Tras explicar que “el tiempo se había cumplido” y “el reino de Dios se había acercado”, Cristo instó a sus discípulos a arrepentirse. ¿Qué quiso decir con esto?
En los artículos anteriores de esta serie hemos analizado los dos primeros aspectos del mensaje de Jesucristo: “El tiempo se ha cumplido” y “el reino de Dios se ha acercado”. Veamos ahora qué quiso decir con el primero de sus mandatos: “arrepentíos” (Marcos 1:15).
Como vimos antes, uno de los requisitos para formar parte del Reino de Dios es la transformación de nuestro cuerpo físico a cuerpo espiritual, pues “la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios” (1 Corintios 15:44, 50).
Obedecer el mandamiento de Cristo de “arrepentíos” es el primer paso en el proceso que nos prepara para cambiar de carne y sangre a espíritu. Esta transformación es absolutamente necesaria para que nosotros podamos ser miembros de la familia inmortal de Dios y gobernantes en su Reino eterno (Juan 1:12; Apocalipsis 1:6; 5:10).
Un tema clave
El arrepentimiento fue un tema fundamental del evangelio que Jesús predicó. Al hablar en dos ocasiones acerca de personas que perdieron su vida, Cristo advirtió que “si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente” (Lucas 13:3, 5, énfasis añadido). Más tarde, también reprendió “a las ciudades en las cuales había hecho muchos de sus milagros, porque no se habían arrepentido” (Mateo 11:20, énfasis añadido).
La historia además demuestra que los discípulos entrenados por Cristo, también “predicaban que los hombres se arrepintiesen” (Marcos 6:12), y Pedro dijo muy claramente que el arrepentimiento y el bautismo eran los primeros pasos para responder al evangelio de Cristo (Hechos 2:38).
Un cambio de mente y de comportamiento
La palabra griega traducida como “arrepentíos” en el Nuevo Testamento se refiere a “cambiar el estilo de vida que uno tiene como resultado de un cambio absoluto en nuestra percepción y actitud frente al pecado y la justicia” (J.P. Louw y Eugene Nida, Greek-English Lexicon of the New Testament Based on Semantic Domains [Diccionario semántico griego-inglés del Nuevo Testamento], 1988). En otras palabras, arrepentirnos es darnos cuenta de que hemos estado pecando (transgrediendo la ley de Dios, santa y beneficiosa) y debemos cambiar.
El llamado y el estímulo para querer arrepentirnos —cambiar nuestra vida— proviene de Dios el Padre (Juan 6:44). Como dijo Pablo, a los miembros en Roma: “¿O menosprecias las riquezas de su benignidad, paciencia y longanimidad, ignorando que su benignidad te guía al arrepentimiento”? (Romanos 2:4).
Aunque el entendimiento de que necesitamos cambiar puede venir de varias formas —un momento difícil o de reflexión en nuestra vida, un mensaje en especial o el ejemplo de algún amigo— siempre está marcado por un cambio de “corazón”, o nuestra forma de pensar (Hechos 2:37). En lugar de seguir ignorando las instrucciones de Dios como lo hemos estado haciendo, la principal prioridad de nuestra vida pasará a ser: aprender más de sus leyes y vivir de acuerdo a ellas. El camino de Dios se convierte en nuestra vida; amamos la ley de Dios y queremos llegar a ser lo que Él espera de nosotros (1 Juan 5:3).
Dado que el arrepentimiento implica un cambio tan dramático en la forma de pensar, algunos se refieren a este acontecimiento como “entregar nuestro corazón al Señor”. Pero, si bien el corazón es parte importante del proceso, el verdadero arrepentimiento va mucho más allá de la emoción: cuando nos arrepentimos verdaderamente, también actuamos diferente —esto es, vivimos de forma justa— y continuaremos viviendo de una forma justa por el resto de nuestra vida.
El verdadero arrepentimiento no es algo que ocurre una sola vez, sino que es un esfuerzo constante por pensar y vivir conforme a las instrucciones de Dios que encontramos en la Biblia.
¿Arrepentirnos de qué?
Para obedecer la orden de Jesús de arrepentirnos, primero debemos saber de qué quiere que nos arrepintamos. La respuesta obvia es que debemos arrepentirnos de nuestros pecados —de las veces que hemos quebrantado o ignorado la ley de Dios. Como Pedro le dijera a la multitud en Jerusalén: “arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados” (Hechos 3:19, énfasis añadido).
La Biblia dice claramente que “el pecado es infracción de la ley” de Dios (1 Juan 3:4). Al tener en cuenta esto, ¿cuáles serían algunos de los pecados que Cristo ordenó a las personas del primer siglo y a nosotros, en la actualidad, que debíamos arrepentirnos? A continuación mencionaremos algunos:
· Quebrantar los Diez Mandamientos (Mateo 19:17; Juan 15:10; 1 Juan 2:4).
· No guardar el sábado como día de reposo (Éxodo 20:8; Lucas 4:16; Hechos 17:2; Hebreos 4:9).
