sido agraviados por otras personas.

Esto no significa que debamos pasar por alto el pecado. Ser misericordioso como Dios implica que queramos dar a los demás la oportunidad de arrepentirse; no implica que seamos condescendientes con el mal o que nos abstengamos de juzgar.

Por ejemplo, Cristo instruyó a Sus discípulos “juzgad con justo juicio” (Juan 7:24). Asimismo, el apóstol Pablo corrigió a los corintios por ser tolerantes con el pecado en su entorno. Mostró que hay situaciones en las que el juicio según Dios implica que nos separemos de quienes practican el mal (1 Corintios 5:1-13).

A veces puede resultar difícil determinar cómo podemos mostrar misericordia de la forma en que Dios espera que lo hagamos y, al mismo tiempo, ejercer correctamente un juicio que esté de acuerdo con Dios. No hay una única fórmula que se pueda aplicar a todas las situaciones; el artículo “7 claves para desarrollar discernimiento espiritual” puede ser útil en nuestros esfuerzos para mejorar en esta área en nuestra vida. Pero un principio clave que debemos tomar en serio es que así como Dios desea mostrarnos misericordia, nosotros también debemos desear poner en práctica el mismo comportamiento en nuestras interacciones con los demás. Debemos amar la misericordia.

Un mensaje de esperanza

Aunque Santiago 2:13 nos advierte que analicemos cómo nos relacionamos con otras personas, también nos proporciona un gran aliciente. A pesar de que cada uno de nosotros se ha hecho merecedor a la sentencia de muerte eterna a causa de nuestros pecados, la misericordia de Dios es tan grande que está dispuesto a perdonarnos cuando nos arrepentimos.

Cuando se trata de la increíble capacidad de Dios para mostrarnos compasión y ofrecernos el perdón, es cierto que su misericordia “triunfa” sobre el juicio final que merecemos. Nuestra responsabilidad es asegurarnos de que también damos prioridad a la misericordia en nuestro trato con los demás.

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