¿Contradicen las enseñanzas de Jesucristo acerca de la paz y la no violencia lo que tantas naciones y personas “cristianas” practican? ¡La respuesta tal vez lo sorprenda!
El cristianismo es la religión más grande del mundo. En la actualidad 2.18 mil millones de personas alrededor del mundo, 32,5 por ciento de la población mundial, profesa el cristianismo. Según el Foro del Centro de Investigaciones de Pew acerca de la religión y vida pública, en la lista de las 10 naciones con el mayor número de cristianos, éstas son las cinco naciones con más alto porcentaje de cristianos:
- La República Democrática del Congo (63.150.000 de cristianos; 95,7 por ciento de la población).
- México (107.780.000; 95 por ciento).
- Filipinas (86.790.000; 93,1 por ciento).
- Brasil (175.770.000; 90,2 por ciento).
- Estados Unidos (246.780.000; 79,5 por ciento).
¿Hacen estos altos porcentajes de personas que profesan el cristianismo en estas naciones, que éstas sean seguras y refugios pacíficos ante el crimen y la violencia? Desafortunadamente la respuesta es no.
Analicemos las primeras tres naciones. La República Democrática del Congo, con cerca de 96 por ciento de población cristiana, es también una de las naciones más peligrosas del mundo. El Congo ha estado sumergido en una sangrienta guerra civil durante muchos años, que ha causado más de tres millones de muertos. También es considerada una de las naciones más peligrosas del mundo para las mujeres, debido a la alta tasa de violaciones.
México, con 95 por ciento de población cristiana, es también una nación muy peligrosa. México ha estado involucrada en una guerra por las drogas durante muchos años, y se estima que 27.199 personas han muerto en México en 2011 (esto es una tasa de 24 homicidios por 100.000 personas).
Estados Unidos tiene la tasa más alta de homicidios en las naciones desarrolladas: 14.827 personas fueron asesinadas en 2012.
Algunas de las guerras más destructivas de la historia humana han sido libradas por las naciones cristianas. La Primera Guerra Mundial, la Segunda Guerra Mundial, las guerras napoleónicas, la guerra civil americana y la guerra de los 30 años, todas han sido guerras en las que los combatientes de ambos bandos, en su gran mayoría, han sido cristianos.
Claramente, el cristianismo no ha conducido a la paz mundial —aun entre las naciones que profesan el cristianismo.
Los cristianos deben ser pacificadores
El propósito de esta columna “Cristo vs. cristianismo” es mostrar cuántas iglesias y personas que profesan el nombre de Cristo enseñan y practican cosas que son directamente contrarias a lo que Jesucristo realmente enseñó. Si usted juzgara a Jesucristo por lo que algunos de aquellos que profesan seguirlo hacen, usted tal vez pensaría que Jesús sería una persona que estaba de acuerdo con el desdén hacia los demás y aun el rencor y el odio contra sus enemigos, y que confiaba en la fuerza militar despiadada para las batallas.
Pero, ¿es esto lo que Jesús en verdad enseñó —y defendería en la actualidad?
El Sermón del Monte (que encontramos en Mateo 5, 6, 7) es una de las enseñanzas más detalladas de Jesucristo registrada en el Nuevo Testamento. En este sermón tan importante, Jesucristo estableció las características centrales del camino de vida que Él les enseñó a sus seguidores.
Uno de los temas centrales del Sermón del Monte es que Cristo esperaba que sus seguidores se caracterizaran por la paz —no por la violencia ni la guerra.
Al comienzo de ese gran sermón conocido como las “Bienaventuranzas”, Jesús enseñó: “Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios” (Mateo 5:9). Los seguidores de Cristo se debían caracterizar por vivir un camino que conduce a la paz —totalmente lo opuesto de una vida caracterizada por la violencia y la contención.
El estándar cristiano de ser un pacificador se encuentra en todo el Nuevo Testamento. El apóstol Pablo escribió que los cristianos deben hacer todo lo posible por “Estad en paz con todos los hombres” (Romanos 12:18). Muchas escrituras respaldan la verdad básica de que los cristianos deben “¡Seguid la paz con todos!” (Hebreos 12:14; vea también 2 Corintios 13:11; Gálatas 5:22; Santiago 3:17).
Cristo y el espíritu del sexto mandamiento
Jesucristo también hizo una declaración sorprendente al comentar acerca del sexto mandamiento (de los Diez Mandamientos). Él dijo:
“Oísteis que fue dicho a los antiguos: No matarás, y cualquiera que matare será culpable de juicio. Pero yo os digo que cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de juicio; y cualquiera que diga: Necio, a su hermano, será culpable ante el concilio; y cualquiera que le diga: Fatuo, quedará expuesto al infierno de fuego” (Mateo 5: 21-22).
Jesús estaba expandiendo el significado del sexto mandamiento al revelar el espíritu de la ley en contra de tomar la vida humana. Jesús mostró que no es sólo el acto físico de matar lo que quebranta el sexto mandamiento. La ira interna y la hostilidad contra otro ser humano también quebranta la ley.
¡Sí, cuando tenemos sentimientos de ira contra otro ser humano es pecado y esto quebranta el sexto mandamiento!
