De la edición Enero/Febrero 2023 de la revista Discernir

El primer milagro de Jesús: convertir el agua en vino

Jesús hizo su primer milagro en una boda en Caná. ¿Qué nos dice la Biblia acerca de los milagros de Cristo? ¿Qué podemos aprender del milagro de transformar el agua en vino?

Los Evangelios nos hablan de 37 milagros que Jesús realizó durante los tres años y medio de su ministerio; y Juan dice que muchos otros no fueron registrados (Juan 20:30-31; 21:25).

Entre sus milagros encontramos: sanar enfermedades crónicas, echar demonios, calmar tormentas, caminar sobre el agua, alimentar a miles y resucitar muertos. Pero sus milagros no tenían el propósito de entretener o llamar la atención, sino mostrar quién era Él y de dónde provenía su poder.

¿Qué es un milagro bíblico?

Un milagro bíblico es la ocurrencia de un evento imposible según las leyes físicas del universo. Un ser humano no puede caminar sobre el agua líquida, por ejemplo, ni alimentar a 5.000 personas con unos pocos panes y peces. Los milagros requieren de una fuerza espiritual que intervenga en el mundo físico para alterar, doblar o suspender por completo las leyes físicas.

La Biblia no menciona que Jesús haya hecho milagros antes de los 30 años.

¿Nació Jesús con superpoderes?

Antes de hablar acerca de su primer milagro registrado, analicemos en primer lugar cómo Cristo fue capaz de hacer milagros. ¿Acaso nació con poderes espirituales sobrehumanos?

La Biblia dice claramente que Jesús abandonó los poderes y privilegios de su vida espiritual cuando vino a la Tierra. “Se despojó a sí mismo” de vida espiritual eterna y fue “hecho semejante a los hombres” (Filipenses 2:7). Es decir, dejó de ser espíritu y literalmente “fue hecho carne” (Juan 1:14).

¿Por qué esto es tan importante?

Porque demuestra que Jesús no nació con superpoderes en su cuerpo. Si su cuerpo hubiera sido diferente al nuestro, hubiera sido humano sólo en parte. Pero la Biblia dice claramente que fue “en todo semejante a sus hermanos” (Hebreos 2:17, énfasis añadido).

No en “algunas” cosas, sino en todo. Cristo experimentó las mismas limitaciones físicas que usted y yo tenemos. No tenía superpoderes secretos como el ficticio Superman.

Cristo mismo confirma esto cuando dice: “No puede el Hijo hacer nada por sí mismo” y “No puedo yo hacer nada por mí mismo” (Juan 5:19, 30). Jesús estaba sujeto a las mismas restricciones físicas que cualquier hombre de carne y hueso.

Sin embargo, es importante comprender que, aunque se despojó de su poder y la gloria espiritual y se convirtió en carne y hueso, Cristo seguía siendo Dios —Dios “manifestado en carne” (1 Timoteo 3:16). Era divino en su identidad y origen (Juan 1:1; 8:58; Marcos 2:5-12; Lucas 10:18).

Él era tanto el “Hijo de Dios” como el “Hijo del Hombre”. (Para aprender más sobre la divinidad de Cristo, lea “¿Jesús en el Antiguo Testamento?”, “¿Fue Jesucristo creado?”, “Jesús, el Hijo de Dios” y “Jesús el hijo del hombre”).

¿Cómo hizo Jesús milagros extraordinarios?

Él mismo dio la respuesta en Juan 14:10: “¿No crees que yo soy en el Padre, y el Padre en mí? Las palabras que yo os hablo, no las hablo por mi propia cuenta, sino que el Padre que mora en mí, él hace las obras” (énfasis añadido).

Los milagros que Cristo hizo como ser humano sólo fueron posibles por el poder del Padre que moraba en Él. El apóstol Pedro más tarde explica que: “Dios ungió con el Espíritu Santo y con poder a Jesús de Nazaret, y cómo este anduvo haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él” (Hechos 10:38, énfasis añadido).

Jesús fue capaz de realizar milagros porque el Padre “estaba con él” y le daba el poder que necesitaba por medio del Espíritu Santo. Su fe y absoluta confianza en el Padre le permitieron hacer posible lo imposible (Mateo 19:26).

Si bien Jesucristo nunca dejó de ser Dios (1 Timoteo 3:16), no fue sino hasta después de su resurrección que todos sus poderes divinos (los mismos que había poseído por la eternidad) le fueron devueltos.

La boda de Caná

Ahora sí analicemos su primer milagro.

El escenario fue el pequeño pueblo de Caná, ubicado en el norte de Galilea. La ubicación exacta de Caná es incierta, pero los expertos creen que se encontraba unos pocos kilómetros al oeste del Mar de Galilea.

Jesús ya había comenzado su ministerio, que, en ese punto, había consistido principalmente en elegir a sus discípulos y predicar.

Leemos que la madre de Jesús estaba en la boda y que “fueron también invitados a las bodas Jesús y sus discípulos” (Juan 2:2). Es posible que el novio o la novia pertenecieran a la familia extendida de Jesús.

No tenemos muchos más detalles acerca de la boda, pero sabemos que el vino se estaba terminando antes de tiempo. Quizá llegaron más invitados de lo esperado. Entonces María le informó a Jesús del problema (v. 3), y la respuesta inicial de Jesús fue: “¿Qué tienes conmigo, mujer? Aún no ha venido mi hora” (v. 4).

