Josafat y el coro que dirigió un ejército

Dios corrigió a Israel y Judá por volverse a otras naciones en lugar de acudir a Él en tiempos de necesidad. Pero un rey fiel nos muestra los milagros que pueden ocurrir cuando confiamos en Dios.

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Dios le dijo a su pueblo, los hijos de Israel, que si le obedecían gozarían de asombrosas bendiciones (Deuteronomio 28: 2-4, 11-12). Y Él proveería protección: “El Eterno derrotará a tus enemigos que se levantaren contra ti; por un camino saldrán contra ti, y por siete caminos huirán de delante de ti” (v. 7).

Desafortunadamente, a lo largo de la mayor parte de su historia, el pueblo de Israel no recibió estas bendiciones. Ellos no obedecieron a Dios, y no confiaron en que Dios los protegería y los libraría de sus enemigos.

Pero en unas pocas ocasiones, hubo reyes justos que realmente trataron de obedecer a Dios y guiar al pueblo en la dirección correcta. Y cuando lo hicieron, presenciaron bendiciones y milagros.

La historia de Josafat y el coro que dirigió un ejército es un gran ejemplo.

Josafat, un rey que buscaba a Dios

Josafat fue un buen rey del que podemos leer en 2 Crónicas 17-20. Él siguió el ejemplo de su padre Asa, otro buen rey de Judá. Josafat “buscó al Dios de su padre, y anduvo en sus mandamientos” (2 Crónicas 17:4). “Su corazón se deleitó en los caminos del Eterno” (v. 6).

Josafat envió líderes para enseñar al pueblo acerca de Dios y su camino de vida (vv. 7-9). Estableció jueces y les advirtió que tuvieran cuidado porque estaban juzgando en nombre de Dios, y les advirtió: “porque con el Eterno nuestro Dios no hay injusticia, ni acepción de personas, ni admisión de soborno” (2 Crónicas 19: 6-7).

Y Dios bendijo a Josafat y su reino.

Y luego llegaron los problemas

Pero después de esto, Josafat tuvo que enfrentarse con una gran prueba. Se enteró que los ejércitos de Amón, Moab y los del monte de Seir habían formado “una gran multitud” que venían a luchar contra él y Judá (2 Crónicas 20:1-2).

Josafat hizo lo correcto. Su ejemplo es una lección para el pueblo de Dios hoy en día acerca de cómo manejar una amenaza o prueba inminente: “Entonces él tuvo temor; y Josafat humilló su rostro para consultar al Eterno, e hizo pregonar ayuno a todo Judá. Y se reunieron los de Judá para pedir socorro al Eterno; y también de todas las ciudades de Judá vinieron a pedir ayuda al Eterno” (vv. 3-4).

¡Todos ellos ayunaron y oraron! El pueblo de Judá se reunió en el templo de Dios, y Josafat oró. Su oración es inspiradora y llena de fe (vv. 5-12). Josafat recordó todo lo que había hecho Dios por su pueblo en el pasado, y sabía cuánto necesitaban la ayuda de Dios ahora. Él dijo: “No tenemos poder contra esta gran multitud que viene contra nosotros; ni sabemos qué hacer, sino que nuestros ojos están sobre ti”.

La respuesta llegó Josafat

Después de esta oración tan poderosa, los hombres de Judá, sus esposas y sus hijos permanecieron expectantes en el templo. ¿Cómo respondería Dios?

Luego, la Biblia registra que “El Espíritu del Eterno vino sobre Jahaziel”, un levita de los hijos de Asaf, tal vez un músico que servía en el templo.

“Así dice el Eterno”, dijo Jahaziel. “No temáis ni os amedrentéis delante de esta multitud tan grande, porque no es vuestra la guerra, sino de Dios. Mañana descenderéis contra ellos; he aquí que ellos subirán por la cuesta de Sis, y los hallaréis junto al arroyo, antes del desierto de Jeruel. No habrá para qué peleéis vosotros en este caso; paraos, estad quietos, y ved la salvación del Eterno con vosotros. Oh Judá y Jerusalén, no temáis ni desmayéis; salid mañana contra ellos, porque el Eterno estará con vosotros” (vv. 14-17).

