La plaga de la injusticia siempre ha afectado a la humanidad y obviamente no somos capaces de detenerla. ¡Pero las cosas cambiarán! Aunque no de la forma que la mayoría piensa.
En los Estados Unidos, muchos niños comienzan sus días de clases recitando el juramento a la bandera, que termina con la frase: “una nación bajo Dios, indivisible, con libertad y justicia para todos”.
Es un ideal maravilloso: “libertad y justicia para todos”. Pero la realidad es diferente. La realidad es que mi país, como el mundo entero, está más alejado que nunca de ese sueño. En lugar de indivisibles, estamos cada vez más fracturados, y muchos dedos apuntan hacia la injusticia como la principal culpable.
Últimamente el racismo ha dominado los titulares; pero ésa es sólo la punta del iceberg de la injusticia. Alrededor del mundo, la injusticia asoma su horrible rostro de muchas otras maneras, como:
- Explotación laboral, trabajo forzado y esclavitud
- Exclusión social
- Exclusión educativa
- Negación de derechos humanos básicos
- Persecución religiosa
- Discriminación económica
- Desigualdad de oportunidades
- Impuestos injustos
- Marginalización de minorías y/o favoritismo de mayorías
- ¡E incluso injusticias en nuestros sistemas judiciales!
El abuso de nuestros hermanos y hermanas deja cicatrices emocionales y, a veces, literales que duran toda la vida. El sufrimiento, a su vez, produce amargura, desconfianza, odio y venganza, y así la brecha de la división se profundiza más y más.
¿Por qué no podemos tener justicia? ¿Por qué no hemos aprendido a tratarnos con respeto y justamente? ¿Por qué las palabras de Platón acerca de la injusticia en su sociedad, escritas siglos antes de Cristo, parecieran describir nuestro mundo actual? Y ¿cuál cuál fue la conclusión de Platón? Que las personas simplemente cometen injusticias cuando estiman que sirve a sus intereses. El egocentrismo innato en nuestra naturaleza humana nunca nos deja.
Cientos de años antes de Platón, un hombre aún más sabio llamado Salomón escribió: “Si opresión de pobres y perversión de derecho y de justicia vieres en la provincia, no te maravilles de ello” (Eclesiastés 5:8).
Estos dos autores al parecer se resignaron a una visión fatalista de la capacidad del hombre para crear sociedades justas y equitativas. Y dado que han pasado 3.000 años y todavía no podemos eliminar el egoísmo, ¿no deberíamos concluir nosotros también que los esfuerzos humanos nunca resolverán la plaga de la injusticia?
“Vendrá un cambio”
Hace más de 50 años, Sam Cooke grabó la canción “A Change Is Gonna Come” [Un cambio vendrá], la cual se ha convertido en un himno para muchas personas que buscan la paz alrededor del mundo. “Mucho tiempo ha pasado”, cantó, “pero sé que un cambio vendrá”.
Cooke tenía razón: un cambio está por venir. Sólo que ocurrirá de una forma que la mayoría no espera, y el cómo y el por qué se encuentran en un lugar que muy pocos tienen en cuenta —un antiguo libro que ofrece una guía para la vida moderna.
Hace mucho tiempo, la nación de Israel se encontraba en decadencia moral y de poder. Entonces, a través del profeta Isaías, Dios habló de corazón a corazón con su pueblo para mostrarles sus problemas y pedirles que escucharan sus soluciones. Uno de los mayores problemas de los israelitas era la injusticia. Muchos pasajes de la Biblia hablan acerca de la justicia y su ausencia, pero Isaías se enfocó en este tema con más frecuencia y detalle que cualquier otro autor.
Un aspecto fascinante de sus escritos es que mezclan profecías que aún no se cumplen con advertencias para los israelitas que se cumplieron con su derrota y cautiverio por los asirios en el año 722 a.C. Y, tanto en las advertencias pasadas como en las profecías para el futuro, Dios muestra su disgusto hacia las injusticias del mundo, en ese entonces y en la actualidad, y promete hacer algo al respecto.
Si usted está perdiendo la esperanza de algún día ver justicia en el mundo, Dios en esencia nos dice: “No se desanimen, ¡les doy mi palabra de que las cosas cambiarán!”. Isaías 9:7 contiene una de sus grandes promesas para el futuro: “Lo dilatado de su imperio y la paz no tendrán límite, sobre el trono de David y sobre su reino, disponiéndolo y confirmándolo en juicio y en justicia desde ahora y para siempre”.
