Éste es el rostro conocido alrededor del mundo. Aunque a veces aparezca con diferentes tonos de piel, las características generales son consistentes: cabello largo, barba, un rostro delgado y sombrío. Este rostro es representado por medio de cuadros, esculturas, crucifijos y películas.
Este rostro es reconocido inmediatamente como el de Jesucristo.
Pero, tal como mostramos en nuestro artículo: “¿Cuál era y cuál no era la apariencia de Jesús?”, la Biblia revela muy poco acerca de la apariencia física de Jesús. Y lo que revela contradice la popular imagen que tal vez usted tenga en mente —una imagen que ha sido planteada por artistas y cineastas. En vez de cabello largo, Jesús tendría que tener el cabello corto. En vez de esa tez pálida, tendría que tener un rostro bronceado. En vez de ser delgado y frágil, Él tendría que haber sido masculino y fuerte.
Pero si la imagen popular no se derivó de las Escrituras, ¿de dónde vino? ¿Por qué los artistas, escultores y cineastas representan constantemente a Jesús con estas características?
¡Lo que la historia nos muestra tal vez lo sorprenda!
No había imágenes en la Iglesia primitiva
Las personas más cercanas a Jesús no dejaron ninguna descripción artística de su apariencia. No era que lo pasaran por alto porque estaban muy ocupados. El Nuevo Testamento es muy minucioso en cuanto al registro de los detalles más vitales acerca de la vida de Jesús —pero es ostensible que hay muy pocos detalles acerca de su apariencia. En ninguna parte encontramos una imagen artística de Él que haya sido dibujada por uno de sus contemporáneos.
¿Por qué ocurre esto?
Explicado sencillamente, los cristianos primitivos entendieron que si bien Jesús tenía una apariencia ordinaria (Isaías 53:2), Él no era un hombre ordinario —Él era Dios en la carne (Juan 1:1, 14; 20:28). Ya que ellos obedecían fielmente los Diez Mandamientos, aplicaban el Segundo Mandamiento a Jesús. Jesucristo era Dios y no debería ser representado por medio de imágenes.
El apóstol Pablo expandió esta verdad cuando dijo: “no debemos pensar que la Divinidad sea semejante a oro, o plata, o piedra, escultura de arte y de imaginación de hombres” (Hechos 17:29). En otras palabras, Dios es tan grande que reducirlo a una imagen es como ponerlo en una caja. Pablo se refirió a los intentos de representar a Dios por medio de imágenes como “tiempos de ignorancia” (v. 30). Pablo estaba tratando de combatir la idolatría —un elemento muy importante en el mundo greco-romano en el que él vivía.
El historiador Jesse Lyman Hurlbut escribió del primer siglo: “La adoración de ídolos estaba entretejida con todos los aspectos de la vida. Las imágenes que había en cada casa recibían adoración; las libaciones eran derramadas a los dioses en cada festival; en cada ceremonia cívica o provincial las imágenes eran adoradas. En esas formas los [primeros] cristianos no tomarían parte” The Story of the Christian Church [La historia de la Iglesia cristiana], 1970, p. 41).
La historia secular registra: “La Iglesia primitiva siempre había sido estricta en prohibir la adoración de las imágenes y por lo tanto no querían que el rostro de Cristo fuera algo memorable” (Claudine Chavannes-Mazel, “Creencia popular y la imagen del Cristo lampiño”, Visual Resources, Vol. 19, No. 1, p. 29).
Es claro por la evidencia histórica y escritural que la Iglesia primitiva no tenía imágenes de Cristo. ¿Entonces cómo se abrieron campo las imágenes y los íconos dentro del cristianismo tradicional?
Cómo se introdujeron las imágenes en el cristianismo
Muchos cambios ocurrieron en el cristianismo después del final de la era del Nuevo Testamento. Después de la muerte de los apóstoles originales, un pequeño grupo de fieles cristianos continuó, pero gran parte del cristianismo gradualmente comenzó a evolucionar hacia una religión muy diferente de la Iglesia descrita en el libro de Hechos. Usted puede leer más acerca de esto en nuestro artículo: “¿Fue diseñado el cristianismo para evolucionar?”.
Las imágenes más tempranas que han sido descubiertas supuestamente describiendo a Jesús, han sido fechadas alrededor de los años 240 al 256 d.C. Obviamente, los artistas que vivieron 200 años después de la ascensión de Cristo a los cielos, nunca lo vieron a Él ni conocieron a ninguno de sus contemporáneos.
