Cuando a Jesús le pidieron que diera una prueba de sí mismo, con una señal como el maná que Dios le había dado al antiguo Israel, Él les declaró: “Yo soy el pan de vida”. ¿Qué significa esto para nosotros?
Debe haber sido muy estremecedor ver tantos discípulos alejarse de Jesús, pero los doce apóstoles fueron testigos de esto (Juan 6:66). Este momento tan tenso ocurrió en Capernaúm, en el clímax de una larga conversación en la cual Jesucristo había proclamado: “Yo soy el pan de vida” (vv. 35, 48).
¿Qué hizo que ellos se desilusionaran? ¿Por qué Cristo se llamó a sí mismo el “pan de vida”? ¿Cuál es el significado de esta declaración de Jesús para sus seguidores en la actualidad?
“Yo soy el pan de vida” en contexto
Ésta fue la primera de las siete frases que empiezan diciendo “Yo soy” que están registradas en el Evangelio de Juan (si desea aprender más acerca de estas declaraciones, lo invitamos a consultar nuestro artículo: “Las siete afirmaciones “yo soy” de Jesús”).
Jesús hizo esta declaración al responder a la petición que las personas le hicieron de darles una señal que les probara que Él era quien decía ser, el hijo del hombre, el Mesías (v. 30).
Irónicamente cuando le preguntaron a Jesús por esa señal, sólo había pasado un día desde que Él había realizado un maravilloso milagro. Con sólo cinco hogazas de cebada y dos pequeños peces, Jesús había dado de comer a una multitud de 5.000 hombres, así como a todas las mujeres y niños que los acompañaban (vv. 5-14).
Pero de alguna manera, las personas que presionaban a Cristo para que les diera alguna clase de señal, parecían haber estado completamente cegados a este milagro, ¡un milagro que ellos habían presenciado!
Jesús podía ver a través de estas personas. ¡La motivación real para muchos de ellos, como Cristo lo señaló, estaba relacionada con sus vientres!
“Respondió Jesús y les dijo: De cierto, de cierto os digo que me buscáis, no porque habéis visto las señales, sino porque comisteis el pan y os saciasteis” (v. 26).
Pan del cielo
Todos aquellos que querían que Jesús les diera una señal, no estaban de acuerdo en permitir que Él determinara cuál sería su respuesta. En vez de ello, en su conversación con Él, le trajeron a colación uno de los más grandes milagros del Antiguo Testamento (v. 31).
Ese milagro era la provisión que Dios había hecho del maná o “pan del cielo”, para las doce tribus de Israel. La nación comió maná por 40 años. Este maravilloso pan los mantuvo vivos mientras que vagaban por el desierto (Éxodo 16:35). Los líderes exigían una señal equivalente de Jesús para que pudieran creer en Él.
La respuesta de Cristo los hubiera sorprendido: “Y Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: No os dio Moisés el pan del cielo, más mi Padre os da el verdadero pan del cielo” (Juan 6:32).
El milagro del maná había alimentado realmente a Israel y le había demostrado la preocupación amorosa de Dios por su pueblo a pesar de sus murmuraciones y quejas (Éxodo 16:2-3). Ninguno estaba hambriento, sino que “y lo medían por gomer, y no sobró al que había recogido mucho, ni faltó al que había recogido poco; cada uno recogió conforme a lo que había de comer” (v. 18).
Y sí, a pesar de lo grande que fue este milagro en el Antiguo Testamento, sin lugar a dudas, Cristo declaró que el maná no era “el verdadero pan del cielo”.
El pan de Dios
Antes de que Cristo declarara que Él era el pan del cielo, explicó que el maná no era el verdadero pan de Dios. Una sustancia física que parecía una semilla de cilantro blanco y su sabor era “como de hojuelas con miel” (Éxodo 16:31), no podría haber sido el verdadero pan del cielo.
En vez de eso el pan de Dios es aquel “que descendió del cielo y da vida al mundo” (Juan 6:33). Este pan no era físico, de hecho, es la fuente celestial de la vida.
La vida que Jesús ofreció fue la vida eterna (v. 40) y ésta es la vida que Él le ofrece en la actualidad a aquellos que escuchan su voz. El maná, aunque sirvió para mantener a Israel vivo durante 40 años de peregrinar en el desierto no les dio a ellos vida eterna.