Pero ¿cómo ocurrirá todo esto? La única forma de que esta promesa se haga realidad es que Jesucristo tome el control de la humanidad —nuestros gobiernos, instituciones religiosas y educativas, sistemas legales, etcétera. Y ése es el mensaje principal de las buenas noticias (el evangelio) del futuro Reino de Dios en la Tierra.
Dios se duele de ver a sus hijos (muchos de ellos sincera y profundamente preocupados).
Dios nos asegura que está profundamente comprometido con esta causa: “El celo del Eterno de los ejércitos hará esto”. En Isaías 42:4 nos garantiza que “No se cansará ni desmayará, hasta que establezca en la tierra justicia”.
Ese maravilloso día está por llegar, ¡pero Dios también nos dice cosas muy serias acerca del mundo actual!
Las verdaderas causas de la injusticia
Uno de los lemas de protesta hoy en día es: “¡Sin justicia no hay paz!”. Ésta es una afirmación correcta, porque la justicia y la paz van de la mano. Si una sociedad o un individuo no practican el camino de la paz, inevitablemente tendrá problemas con la injusticia. Igualmente, cuando se practica la injusticia, inevitablemente se destruye la paz: la paz mental, la paz en las familias, la paz entre los ciudadanos y sus gobiernos, la paz entre las naciones y la paz entre las razas.
Pero Dios nos dice algo más que la mayoría ignora: “No conocieron camino de paz, ni hay justicia en sus caminos”. ¿Por qué? Porque “sus veredas son torcidas; cualquiera que por ellas fuere, no conocerá paz. Por esto se alejó de nosotros la justicia, y no nos alcanzó la rectitud” (Isaías 59:8-9).
¿Puede ver la lógica de Dios? Hasta que toda la humanidad no comience a seguir el camino recto de la obediencia a Dios en todos los aspectos de la vida, ¡no podremos crear una sociedad justa! No podemos exigir que los demás sean justos en cierta situación y a la vez ignorar nuestra propia injusticia en otras situaciones. No podemos encontrar el camino hacia la justicia cuando nuestros propios caminos —nuestra forma de vivir, pensar y actuar— son torcidos.
Isaías continúa: “no nos alcanzó la rectitud; esperamos luz, y he aquí tinieblas; resplandores, y andamos en oscuridad. Palpamos la pared como ciegos... Gruñimos como osos todos nosotros, y gemimos lastimeramente como palomas; esperamos justicia, y no la hay; salvación, y se alejó de nosotros” (vv. 9-11).
Dios se duele de ver a sus hijos (muchos de ellos sincera y profundamente preocupados) tristes y experimentando en busca de soluciones para crear un mundo mejor, pero al mismo tiempo ciegos a lo que es obvio: el único camino hacia la justicia es buscar la justicia de Dios. Sólo cuando cada persona comience a aceptar su responsabilidad personal de actuar justamente —con honestidad, ecuanimidad, integridad e imparcialidad— primero con Dios y luego con los demás, podrá reinar la justicia en nuestras sociedades.
¿Haremos eso? En Isaías 5:20-21, Dios le advirtió a Israel: “¡Ay de los que a lo malo dicen bueno, y a lo bueno malo; que hacen de la luz tinieblas, y de las tinieblas luz; que ponen lo amargo por dulce, y lo dulce por amargo! ¡Ay de los sabios en sus propios ojos, y de los que son prudentes delante de sí mismos!”. ¿Hemos aprendido de los errores de los israelitas o estamos siguiendo sus pasos?
Continuando en el capítulo 59, Isaías confiesa cuál era el estado espiritual de su nación: “Porque nuestras rebeliones se han multiplicado delante de ti, y nuestros pecados han atestiguado contra nosotros; porque con nosotros están nuestras iniquidades, y conocemos nuestros pecados: el prevaricar y mentir contra el Eterno, y el apartarse de en pos de nuestro Dios; el hablar calumnia y rebelión, concebir y proferir de corazón palabras de mentira” (vv. 12-13).
Cuando un pueblo se aleja de Dios y peca contra Él, el cimiento de la sociedad y la vida de sus habitantes empieza a agrietarse y decaer. Su colapso es predecible. La decadencia de la justicia es uno de los principales indicadores del pecado. Isaías continúa en los versículos 14-15: “el derecho se retiró, y la justicia se puso lejos; porque la verdad tropezó en la plaza, y la equidad no pudo venir. Y la verdad fue detenida, y el que se apartó del mal fue puesto en prisión”.