En vez de tratar de representarlo a Él, estas imágenes tempranas representaron simbólicamente a Cristo. Lo más común era que Cristo era descrito como el “Buen Pastor”, sosteniendo una oveja. En estas imágenes, Él es representado como alguien joven, físicamente saludable y sin barba. La mayor parte de estas imágenes fueron descubiertas en las catacumbas en Roma —no en Judea o Asia Menor, en donde vivía la mayoría de los cristianos.
El problema que los historiadores han tenido para identificar estas imágenes como si fueran de Cristo es que ellas hacen un paralelo del arte pagano greco-romano, que utilizaba una imagen del pastor como símbolo de filantropía (André Grabar, Origins of Christian Iconography [Orígenes de la iconografía cristiana], pp. 218-219).
No fue sino hasta después de Constantino (272-337 d.C.), que comenzaron a utilizarse detalladas representaciones de Jesús en las iglesias. El historiador Paul Johnson escribió que “después de la conversión de Constantino todas las barreras [para el uso de imágenes] desaparecieron” (A History of Christianity [Una historia del cristianismo], pp. 102-103).
En otras palabras, antes de este tiempo había una resistencia a los retratos artísticos de Jesús. Pero después de que Constantino aceptó el cristianismo y comenzó a rehacerlo según la imagen romana, las costumbres greco-romanas de adorar a las deidades por medio de estatuas e imágenes se sincretizaron en el cristianismo.
“Hacia el final del cuarto siglo, el uso de imágenes en las iglesias se volvió general. Las personas comenzaron a postrarse delante de ellas, y muchos de los más ignorantes empezaron a adorarlas. Los que defienden esta práctica dicen que ellos solamente estaban mostrando su reverencia a los preciosos símbolos de un Señor ausente y sus santos” (George Fischer, History of the Christian Church [Historia de la Iglesia cristiana], 1915, p. 117).
Aunque continuaba habiendo resistencia, el uso de íconos e imágenes finalmente se impuso y se convirtió en algo entretejido intrínsecamente con el cristianismo que emanaba de Roma y Bizancio. Pero el arte de esta forma emergente del cristianismo no provino de la nada. Estas imágenes surgieron de previas imágenes y tradiciones paganas.
Los orígenes del rostro de “Jesús”
Después del 400 d.C., se comenzaron a encontrar imágenes de Jesús en todas las iglesias, catacumbas y aún en las vestimentas de los sacerdotes. Ya que los artistas no tenían conocimiento de la apariencia real de Jesús, ellos desarrollaron sus propias imágenes de Cristo con características que aun hoy continúan influenciando el arte.
Las primeras imágenes de Jesús lo representaban ligeramente diferente de la forma en que Él es generalmente descrito en la actualidad. En vez de estar cubierto con una barba, los antiguos lo mostraban como un hombre joven, vital, bien afeitado, aunque algo afeminado, de cabello largo.
Escoger describir a Jesús con cabello largo no fue una decisión al azar por parte de estos primeros artistas. Ellos escogieron representar a Cristo de esta forma porque los dioses hombres del panteón greco-romano casi siempre eran representados con cabello largo. “En el arte griego y romano, el cabello largo era una marca de la divinidad… darle un cabello largo a Cristo le confería un aura de divinidad que lo apartaba de los discípulos y observadores que estaban siendo representados con él” (Thomas Mathews, The Clash of Gods [El choque de los dioses], 1993, pp. 126-127).
Muchos historiadores reconocen que las primeras imágenes de Jesús estaban basadas directamente en las características comunes dadas al dios sol Apolo. Veamos estas citas tan informativas:
“Cuando le dieron a Cristo un rostro juvenil, sin barba y relajado, con cabello largo, esto hizo que lo asimilaran a la compañía de Apolo y Dionisio… en la medida en que copiaron la apariencia de Apolo o Dionisio, también asumieron algo de su aspecto femenino” (ibídem, pp. 126-128).
“La apariencia de una cara bien afeitada se asemeja más a las representaciones de Apolo o del joven Dionisio, Mitras, y otros semidivinos o héroes humanos tales como Orfeo, Meleager y aun Hércules. Una apariencia juvenil recuerda los atributos divinos más asociados con dioses personales salvadores” (Robin Jensen, Understanding Early Christian Art [Cómo entender el arte cristiano primitivo], 2000, p. 119).
“La representación de Jesús como una versión de Apolo/Helios en la necrópolis del Vaticano, demuestra la forma en que los dioses romanos fueron retratados directamente; Jesús usurpó su lugar, con frecuencia con atributos iconográficos que hicieron que la apariencia de Él fuera semejante a varias deidades paganas” (ibídem, p. 120).
