A lo largo de su ministerio, Jesucristo predicó acerca del Reino de Dios. ¿Cómo debería ese conocimiento cambiar nuestras vidas ahora?
Jesucristo y la Iglesia del Nuevo Testamento predicaron acerca del Reino de Dios —un Reino literal que se establecerá en la Tierra cuando Cristo regrese.
En su discurso registrado en Hechos 3:21, Pedro describió el cambio de los gobiernos humanos por el gobierno de Dios como “los tiempos de la restauración de todas las cosas, de que habló Dios por boca de sus santos profetas que han sido desde tiempo antiguo”. (Para descubrir más acerca del futuro Reino de Dios, lea “¿Qué es el Reino de Dios?”.)
La Biblia muestra claramente que el Reino de Dios aún no ha llegado. Pero también nos enseña que ese Reino debería estar cambiando nuestra vida ahora.
El Reino debería cambiar nuestra visión del mundo
Una de las cosas que deberían cambiar cuando comenzamos a creer en las buenas noticias del Reino de Dios es nuestra perspectiva del mundo que nos rodea. Este mundo físico es lo único que conocemos por experiencia personal. Pero, si bien hay cosas buenas en el mundo, con el llamamiento de Dios y nuestro entendimiento del Reino nos damos cuenta de que todo (todo lo que podemos ver, escuchar, tocar, saborear y oler) es temporal. Mucho de lo que pensábamos que podría hacernos felices, en realidad nos deja vacíos e insatisfechos.
Aprender acerca del Reino de Dios y entender que nuestra vida física no es el fin de todo puede traernos mucho gozo.
Al mismo tiempo, comenzamos a entender que no deberíamos poner nuestra esperanza en este mundo, que tan a menudo nos decepciona. Cristo les advirtió a sus seguidores: “No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan” (Mateo 6:19).
En cambio, deberíamos hacernos “tesoros en el cielo” (v. 20), es decir, trabajar por los tesoros espirituales que ahora se encuentran en el cielo. Dios nos observa y nos recompensará de acuerdo con nuestra conducta cuando Jesucristo regrese. Contrario a lo que muchos piensan, el cielo no es un destino para la vida después de la muerte. (Para más información acerca de este tema, le invitamos a leer “¿Vivirá usted en el cielo por toda la eternidad?”.)
Cambiar nuestra perspectiva también juega un papel importante. Una vez que decidimos “[buscar] primeramente el reino de Dios y su justicia” (v. 33), transformamos nuestras expectativas del futuro; y, como resultado, deberíamos comenzar a cambiar nuestro comportamiento ahora.
El mensaje del Reino debería llevarnos al arrepentimiento
Cristo enseñó que la venida de su Reino debería motivarnos a arrepentirnos (Mateo 4:17). El arrepentimiento es más que sentirnos culpables o tristes. Según Vine’s Complete Expository Dictionary [Diccionario expositivo completo de Vine], arrepentirnos significa “‘cambiar de opinión o de propósito, en el Nuevo Testamento involucra siempre un cambio a mejor, una enmienda”.
Entonces, el verdadero arrepentimiento incluye la determinación de cambiar nuestro comportamiento —de dejar de pecar y en cambio obedecer las leyes de Dios.
A Dios no le agrada castigar a los pecadores, sino que desea verlos “[abandonar] su mala conducta” (Ezequiel 18:23, Nueva Versión Internacional).
Cristo advirtió: “si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente” (Lucas 13:3). El arrepentimiento es necesario para cualquiera que desee entrar en el Reino de Dios. El Reino no podría ser un lugar de gozo universal si estuviera lleno de pecadores desdichados que no se arrepienten (1 Corintios 6:8-10).
El verdadero arrepentimiento no ocurre de la noche a la mañana; es un proceso de toda la vida. (Lo invitamos a descubrir más en el folleto ¡Cambie su vida!)
El Reino requiere de trabajo
Como ocurre con cualquier tarea desafiante, cambiar nuestro comportamiento requiere que trabajemos. Aunque el perdón de pecados sólo es posible a través de la sangre de Jesucristo (Romanos 3:23-26; Hebreos 9:13-15), Jesús dejó claro que cada uno de nosotros tiene un trabajo que hacer.
Nuestra responsabilidad personal se describe en muchas de las parábolas acerca del Reino. Cuando les explicó a sus discípulos la interpretación de la parábola del sembrador, Cristo dijo que quien “oye y entiende la palabra, y da fruto” (Mateo 13:23) es quien entrará al Reino.
Esta responsabilidad también es clara en la parábola de las ovejas y los cabritos. Quienes viven sin preocuparse por los demás, no heredarán el Reino (Mateo 25:31-46).
Además, es posible que hagamos lo que para nosotros son grandes obras, pero que en realidad no significan nada, como dijo Cristo en su Sermón del Monte: “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos” (Mateo 7:21). Quienes quieren decidir por sí mismos qué obras deberían considerarse buenas, escucharán: “Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad” (v. 23).
