Nuestro mundo parece tener muchos líderes, pero no un liderazgo que nos ayude a salir de las crisis. ¿Por qué no podemos encontrar líderes hábiles y justos?
Actualmente, nuestro mundo enfrenta muchas crisis: la crisis por el COVID-19, una crisis de abastecimiento, una crisis inflacionaria, una crisis alimentaria, una crisis de deuda, una crisis de guerra y una crisis medioambiental, por nombrar sólo algunas.
Pero probablemente la peor crisis de todas es nuestra crisis de liderazgo. En tiempos difíciles, el buen liderazgo es esencial para evitar el desastre. Vivimos en un mundo con muchos líderes, pero poco liderazgo real, y hay una razón detrás. ¿Qué está causando la crisis de liderazgo actual?
Pérdida de fe en los líderes
El mundo está cada vez más dividido y tiene cada vez menos confianza en sus líderes. La confianza en las instituciones estadounidenses, por ejemplo, ha ido decayendo desde los setenta. La última encuesta de Gallup arrojó que la tasa de aprobación se encuentra en el punto más bajo de la historia, con sólo 27 por ciento, lo cual es un reflejo de la decadente confianza que las personas sienten hacia las instituciones que las gobiernan.
Gran Bretaña no está mucho mejor: solo 35 por ciento de los ciudadanos británicos confían en su gobierno. La mayoría siente que sus líderes no han atendido sus preocupaciones y carecen de integridad.
Estas estadísticas son el reflejo de sociedades poco saludables, lo que en parte se debe a la carencia de buen liderazgo y la incapacidad de los gobernantes para solucionar los problemas de sus naciones.
Boris Johnson, por ejemplo, fue elegido por su promesa de conducir al Reino Unido exitosamente hacia el Brexit. Pero los desafíos de ese complejo divorcio siguen causando problemas. Ahora, el señor Johnson se vio obligado a renunciar como primer ministro debido a múltiples escándalos.
Otro ejemplo es el ex presidente de Sri Lanka, Gotabaya Rajapaksa, quien fue forzado a renunciar y huir del país el pasado julio porque muchas de sus políticas contribuyeron al desastre económico del Sri Lanka.
Líderes en la historia
A través de la historia, los momentos amenazantes a menudo han sido un terreno fértil para el surgimiento de grandes líderes que rescatan a sus naciones del desastre.
En los Estados Unidos, Abraham Lincoln apareció en el momento en que su país estaba siendo dividido. Su liderazgo sabio y ejemplar ayudó a salvar a la nación de la que probablemente fue su peor crisis.
También el Reino Unido vio el surgimiento de uno de sus mayores líderes en su etapa más oscura. Antes de la Segunda Guerra Mundial, Winston Churchill llamó a la nación a enfrentar a Adolfo Hitler, pero lamentablemente fue ignorado hasta que Hitler comenzó a conquistar Europa. Cuando Churchill se convirtió en primer ministro, reunió a su gente y guio a la nación hacia la victoria, cuando ésta parecía imposible.
Hoy en día nos encontramos nuevamente en un estado de crisis, pero ¿dónde están los líderes capaces e íntegros que necesitamos para salvar al mundo del desastre? Las amenazas y el vacío de liderazgo también pueden preparar el camino para el surgimiento de líderes aún peores.
Características de los malos líderes
Los malos líderes generalmente tienen más de una de las siguientes características:
Hipocresía: Nada parece enojar más a la gente que tener un líder hipócrita. En muchos países, las personas vieron a sus líderes incumplir las estrictas medidas por el COVID-19 que ellos mismos habían impuesto. No estaban dispuestos a seguir sus propias reglas. Jesucristo identificó esta forma de hipocresía —imponer reglas escritas para otros que uno mismo no sigue— como uno de los principales indicadores del mal liderazgo (Mateo 23:4).
Soberbia: Ser soberbio es tener una perspectiva indebida de la propia importancia o superioridad. A menudo una persona soberbia se adjudica el crédito de sus éxitos, pero culpa a otros de sus fallas. Los líderes soberbios creen que tienen todas las respuestas, o bien, escuchan sólo las respuestas que se acomodan a su perspectiva. La Biblia advierte que la soberbia lleva a la destrucción (Proverbios 16:18; compare con Isaías 14:12-15).
Deshonestidad: Desafortunadamente, a menudo asociamos a los políticos (y legisladores) con la mentira. Pero ambas profesiones deberían ser sinónimo de respeto a la ley. A través de la historia, una de las mayores fortalezas de los países de habla inglesa había sido que nadie, ni siquiera sus líderes, estaban por encima de la ley. Pero lamentablemente, hoy en día los líderes prefieren mentir antes que responsabilizarse de sus acciones. Jesús advirtió que eventualmente todo sale a la luz (Lucas 8:17), lo que a menudo les sucede a los líderes del mundo, y como consecuencia se ven forzados a renunciar en desgracia.
