Los milagros son eventos asombrosos que no pueden ser explicados por las leyes de la naturaleza. Jesucristo hizo muchos milagros que ayudaron a demostrar quién era Él.
Muchas personas han oído hablar de los milagros en el Antiguo Testamento. Por ejemplo, cuando los israelitas cruzaron el Mar Rojo fue un evento extraordinario.
Luego están las historias de Daniel en la guarida de los leones, los tres jóvenes en el horno de fuego, Josué y las paredes de Jericó y muchos otros eventos asombrosos.
El Nuevo Testamento relata muchos otros milagros. Los Evangelios registran más de 30 milagros diferentes que Jesús realizó. Él sanó enfermos, lisiados, ciegos y sordos, y trajo a los muertos de vuelta a la vida. Echó fuera demonios e hizo muchos otros prodigios, y la gente se maravillaba al presenciar estos milagros.
Los milagros ayudaron a las personas a creer que Jesús era el Hijo de Dios. Sus discípulos también se convencieron después de ver algunos de los maravillosos milagros que Él hizo. Dios también usa milagros para mostrar su poder y su amor por nosotros. Él los usa para aumentar nuestra fe, contestar nuestras oraciones, y por muchas otras razones.
Jesús convierte el agua en vino
El primer milagro de Jesús registrado en la Biblia ocurrió en una fiesta de bodas en Caná (Juan 2:1-11).
Jesús y sus discípulos fueron invitados, y María, la madre de Jesús, también estaba allí. Las fiestas de bodas en esos días duraban a veces hasta siete días. Durante la boda, María notó que el vino se estaba acabando. Ella sabía que Jesús podía hacer algo al respecto, y fue a Él diciéndole: “No tienen vino”.
Cerca había seis grandes vasijas. Jesús les dijo a los siervos: “Llenad estas tinajas de agua”. Los sirvientes se apresuraron a llenar cada una hasta el borde.
Luego Jesús dijo: “Sacad ahora, y llevadlo al maestresala. Y se lo llevaron”. (Jesús acababa de convertir el agua en vino.)
El gobernante probó el vino, y estaba complacido. Le dijo al novio: “tú has reservado el buen vino hasta ahora”.
Este milagro hizo que los discípulos creyeran que Jesús era el Hijo de Dios.
Preguntas:
Aquí hay algunas preguntas que sirven como tema de conversación en familia:
- Si usted fuera uno de los sirvientes, ¿qué hubiera pensado al ver que el agua es transformada en vino?
- ¿Le diría a los demás lo que acababa de suceder?
Jesús alimenta a la multitud hambrienta
Jesús y sus discípulos recorrían el campo enseñando a la gente. Una gran multitud los seguía porque veían cómo Él sanaba a las personas de sus enfermedades (Juan 6:2-13; Mateo 14:14-21).
En una oportunidad, Jesús y sus discípulos subieron a una montaña y se sentaron. Cuando Jesús levantó la vista, vio a toda la gente, y sintió lástima por ellos. La multitud se veía cansada y estaba hambrienta, especialmente los niños pequeños. Jesús le preguntó a Felipe, uno de sus discípulos: “¿De dónde compraremos pan para que coman éstos?”.
Uno de los discípulos dijo: “despide a la multitud, para que vayan por las aldeas y compren de comer”.
Jesús respondió: “No tienen necesidad de irse; dadles vosotros de comer”.
Los discípulos se preguntaban cómo podrían alimentar a tan gran multitud.
Andrés, otro discípulo, dijo: “Aquí está un muchacho, que tiene cinco panes de cebada y dos pececillos; mas ¿qué es esto para tantos?”.
Jesús dijo: “Haced recostar la gente”.
Los que estaban sentados eran unos 5.000 hombres, sin contar mujeres y niños. Jesús tomó los panes y los peces y los bendijo. Los discípulos dieron la comida a la multitud. Todos se habían saciados, y ya no estaban hambrientos.
Entonces Jesús dijo a sus discípulos: “Recoged los pedazos que sobraron, para que no se pierda nada”.
