El estancamiento del proceso de paz árabe-israelí parece haber terminado tras una serie de declaraciones de paz entre antiguos enemigos. ¿Qué lograrán estos históricos acuerdos?
El 15 de septiembre del 2020, Estados Unidos, Israel y Emiratos Árabes Unidos (EAU) firmaron una iniciativa de paz histórica.
Fue el primero de los “Acuerdos de Abraham”, nombre que alude al patriarca bíblico reconocido por las tres religiones monoteístas fundadas en Medio Oriente: el cristianismo, el islam y el judaísmo.
Los Acuerdos reconocen el linaje común de los pueblos judío y árabe, aceptan que los judíos como pueblo y fe son nativos de Medio Oriente y establecen relaciones normales entre los países.
Un nuevo mapa hacia la paz
Durante la firma, que se llevó a cabo en la Casa Blanca, el presidente norteamericano Donald Trump dijo que era un momento histórico para la región. “Tras décadas de división y conflicto, hemos marcado el inicio de un nuevo Medio Oriente… Ésta es la paz en el Medio Oriente sin derramar sangre sobre la arena”, agregó el presidente.
El nuevo mapa hacia la paz se creó por medio de una serie de jugadas geopolíticas que los expertos inicialmente desestimaron como errores garrafales que destruirían el papel de los Estados Unidos en las negociaciones de paz en Medio Oriente.
Oponiéndose radicalmente a la diplomacia de sus predecesores, el presidente Donald Trump declaró abiertamente una fusión con Israel y le quitó el financiamiento a organizaciones antioccidentales y antisemíticas que apoyan el terrorismo. En su primer viaje internacional como presidente, además destacó el papel fundamental de la potencia regional de Arabia Saudita.
El señor Trump también se convirtió en el primer presidente estadounidense que ha ido al Muro de los Lamentos (2018) y ha reubicado la embajada de Estados Unidos en Jerusalén.
Un brote de paz
Desde su formación en 1946, Israel se ha visto en constantes conflictos con sus vecinos árabes. La valiente decisión de EAU al romper el hielo y convertirse en el primer país árabe que declara la paz y establece relaciones diplomáticas con Israel décadas después, sería anunciada con shofares en la capital de Dubái. Sorprendentemente, el príncipe de Emiratos Árabes dijo que esperaba recibir un gran número de visitantes para la época de la Pascua.
Estos esfuerzos de paz demostraron ser contagiosos cuando Baréin, Sudán y Marruecos hicieron tratados similares, sumando cuatro países árabes que buscan la paz con Israel en solo cuatro meses.
Benjamín Netanyahu, el primer ministro de Israel, dijo: “Este día es un punto de inflexión en la historia. Es el anuncio de un nuevo ciclo de paz”.
Un vecindario hostil
Sin embargo, ésta no es la primera vez que se han firmado acuerdos de paz entre Israel y países árabes. Las declaraciones pasadas sonaban espléndidas, pero sólo lograron cambios superficiales menores, porque los enemigos no pueden lograr verdadera armonía. Sólo los antiguos enemigos pueden alcanzar la paz.
Actualmente, Israel mantiene una “paz fría” con Egipto y Jordania sin ningún intercambio de turismo o comercio que pueda transformarse en la semilla de una mejor relación.
Los Acuerdos de Camp David, firmados en 1978 por Egipto e Israel, por ejemplo, fueron cruciales. Pero la antigua adversidad de cuando los países estaban en guerra hizo que la prensa estatal egipcia permaneciera hostil hacia el estado judío y que el ejército egipcio siguiera entrenando para una guerra contra Israel. A pesar de ser vecinos contiguos, en el año 2018 Israel ocupaba el número 27 entre los socios comerciales de Egipto según el Banco Mundial.
El tratado de paz que Jordania firmó con Israel en 1994 tuvo una breve luna de miel antes de que la opinión pública decayera drásticamente y el turismo se frenara. Más allá de su cooperación en temas de seguridad, la relación entre ambos países se describe como estable pero fría. Por ejemplo, más de un cuarto de siglo después del celebrado tratado de paz, los diplomáticos israelís que trabajan en Amán salen de su estancia sólo los viernes para trasladarse en convoyes blindados a su hogar Israel.
Nuevas perspectivas, nuevas oportunidades
“Israel es parte del patrimonio de la región”, declaró el ministro de exterior bareiní Khalid bin Ahmed Al Khalifa durante la creación de los tratados. “Los judíos tienen un lugar entre nosotros”. Esto contrasta con el consenso de la Liga Árabe, infamemente conocido como los tres no: no reconocimiento, no negociaciones y no paz con Israel.