Inconsistencia: Los líderes inconsistentes no inspiran a que otros los sigan. Las personas perciben su injusticia cuando no aplican la ley por igual —por ejemplo, cuando tratan con dureza a sus opositores, pero se hacen de la vista gorda si un aliado político tiene las mismas faltas. Hoy en día, es común ver que los líderes favorecen a sus partidarios y tratan a sus detractores como enemigos. La Biblia dice que los líderes deben ser justos e imparciales (Deuteronomio 1:17).
Egoísmo: Los líderes a menudo usan su posición para enriquecerse a expensas del pueblo al que sirven. Dios les advirtió acerca de esta tendencia a los israelitas cuando pidieron un rey que los gobernara (1 Samuel 8:10-18; compare con Deuteronomio 17:16-17). Además, muchos líderes actuales son egocéntricos. Están más preocupados por su popularidad que por tomar decisiones difíciles pero necesarias para el bien de su pueblo. Cuando se enfrentan a una creciente deuda nacional, por ejemplo, muchos líderes prefieren pedir más dinero para complacer a la gente que hacer los recortes necesarios, porque eso lastimaría su popularidad. Uno de los peores errores del rey Saúl fue temer a las personas más que a Dios (1 Samuel 13:8-11; 15:24).
Infantilidad: Recientemente, hemos visto a líderes recurrir a insultos y represalias del estilo ojo por ojo. Ésta es la clase de comportamiento que vemos en los juegos de niños, cuando un niño culpa al otro y grita: “¡tú empezaste!”. Isaías profetizó acerca de un tiempo cuando los líderes maduros serían reemplazados por líderes que se comportan como niños (Isaías 3:1-4).
Causa y efecto
Los malos líderes no surgen de la nada; aparecen por una razón. ¿Cuál es la causa de nuestra crisis de liderazgo?
Desde el principio, Dios le dio a la humanidad libre albedrío para que eligiera seguirlo o desobedecer. Dios les dijo a Adán y Eva que no comieran del árbol de la ciencia del bien y del mal, pero lamentablemente ellos escogieron desobedecer su instrucción. Desde entonces, todos los seres humanos hemos seguido su ejemplo (Romanos 3:10-12).
Dios generalmente nos permite hacer lo que queramos, incluso si muchas de nuestras decisiones son opuestas a su ley. Él no nos obliga a seguirlo. Nos da la oportunidad de aprender por experiencia que guiarnos por nuestras propias decisiones e ideas, sin su dirección, nos conduce al desastre (Proverbios 14:12).
¡La buena noticia es que el buen liderazgo llegará! Jesucristo regresará para ser el líder perfecto que este mundo necesita desesperadamente.
Tenemos el ejemplo del antiguo Israel, la única nación que ha tenido a Dios como su líder. El pueblo rechazó a su Creador y decidió tener un rey como el resto de las naciones, incluso cuando Dios les advirtió que su rey abusaría de su autoridad y buscaría su propio beneficio a expensas de ellos (1 Samuel 8:4-18). Ellos insistieron, y Dios les dio lo que pedían (vv. 19-22).
En nuestro mundo secular actual, muchos han ignorado la mano de Dios en sus vidas y han elegido degradarlo al ámbito de los mitos y las fábulas. En una reciente encuesta de Gallup, hubo un descenso muy significativo en el número de personas que afirmaron creer en la Biblia como la Palabra literal de Dios (el porcentaje se redujo a la mitad con respecto a los años ochenta, pasando de un 40 a un 20 por ciento). Por otro lado, 29 por ciento dice que la Biblia es una colección de fábulas y leyendas registradas por humanos.
Los países modernos están siguiendo los pasos del antiguo Israel. Israel se convirtió en “gente pecadora, pueblo cargado de maldad” (Isaías 1:4). Sus pecados se extendieron a toda la sociedad, desde los niños hasta el liderazgo (vv. 5-6). De hecho, Dios describió a sus líderes diciendo: “Toda cabeza está enferma” (v. 5) —enfermos espiritual y moralmente.
Hoy en día tenemos el mismo problema. Nuestras sociedades se están volviendo pecaminosas desde la cabeza hasta los pies; y las sociedades pecaminosas producen líderes que comparten el mismo problema, a veces incluso peor. A causa de nuestros pecados, Dios no nos ha dado líderes que puedan solucionar nuestros problemas. De hecho, Él mismo advirtió que eventualmente nuestros problemas serían tan grandes que nadie querría gobernar (Isaías 3:1-7).
En momentos difíciles como estos es cuando más necesitamos líderes que sirvan a su pueblo, tomen buenas decisiones y guíen a la gente con integridad.