Después de haber recogido el pan y el pescado que sobraron, estaban muy sorprendidos. ¡Todavía había 12 canastas llenas!
Preguntas:
- ¿Por qué seguía la gente a Jesús?
- ¿Cuántos panes y pescados tenía el joven?
- Comenzando con esta pequeña cantidad de comida, ¿cuántas personas fueron alimentadas ese día?
- ¿Cuántas canastas de comida sobraron? ¿No fue esto más de lo que tenían al principio?
- ¿Le habría dado usted su comida a Jesús para que Él pudiera alimentar a la gente?
Jesús sana a un hombre que nació ciego
Todos los días este mendigo ciego se sentaba en un lugar por donde pasaba mucha gente, y les pedía dinero (Juan 9:1-7).
En el día de reposo, Jesús y sus discípulos pasaban por allí, y se fijaron en el mendigo ciego. Sabían que había sido ciego de nacimiento. Aquellos que habían visto al mendigo sentado allí durante muchos años, sabían que era ciego.
Los discípulos de Jesús le preguntaron por qué este hombre era ciego. “¿quién pecó, éste o sus padres, para que haya nacido ciego?”.
Jesús respondió: “No es que pecó éste, ni sus padres, sino para que las obras de Dios se manifiesten en él”.
Entonces Jesús escupió en el suelo. Extendió la mano, mezcló la tierra y escupió, haciendo arcilla. Extendió la arcilla sobre los ojos del hombre, y entonces le dijo: “Ve a lavarte en el estanque de Siloé”.
El ciego obedeció a Jesús. Se apresuró a ir al estanque, y se lavó la arcilla de los ojos. Inmediatamente se le abrieron los ojos y podía ver todo a su alrededor. Nunca había visto las caras de sus padres ni de nadie. Nunca había visto el cielo, el sol, la luna, los pájaros, los animales, las plantas o los árboles. ¡Ahora podía verlo todo!
Sus vecinos, que sabían que era ciego de nacimiento, estaban asombrados y le preguntaron: “¿Cómo te fueron abiertos los ojos?”. Les contó de Jesús y de lo que había hecho por él.
Las personas llevaron al hombre a los fariseos y él les contó lo que había sucedido, pero no le creyeron al hombre. Entonces llamaron a sus padres, y sus padres dijeron: “Sabemos que éste es nuestro hijo, y que nació ciego; pero cómo vea ahora, no lo sabemos”.
Los fariseos volvieron a llamar al hombre, y lo interrogaban una y otra vez acerca de lo que había sucedido. El hombre dijo: “Ya os lo he dicho, y no habéis querido oír”. Hablando de Jesús, el hombre continuaba diciendo; “Pues esto es lo maravilloso, que vosotros no sepáis de dónde sea, y a mí me abrió los ojos. Si éste no viniera de Dios, nada podría hacer”.
Los fariseos enfurecidos lo echaron de la sinagoga.
Jesús supo lo que había sucedido y vino a él. Jesús le preguntó: “¿Crees tú en el Hijo de Dios?”.
El hombre respondió: “¿Quién es, Señor, para que crea en él?”.
Entonces Jesús dijo: “Pues le has visto, y el que habla contigo, él es”.
El hombre dijo: “Creo, Señor”, y se postró y adoró a Jesús. A partir de ese momento, se convirtió en un seguidor de Jesús.
Preguntas:
- ¿Cómo cree usted que se sintió este hombre cuando se dio cuenta de que podía ver?
- Cúbrase los ojos y vea cómo se siente sin poder ver. Imagine cómo se sentiría estar ciego y de pronto poder ver.
Jesús resucita a Lázaro de entre los muertos
María, Marta y su hermano Lázaro eran seguidores cercanos de Jesús. Él se quedaba en la casa de ellos cuando estaba cerca de su ciudad.
Lázaro se enfermó gravemente, y sus hermanas enviaron a alguien para avisar a Jesús. Ellos sabían que Él los amaba a todos, y es posible que hayan pensado que vendría de inmediato (Juan 11:1-44).
