¿Es Jesús el Hijo de Dios? ¿Es Él miembro de la Deidad? ¿Cuál es su relación con Dios? Las respuestas nos ayudan a entender el plan de Dios.
El Antiguo Testamento nos da algunas pistas de las relaciones de la Deidad, tales como las de Daniel 7:13-14 y Génesis 14:18, pero la profundidad espiritual de estas palabras no fue revelada en su totalidad hasta que “el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros” (Juan 1:14).
Es claro por Juan 1:1 que al comienzo había dos seres que fueron llamados Dios: “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios”.
Dios en el Antiguo Testamento
Este Verbo que estaba con Dios era el miembro de la familia de Dios que más tarde se convirtió en un ser humano, llamado Jesucristo. El Verbo era el vocero, el miembro de la familia de Dios con quien los patriarcas, profetas y reyes justos hablaron, caminaron y obedecieron.
Fue el Verbo el que se apareció y enseñó a Adán y Eva en el jardín del Edén; el que habló con Caín y Abel; el que caminó con Enoc y Noé; y el que se le apareció a Abraham, Isaac, Jacob y Moisés. Sabemos esto por las propias palabras de Jesús.
En Juan 5:37 Jesús dijo: “También el Padre que me envió ha dado testimonio de mí. Nunca habéis oído su voz, ni habéis visto su aspecto”. Juan hace énfasis en el mismo punto en Juan 1:18 y nuevamente en 1 Juan 4:12, diciendo que “A Dios nadie le vio jamás”; y nuevamente en 1 Juan 4:12: “Nadie ha visto jamás a Dios”.
Aquí Jesús dijo que había un miembro de la Deidad al cual nadie había visto u oído. Por otra parte, por medio de Jesús, el Hijo de Dios, fue hecha la creación, el habló con Adán y Eva en el Jardín del Edén y fue “la luz de los hombres” (Juan 1:3-4; Génesis 3:8-10).
La Biblia también describe la interrelación de Jesús con Abraham, Moisés y David (Juan 8:56-58; 5:46; Mateo 22:41-45). Pero no sabemos exactamente cuánto sabían de las relaciones de la Deidad los patriarcas, profetas y los justos. No sabemos lo que Dios les reveló a ellos y lo que guardó en secreto.
Sabemos que el Dios de Abraham era su Roca y Redentor (Aquél que liberó a los israelitas de su esclavitud en Egipto (Éxodo 17:6; Deuteronomio 32:15; Salmo 95:1). Pero, ¿entendían ellos que “la roca que los seguía” (1 Corintios 10:4) era Cristo—el verbo que se hizo carne—el Hijo de Dios?
Jesús revela al Padre
Jesús, el Hijo de Dios, dijo que había venido para revelar al Padre. “Todas las cosas me fueron entregadas por mi Padre; y nadie conoce al Hijo, sino el Padre, ni al Padre conoce alguno, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar” (Mateo 11:27). Esto es más tarde explicado en Juan 1:18: “El unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer”.
Nadie conocía realmente las relaciones de la Deidad hasta que Jesús reveló al Padre. El Padre es la cabeza suprema de la familia de Dios, que concibió al Verbo en María, como Jesucristo el hombre (Lucas 1:31-32, 35). Desde el momento en que Jesús comenzó a hablar acerca de su Padre, Él comenzó a revelar la relación que existía entre Él y su Padre.
Cuando Jesús tenía sólo 12 años, después de la Fiesta de la Pascua, se quedó en Jerusalén hablando con los maestros que había allí. Cuando sus padres vinieron a buscarlo, le dijeron que habían estado preocupados por Él. Jesús entonces les respondió: “¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que en los negocios de mi Padre me es necesario estar?” Después, Lucas anotó: “Mas ellos no entendieron las palabras que les habló” (Lucas 2:49-50).
La relación de Jesús con Dios el Padre
En la actualidad todavía hay personas que no entienden la relación entre Dios el Padre y Jesús, el Hijo de Dios. Sin embargo, los judíos en la época de Jesús no entendieron lo que implicaba el hecho de que Jesús llamara a Dios su padre. Leemos en Juan 5:17-18: “Y Jesús les respondió: Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo. Por esto los judíos aún más procuraban matarle, porque no sólo quebrantaba el día de reposo, sino que también decía que Dios era su propio Padre, haciéndose igual a Dios” (Juan 5:17-18).
