Cuando Jesucristo vino a la Tierra hace 2.000 años, ¿cuáles fueron la misión y el propósito que guiaron su vida? ¿Cómo debería su propósito afectar a los cristianos hoy?
Tras la conversación de Jesús con la mujer samaritana, los discípulos regresaron con comida de un pueblo cercano. Le dijeron a Jesús que comiera, pero Él respondió algo que los dejó perplejos: “Yo tengo una comida que comer, que vosotros no sabéis” (Juan 4:32).
Como muchas otras veces, los discípulos no entendieron lo que decía; asumieron que alguien más le había traído comida (v. 33), así que Cristo les dijo más claramente: “Mi comida es que haga la voluntad del que me envió, y que acabe su obra” (v. 34).
Jesús estaba hablando de su propósito.
El propósito de Cristo motivaba todo lo que hacía. Era tan prioritario en su vida que lo consideraba su sustento. Tenía que hacer la obra de su Padre, así como tenía que comer para vivir.
Más tarde Cristo dijo: “Es necesario que también a otras ciudades anuncie el evangelio del reino de Dios; porque para esto he sido enviado” (Lucas 4:43, énfasis añadido).
El enfoque principal de Jesús era su misión. Claramente, Él entendía su propósito y dedicaba su vida, agenda y energía a cumplirlo.
Pero ¿cuál era la obra que debía hacer? ¿Cómo deberían su trabajo y su propósito impactarnos hoy?
“Mirad los campos. . .”
Luego de hablar de la obra de su Padre, Jesús compartió con sus discípulos una analogía de la agricultura: “¿No decís vosotros: Aún faltan cuatro meses para que llegue la siega?” (Juan 4:35). En otras palabras, cuando un agricultor ha plantado las semillas, debe esperar a que pase el verano para esperar la cosecha.
Pero no había descanso en la obra de Jesús. Él trabajaba siempre. Quizá dirigiendo la atención a un grupo de samaritanos, continuó diciendo: “He aquí os digo: Alzad vuestros ojos y mirad los campos, porque ya están blancos para la siega”.
Se refería a una siega de personas.
Cristo se quedó en ese lugar y les predicó a los samaritanos durante dos días, e increíblemente, muchos creyeron su mensaje (vv. 39-40). Ése era el trabajo que Cristo hacía —la obra de su Padre.
¿Qué predicó Jesús?
Cristo visitó muchas villas y ciudades y les predicó a las personas. Pero ¿cuál era su mensaje?
Mateo nos dice: “recorrió Jesús toda Galilea, enseñando en las sinagogas de ellos, y predicando el evangelio del reino” (Mateo 4:23).
La palabra “evangelio” proviene del griego euangelion, que significa “un anuncio de ‘buenas noticias’” (Mounce’s Complete Expository Dictionary of Old and New Testament Words [Diccionario expositivo completo de palabras del Antiguo y Nuevo Testamento de Mounce], p. 303). Jesús vino con un mensaje de buenas nuevas: las buenas noticias del Reino de Dios.
El evangelio del Reino es el anuncio de que Dios intervendrá para poner fin al sufrimiento y establecer su gobierno y dominio en la Tierra. Jesucristo, con la ayuda de los santos glorificados, será el Rey de ese Reino. Una parte importante de su mensaje es que, quienes lo escuchen, pueden vivir en su Reino eternamente, si lo creen, se arrepienten y permanecen fieles.
El mensaje de Jesús tenía cuatro partes esenciales: “El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio” (Marcos 1:15). Desde que el tiempo se cumplió, Jesús enseñó que el Reino se había “acercado”, es decir, que el Reino viene pronto y debería ser una prioridad para nosotros. Además, les dijo a sus oyentes que, si creían en ese mensaje, debían arrepentirse —cambiar sus vidas para estar alineados con el camino de Dios. Muchos se convencieron y creyeron en el mensaje de Jesús, pero la mayoría no estuvo dispuesta a dar los pasos del arrepentimiento y el compromiso.
Si desea profundizar más acerca del mensaje del evangelio, lo invitamos a leer “El mensaje del Mesías: el evangelio del Reino”.
¿Qué métodos usó Cristo para cumplir su propósito?
Hoy en día, la tecnología y la mercadotecnia nos proveen muchas maneras de difundir un mensaje. Pero Jesucristo usó con inteligencia y celo los métodos mucho más sencillos que tenía disponibles en el primer siglo. Sus métodos fueron:
- Predicaba en reuniones públicas. Jesús viajó a muchos pueblos y ciudades. Generalmente iba a los lugares donde la gente se reunía para recibir instrucción: la sinagoga local en el sábado (Mateo 9:35; Marcos 1:37-38; Lucas 4:31).