Por esto es que Jesús le recordó al grupo que le había pedido una señal: “Vuestros padres comieron el maná en el desierto, y murieron” (v. 49). Este contraste entre lo físico y lo espiritual es evidente a través de todo el pasaje.
También lo encontramos en el capítulo anterior. Utilizando un símbolo distinto —agua— Jesús hizo la misma diferenciación entre lo físico y lo espiritual cuando le habló a la mujer samaritana en ese pozo.
Cristo dijo refiriéndose al agua ordinaria para beber: “Cualquiera que bebiere de esta agua, volverá a tener sed; más el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna” (Juan 4:13-14).
Lo físico vs. lo espiritual
En cierta forma, no es sorprendente que las personas con las cuales Jesús habló estuvieran tan enfocadas en lo físico. Como seres humanos todos dependemos del alimento y del agua para sobrevivir.
Desde que Dios le dijo a Adán que debido al pecado el suelo sería maldito (Génesis 3:17-18) y que con el sudor de su rostro él comería de la tierra (v. 19), los seres humanos han luchado para alimentarse a ellos mismos y a sus familias.
¿Qué puede decir acerca de usted mismo? ¿Está usted hambriento del pan de vida? ¿Está usted dispuesto a escuchar las palabras de vida eterna?
Sin embargo, como se demuestra en muchas partes en las Escrituras, el pan significa más que el pan aun a nivel físico. Como uno de los pilares de la dieta, el pan llegó a representar todo el alimento que se necesitaba para sostener la vida.
Por ejemplo, cuando Jesús instruyó a sus discípulos a orar: “El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy” (Mateo 6:11), Él estaba hablando de todas sus necesidades dietéticas diarias. Jesús utilizó el término del pan diario como un símbolo de todas las necesidades humanas.
Además, en su Sermón del Monte, Jesús les enseñó acerca de las prioridades espirituales y Él les dijo a ellos que no se preocuparan por el alimento físico o por el vestido: “No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos? Porque los gentiles buscan todas estas cosas; pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas” (Mateo 6:31-32).
Por el contrario, los verdaderos seguidores de Jesús deben: “[buscar] primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (v. 33), dependiendo de Dios para que les provea todas las necesidades físicas.
“Mi carne es verdadera comida”
En Juan 6, Jesús hizo unas afirmaciones realmente estremecedoras si las tomamos literalmente.
Y muchos de su audiencia pensaron sólo en términos físicos y literales. Eso es claro en su diálogo con Jesús. Después, Jesús les dijo a ellos: “Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo. Entonces los judíos contendían entre sí, diciendo: ¿Cómo puede este darnos a comer su carne?” (Juan 6:51-52).
Al parecer no pudieron entender la intención espiritual de Jesús al hacer esta declaración.
En este punto Jesús fue aún más gráfico en su descripción. En una rápida sucesión, Él habló cuatro veces de la necesidad que tenían de comer su carne y beber su sangre (vv. 53-56).
En un nivel puramente físico esto habría sido repugnante y algo extraño, además de que eso habría quebrantado las leyes alimenticias de Dios. Pero esto no era lo que Jesús quería decir.
Desafortunadamente, muchos de aquellos que estaban escuchando a Jesús, no pudieron hacer una diferenciación entre la parte física y la parte espiritual. Y finalmente esto hizo que muchos discípulos se apartaran completamente de Él.
Hacia el final de la discusión que se dio en ese momento, Cristo reiteró la diferencia entre carne y espíritu: “El espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha; las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida” (v. 63).
“Tomad, comed; esto es mi cuerpo”
La misma imagen de esta discusión reapareció al final de la cena de Pascua que Jesús compartió con sus discípulos, Él sabía que sería sacrificado por los pecados del mundo y, por tanto, Jesús les enseñó a sus seguidores más cercanos que el pan y el vino de la pascua del Nuevo Testamento tenían un profundo significado.
Así como en Juan 6 Él le había dicho a la multitud desconcertada que debían comer su carne y beber su sangre, aquí nuevamente Jesús les enseñó a sus discípulos que el pan de la Pascua representaba su cuerpo (Mateo 26:26) y que el vino representaba su “sangre del Nuevo Pacto” (v. 28).
Así como Jesús le había hablado a la multitud en Capernaúm acerca de comer su carne, Él les ordenó a sus discípulos: “Tomad, comed; esto es mi cuerpo” (Mateo 26:26).