La lección es: antes de protestar contra el síntoma de la injusticia, ¡deberíamos enfocarnos en los muchos pecados que la causan! Pero Dios también advierte que quienes “[claman] a voz en cuello” y “[alzan su] voz como trompeta, y [anuncian] a mi pueblo su rebelión” (Isaías 58:1) se convertirán en presas —blancos de desprecio, ridículo y odio. Según la tradición, el mismo Isaías sufrió un horrible martirio (y muy probablemente es uno de los héroes de la fe mencionados en Hebreos 11:37).
¿Por qué Dios no interviene?
Entonces ¿dónde está Dios en todo esto? “Lo vio el Eterno, y desagradó a sus ojos, porque pereció el derecho” (Isaías 59:15). Tal vez podríamos preguntar, “si Dios odia tanto la injusticia, ¿por qué la sigue permitiendo?”.
Sin duda es tiempo de pedir fervientemente “Venga tu reino” (Mateo 6:10) y esforzarnos por “[buscar] primeramente el reino de Dios y su justicia” (v. 33).
Como nos muestran las Escrituras, la respuesta sencilla es que la mayoría de las personas no quiere que Dios le diga cómo vivir. Adán y Eva no tardaron mucho en darle la espalda a su Creador para seguir a Satanás; y la gran mayoría de sus descendientes ha seguido el mismo camino. Entonces, Dios nos dio lo que pedimos. No hemos elegido bien; y para empeorar las cosas, elegimos sacrificar a su Hijo, quien fue enviado a dar su vida por nosotros.
¿Ha sufrido Dios injusticias? ¡Claro que sí! Si hay quienes han sido afectados por las injusticias del ser humano, son Dios y Jesucristo.
Pero, aunque Dios haya evitado intervenir en los asuntos humanos durante este tiempo, no nos ha abandonado del todo. Por ahora está esperando (tal vez para que aprendamos algunas lecciones difíciles), pero cuando sea el momento, actuará.
“Y vio que no había hombre, y se maravilló que no hubiera quien se interpusiese; y lo salvó su brazo, y le afirmó su misma justicia” (v. 16). La palabra “maravilló” también puede traducirse como “se horrorizó”.
¿Puede usted, al igual que Dios, ver que ningún ser humano es capaz de resolver el problema de la injusticia? ¿Se horroriza también de que no haya ningún intercesor que pueda detener nuestra decadencia moral y espiritual? Si es así, ¿ha tomado la decisión de volver su corazón a Dios, poner sus esperanzas en su promesa de salvación y esperar a que Cristo regrese para solucionar los problemas del mundo? Sin duda es tiempo de pedir fervientemente “Venga tu reino” (Mateo 6:10) y esforzarnos por “[buscar] primeramente el reino de Dios y su justicia” (v. 33).
Que Dios apresure el día del regreso de Cristo y el cumplimiento de la profecía de Isaías: “Estad atentos a mí, pueblo mío, y oídme, nación mía; porque de mí saldrá la ley, y mi justicia para luz de los pueblos. Cercana está mi justicia, ha salido mi salvación, y mis brazos juzgarán a los pueblos” (Isaías 51:4-5).
Guardad el derecho y haced justicia
Mientras tanto, es cierto que no podemos cambiar el mundo por nosotros mismos. Pero con la ayuda de Dios, podemos cambiarnos a nosotros mismos. Dios nos dice en Isaías 56:1: “Guardad derecho, y haced justicia” —recuerde que van de la mano— “porque cercana está mi salvación para venir, y mi justicia para manifestarse”.
Un breve artículo como éste no puede tener la última palabra acerca de todo lo que la Biblia dice en cuanto a la justicia. Pero sí puede resumir la esencia del mensaje de Dios: ¡hay esperanza para el futuro!
Dios entiende el dolor de la injusticia. Le duele ver a sus hijos sufrir a manos de sus hermanos y hermanas, y se lamenta por la mayor injusticia de todas; que sus hijos lo rechacen y hayan matado a su unigénito, quien se sacrificó por la humanidad.
Pero Dios promete que “vendrá un cambio”. Jesucristo regresará, gobernará el mundo y enseñará sus caminos. Y uno de los grandes cambios que este mundo finalmente verá que habrá “justicia para todos”.
Para aprender mucho más acerca de este tema, pronto estará disponible nuestro folleto El mundo que vendrá: ¿cómo será? ¡Abrirá sus ojos al fantástico futuro que Dios tiene preparado para la humanidad!