Según las reglas de la sinagoga, Él podía predicar porque era un hombre judío. Y cuando estaba en Jerusalén, lo hacía en el patio exterior del templo, un lugar donde estaban permitidas la predicación y las discusiones abiertas (Lucas 20:1). Cristo aprovechó al máximo las plataformas que tenía a su disposición.
- Predicó en reuniones privadas más pequeñas. A veces, Cristo predicaba el evangelio en lugares menos públicos. En una ocasión, mientras estaba en Capernaum, permitió que las personas se reunieran dentro y alrededor de una casa para escuchar su mensaje (Marcos 2:1-2). Esto le daba la oportunidad de predicar con un tono más informal y responder preguntas de las personas.
También se relacionaba con las personas en ambientes incluso menos formales; por ejemplo, participaba en comidas en sus casas. Cristo predicaba el mensaje del evangelio incluso en conversaciones casuales siempre que podía (Marcos 2:15; Lucas 10:39). Y considerando que personas de contextos muy diferentes se sentían cómodos con Él, sabemos que Jesús no era prepotente ni les predicaba con condescendencia.
- Tenía conversaciones personales. En ocasiones, Cristo utilizaba las conversaciones personales para compartir su mensaje. Tenemos tres ejemplos detallados de esto: Nicodemo, la mujer samaritana y el joven rico (Juan 3; 4; Mateo 19:16-22).
Jesús era capaz de entretejer con destreza un elemento específico del mensaje del evangelio en una conversación (Marcos 5:36; Mateo 9:12-13; Juan 5:14; Lucas 19:10; Juan 18:36).
- Capturaba la atención de su audiencia con sanidades y otros milagros. Jesús sanaba por amor y compasión hacia la gente. Pero sus sanidades también servían para llamar la atención hacia su mensaje y reunir una audiencia. En varias ocasiones, grandes grupos de personas de toda la región fueron a Él para ser sanados, verlo sanar y escuchar su predicación (Mateo 4:25; Lucas 6:17).
Cuando esto ocurría, Cristo encontraba un lugar apropiado para facilitar el aprendizaje. En una ocasión, paró en un “un lugar llano” (v. 17) donde la multitud podía sentarse a escuchar. En otra, predicó desde un bote (Lucas 5:1-3).
- Entrenó a sus discípulos para llegar a más personas. En cierto punto, Cristo envió a sus discípulos a predicar el evangelio en su nombre (Lucas 9:1-2). Entrenó cuidadosamente a un grupo de seguidores dedicados y les encargó que continuaran su obra luego de su partida.
Jesús empleó todos los medios posibles para hacer su obra. No era agresivo y no se lo imponía a la gente, y siempre compartía su mensaje de una forma gratuita (Mateo 10:8).
La transición de Jesucristo a la Iglesia
Tras la ascensión de Cristo al cielo, hubo un cambio en cómo su obra se llevaría a cabo en la Tierra. Jesús le dio a su Iglesia la comisión de continuar con su trabajo.
Cuando resucitó, se apareció ante los 11 apóstoles que quedaban y les dio una tarea específica:
“Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (Mateo 28:18-20).
En el relato de Marcos, leemos una instrucción similar: “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura” (Marcos 16:15).
Eso es lo que la Iglesia hizo y sigue haciendo.
El libro de Hechos cuenta la historia de cómo la Iglesia, dirigida por los apóstoles, predicó el evangelio e hizo discípulos. Para ello también utilizaron los métodos y las plataformas que tenían disponibles: reuniones públicas, comunicaciones personales y su ejemplo personal.
También aprovecharon el sistema de caminos romanos para predicar el evangelio más allá de la Tierra Santa, abarcando todo el Imperio Romano. Se mantuvieron comunicados por medio de cartas, o epístolas, algunas de las cuales forman parte del Nuevo Testamento. Y, como resultado de su fiel devoción a la misión, se formaron nuevas congregaciones a lo largo del mundo.
Si desea descubrir más acerca de cómo el evangelio se predicó en todo el mundo, lo invitamos a leer “La Iglesia: una obra a nivel mundial”.
La misión y el propósito en la actualidad
La Iglesia de Dios en la era moderna sigue predicando el evangelio del Reino. Enseñamos el mismo mensaje que Jesús y la Iglesia del primer siglo predicaron hace casi dos mil años.
Pero los avances tecnológicos nos han permitido ir más allá de la predicación oral y los viajes a pie. La tecnología moderna —comenzando con la imprenta— abrió la puerta para que el evangelio se predicara de forma escrita a audiencias fuera del alcance personal del predicador.
Eventualmente, la radio y la televisión permitieron que la Iglesia llegara a audiencias incluso mayores. Y ahora, el internet y la tecnología móvil permiten que las palabras en audio y video alcancen casi todos los rincones del planeta.
Aunque los métodos han cambiado, el pueblo de Dios sigue cumpliendo la misma misión y el mismo propósito mientras se esfuerza por . . .
Andar como Él anduvo.