En el camino a Damasco, Dios llamó a un enemigo de los cristianos a convertirse en apóstol de Jesucristo. Lo que le sucedió a Pablo es importante para todos los cristianos.
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La primera vez que nos encontramos con Saulo de Tarso en la Biblia (que más tarde sería llamado Pablo), leemos que formaba parte del grupo que mató a Esteban por estar predicando acerca de Jesús (Hechos 7:57-60).
Pablo no sólo creía que este devoto discípulo merecía morir, sino que pensaba que todos los seguidores de Jesucristo y su camino debían ser arrestados y probablemente enfrentar la pena de muerte también.
Perseguidor de la Iglesia
En aquel tiempo, Pablo “asolaba la iglesia, y entrando casa por casa, arrastraba a hombre y a mujeres, y los entregaba en la cárcel” (Hechos 8:3). Debido a esta persecución, los miembros de la Iglesia en Jerusalén huyeron a otras regiones tratando de escapar de Pablo.
Pero Pablo obtuvo permiso para perseguirlos, ¡incluso hasta Damasco! Pablo ahora podría arrestar a los cristianos de allí y arrastrarlos los 225 kilómetros de regreso a Jerusalén.
Pablo era el enemigo de los cristianos, y probablemente el hombre que ellos más temían.
Sin embargo, ocurrió un evento milagroso que cambiaría drásticamente el curso de la vida de Pablo.
Camino a Damasco
“Mas yendo por el camino, aconteció que al llegar cerca de Damasco, repentinamente le rodeó un resplandor de luz del cielo; y cayendo en tierra, oyó una voz que le decía: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Él dijo: ¿Quién eres, Señor? Y le dijo: Yo soy Jesús, a quien tu persigues; dura cosa te es dar coces contra el aguijón” (Hechos 9:3-5).
Un aguijón era un palo afilado que se usaba para empujar al ganado a moverse, es decir, Jesús le estaba diciendo que era inútil resistirse, lo estaba comparando a un buey obstinado por perseguir a los seguidores de Jesús a pesar de las dudas que debe haber estado sintiendo.
En un instante, todo lo que Pablo creía había cambiado radicalmente. Ahora sabía que Jesús había resucitado y era su Maestro. Aunque Pablo estaba cegado por la luz, era la primera vez que realmente podía ver. Había estado ciego espiritualmente, pero Dios estaba empezando a abrirle sus ojos.
La respuesta de Pablo
“Él, temblando y temeroso, dijo: Señor, ¿qué quieres que yo haga? Y el Señor le dijo: Levántate y entra en la ciudad, y se te dirá lo que debes hacer” (v. 6).
Los compañeros de Pablo, que habían visto la luz, pero no habían oído las palabras que él había escuchado (Hechos 22:9), tuvieron que llevar a Pablo de la mano. Durante tres días estuvo sin poder ver, y sin comer ni beber.
Entre tanto, Dios le reveló esta sorprendente noticia a un cristiano llamado Ananías. Dios le dijo a Ananías que fuera a buscar a “Saulo, de Tarso, porque he aquí, él ora, y ha visto en visión a un hombre llamado Ananías, que entra y le pone las manos encima, para que recobre la vista” (vv. 11-12).
¡Ananías no lo podía creer! ¿Había escuchado correctamente?
“Señor, he oído de muchos acerca de este hombre, cuántos males ha hecho a tus santos en Jerusalén; y aun aquí tiene autoridad de los principales sacerdotes para prender a todos los que invocan tu nombre” (vv. 13-14).
Pablo se arrepintió, fue bautizado, recibió el don del Espíritu Santo de Dios y aceptó la misión que Dios le había dado. Él hizo un giro de 180 grados en su vida.
Pero Dios le aseguró a Ananías que esto también era parte de su plan. Él tenía una misión importante para Pablo. Sin embargo, Pablo, que en el pasado había causado tanto sufrimiento a muchas personas, también tendría que sufrir muchas adversidades por el nombre de Cristo.
Pablo se arrepintió, fue bautizado, recibió el don del Espíritu Santo de Dios y aceptó la misión que Dios le había dado. Él hizo un giro de 180 grados en su vida.
“En seguida predicaba a Cristo en las sinagogas, diciendo que éste era el Hijo de Dios” (v. 20). ¡Comenzó a enseñar las mismas cosas que sólo unos días antes él hubiera matado a otros por predicar! No es de extrañar que “todos los que le oían estaban atónitos” (v. 21).
El llamamiento de Pablo en el camino a Damasco se convirtió en una parte importante de su predicación. La Biblia registra que lo contó en detalle a una multitud enojada en Jerusalén (Hechos 22: 1-21). Y nuevamente lo relató cuando se defendía ante el rey Agripa y el gobernador romano Festo (Hechos 26:1-23). (Aunque algunos sienten que hay contradicciones entre los diferentes relatos, un estudio cuidadoso muestra que todos son complementarios. Para más información acerca de esto, vea nuestro artículo “Camino a Damasco: ¿una contradicción de la Biblia?”).
Pablo también escribía a menudo acerca de la importancia del llamado de Dios de cada cristiano. Aunque cada seguidor de Cristo tiene una historia única acerca del llamamiento de Dios, los cristianos esencialmente tienen el mismo llamado. Como escribió Pablo, Dios “nos salvó y llamó con llamamiento santo” (2 Timoteo 1: 9).
El llamamiento cristiano
La Biblia nos entrega otros ejemplos de hombres y mujeres llamados a seguir a Cristo, y la mayoría de sus historias no fueron tan dramáticas como las de Pablo. La mayoría de estas historias no incluían milagros físicos.
Pero todos los que son llamados por Dios experimentan un milagro espiritual: nuestra mente es abierta para entender la verdad y el llamamiento de Dios. Este milagro, aunque silencioso e invisible, es uno de los milagros más asombrosos que puedan existir. Nos da la oportunidad de ser parte de la familia del Todopoderoso Dios Creador.
Jesús dijo: “Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere; y yo lo resucitaré en el día postrero” (Juan 6:44).
¡Las personas que responden a este llamado milagroso podrán vivir para siempre como hijos e hijas de Dios (2 Corintios 6:18)!
Para más información acerca de cómo Dios llama a las personas a convertirse en seguidores de Cristo, puede leer el artículo “¡Dios llama!”. Si usted siente que Dios lo está llamando, lo animamos a descargar nuestro folleto gratuito ¡Cambie su vida!, que describe los pasos que Dios desea que tomemos para responder a su llamamiento.