Josafat y todo el pueblo con él se inclinaron al suelo en adoración a Dios que les había dado la respuesta que habían buscado. Y entonces dos grupos de levitas se pusieron de pie para alabar a Dios con “con fuerte y alta voz” (v. 19).

Al día siguiente se levantaron temprano en la mañana y salieron al lugar que Dios había dicho.

Mientras el ejército se preparaba para salir, Josafat los animó: “Escúchenme, oh Judá y moradores de Jerusalén: Creed en el Eterno vuestro Dios, y estaréis seguros; creed a sus profetas, y seréis prosperados” (v. 20).

El rey estableció un coro para que cantaran alabanzas a Dios y dirigieran el ejército. Después de todo, ¡la batalla era de Dios y la victoria era segura!

Y de esta manera, el ejército salió cantando: “Glorificad al Eterno, porque su misericordia es para siempre” (v. 21).

La salvación y las bendiciones vienen de Dios

La Biblia no nos dice exactamente cómo sucedió, pero registra lo siguiente: “Y cuando comenzaron a entonar cantos de alabanza, el Eterno puso contra los hijos de Amón, de Moab y del monte de Seir, las emboscadas de ellos mismos que venían contra Judá, y se mataron los unos a los otros” (v. 22). Por alguna razón, los ejércitos de Ammón y Moab lucharon contra los habitantes del Monte Seir que estaban con ellos. ¡Se volvieron unos contra otros!

Cuando el pueblo de Judá llegó a un lugar donde podían observar el desierto a la distancia, ¡sólo vieron cadáveres! No tuvieron que usar ningún arma, porque la batalla ya había terminado.

Lo único que tuvieron que hacer fue recoger el botín de los ejércitos caídos, aunque eso no fue una tarea fácil. ¡Había tantas joyas preciosas y objetos de valor que se demoraron tres días en recoger todo!

Llamaron al lugar “Valle de Beraca” o “Valle de Bendición” (v. 26). Y verdaderamente Dios los había bendecido. Habían enfrentado el peligro acudiendo a Dios en busca de ayuda y liberación. Confiaron en Dios y lo alabaron antes de enfrentar la prueba, y Dios intervino poderosamente por ellos. Eliminó por completo la amenaza y la convirtió en una bendición.

Lecciones para nosotros hoy

Dios se preocupa por su pueblo hoy, así como se preocupaba por el pueblo de Israel y Judá en tiempos bíblicos. Cuando procuramos obedecerle y seguimos su camino, Él nos dará bendiciones. Pero eso no significa que nunca tendremos pruebas o desafíos. Cuando esos momentos difíciles y aterradores lleguen a nuestras vidas, debemos volvernos a Dios, orando, ayunando y estudiando su Biblia.

Debemos darnos cuenta que no podemos lidiar con los problemas por nuestra cuenta. Necesitamos la ayuda de Dios. Debemos reconocer que Dios ha cuidado de su pueblo en el pasado, y podemos confiar en que Él cuidará de nosotros ahora. Una respuesta de Dios podría no llegar tan rápido o tan claramente como como ocurrió con Josafat. Aun así, cuando buscamos a Dios y hacemos nuestra parte para volvernos a Él, podemos seguir adelante, confiando en que Dios cuidará de nosotros.

Puede que no sepamos cuánto durará el problema o cuánto tiempo tendremos que resistir la prueba, pero podemos saber que al final Dios nos salvará y convertirá todo en bendiciones.

Puede ver más acerca de confiar en Dios en la sección acerca de “La fe: creer y agradar a Dios”.

Para más historias de la Biblia, puede ver los artículos en esta sección: “Historias de la Biblia: ¿están ahí por alguna razón?”.

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