· No guardar las fiestas santas de Dios (Levítico 23:2; Mateo 26:17; Hechos 18:21; 1 Corintios 5:8).
· Tener relaciones sexuales antes o fuera del matrimonio tradicional (Mateo 19:4-6, 18; 1 Corintios 6:18; 1 Tesalonicenses 4:3-6).
Lamentablemente, hoy en día gran parte del cristianismo tradicional ya no entiende qué es el pecado. Muchas iglesias incluso han llegado al punto de apoyar aquellas cosas de las que Jesús decía que deberíamos arrepentirnos, y los honorables conceptos de tolerancia, amor y respeto se han distorsionado tanto que muchos ahora piensan que Jesucristo aprueba comportamientos que eran pecados en el primer siglo y continúan siéndolo en la actualidad.
El mensaje del Mesías puede haber llegado a sus corazones y emociones, pero, por no comprender lo que es el pecado, la mayoría ha seguido viviendo en oposición a las enseñanzas de Dios. Todo aquel que ignore o no entienda a cabalidad el arrepentimiento (que implica tanto un cambio de pensamiento como obediencia a Dios), simplemente no está respondiendo apropiadamente a esta orden del Mesías.
Dios no ha cambiado su idea de lo que es el pecado y, si realmente queremos arrepentirnos, debemos aceptar su definición y modificar nuestro comportamiento según sus parámetros (Malaquías 3:6; Hebreos 13:8).
Bautismo
Cuando nos arrepentimos genuinamente, el siguiente paso es el bautismo. Como dijo Pedro a la multitud reunida en el día de Pentecostés del año 31 d.C.: “Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo” (Hechos 2:38, énfasis añadido).
La ceremonia del bautismo representa el lavamiento de nuestros pecados (Hechos 22:16). El Espíritu Santo nos ayuda a entender las instrucciones vigentes de Dios, a pesar de la confusión religiosa del mundo a nuestro alrededor (Juan 16:13; 1 Juan 5:19). Este poder de Dios (Lucas 24:29-31) nos libra de la ceguera espiritual (2 Corintios 3:14-16; Efesios 4:18), y, cuando lo recibimos por medio del bautismo, nos identifica como “hijos de Dios” (Romanos 8:9, 14, 16).
Además de estos maravillosos beneficios, hay otra bendición importante que Dios otorga cuando su Espíritu está presente en nosotros. Es la garantía de que eventualmente recibiremos la vida eterna; como dice Pablo, “si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu” (Romanos 8:11).
La nueva vida que recibiremos será eterna. Como Pablo lo explicó después, recibiremos esta vida cuando nuestros cuerpos físicos formados del polvo de la tierra sean cambiados por unos inmortales y similares al de Dios (1 Corintios 15:35-53; 1 Juan 3:1-2).
Pero, otra vez, para entrar al Reino de Dios primero debemos arrepentirnos de nuestros pecados, ser perdonados por medio del bautismo y recibir el Espíritu Santo, pues como Jesús afirmara: “si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente” (Lucas 13:3).
Acompáñenos en el último artículo de esta serie para analizar la segunda orden de Cristo: “creed en el evangelio” (Marcos 1:15).
Para más detalles acerca del arrepentimiento, consulte la sección acerca del bautismo y el artículo “¿Qué es el arrepentimiento?” en nuestro sitio web VidaEsperanzayVerdad.org.
Recuadro: Pasos fundamentales en el arrepentimiento
¿Qué pasos específicos debemos dar para arrepentirnos? La Biblia describe los pasos fundamentales de este proceso:
- Confesarle a Dios que hemos pecado. Aunque las Escrituras dicen claramente que todos hemos pecado, a nadie le gusta reconocer que ha quebrantado la ley santa y beneficiosa de Dios (Romanos 3:23). Pero por difícil que sea, éste es el primer paso hacia el arrepentimiento.
- Pedir ayuda a Dios. A todos nos gusta pensar que podemos hacer lo que sea, pero la verdad es que no podemos arrepentirnos sin la ayuda de Dios. El arrepentimiento es un don que viene de Él (2 Timoteo 2:25), y Él es el único que puede “guiarnos” al arrepentimiento (Romanos 2:4).
- Esforzarnos por vivir según la ley de Dios. Nuestra naturaleza humana no quiere obedecer a Dios, pero debemos someter a nuestra naturaleza rebelde y guardar sus mandamientos (Romanos 8:7, 13; Mateo 19:17).
- Seguir arrepintiéndonos. Aun después de bautizarnos y recibir el Espíritu Santo pecaremos de vez en cuando, y cada vez que lo hagamos debemos confesárselo a Dios (1 Juan 1:7-10) y comprometernos a no continuar haciéndolo (Romanos 6:12).
Si desea más detalles acerca del proceso del arrepentimiento, consulte el artículo “¿Cómo debemos arrepentirnos?” en VidaEsperanzayVerdad.org.