El regalo de Ana: Samuel

Ana clamó a Dios, y le hizo una promesa. ¿Qué haría Dios? ¿Cumpliría ella su promesa?

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Esta es una historia acerca de una mujer que no podía tener hijos. Ella estaba muy triste y otras personas la hacían sentir muy mal debido a esto. Ella le prometió a Dios que, si Él le daba un hijo, ella se lo dedicaría a Dios. Ella es un ejemplo de amor, sacrificio, y fidelidad y agradecimiento hacia Dios.

Cada año, Ana y su esposo, Elcana, iban a Silo para adorar y ofrecer sacrificios al Eterno. Esto ocurría durante una de las fiestas anuales de Dios.

Pero el matrimonio de ellos era un matrimonio dividido. Elcana se había casado con dos esposas, lo cual era contrario al propósito original de Dios para el matrimonio. La Biblia no lo dice, pero es posible que Elcana se haya casado con Ana primero. Luego, tal vez porque no podía tener hijos con ella, se casó con Penina, que pudo darle muchos hijos.

Penina atormentaba a Ana constantemente y la trataba con desprecio. Hizo que Ana se sintiera triste y miserable. Penina era especialmente mala cuando iban a Silo. Quizás ella estaba celosa porque Elcana amaba a Ana.

Este año, mientras se dirigían a Silo, Ana se sentía muy triste, más que otros años. No había podido tener un hijo para su marido. Y en ese tiempo, las mujeres que no podían tener hijos eran menospreciadas.

Ana lloró amargamente. No podía comer. Elcana la amaba mucho, pero esta vez no pudo consolarla. Elcana le preguntó: “¿Por qué está afligido tu corazón? ¿No soy yo mejor para ti que diez hijos?” (1 Samuel 1:8). Elcana quería que ella supiera cuánto la amaba, y esperaba que esto la consolara.

Ana simplemente se sentó junto a él, aparentemente sin responder.

Una promesa a Dios

Elcana y el resto de su familia habían terminado de comer. Ana se levantó rápidamente y se dirigió al tabernáculo, donde el sacerdote Elí estaba sentado cerca de ella. Ella no le habló, simplemente se arrodilló y comenzó a orar y llorar amargamente. Ella sólo estaba hablando dentro de su corazón. Sus labios se movían, pero no emitía ningún sonido.

Ella le prometió a Dios: “Si me das un hijo, entonces te lo dedicaré todos los días de su vida”.

Elí vio que sus labios se movían, pero no escuchaba ningún sonido. Él pensaba que ella había bebido demasiado vino. Y le dijo: “¿Hasta cuándo estarás borracha?”.

“No, no estoy borracha. Soy una mujer afligida. He derramado mi corazón al Eterno”, respondió Ana.

Eli le dijo: “Ve en paz. Dios te dará lo que has pedido”.

Dios responde

Ana inmediatamente se sintió mejor, y regresó con su esposo. Ahora se sentía feliz, y tenía apetito nuevamente. Estaba segura de que Dios había escuchado su oración y que tendría un hijo.

Todos se fueron a la mañana siguiente y regresaron a su casa en Ramá.

Dios sí escuchó la oración de Ana. Él le dio un hijo llamado Samuel, que significa “se lo pedí a Dios”. Ana estaba muy contenta y muy agradecida. Ella recordaba su promesa a Dios, y sabía que llegaría el momento en que tendría que renunciar a Samuel y llevarlo a vivir con la familia de Elí en el tabernáculo. Ella amaba al bebé Samuel y lo cuidó hasta que fue un niño pequeño.

Elcana continuó yendo a Silo cada año. Pero Ana no subía con él esos años. Ella le dijo: “No iré hasta que el niño sea destetado. Entonces lo traeré, para que pueda servir a Dios”.

Elcana le dijo: “Haz lo que te parezca mejor. Espera entonces hasta que lo hayas destetado”.

Ana se quedó en casa y cuidaba a su hijo hasta que lo destetó. Elcana también amaba a su hijo, pero él sabía la promesa que Ana había hecho a Dios. Sabía que Samuel tendría que ser entregado a Dios cuando tuviera la edad suficiente. Entonces Elí lo entrenaría y enseñaría en el servicio de Dios.

Samuel sirve a Dios

En el momento apropiado, Ana llevó a Samuel a Silo para entregar al niño al servicio del Eterno. Ana sabía que tenía que mantener su voto a Dios. (Éste fue un evento muy inusual. Dios no quiere que los padres hagan tales votos hoy en día. Lo que Dios realmente quiere es que siempre le obedezcamos.)

Ella llevó a Samuel a Elí. Ana le dijo a Elí que ella era aquella mujer que había orado por un hijo, y que el Señor había contestado su oración. Ella dijo: “Lo estoy entregando al Eterno como prometí en mi oración”.

Entonces Ana adoró a Dios. Ella estaba agradecida de que Dios la hubiera bendecido con este hijo.

Samuel continuaba creciendo en el favor de Dios y de los hombres. Comenzó a servir delante del Eterno a pesar de que todavía era un niño.

Ana estaba muy feliz de ver a Samuel cuando subía a las fiestas anuales. Ella le traía un pequeño abrigo cada año. Elí bendijo a Elcana y Ana, y les dijo que tendrían otros hijos e hijas. Y así sucedió: ellos tuvieron tres hijos más y dos hijas a lo largo de los años. Ana fue bendecida por su fidelidad a Dios.

El Eterno hablaba con Samuel. Todo Israel sabía que Samuel había sido escogido para ser un profeta de Dios. Sirvió fielmente al Eterno y llegó a ser uno de los grandes profetas de Israel. Samuel juzgó a Israel y enseñó los caminos del Eterno todos los días de su vida (1 Samuel 7:15).

Preguntas

Aquí hay algunas preguntas en las que reflexionar o hablar en familia:

  1. ¿Se complace Dios cuando oramos a Él y confiamos en Él?
  2. Un voto es una promesa. ¿Alguna vez has hecho una promesa y no la has cumplido? ¿Es esto correcto o incorrecto?
  3. ¿Espera Dios que prometamos hacer algo extraordinario por Él? ¿O prefiere Él que siempre le obedezcamos y que tengamos mucho cuidado con lo que prometemos?
  4. ¿Estaba Dios feliz de que Ana confiara en Él y estuviera agradecida?

(Esta historia se encuentra en 1 Samuel 1 y 2. Para más información acerca de la historia de la vida de Samuel como profeta y juez, puede leer el artículo “Samuel el profeta”).

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