Los Evangelios no dicen mucho acerca de la niñez de Jesús, pero nos dan algunos detalles. ¿Qué podemos aprender de lo que sabemos?
En nuestra última edición, exploramos el nacimiento y los primeros años de Jesús. Estudiamos los pocos detalles que tenemos acerca del nacimiento de Cristo y el traslado de su familia a Egipto para escapar del intento de Herodes por matarlo. Es muy probable que Jesús tuviera sólo un par de años cuando esto ocurrió.
Cuando Herodes murió y ya no había amenaza, un ángel le dijo a José que llevara a su familia de regreso a su hogar. Así que volvieron al pueblo galileo de Nazaret, hacia el oeste del Mar de Galilea (Mateo 2:23).
¿Qué más sabemos acerca de la niñez de Jesús mientas crecía en su pequeño pueblo?
Un niño excepcional
El siguiente detalle que Lucas nos menciona acerca del joven Jesús es que “el niño crecía y se fortalecía, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios era sobre él” (Lucas 2:40).
Ésta es la clase de descripción que fácilmente podemos pasar por alto, pero analicemos lo que Lucas nos está diciendo acerca del joven Jesús.
Primero, Cristo “crecía y se fortalecía”: se convertía en un joven fuerte. Físicamente, por supuesto, pero aún más en lo espiritual.
En nuestra sociedad moderna, las personas religiosas a veces se perciben como débiles. Pero el verdadero carácter espiritual requiere de fuerza. Para tomar buenas decisiones y conducirse con integridad, es necesario tener empuje, agallas y valor. Jesús lo tenía todo.
Luego, Cristo “se llenaba de sabiduría”. Tener sabiduría es en esencia aprender lo que es correcto y aplicar ese conocimiento en la vida diaria. Esto nos dice que Jesús no sólo se dedicaba a estudiar, sino que practicaba la sabiduría en su vida aún siendo un niño. Durante su ministerio, Jesucristo ejerció una sabiduría perfecta en muchas instancias. Pero esa sabiduría no apareció mágicamente cuando se convirtió en adulto; fue desarrollada cuidadosamente desde que era un niño.
En tercer lugar, “la gracia de Dios era sobre él”. Esto puede sonar como una vacua expresión religiosa, pero no debemos pasarla por alto. La gracia, en este contexto, se refiere al favor y las bendiciones de Dios. Entonces, Lucas está diciendo que Jesús recibió el favor, las bendiciones y la protección del Padre desde pequeño.
Esta descripción de tres puntos es una guía para nosotros en la actualidad —especialmente los jóvenes. Desde pequeños, podemos desarrollar fortaleza de carácter, aprender y practicar la sabiduría y agradar a Dios para ser bendecidos por Él (Salmos 128:1; Proverbios 10:6).
Jesucristo fue el ejemplo perfecto de cómo poner el sabio consejo de Salomón en práctica: “Acuérdate de tu Creador en los días de tu juventud, antes que vengan los días malos” (Eclesiastés 12:1). Cristo nos demuestra que éste no es un ideal imposible.
¿Pueden los jóvenes seguir el ejemplo de Cristo ahora?
Si eres un joven leyendo este artículo, puedes seguir el ejemplo de Jesús. El libro de Proverbios es un buen lugar para comenzar a adquirir sabiduría práctica. Estúdialo diariamente y piensa en cómo puedes aplicar sus muchos consejos en tu vida.
También es importante considerar que esforzarse por ser un joven como Jesús no significa ser un niño autojusto que la mayoría prefiera evitar. Cristo no era así. En su vida adulta, vemos que muchas personas diferentes —y de diferentes contextos— se sentían cómodas con Él (Marcos 2:15; Lucas 7:36). Aunque obviamente algunas personas no lo querían, no hay motivos para pensar que haya sido un niño, joven o joven adulto desagradable.
Jesús era accesible, amistoso y probablemente tenía un gran sentido del humor. Siempre tomaba buenas decisiones y defendía lo correcto, pero no exhibía su justicia de forma fastidiosa ni hacía a las personas sentir culpables con su presencia. Era una persona equilibrada: tenía un carácter perfecto, pero no se comportaba de una forma autojusta que repeliera a los demás.
Jesús a los doce años
El siguiente detalle que tenemos acerca de la niñez de Jesús ocurrió en la primavera de sus doce años (Lucas 2:41-49).
Entonces, aquí tenemos a un niño de doce años rodeado de rabinos (probablemente fariseos), aparentemente analizando sus enseñanzas y haciéndoles preguntas profundas y complejas. Pero los maestros también le hacían preguntas a Él y escuchaban sus respuestas. Lucas agrega que “todos los que le oían, se maravillaban de su inteligencia y de sus respuestas”.
