Muchas personas están familiarizadas con la Tierra Prometida de la época de Moisés. Pero la Biblia también habla acerca de los futuros cumplimientos de las promesas de Dios —físicas y espirituales.
Si mencionamos las palabras Tierra Prometida, muchas personas piensan automáticamente en la historia de Moisés y los antiguos israelitas saliendo de Egipto y entrando en una tierra que Dios les prometió.
Se han hecho películas y escrito canciones acerca de la travesía de los israelitas hacia esta Tierra Prometida. Pero, ¿cuándo y por qué se hizo la promesa de esta tierra prometida, y cómo estaría relacionado esto con nosotros que vivimos en el siglo 21? Esta Tierra Prometida es importante porque tiene implicaciones en los tiempos del fin y vaticina una “tierra’’ prometida en el futuro.
¿Cuándo y por qué se hizo la promesa de esta tierra?
Dios utilizó a Moisés para guiar a su pueblo fuera de la tierra de Egipto. Y, cómo veremos más adelante, el vínculo entre el pueblo de Dios y las tierras prometidas es muy significativo.
Veamos lo que Dios le dijo a Moisés: “Y dijo: Yo soy el Dios de tu padre, Dios de Abraham, Dios de Isaac, y Dios de Jacob… Bien he visto la aflicción de mi pueblo que está en Egipto… y he descendido para librarlos de mano de los egipcios, y sacarlos de aquella tierra a una tierra buena y ancha, a tierra que fluye leche y miel” (Éxodo 3:6-8, énfasis añadido).
Pero éste no fue el origen de la Tierra Prometida. La promesa original fue hecha más de 400 años antes. Moisés y los israelitas eran los descendientes directos del individuo al que Dios le hizo esa promesa.
La tierra le fue prometida a un hombre que se llamaba Abram, cuyo nombre Dios cambió más adelante por el de Abraham. “Pero el Eterno había dicho a Abram: Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré” (Génesis 12:1, énfasis añadido).
Ésta es la primera mención de esa tierra que Dios prometió. Pero, ¿dónde se encontraba esa tierra?
“Y salieron para ir a tierra de Canaán…Y apareció el Eterno a Abram, y le dijo: A tu descendencia daré esta tierra” (vv. 5 y 7, énfasis añadido).
Y fue a la tierra de Canaán que Dios llevó a los israelitas (Levítico 25:38).
Pero, ¿por qué les prometieron esta tierra? Dios incluyó estas promesas como parte de su plan para toda la humanidad.
La Biblia nos muestra que Dios elige personas y naciones para cumplir su propósito. En el relato de los israelitas saliendo de Egipto, el faraón fue utilizado por Dios para mostrar la futilidad de resistirse a Él (Romanos 9:17; Éxodo 9:16). Dios llamó a Abraham y a sus descendientes para mostrar las bendiciones de seguirlo a Él (Génesis 12:1-3; Deuteronomio 4:5-8).
Fue por la fe y obediencia de Abraham que Dios le hizo varias promesas a él y a sus descendientes. La tierra de la que fluía leche y miel fue una de esas promesas. Debido al compromiso total de Abraham, Dios prometió que se valdría de sus descendientes para formar una gran nación de personas escogidas que Él iba a usar para que fueran un ejemplo para el resto del mundo. Los descendientes de Abraham se convirtieron en el pueblo de Dios.
La herencia de la Tierra Prometida para Abraham no se ha cumplido por completo
Dios le prometió a Abraham la tierra de Canaán, a su hijo Isaac y luego a Jacob, el hijo de Isaac. Y a pesar de que Abraham, Isaac y Jacob vivieron en Canaán, ellos no la heredaron completamente durante sus vidas. En lugar de vivir como los propietarios de esa tierra, vivieron como extraños, habitando en tiendas (Éxodo 6:3-4).
Abraham, Isaac y Jacob entendieron que no recibirían su herencia completa durante sus vidas físicas.
¡En lugar de mirar sólo hacia la herencia de una Tierra Prometida física, Abraham, Isaac y Jacob esperaron pacientemente por su herencia de una Tierra Prometida espiritual!
“Por la fe Abraham, siendo llamado, obedeció para salir al lugar que había de recibir como herencia; y salió sin saber a dónde iba. Por la fe habitó como extranjero en la tierra prometida como en tierra ajena, morando en tiendas con Isaac y Jacob, coherederos de la misma promesa; porque esperaba la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios” (Hebreos 11:8-10).