La traducción en español de este versículo puede sonar un poco tosca. Pero debemos ser cuidadosos y no imaginarnos que hubo un tono irrespetuoso que no necesariamente estaba en la expresión original.

Hoy en día sería extraño decirle “mujer” a nuestra madre o cualquier otra persona, pero en esa cultura, ésta era una forma común de mostrar respeto y cortesía a una mujer (Lucas 13:12; Juan 4:21; 8:10). Algunas traducciones prefieren la expresión “querida mujer” para trasmitir la idea.

“Este principio de señales hizo Jesús en Caná de Galilea, y manifestó su gloria; y sus discípulos creyeron en él”.

Jesús le estaba diciendo respetuosamente a su madre que la falta de vino no era una emergencia que le correspondiera solucionar a él. Además, debía tener cuidado de no llamar demasiado la atención tan pronto en su ministerio.

Pero en lugar de rendirse, María simplemente les dijo a los sirvientes que hicieran lo que Jesús les dijera (Juan 2:5). María no sabía exactamente qué haría Jesús, pero esperaba que hiciera algo.

El agua se convierte en vino

En la boda había seis tinajas de piedra para el lavado de manos ceremonial que acostumbraban a hacer los judíos de la época. Cristo les pidió a los sirvientes que llenaran las tinajas de agua y luego les dijo: “Sacad ahora, y llevadlo al maestresala” (v. 8). Probablemente el maestresala era lo que conocemos como un organizador de eventos y maestro de ceremonias.

Lo que salió de las tinajas no era agua, sino vino. Y no un vino cualquiera, sino un vino de calidad increíble. Era tan bueno que el maestresala le dijo al novio que era inusual sacar el mejor vino tan tarde (v. 10).

Según las leyes físicas, el agua no fermenta. Si se le agrega azúcar u otras sustancias, puede fermentar tras un largo período de tiempo, pero el resultado sería insípido e incoloro, similar al vodka. Nunca se tornaría rojo ni se confundiría ni siquiera con el más barato de los vinos.

Lo que ocurrió fue un milagro. El agua se transformó de simple hidrógeno y oxígeno en vino de uva fermentada. Y dado que fue un vino creado por Dios mismo, sin duda era de la mejor calidad y el mejor sabor.

¿Por qué hizo Jesús un milagro tan aparentemente insignificante? Tal vez sintió compasión por el organizador de la boda y la familia y quiso salvarlos de la vergüenza de no poder atender a sus invitados.

La Biblia no nos da detalles más allá de la relevancia del milagro mismo: “Este principio de señales hizo Jesús en Caná de Galilea, y manifestó su gloria; y sus discípulos creyeron en él” (v. 11).

Sus discípulos vieron que Jesús no sólo era un Maestro inspirado, sino también un instrumento de Dios el Padre para hacer lo imposible.

Lecciones del primer milagro de Jesús

Convertir el agua en vino tal vez no parezca un milagro tan decisivo en la vida de alguien como los que Cristo hizo posteriormente. Pero su primer milagro nos deja algunas lecciones para el presente. ¿Qué podemos aprender del milagro de Caná?

  1. Jesús honró a su madre. Aunque al principio no quería intervenir, y todo parece indicar que Jesús lo hizo principalmente porque su madre se lo pidió. Cristo guardó el quinto mandamiento (honrar a los padres) a la perfección. Trataba a su madre física con respeto y cuidado.
  2. Jesús no se oponía al uso del alcohol. La palabra griega traducida cono vino es oinos, que se refiere al vino fermentado derivado de la uva. Aunque los cristianos pueden abstenerse de beber, disfrutar del alcohol en moderación no es un pecado. Emborracharse, en cambio, sí es un pecado que puede dejarnos fuera del Reino de Dios (1 Corintios 6:10). Para descubrir más acerca de este tema, lea “¿Es pecado tomar alcohol?”.
  3. Dios es un Dios de excelencia y calidad. Uno de los aspectos más interesantes de este milagro fue el comentario acerca de la excelencia del vino. Éste fue un vino creado por Dios mismo y no provino de una viña o bodega terrenal. La majestad de Dios es prueba de su excelencia y perfección (Salmos 18:30; Isaías 33:21). Los cristianos también debemos buscar la excelencia en nuestra vida (Eclesiastés 9:10; Mateo 5:48).
  4. Dios se preocupa por nosotros incluso en las cosas pequeñas. Este milagro nos muestra que no hay nada tan insignificante como para pedírselo a Dios en oración. Aunque la falta de vino no puso en peligro la vida de nadie, María le pidió ayuda a Jesús. Podemos llevarle nuestras preocupaciones, grandes y pequeñas, a Dios. Pedro más tarde animó a los cristianos a echar “toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros” (1 Pedro 5:7, énfasis añadido).

Durante su ministerio, Cristo realizó por lo menos 36 milagros más, muchos de los cuales cambiaron drásticamente la vida de las personas para bien. Pero el primero de ellos fue convertir el agua en vino por medio de su fe en el poder de su Padre para hacer lo imposible. Nosotros también podemos desarrollar esa fe a medida que nos esforzamos por...

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