Jesús había viajado a Jerusalén con su familia para las fiestas de primavera, que incluían la Pascua y la fiesta de Panes Sin Levadura. Cristo guardó “las fiestas solemnes del Eterno” (descritas en Levítico 23) a lo largo de toda su vida —un importante ejemplo del que hablaremos más adelante en esta serie.
El grupo con el que viajó no estaba conformado únicamente por Él y sus papás. Para ese entonces, Jesús seguramente tenía varios hermanos y es probable que haya viajado también con su familia extendida: tíos, tías y primos. También pueden habérseles unido otras personas de Nazaret, así que el grupo podía estar compuesto por unas cien personas.
Cuando los grupos viajan así, a menudo las personas se subdividen por edades. Así que Jesús, que tenía doce años, probablemente estaba con sus pares, no con sus papás. Esto refuerza la idea de que debe haber sido un niño sociable que se llevaba bien con los de su edad. No estaba con sus papás todo el tiempo.
Luego de la fiesta, cuando era hora de volver a casa, José y María comenzaron el viaje asumiendo que su hijo iba en el grupo. Pero después de un día de camino, ¡descubrieron que no era así!
¡Imagínese la preocupación que sintieron! Probablemente temieron que el niño tan especial —el Mesías— que Dios había dejado a su cargo, estuviera en peligro. Después de todo, ya habían sufrido la amenaza del rey Herodes, así que el miedo de que Jesús hubiera sido descubierto por otro líder malvado que quisiera matarlo debe haber calado en sus mentes mientras lo buscaban desesperadamente.
Volvieron a Jerusalén y, luego de buscar por toda la concurrida metrópolis, finalmente lo encontraron en el último lugar que se esperaría encontrar a un niño de doce años: “le hallaron en el templo, sentado en medio de los doctores de la ley, oyéndolos y preguntándoles” (Lucas 2:46).
Entonces, aquí tenemos a un niño de doce años rodeado de rabinos (probablemente fariseos), aparentemente analizando sus enseñanzas y haciéndoles preguntas profundas y complejas. Pero los maestros también le hacían preguntas a Él y escuchaban sus respuestas. Lucas agrega que “todos los que le oían, se maravillaban de su inteligencia y de sus respuestas” (v. 47).
Sus palabras y su conducta deben haber sido muy maduras para ganarse el respeto de estos hombres y llegar a tener un diálogo teológico tan profundo con ellos.
Como dijimos antes, Jesús tenía esa clase de sabiduría porque se dedicaba a estudiar y aprender. Los jóvenes de hoy en día pueden seguir este ejemplo dedicándose a las mismas cosas y haciéndose las preguntas importantes de la vida desde pequeños —mientras que siguen siendo niños y disfrutan de la diversión y sencillez de la juventud. Todo se trata de tener un equilibrio.
Cuando sus padres le preguntaron por qué se había quedado en el templo, Jesús respondió: “¿No sabíais que en los negocios de mi Padre me es necesario estar?” (v. 49). Cristo no dijo esto de forma sarcástica. Les estaba diciendo de una forma genuina a sus padres que estaba comenzando a cumplir la misión que había venido a cumplir.
Luego de este episodio, leemos que Jesús “descendió con ellos, y volvió a Nazaret, y estaba sujeto a ellos” (v. 51). ¿Qué podemos aprender de esto? Obviamente, significa que Jesús obedeció el Quinto Mandamiento acerca de honrar a los padres (Éxodo 20:12). Pero probablemente también nos muestra que Él era sensible al miedo y la angustia que el incidente les había causado, y tuvo cuidado de no hacer nada que los preocupara otra vez.
Jesús siguió creciendo
Tras el relato de Lucas del episodio de Jesús en el templo, no se nos dan más detalles acerca de Él hasta que comenzó su ministerio, unos 18 años después.
Pero sí leemos que Jesús siguió creciendo “en sabiduría y en estatura, y en gracia para con Dios y los hombres” (Lucas 2:52). Cristo nunca se quedó estancado —siguió creciendo y desarrollándose. Su crecimiento no sólo agradó a Dios, sino que también fue del agrado de otras personas. Podía relacionarse con toda clase de personas, era agradable estar con Él, era trabajador y tomaba buenas decisiones, sin ser autojusto.
Usted puede seguir su ejemplo —sea un adolescente, un joven adulto o una persona de edad.
Entonces, siga creciendo y esforzándose por andar como Él anduvo.