Entonces, ¿cómo podemos saber qué obras son aceptables para Dios?
El mensaje del Reino debería motivarnos a aprender durante toda la vida
Aprender a vivir de forma altruista exige esfuerzo y podría intimidarnos. Pero debemos esforzarnos por entrar al Reino (Hebreos 4:11) y para ello necesitamos ser diligentes para permanecer en contacto con Dios por medio de las herramientas que Él nos provee.
La más importante de esas herramientas es la oración, a través de la cual tenemos la posibilidad de acercarnos confiadamente al trono mismo de Dios (v. 16).
Otra herramienta vital que Dios nos da es su Palabra, la Biblia. A través de las Escrituras, conocemos el carácter de Dios, su plan y su voluntad para nuestras vidas. Aprendemos sus leyes, las cuales nos guían día tras día y en el proceso adquirimos entendimiento y sabiduría. La Biblia es el medio principal por el que Dios se comunica con nosotros.
Cuando estudiamos su Palabra, Dios nos enseña y corrige (2 Timoteo 3:16-17). Él nos santifica —nos aparta— en su verdad a través de la Biblia.
Otro elemento vital en el camino de nuestra preparación para el regreso de Cristo y el establecimiento de su Reino es la comunidad de la Iglesia —no cualquier iglesia, sino aquella que obedece las enseñanzas de Jesucristo. (Para leer más acerca de la Iglesia, lo invitamos a descargar nuestro folleto gratuito ¿Dónde está la Iglesia que Jesucristo edificó?)
A través de la comunidad de los creyentes, encontramos una guía a medida que aprendemos qué es importante en nuestra preparación para el Reino de Dios.
El mensaje del Reino nos cambia a nosotros, no al mundo
La forma en que nos comportamos ahora es importante, pero siempre debemos recordar que no podemos cambiar al mundo solos. Por mucho que quisiéramos ver el Reino de Dios en la Tierra ahora, debemos confiar en el tiempo de Dios, sabiendo que Cristo no lo establecerá antes de su regreso.
¿Por qué importa nuestra conducta entonces?
Cuando obedecemos, demostramos nuestra lealtad y sumisión a Dios. Y sólo así Él puede confiar en que seremos miembros fieles de su gobierno y familia en el futuro.
¿Le gustaría ser parte de ese maravilloso futuro en el Reino de Dios? Si es así, permita que la esperanza del Reino cambie su vida ahora.
Además, tenemos un importante papel en la predicación del evangelio al mundo. Dios nos ordena no sólo predicar el mensaje del evangelio, sino también enseñar a las personas a “que guarden todas las cosas que [Él ha] mandado” (Mateo 28:19-20).
Pero no seremos efectivos en esto si primero no demostramos obediencia nosotros mismos. La forma en que nos comportamos es igual de importante que lo que enseñamos. Es a través de nuestra obediencia que nos convertimos en “embajadores en nombre de Cristo” (2 Corintios 5:20).
Nuestros esfuerzos deben estar centrados en servir a Dios, lo que a veces implica servir a otros. Sin embargo, no debemos cometer el error de pensar que podemos cambiar al mundo que nos rodea, ya sea a través del servicio o de la política. Con nuestro servicio, podemos dar a las personas una pequeña muestra temporal de cómo será el Reino de Dios; pero el cambio real que este mundo necesita llegará sólo cuando Cristo establezca su gobierno en la Tierra.
Además, debemos recordar que no tenemos el poder para convertir a nadie. Sí, Jesús encomendó a sus discípulos predicar el evangelio, pero también explicó que la conversión es posible sólo cuando el Padre llama a las personas (Juan 6:44). Debemos confiar en los tiempos de Dios.
El Reino requiere de un compromiso para toda la vida
Cualquiera que sigue a Cristo en esta vida puede esperar un maravilloso futuro, pero debemos recordar que este mundo sigue siendo gobernado por Satanás. Pablo describe a Satanás y a los ángeles caídos como “los gobernadores de las tinieblas de este siglo” (Efesios 6:12).
Esto significa que nuestras vidas no serán necesariamente fáciles. Pablo advierte que: “todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán persecución” (2 Timoteo 3:12).
Sin embargo, debemos perseverar venciendo todos los obstáculos en nuestro camino. Los vencedores tendrán su lugar en el Reino de Dios (Apocalipsis 2:7, 11, 17, 26; 3:5, 12, 21).
Es posible que a veces nos sintamos tentados a rendirnos, pero nuestra esperanza en el Reino debe fortalecer nuestra determinación. Rendirnos no es una opción, como Cristo enseñó claramente: “Ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios” (Lucas 9:62).
¿Qué hay de usted? ¿Le gustaría ser parte de ese maravilloso futuro en el Reino de Dios? Si es así, permita que la esperanza del Reino cambie su vida ahora.