Cuando Jesús recibió la noticia, sabía que Lázaro moriría. Pero también sabía que lo traería de vuelta a la vida para mostrar el poder de Dios.
Después de quedarse dos días más donde estaba, dijo a sus discípulos: “Vamos a Judea otra vez. Nuestro amigo Lázaro duerme; mas voy para despertarle”.
Los discípulos pensaron que Jesús estaba diciendo que Lázaro sólo estaba durmiendo. Jesús entonces les dijo claramente: “Lázaro ha muerto”.
Cuando estaban llegando a la aldea, Lázaro había muerto hacía cuatro días. Las hermanas estaban tristes, y sus familiares y amigos se habían reunido para consolarlas. Cuando Marta se enteró de que Jesús estaba cerca, fue a su encuentro y le dijo: “Señor, si hubieses estado aquí, mi hermano no habría muerto”.
Marta regresó a casa y le dijo a María: “El Maestro está aquí y te llama”. María fue rápidamente a ver a Jesús. María cayó a sus pies y le dijo lo mismo que Marta había dicho. Jesús le preguntó: “¿Dónde le pusisteis?”.
Lo habían llevado a la tumba, que estaba dentro de una cueva, con una gran piedra que cubría la entrada. Jesús dijo: “Quitad la piedra”. Marta le recordó que había estado muerto por cuatro días, pero Jesús le dijo: “¿No te he dicho que si crees, verás la gloria de Dios?”. Mientras quitaban la piedra, Jesús oró a Dios. Y luego dijo con gran voz: “¡Lázaro, ven fuera!”.
¡Lázaro salió de la tumba!
Lázaro estaba vivo nuevamente. Muchos de los que estaban allí al ver este asombroso milagro creyeron en Jesús.
Preguntas:
- Un hombre fue resucitado a la vida de entre los muertos. ¿Cómo cree usted que él se sintió?
- ¿Cómo cree usted que se sintieron sus hermanas cuando volvieron a ver a su hermano vivo?
- Mucha gente vio este milagro. ¿Cree que esta noticia se difundió rápidamente?
Jesús sana la oreja de un hombre
Ésta sería la última noche de Jesús con sus discípulos. Después de que terminaron la comida de la Pascua, salieron y se dirigieron al Monte de los Olivos (Lucas 22:39-51).
Jesús sabía que su muerte estaba cerca y fue a un jardín a orar, mientras sus discípulos se quedaron a corta distancia. Se arrodilló y oró, estaba profundamente angustiado porque sabía lo que estaba a punto de suceder. Dios envió a un ángel para ayudarlo y consolarlo.
Se levantó y regresó con los discípulos, que estaban durmiendo. Los despertó, y mientras les hablaba, una gran multitud de personas venía hacia ellos con espadas y palos.
Judas, uno de los discípulos de Jesús, los había llevado hasta Jesús. Antes de la Pascua, Judas se había reunido con los principales sacerdotes que querían aprehender a Jesús. Él aceptó ayudarlos a cambio de dinero (vv. 3-5).
Entonces Judas se acercó a besar a Jesús. Jesús le preguntó: “Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del Hombre?”.
Los discípulos se dieron cuenta de lo que estaba sucediendo, y estaban dispuestos a defender a Jesús.
Ellos preguntaron: “Señor, ¿heriremos a espada?”.
Antes de que Jesús pudiera responder, uno de ellos sacó una espada y le cortó la oreja derecha de un siervo del sumo sacerdote. Inmediatamente, Jesús extendió su mano y tocando la oreja del siervo, lo sanó.
Este fue el último milagro que Jesús realizó justo antes de su muerte, y demostró una vez más que Él era el Hijo de Dios.
Preguntas:
- Cuando Jesús sanó la oreja del siervo, ¿qué cree usted que estaba pensando el siervo?
- Si usted hubiera presenciado esto, ¿qué pensaría? ¿Creería que fue un milagro?
- Describa lo que cree que es un milagro.
Estudie más acerca de los milagros en nuestro artículo “Los milagros de Jesús”.