El tratado pionero promete gran prosperidad, dado que Emiratos Árabes e Israel son dos de las economías más avanzadas en Medio Oriente. Tradicionalmente considerado como la vibrante puerta hacia el resto de la región, el particular posicionamiento geográfico de EAU en el extremo sur del Golfo Pérsico convierte al país en un puente vital de comercio con el subcontinente indio.
Desde la firma del tratado, las inversiones, el turismo y la cooperación tecnológica se han acelerado a un ritmo frenético. Israel y Emiratos Árabes crearon un fondo de inversiones de $3.000 millones de dólares, conocido como el Fondo de Abraham, para fomentar el intercambio en infraestructura, producción agrícola y proyectos de agua potable.
El atractivo tecnológico de Israel tiene a los países árabes haciendo fila para normalizar sus relaciones con el creativo y emprendedor país, cuya mano de obra es multicultural y educada. Con una de las economías más saludables del mundo, Israel tiene una alta concentración de ingenieros y profesionales doctorados; y, tal como EAU, es una potencia en innovación. Los Acuerdos permiten una interdependencia económica donde todos se benefician, lo cual ayuda a convencer a los vecinos árabes de que el fruto de la paz es prosperidad.
Estados Unidos ha estado trabajando en negociaciones para que más países árabes (especialmente Arabia Saudita, la mayor potencia del Golfo) firmen tratados de paz. Como guardián de la Meca y Medina, las dos ciudades más santas del islam, Arabia Saudita ha fomentado silenciosamente la normalización de las relaciones entre árabes e Israel, mientras que su propia relación con Israel definitivamente ha mejorado.
Describiendo la paz como “nuestra opción estratégica”, la Casa de Saúd incluso ha comenzado a desvincularse de negocios que apoyan el islamismo radical, aunque la monarquía sigue cautelosa ante las percepciones religiosas.
Arenas movedizas
Los Acuerdos de Abraham reflejan un importante cambio en la dinámica regional de los pasados cinco años.
Los Acuerdos de Abraham reflejan un importante cambio en la dinámica regional de los pasados cinco años. Muchas de las grandes narrativas que le dieron forma a la región en el siglo XX han desaparecido a medida que surgen una nueva estabilidad, nueva seguridad y nuevos intereses económicos.
Cuatro estados colapsados de la región (Libia, Yemen, Siria e Irak) se encuentran asolados por la guerra y empobrecidos tras sucumbir en dolorosas guerras civiles. El Líbano, desde hace tiempo la capital financiera del mundo árabe, ha visto su economía (basada en comercio y turismo) aplastada por la pandemia.
Una economía disfuncional, poblaciones crecientes y desempleo son característicos de la región. Si a eso le agregamos un enorme incremento en el porcentaje de árabes menores de 30 años que se identifican como “no religiosos” (demostrado en una encuesta del 2019 por BBC/Arab Barometer donde también se indicó un descenso en la confianza hacia los líderes religiosos), la mezcla es potencialmente explosiva.
Abajo el petróleo, fuera Estados Unidos
Durante décadas el petróleo se ha considerado un recurso finito y vital para la economía mundial. Pero el estancamiento de las ganancias del petróleo ha reducido el poder árabe. Con el descubrimiento de gas natural en sus aguas del Mediterráneo oriental, Israel es ahora autosuficiente en combustibles fósiles. Y gracias a su industria de fractura hidráulica, Estados Unidos se ha convertido en el mayor productor de petróleo y gas natural del mundo, lo cual reduce la vulnerabilidad de Washington frente a eventos en Medio Oriente y le da espacio para retirarse de la región.
La mayor fuerza en las relaciones internacionales es el miedo. “Los árabes”, dice el conocido analista geopolítico George Friedman, “han estructurado su política sobre la suposición de que Estados Unidos garantizará sus intereses e incluso su existencia… Eso sigue siendo una posibilidad, pero lo que Estados Unidos ha hecho es crear una incertidumbre crítica”.
El analista geopolítico de Wall Street Journal, Walter Russell Mead, además observa: “Irónicamente, la pesadilla árabe actual es que la próxima administración estadounidense no apoye lo suficiente a Israel”.
El obstáculo iraní
Sumándose a la inseguridad regional, la elección de Joe Biden como presidente de los Estados Unidos abre la posibilidad de que el país se reincorpore al controversial acuerdo nuclear del 2015, una jugada a la que varios países árabes e Israel se oponen firmemente. Muchos ven en este acuerdo un camino para que Irán obtenga un arma nuclear tan pronto como el plazo expire.
Irán controla el Estrecho de Ormuz, un paso estratégico en la salida del Golfo Pérsico por el que se mueve 20 por ciento del oro negro del mundo. Los mullhas de Terán ya llevan la batuta en la región de la media luna, donde la mayoría de la población es musulmana chiita. Y si Irán logra derrocar a algunas de las monarquías del Golfo que buscan la paz con Israel y toma control de la ciudad santa islámica (Meca), los iraníes podrían intentar legitimar una supremacía teocrática sobre todos los musulmanes de la región y el mundo.