¡En lugar de mirar sólo hacia la herencia de una Tierra Prometida física, Abraham, Isaac y Jacob esperaron pacientemente por su herencia de una Tierra Prometida espiritual!
Israel heredó la primera Tierra Prometida
Dios cambió el nombre de Jacob por el de Israel y dijo que sus descendientes heredarían la Tierra Prometida (Génesis 35:9-12). Finalmente, Jacob llevó a toda su familia a Egipto durante una sequía (Génesis 46:2-4, 26-27). Y de esas 70 personas, los descendientes de Jacob crecieron hasta convertirse en una población de entre dos a cuatro millones de personas aproximadamente.
No obstante, fue durante este tiempo de crecimiento que un nuevo líder surgió en Egipto. El nuevo faraón vio a los israelitas como una amenaza y convirtió en esclavos al pueblo de Dios (vv. 8-14), lo cual también era parte del plan de Dios (Génesis 15:13). Finalmente, después de años de esclavitud, Dios estaba listo para cumplir la promesa que le había hecho a Abraham.
Sus descendientes heredaron la Tierra Prometida —la tierra de la cual fluía leche y miel.
Pérdida de la tierra y las promesas de restauración
Pero ellos no la conservaron. Después de cientos de años de pecado y rebelión, Dios permitió que su pueblo fuera llevado cautivo y perdieran su tierra. Pero los profetas profetizaron un tiempo en el futuro en el cual el Mesías regresaría. Después, con un segundo éxodo aún más grande, Él llevaría una vez más a la nación de Israel de regreso a la Tierra Prometida. (Si usted desea aprender más acerca de este tema, lo invitamos a leer “¿Un segundo éxodo?”).
Jesucristo regresará monte de los Olivos y reinará desde Jerusalén, y la paz y la prosperidad que van a acompañar la herencia física de la Tierra Prometida será mayor a la de los días del antiguo Israel. (Si desea leer más acerca de este tema, lo invitamos a leer nuestro artículo, “El milenio de 1,000 años”.)
Otra Tierra Prometida
Abraham, /Isaac y Jacob e incluso Moisés no heredaron la primera Tierra Prometida. En lugar de esto, buscaban otra Tierra Prometida —el Reino de Dios.
“Conforme a la fe murieron todos estos sin haber recibido lo prometido, sino mirándolo de lejos, y creyéndolo, y saludándolo, y confesando que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra. Porque los que esto dicen, claramente dan a entender que buscan una patria; pues si hubiesen estado pensando en aquella de donde salieron, ciertamente tenían tiempo de volver. Pero anhelaban una mejor, esto es, celestial; por lo cual Dios no se avergüenza de llamarse Dios de ellos; porque les ha preparado una ciudad” (Hebreos 11:13-16).
El Reino de Dios es una “tierra” prometida espiritual para todos aquellos que siguen a Dios y guardan sus mandamientos. Esta Tierra Prometida no sólo ofrece una buena vida; ¡ofrece vida eterna! E increíble como parezca, la historia del éxodo de los israelitas de Egipto y su travesía hacia la Tierra Prometida tienen muchas similitudes con la liberación del pecado de un cristiano y el viaje hacia esa futura Tierra Prometida.
Profecías
La Biblia nos enseña que la travesía de los israelitas hacia la Tierra Prometida es un ejemplo para los cristianos en la actualidad (1 Corintios 10:6). Los acontecimientos y dificultades que los israelitas experimentaron en su viaje son similares con los de los cristianos de hoy que se esfuerzan por entrar en el Reino de Dios:
1. Dios es fiel. Dios le prometió a Abraham que, si él obedecía sus leyes, sus descendientes iban a heredar la Tierra Prometida. Dios cumplió su promesa. Dios nos ha prometido la vida eterna en su Reino si le obedecemos y también cumplirá esa promesa (Mateo 19:17).
2. Somos esclavos del pecado. Así como los israelitas eran esclavos en Egipto, nosotros somos esclavos del pecado (Romanos 6:6, 16-22). Egipto representaba el pecado y Dios nos libera del pecado, así como liberó a los israelitas de Egipto.
3. Satanás nos persigue y quiere impedir que lleguemos a esa Tierra Prometida. El faraón representaba de alguna manera a Satanás y se interpuso para que los israelitas pudieran salir de Egipto. Hoy en día, Satanás trata de interponerse para que el pueblo de Dios no pueda escapar de este mundo maligno actual y logre llegar al Reino de Dios.