La Pascua conecta el sacrificio de Cristo con nuestra necesidad de comer espiritualmente su carne y beber su sangre. Si desea profundizar más acerca de esto, puede descargar nuestro artículo: “La Pascua en el Nuevo Testamento”.
¿Por qué el pan de vida?
El Nuevo Testamento aclara que todos los seres humanos han pecado (Romanos 3:23). Así, todos estamos sujetos a la muerte eterna (Romanos 6:23). El único camino que conduce a la vida eterna es a través de Jesucristo (Hechos 4:10-12).
Otros símbolos tales como el cordero pascual también transmiten este concepto. ¿Por qué entonces Jesús utilizó el pan como un símbolo en el papel de la salvación? ¿Por qué Él se llamó a sí mismo el pan de vida?
La respuesta está en el papel que el pan había jugado en las vidas de las personas a las cuales Él se dirigió. El pan fue un elemento muy importante de la dieta del primer siglo. Era una parte necesaria de la vida diaria.
De la misma forma, los cristianos deben tener una relación permanente con Dios.
Los cristianos tienen que experimentar una transformación a lo largo de su vida. Esto es claro en la carta del apóstol Pablo a la Iglesia en Corinto. Pablo instruyó a esos miembros: “que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo” y “transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento” (Romanos 12:1-2; lo invitamos a consultar nuestro artículo: “Presentar nuestros cuerpos en sacrificio vivo”).
La transformación espiritual es un proceso que dura toda la vida, no es una decisión de un momento.
El pan de vida de los cristianos
Cuando Cristo se llamó a sí mismo el pan de vida y les dijo a sus seguidores que comieran su carne y bebieran su sangre, les estaba ofreciendo vida eterna. Él también les estaba indicando el camino por el cual se les estaba ofreciendo la vida eterna.
Pero comer su carne y beber su sangre no sólo significa aceptar su sacrificio, sino también asumir su carácter. La metáfora “de comer su carne debe ser interpretado como una apropiación total espiritual de Cristo por fe para salvación” (Zondervan Pictorial Encyclopedia of the Bible [Enciclopedia ilustrada de la Biblia de Zondervan]; Vol. 1, p. 651).
Nosotros no podemos caminar con Cristo, hablar con Él o ser testigos de milagros, tal como lo pudieron hacer los hombres y las mujeres en el primer siglo. ¿Cómo podemos asumir su carácter si no tenemos la misma clase de acceso a Él?
Jesús oró la noche antes de ser crucificado: “Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad” (Juan 17:17; si desea profundizar en el tema, lo invitamos a descargar el artículo: “Santifícalos en tu verdad”).
Desde el primer siglo la mayoría de los cristianos ha buscado en la Biblia y ha creído que ésta puede ayudarles a entender el carácter de Jesús —el carácter que todos debemos estar construyendo.
¿Cuándo va a comer usted el pan de vida?
¿Por qué muchos discípulos de Jesús “se volvieron atrás y no siguieron caminando con Él”? Sin lugar a dudas los 12 quedaron desconcertados (Juan 6:66-67). ¡Los que se fueron eran personas que habían presenciado milagros asombrosos!
Y sin embargo se fueron.
Para estas personas era inconcebible reconsiderar sus ideas preconcebidas, sus presunciones y sus prejuicios.
A medida que los desilusionados entre la multitud lo dejaban, Jesús se volvió a sus discípulos más cercanos y les preguntó si ellos también lo abandonarían (v. 67).
La respuesta de Pedro es muy importante: “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna” (v. 68). Pedro, representando a los discípulos más cercanos, entendió que el don de la vida eterna conllevaba ciertas responsabilidades.
Los seguidores modernos de Cristo también deben aprender que:
- Los verdaderos discípulos permanecen. No importa cuán difícil se torne el camino. Lo que importa es el compromiso que nunca cambia de seguir a Jesucristo.
- Los verdaderos discípulos escuchan. Algunas veces un cristiano tal vez tenga dificultades para entender, pero él o ella siempre están dispuestos a escuchar las “palabras de vida eterna”.
- El verdadero discípulo no es perezoso, en vez de eso, trata de aprender a vivir y a crecer (2 Pedro 3:18).
¿Qué puede decir acerca de usted mismo? ¿Está usted hambriento del pan de vida? ¿Está usted dispuesto a escuchar las palabras de vida eterna? ¿Conoce usted el verdadero significado de la vida?
Si desea aprender más lo invitamos a leer un artículo de Vida, Esperanza y Verdad: “El propósito de la vida”.