El resto de la Biblia elabora acerca de esta afirmación fundamental de Cristo. Veamos lo que Juan escribió: “Todo aquel que aborrece a su hermano es homicida; y sabéis que ningún homicida tiene vida eterna permanente en él” (1 Juan 3:15). Muchas otras escrituras aclaran que sentir odio por otra persona es pecado y que quebranta este mandamiento (2 Corintios 12:20; Tito 3:3; 1 Juan 2:9-11).
El propósito claro de este mandamiento es ayudarnos a entender que Dios quiere que nosotros demostremos amor por otros seres humanos (Marcos 12:31; 1 Juan 2:10).
El enfoque de Cristo
Veamos lo que Él enseñó más adelante en el Sermón del Monte:
“Oísteis que fue dicho: Ojo por ojo, y diente por diente. Pero yo os digo: No resistáis al que es malo; antes, a cualquiera que te hiera en la mejilla derecha, vuélvele también la otra…Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo. Pero yo os digo; Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen” (Mateo 5:38-39; 43-44).
De todas las enseñanzas de Jesucristo, estas palabras tal vez deben considerarse algunas de las más difíciles de aplicar. El relato de los Evangelios nos muestra que Jesús no sólo enseñó este parámetro, sino que lo practicó (Mateo 10:23; 26:51-53; Lucas 4:28-30; Juan 8:49; 10:39).
Los cristianos deben regirse por el principio que encontramos en Romanos 13:10: “El amor no hace mal al prójimo; así que el cumplimiento de la ley es el amor”.
Las implicaciones
Las enseñanzas y prácticas de Jesucristo son muy claras cuando leemos honestamente el relato de los cuatro Evangelios. Los seguidores de Cristo deben demostrar amor por los otros —y una de las mejores formas de demostrar amor es viviendo una vida de paz y no violencia.
Jesucristo quiere que sus seguidores confíen en Él para protección y que los demás noten su paz y amor por otros. El Reino de Dios, el meollo del mensaje de Jesucristo, se trata de cómo Jesús va a traer paz al mundo (Isaías 9:7).
Si desea leer más acerca de esta paz que Él va a traer, lea el artículo de Discernir: “No se adiestrarán más para la guerra”. Y si desea profundizar acerca de cómo Jesucristo expandió el significado de la ley de Dios, puede leer el artículo “Jesús y la ley”.
¿Por qué la violencia en el Antiguo Testamento?
¿Cómo reconciliamos las claras enseñanzas de Jesucristo acerca de la no violencia con muchos ejemplos de violencia y guerra en el Antiguo Testamento? Aun una lectura casual del Antiguo Testamento mostrará que la nación de Israel enfrentó la guerra y que algunos de los siervos de Dios (como el rey David) lucharon y mataron personas.
A continuación daremos cuatro claves para entender por qué esto no es una contradicción.
1. La ley consistente de Dios
La ley de Dios contra el asesinato es universal y existía en la época del Antiguo Testamento. El siempre ha esperado que los seres humanos no maten ni hieran a otros seres humanos (Éxodo 20:13; Deuteronomio 5:17). La ley de Dios contra el asesinato existía aun antes de que los 10 mandamientos fueran codificados en el monte Sinaí (Génesis 4:8-11).
2. Falta de fe
Dios le prometió a Israel que pelearía las batallas por él si ellos demostraban fe y lo obedecían (Éxodo 14:13-14, 23:27-30). Desafortunadamente, cuando Israel se rehusó a confiar y obedecer a Dios, ellos escogieron luchar para recibir y defender la tierra que Dios les había dado (Éxodo 16:2-3, 28; 17:9; Deuteronomio 1:26-45).
3. El factor “corazón”
Dios permitió ciertos comportamientos, tales como el divorcio (y nosotros creemos que la guerra), en el antiguo Israel por “la dureza de vuestro corazón” (Mateo 19:8). Una de las principales diferencias entre el Antiguo y el Nuevo Pacto es que en el Antiguo Pacto, Israel no recibió el Espíritu Santo, que es necesario para entender y cumplir el espíritu de la ley de Dios. El Espíritu Santo es provisto en el Nuevo Pacto para escribir la ley en el corazón y en la mente del ser humano (Jeremías 31:31-33). En términos sencillos, se espera que los cristianos del Nuevo Pacto vivan según un parámetro más alto que aquellos que vivieron bajo el Antiguo Pacto.
4. Consecuencias
El rey David, aunque fue un hombre según el corazón de Dios, fue reprendido por Dios porque “tú has derramado muchas sangre y has hecho grandes guerras” (1 Crónicas 22:8). Por esto, Dios no le permitió a David alcanzar una de sus más grandes metas —construir un templo permanente para Dios en Jerusalén.
En resumen, no hay contradicción entre el Antiguo y el Nuevo Testamentos. La consistente voluntad de Dios es que su pueblo sea pacífico y no violento. En el Nuevo Testamento, Jesucristo expandió el sexto mandamiento al incluir el odio y la ira —y Él espera que los cristianos muestren amor a los demás practicando la paz y la no violencia.