Ser siervos
Un líder puede marcar una gran diferencia en el destino de una nación. Cuando hay malos líderes en el poder, “el pueblo gime”, pero un líder justo hará que sus gobernados se alegren (Proverbios 29:2). Todos esperamos que nuestros líderes cumplan su deber civil —su deber para con los ciudadanos de la nación.
Jesús hizo un contraste entre dos tipos de liderazgo: el liderazgo de Dios vs. El liderazgo de este mundo. El liderazgo del mundo es básicamente el ejercicio de poder sobre el pueblo. Con demasiada frecuencia los líderes usan su poder para cumplir una agenda personal y enriquecerse. Esta clase de poder corrompe y, a menudo quienes gobiernan de esta manera no quieren dejarlo (Mateo 20:25).
Lamentablemente, algunos de los ejemplos más extremos de liderazgo egoísta y corrupto se encuentran en los países más pobres —aquellos que más necesitan de buenos líderes.
Pero los líderes a la manera de Dios se hacen siervos y trabajan para su pueblo. De hecho, Jesucristo usó una palabra aún más fuerte que “siervos” para describirlos:
“…el que quiera ser el primero entre ustedes deberá convertirse en esclavo. Pues ni aun el Hijo del Hombre vino para que le sirvan, sino para servir a otros y para dar su vida en rescate por muchos” (Mateo 20:27-28, Nueva Versión Internacional). Jesús es el mayor ejemplo de un líder que se sacrificó y sirvió a su gente, aunque eso fuera en perjuicio suyo.
¿Cuáles son los atributos de un buen líder?
Atributos de un buen líder
Uno de los mejores líderes de Israel fue el Rey David, y la Biblia nos señala dos claves de su éxito: David guio a Israel “conforme a la integridad de su corazón, los pastoreó con la pericia de sus manos” (Salmos 78:72).
Los buenos líderes poseen tanto capacidades como integridad. Una persona que tiene un carácter justo, pero carece de destreza, enfrentará muchos desafíos. Una persona que tiene capacidades, pero carece de un carácter justo, eventualmente se convertirá en un mal líder.
Las personas hábiles pueden hablar con elocuencia, ser capaces de organizar y manejar bien a las personas; pero si no poseen integridad, eventualmente abusarán de su poder para su propio beneficio.
Las habilidades pueden desarrollarse, o incluso complementarse con personas que ayudan al líder, pero el carácter sólo se puede desarrollar de una forma personal. Si comparamos a los buenos líderes con los malos, notará que las mayores diferencias son atributos del carácter, no sus habilidades.
La Biblia tiene muchas instrucciones acerca de lo que constituye a un buen líder, un líder que promueve el éxito, la paz y la felicidad, y todas ellas tienen que ver con el carácter.
Por ejemplo:
- El suegro de Moisés le aconsejó nombrar líderes que fueran “varones de virtud, temerosos de Dios, varones de verdad, que aborrezcan la avaricia” (Éxodo 18:21). Los buenos líderes tienen cuidado de poner a personas íntegras al servicio de su gobierno.
- Dios espera que los jueces de un pueblo sean “sabios” y “entendidos”, que “[juzguen] justamente” y “No [hagan] distinción de persona en el juicio” (Deuteronomio 1:13-17; 16:18-19). Ser justo e imparcial es una cualidad esencial para cualquier líder.
- Un líder debía escribir “para sí… una copia” de la ley de Dios y leerla “todos los días de su vida” para que aprendiera a temer a Dios y obedecer sus instrucciones (Deuteronomio 17:18-20). Los buenos líderes saben que deben acatar la ley y que no están por encima de ella.
- Quienes desean seguir a Dios deben huir de “el amor al dinero” y buscar “la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia, la mansedumbre” (1 Timoteo 6:10-11). Los buenos líderes no se guían por la avaricia, sino por firmes principios morales.
La Biblia dice mucho acerca de las características de los buenos líderes. Pero lamentablemente, dado que la mayoría de nuestra sociedad actual rechaza la Biblia, no está siendo liderada por hombres y mujeres que se adhieran a estos principios.
Aprender el liderazgo de Dios
Aunque nuestro mundo carece de buenos líderes, usted puede aprender a liderar con justicia y desarrollar un carácter íntegro en su vida. Puede gobernar sus propios asuntos y aprender a servir a quienes lo rodean.
¡La buena noticia es que el buen liderazgo llegará! Y no sólo un buen liderazgo, sino un liderazgo perfecto.
Jesucristo regresará para ser el líder perfecto que este mundo necesita desesperadamente. Él establecerá el gobierno de Dios que no tendrá fin y traerá paz, prosperidad y felicidad para siempre (Isaías 9:6-7).
Hasta entonces, debemos pedir fervientemente: “Venga tu reino” (Mateo 6:10).