Mientras más se aleja Estados Unidos de Medio Oriente, más valora a Israel el mundo árabe sunita. Cada vez son más los líderes sunitas que comienzan a protegerse contra un posible retiro de Estados Unidos de la región, cerrando filas y aliándose con Israel —el único país con experiencia, intenciones y habilidades para actuar contra un potencialmente armado Irán.
Según el señor Mead, “Los estados del Golfo ven a Israel cada vez menos como un insecto que debe ser aplastado por un renacido poder árabe y más como un león que puede defenderlos de Irán”.
La retórica de la hostilidad
Los Acuerdos de Abraham fueron descritos como “gloriosos” y un “punto de inflexión en la historia” por el primer ministro Benjamín Netanyahu. Pero varios funcionarios palestinos expresaron un rechazo malintencionado, llamándolos una “traición”, una “puñalada en la espalda” y un “día negro” en la historia del pueblo palestino.
A lo largo de la región, el apoyo a los palestinos está muy arraigado. En ocasiones, Palestina ha sido el único punto en el que los líderes árabes logran ponerse de acuerdo. Los tratados de paz pasados, que se basan en el principio de tierra a cambio de paz, fueron continuamente obstaculizados por intrincadas demandas palestinas.
Tras 50 años de llevar esas pesadas cargas, las naciones árabes están dando señales de que también piensan que los palestinos están persiguiendo ilusiones y han perdido muchas oportunidades. Con esto en mente, muchos países han concluido que es más beneficioso hacer a los palestinos a un lado y aliarse estratégicamente con Israel.
La disputa familiar más antigua
Después de 4.000 años, el patriarca bíblico Abraham aún tiene impacto en el Medio Oriente.
Después de 4.000 años, el patriarca bíblico Abraham aún tiene impacto en el Medio Oriente. El tratado de paz lleva apropiadamente su nombre, pues reconoce que árabes y judíos comparten el linaje de esta reverenciada figura y ambos son nativos de la región.
Pero, dado que la diferencia entre la Biblia y el Corán yace en su legado, el actual conflicto religioso y político de Medio Oriente es en esencia una disputa familiar entre los descendientes de Abraham.
Abraham es descrito como un peregrino celoso (Génesis 12:1-7; Hechos 7:2-3; Hebreos 11:8-10) que siguió los mandamientos de Dios en la tierra de Canaán (más tarde llamada “Tierra Prometida” y comúnmente conocida como “la Tierra Santa”). Como muchos en el Medio Oriente actual, el patriarca era muy devoto de su fe, hospitalario y valiente cuando se trataba de proteger a su familia y vecinos (Génesis 14:8-17; 17:11; 18:1-8).
Pero Abraham vivía en una situación compleja y cada vez más antagónica con su esposa Sara y su hijo Isaac, además de la sierva egipcia de Sara, Agar, cuyo hijo Ismael también era hijo de Abraham.
La revelación divina de la Biblia describe a Isaac como el hijo de la promesa que estuvo dispuesto a ser sacrificado (Génesis 22:1-19). Pero la mayoría de los estudiosos islámicos dice que la Biblia está equivocada y fue Ismael (el padre de muchos de los pueblos árabes) quien casi se sacrifica en la historia.
El Corán se sigue alejando de la Biblia cuando dice que Abraham estableció el viaje sagrado a la Meca en una visita a Ismael, donde ambos construyeron el famoso santuario islámico de la Kaaba.
El relato bíblico describe una rivalidad entre Isaac, Ismael y sus descendientes —una “enemistad perpetua” (Ezequiel 35:5) que se remonta muchas generaciones atrás y no terminará con la firma de tratados.
Incontables muertes, mares de sangre y constante sufrimiento han marcado la historia de esta región volátil e inestable por naturaleza. Las oportunidades de un verdadero cambio raramente ocurren en el Medio Oriente, y los Acuerdos de Abraham podrían fracasar rápidamente. Cada día puede traer un nuevo conflicto y los pacificadores de hoy pueden ser los asesinos y traidores de mañana.
A pesar de todo, la enseñanza bíblica es: “Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios.” (Mateo 5:9) y “Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres” (Romanos 12:18).
Como indican los capítulos 12 al 14 del libro de Zacarías, al final de esta era Israel será fuente de una gran controversia y un conflicto que involucrará a todos los países. Esto duradurará hasta que Jesucristo, el “Príncipe de Paz”, regrese para establecer paz permanente en la Tierra (Isaías 9:6-7).
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