De hecho, Jesús era igual a Dios (Filipenses 2:6). Él había sido eternamente un miembro de la familia de Dios (Juan 1:1-2). Pero el Verbo, Jesús, siempre se había sometido voluntariamente a Dios el Padre.
En la noche de la última Pascua que Él guardó con sus discípulos les dijo: “Habéis oído que yo os he dicho: Voy, y vengo a vosotros. Si me amarais, os habríais regocijado, porque he dicho que voy al Padre; porque el Padre mayor es que yo” (Juan 14:28).
En 1 Corintios 11:3, el apóstol Pablo expresó el mismo entendimiento de la posición subordinada de Jesús ante Dios el Padre: “Pero quiero que sepáis que Cristo es la cabeza de todo varón, y el varón es la cabeza de la mujer, y Dios la cabeza de Cristo”.
Más tarde, Pablo explicó la relación del Padre y el Hijo en 1 Corintios 15:25-28: “Porque preciso es que él reine hasta que haya puesto a todos sus enemigos debajo de sus pies. Y el postrer enemigo que será destruido es la muerte. Porque todas las cosas las sujetó debajo de sus pies. Y cuando dice que todas las cosas han sido sujetadas a él, claramente se exceptúa aquel que sujetó a él todas las cosas. Pero luego que todas las cosas le estén sujetas, entonces también el Hijo mismo se sujetará al que le sujetó a él todas las cosas, para que Dios sea todo en todos”.
Sólo en el evangelio de Juan, Jesús hizo referencia a su Padre más de 100 veces. También hizo que los discípulos se enfocaran en su Padre (y el padre de ellos) una y otra vez. Jesús enfatizó repetidamente que él había venido porque su Padre lo había enviado (Juan 5:23, 30, 36-37; 6:39, 44, 57, sólo por hacer una lista de las primeras siete referencias de las 21 que él hizo en el evangelio de Juan).
El Hijo de Dios también hizo énfasis muchas veces en que todo lo que Él hizo y enseñó era lo que su Padre le dijo a Él que hiciera y enseñara (Juan 5:19; 12:49-50; 15:9-10).
En Juan 4:34, Jesús dijo: “Mi comida es que haga la voluntad del que me envío, y que acabe su obra”.
En Juan 5:30 leemos que Jesús dijo: “No puedo yo hacer nada por mí mismo; según oigo, así juzgo; y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envió, la del Padre”. Más tarde describió su entrega incondicional a su Padre: “Porque el que me envió, conmigo está; no me ha dejado solo el Padre, porque yo hago siempre lo que le agrada” (Juan 8:29).
Jesús, el Hijo de Dios, quiere que Dios sea nuestro Padre también
Jesús siempre hablaba buscando que sus discípulos se enfocaran en el Padre. Él quería que lo buscaran porque Dios tiene el plan de darles a ellos y a toda la humanidad la oportunidad de convertirse en los propios hijos e hijas de Dios (2 Corintios 6:17-18). Hizo énfasis en el profundo amor del Padre por ellos—“pues el Padre mismo os ama, porque vosotros me habéis amado, y habéis creído que yo salí de Dios” (Juan 16:27).
Los apóstoles aprendieron de Dios por medio de la relación que Jesús les describió. Él siempre los condujo a su Padre como la cabeza suprema de la familia de Dios y les enseñó que debían seguir y amar a Dios como Él lo había hecho.
“Mas para que el mundo conozca que amo al Padre, y como el Padre me mandó, así hago” (Juan 14:31).
Jesucristo, el verbo que se hizo carne, reveló la maravillosa y perfecta relación que existía entre Él y el Padre como miembros de la Deidad—la familia de Dios. Su Padre lo ama; Él ama a su padre; y por medio de este ejemplo, aquellos con entendimiento espiritual pueden aprender cómo amar a Dios—y a nuestro prójimo—de la misma forma.
Si desea aprender más acerca de cómo amar como Dios ama, vea el artículo “Dios es amor”. Si desea saber más acerca de nuestro llamamiento para llegar a ser hijos e hijas de Dios, vea el artículo “Hijos de Dios”.