Veamos estas imágenes de Apolo y notemos las similitudes de muchos de los primeros retratos artísticos del joven Jesús:
Los artistas posteriores querían capturar la sabiduría y el poder de Jesús, como “el juez celestial”. Estos artistas buscaron inspiración en los dioses más poderosos y autoritarios del Panteón Romano, tales como Júpiter (la versión romana de Zeus), Neptuno y Serapis. Estos dioses, tal como Apolo, tenían cabello largo para distinguirlos del resto de los mortales, pero también se distinguían por barbas (que simbolizaban su sabiduría y autoridad).
Estas características se abrieron paso en los retratos artísticos de Jesús. Veamos estas citas de historiadores:
“La representación de Cristo como el Dios Todopoderoso en su trono de juicio, tomó algo de los retratos de Zeus” (Henry Chadwick, The Penguin History of the Early Church [Historia de la Iglesia primitiva de Penguin], 1967, p. 283).
“Un rostro totalmente barbado sugiere autoridad, majestad y poder y puede ser visto en los retratos de las deidades ancianas del Panteón Romano —Júpiter y Neptuno, o aun en la importación egipcia, Serapis… La figura madura y barbada tal vez hace énfasis en la soberanía de Jesús sobre el cosmos. Aquí Cristo toma el lugar de Júpiter en el panteón pagano, y la iconografía hace este despliegue explícito” (Jensen, pp. 119-120).
“Fue sólo después de Constantino, cerca de la época de Damasco, que la imagen de Jesús fue cambiada del joven obrador de maravillas a la del real o majestuoso Dios. En esa época, Jesús dio un giro más radical a la figura barbada, anciana y dominante” (Graydon F. Snyder, Ante Pacem: Archaeological Evidence of Church Life Before Constantine [Antes de la paz: evidencia arqueológica de la vida de la Iglesia antes de Constantino], p. 298).
Veamos las imágenes de Júpiter, Neptuno y Serapis:
Los artistas tomaron las características más notables de la divinidad del mundo greco-romano y las combinaron con la imagen de un hombre de escasos 30 años —inventando la imagen que hoy en día pensamos que es la de Jesús: el Jesús delgado, pálido, barbado y de cabello largo.
El peligro de la idolatría
Un tema bíblico consistente es que Dios aborrece la idolatría pagana. Dios ordena estrictamente a su pueblo no hacer imágenes de Él (o de cualquier otro dios inventado), o utilizar estas imágenes en la adoración. El antiguo Israel fue llevado cautivo porque ellos adoptaron la idolatría (2 Reyes 17:15-18; Oseas 8:4). El Nuevo Testamento está lleno de advertencias de “huir de la idolatría” (1 Corintios 10:14) y “guardaos de los ídolos” (1 Juan 5:21).
¿Habría Dios inspirado estas afirmaciones si quisiera ser adorado y que nos lo imagináramos por medio de imágenes inspiradas en la idolatría pagana?
¿Acaso el Dios que dijo que Él era “el mismo ayer, y hoy, y por los siglos” (Hebreos 13:8), cambiaría súbitamente su idea acerca de las imágenes en el siglo cuarto?
Ver a Cristo en verdad
Cuando tratamos de describir a Dios por medio de una imagen física, perdemos de vista toda la extensión de su poder y su grandeza, que nunca podrán ser capturados en piedra o en lienzos. En lugar de verlo a Él con los lentes que nos da en su Palabra, lo vemos a través de los lentes de la imaginación humana. En un sentido, lo hacemos a Él a nuestra imagen.
Las descripciones de Jesús no sólo dan una mala caracterización de la apariencia que Él tenía, sino que además estas imágenes están basadas en los dioses falsos del antiguo paganismo.
La mejor forma de reemplazar estas imágenes con la verdad acerca de Jesús es estudiando diligentemente su Biblia y llenando su mente con el conocimiento de sus enseñanzas —y a la vez evitando las imágenes que el hombre ha hecho de Él.
Jesucristo dijo algo muy contundente en Juan 4:23-24: “Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren”.
Adorar a Jesucristo debería estar totalmente basado en la verdad, no en falsas representaciones artísticas de su apariencia.
Si este artículo ha hecho que surjan preguntas en su mente, por favor lea “¿Cuál era y cuál no era la apariencia de Jesús?”, para aprender más acerca del verdadero Jesucristo.