El rey Nabucodonosor le anunció a todos que tenían que adorar a un ídolo. Pero Sadrac, Mesac y Abed-nego eran valientes y fieles siervos del Dios verdadero. ¿Qué harían?
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El rey Nabucodonosor hizo una enorme estatua dorada. Llamó a todos los funcionarios de su reino para que fueran a la dedicación de la estatua de oro que había hecho (Daniel 3).
Hizo que un hombre les anunciara: “Mándase a vosotros, oh pueblos, naciones y lenguas… que al oír todo instrumento de música, os postréis y adoréis la estatua de oro que el rey Nabucodonosor ha levantado... y cualquiera que no se postre y adore, inmediatamente será echado dentro de un horno de fuego ardiendo”.
Entonces, cuando la gente escuchó el sonido de los instrumentos musicales, todos se postraron y adoraron la estatua de oro.
Se enfrentaron al rey
Pero Sadrac, Mesac y Abed-nego no obedecieron la orden del rey. Entonces, ciertos hombres vinieron ante la presencia del rey y le dijeron que estos tres jóvenes no estaban adorando la estatua dorada. El rey se enojó y exigió que los trajeran ante él.
Él les preguntó: “¿Es verdad, Sadrac, Mesac y Abed-nego, que vosotros no honráis a mi dios, ni adoráis la estatua de oro que he levantado? Ahora, pues, ¿estáis dispuestos para que al oír el son… de todo instrumento de música, os postréis y adoréis la estatua que he hecho? Porque si no la adorareis, en la misma hora seréis echados en medio de un horno de fuego ardiendo”. El rey les estaba dando una última oportunidad.
Pero Sadrac, Mesac y Abed-nego le dijeron al rey: “He aquí nuestro Dios a quien servimos puede librarnos del horno de fuego ardiendo; y de tu mano, oh rey, nos librará. Y si no, sepas, oh rey, que no serviremos a tus dioses, ni tampoco adoraremos la estatua que has levantado”.
El rey se enfureció aún más. Ordenó que el horno se calentara a la máxima temperatura posible. Ordenó a sus soldados que arrojaran a los tres jóvenes al horno. Los ataron y fueron arrojados. ¡El horno estaba tan caliente que las llamas saltaron y quemaron a los mismos soldados!
¿Cuatro hombres en el horno?
Sadrac, Mesac y Abed-nego fueron arrojados al horno de fuego ardiendo. Mientras el rey Nabucodonosor observaba, no podía creer lo que estaba presenciando. Él estaba viendo a cuatro hombres caminando en el fuego.
Dijo a sus consejeros: “¿No echaron a tres varones atados dentro del fuego?”.
Ellos respondieron: “Es verdad, oh rey”.
El rey Nabucodonosor dijo: “He aquí yo veo cuatro varones sueltos, que se pasean en medio del fuego sin sufrir ningún daño; y el aspecto del cuarto es semejante a hijo de los dioses” (Daniel 3:25). Entonces el rey se acercó a la puerta del horno y les dijo que salieran.
Salvados por Dios
Sadrac, Mesac y Abed-nego salieron, pero la cuarta persona había desaparecido. Ninguno de ellos se había quemado, ni su cabello ni su ropa estaban chamuscados. ¡Ni siquiera olían a humo! Todos los consejeros del rey pudieron ver que estos tres jóvenes no habían sufrido ningún daño, y que el fuego no los había tocado.
El rey se dio cuenta de que el Dios de Sadrac, Mesac y Abed-nego los había salvado. Decretó una nueva orden para que nadie dijera nada en contra del Dios de ellos. El rey Nabucodonosor dijo: “Bendito sea el Dios de ellos, de Sadrac, Mesac y Abed-nego, que envió su ángel y libró a sus siervos que confiaron en él”.
Posteriormente hizo que estos tres jóvenes estuvieran nuevamente en el poder para que ayudaran a administrar Babilonia.
Sadrac, Mesac y Abed-nego estaban dispuestos a morir por su fe. Fueron muy valientes. Hicieron lo que Dios les había mandado en lugar de obedecer la orden del rey, y Dios los salvó del horno ardiente. Dios hizo un milagro asombroso con estos tres jóvenes que obedecieron sus mandamientos en lugar de obedecer al rey.
Preguntas
Tenemos algunas preguntas en las que puede meditar o discutir en familia:
- ¿Quién crees que era la cuarta persona que estaba junto con los tres jóvenes en el horno de fuego?
- Estos tres jóvenes se dieron cuenta de que Dios podía salvarlos del horno de fuego, pero decidieron que incluso si Él no los salvaba, no se inclinarían ante una estatua. Eso habría sido quebrantar los mandamientos de Dios. ¿Qué mandamientos estaban obedeciendo?
Tenemos un artículo, “Los tres amigos de Daniel”, que ahonda en el tema de Sadrac, Mesac y Abed-nego, y podría interesarle.