4. Solo con la ayuda de Dios podemos entrar a la Tierra Prometida. Cuando Israel quedó atrapado en el mar Rojo, fue necesario un milagro de Dios para salvarlos del ejercito del faraón. Algunos obstáculos espirituales no humanamente imposibles de vencer sin la ayuda de Dios.
5. Necesitamos la presencia de Dios en nuestras vidas. A lo largo de todo el viaje de los israelitas durante 40 años, la presencia de Dios se hizo evidente con la columna de fuego y la columna de nube. La presencia de Dios hoy en día, se manifiesta en su pueblo por medio de su Espíritu Santo.
6. Vivimos en medio de un desierto espiritual. Los israelitas viajaron a través de un desierto físico hostil en su travesía hacia la Tierra Prometida. La corrupción e inmoralidad en el mundo de hoy son un desierto espiritual que el pueblo de Dios debe soportar en su viaje hacia el Reino de Dios.
7. Debemos confiar en Dios teniendo fe. A pesar de todos los milagros que Dios llevo a cabo con los israelitas, ellos continuamente actuaban “por lo que veían”, limitándose sólo al problema inmediato, olvidando cómo Dios había cuidado de ellos todas las veces anteriores. El pueblo de Dios hoy camina por fe, no por lo que ve. Sin fe, no podemos entrar en el Reino (Hebreos 3:8-19).
8. Seremos probados. Los 40 años vagando por el desierto, fue un tiempo de aflicción y de prueba (Deuteronomio 8:1-2). Quizás la tragedia más grande para Israel fue el fracaso de la primera generación que no pudo entrar a la Tierra Prometida. Los que tenían 20 años o más perdieron la oportunidad de entrar porque sus corazones no estaban bien sin su Espíritu (Números 14:22-29; Deuteronomio 5:29). Hoy Dios también está probando y juzgando a aquellos que lo siguen. Si somos diligentes para asegurar nuestro llamamiento y elección, se nos concederá la entrada en el Reino (1 Pedro 4:17; 2 Pedro 1:10-11).
¿Quiénes conforman el pueblo de Dios actualmente?
La gran mayoría de las personas que entraron en esa primera Tierra Prometida eran descendientes directos de Abraham —los hijos de Israel. Como descendientes directos, eran herederos de la promesa que Dios le hizo a Abraham.
Aquellos que responden a ese llamamiento —ya sean israelitas o no— se convierten en parte del pueblo de Dios y herederos espirituales de las promesas hechas a Abraham.
Pero hoy en día, el pueblo de Dios no sólo está limitado a los descendientes de Abraham, sino que lo conforman todos aquellos a quienes Dios el Padre llama (Juan 6:44). Aquellos que responden a ese llamamiento —ya sean israelitas o no— se convierten en parte del pueblo de Dios y herederos espirituales de las promesas hechas a Abraham (Gálatas 3:28-29).
¡Y esto incluye la promesa de una Tierra Prometida en el futuro!
Una mejor herencia
A los hijos de Israel se les prometió grandeza nacional e increíbles bendiciones físicas si obedecían y seguían a Dios totalmente (Deuteronomio 28:1-14). Dios les prometió una buena vida.
Pero nunca se les ofreció la vida eterna. Sin embargo, Dios se la ofrece hoy a su pueblo. Por eso la futura Tierra Prometida es mucho mejor.
En su momento, Dios le va a ofrecer la vida eterna a todos los que han vivido. Pero de acuerdo a su plan, Dios ha escogido a unos pocos ahora para que sean ejemplo para el resto del mundo.
Dios entonces va a usar a estos líderes durante el Milenio para ayudar a otros a lograr la entrada en esta “tierra” espiritual de la cual fluye leche y miel. Los beneficios de vivir el camino de Dios serán tan espectaculares que otros van a buscar a Dios para poder ser bendecidos también (Zacarías 8:20-23).
La historia del primer éxodo y de la Tierra Prometida muestra cómo Dios rescató a su pueblo de la esclavitud física y lo llevó a una tierra de abundancia física.
No obstante, la Biblia dice mucho más acerca de las promesas futuras —cómo Dios va a rescatar a la humanidad de la esclavitud espiritual y la llevará no sólo a una vida espiritual abundante, sino a la vida eterna.
Ésa es la Tierra Prometida que Abraham, Isaac y Jacob buscaban. Y ésa es la herencia que debemos buscar. Si usted desea más información acerca del futuro Reino de Dios prometido, lo invitamos a leer nuestro folleto gratuito El misterio del Reino.