Cada cuatro años, Estados Unidos elige un nuevo presidente, probablemente el puesto político más poderoso del mundo. Pero el dividido panorama político parece ser cada vez menos civilizado y más propenso a la violencia.
El 2024 ha sido un año de varias elecciones importantes alrededor del mundo. A principios de junio, los ciudadanos de 27 países de la UE eligieron a los nuevos miembros del parlamento europeo. El Reino Unido, México, India, Indonesia, Taiwán, Rusia y muchos otros países también tuvieron elecciones.
¿Fomentarán los ganadores la unidad en sus países y gobernarán efectivamente? ¿Cumplirán sus promesas? ¿Aceptarán con gracia su derrota los demás candidatos? ¿Serán las próximas elecciones violentas?
Otra pregunta que vale la pena hacernos es: ¿deberían los cristianos involucrarse en la política?
¿Por quién votaría Jesús?
Si Cristo estuviera en la Tierra hoy, ¿por quién votaría? ¿Votaría? ¿Apoyaría a algún partido?
Para responder estas preguntas, debemos analizar la perspectiva de Cristo en cuanto a la política y el gobierno de su tiempo en el primer siglo.
1. Jesús enseñó que éste no es el mundo de Dios... aún.
Muchas personas ven en sus países problemas serios, como el deterioro moral, la economía inestable, la inflación, la política internacional, los líderes corruptos, la inmigración, el crimen, etcétera.
Pero la mayoría de estos problemas no son exclusivos del siglo XXI. Jesús vivió en un mundo que también tenía muchas dificultades, incluyendo una moralidad decadente (Mateo 16:4), pobreza (Mateo 26:11), corrupción (Marcos 6:16-29; 11:17-18) y controversia en torno al pago de impuestos (Mateo 22:17). Sin embargo, Él no vino para solucionar todos esos problemas sociales. Cristo ayudó a quienes entraron en contacto con Él, pero no movilizó a sus seguidores para arreglar los problemas de su país o el mundo.
Algunos pensaron erróneamente que había venido para derrocar a Roma y restaurar un reino judío independiente que solucionaría todo (Hechos 1:6). Pero Cristo rechazó esa idea. Su primera venida no tenía el propósito de solucionar los muchos problemas de la humanidad, porque éste no era su mundo, aún.
Cuando Jesús se enfrentó a Satanás en el desierto, Satanás ofreció darle autoridad inmediata sobre “todos los reinos de la tierra” a cambio de que lo adorara (Lucas 4:5-7). Cristo rechazó la tentación, pero no negó la capacidad de Satanás para hacer esa oferta. Satanás tenía esa autoridad. Por ahora “el mundo entero está bajo el maligno” (1 Juan 5:19). Pero cuando Cristo regrese, la autoridad de Satanás le será quitada por la fuerza (Juan 12:31; Apocalipsis 20:1-3).
Si Cristo estuviera en la Tierra ahora, reconocería que ningún candidato o movimiento puede arreglar los problemas de nuestros países. No hay manera de arreglar nuestro mundo. En cambio, se enfocaría en la causa de esos problemas, pero su solución no sería un partido político.
2. Cristo no se involucró en la política del primer siglo.
Cristo no vivió en un sistema democrático. Roma gobernaba Judea y la administraba como una provincia a través de los reyes y procuradores (gobernadores) herodianos. ¡Pero eso no significa que en Judea no había política! Los Evangelios relatan que la sociedad en que Jesús vivió estaba muy politizada; varios partidos competían por influencia política y religiosa.
Algunas de las facciones religiosas prominentes de Judea en el primer siglo eran los fariseos (una secta judía ultra estricta que controlaba las sinagogas), los saduceos (un partido dominado por la élite sacerdotal, asociado con el templo), los herodianos (un grupo político que apoyaba la colaboración de la dinastía herodiana con Roma) y los zelotes (un grupo radical que se oponía violentamente al gobierno romano).
Jesús vivía en una sociedad donde existían ideologías políticas desde conservadoras hasta moderadas y radicales. ¿De qué lado estaba entonces?
De ninguno.
El nuevo Testamento muestra que Jesús era apolítico. Nunca se unió a un partido ni apoyó sus plataformas. Corrigió las ideas religiosas erradas de estos grupos, pero les enseñó a sus discípulos a respetar su autoridad (Mateo 23:1-3).
Y así como no se alineó con los partidos de su época, si Jesús estuviera aquí ahora, no se alinearía con ningún partido o movimiento político. En cambio, dedicaría su tiempo a “los negocios de [su] Padre” (Lucas 2:49).
3. Cristo promovía la buena educación cívica, no la política.
Jesús tuvo la oportunidad de promover un cambio político y desafiar la estructura de poder de su país. En una ocasión, un grupo de fariseos le preguntó acerca del controversial tema de los impuestos: “Dinos, pues, qué te parece: ¿Es lícito dar tributo a César, o no?” (Mateo 22:17).
Los judíos estaban resentidos por los impuestos que les cobraban Herodes y Roma, Cristo tuvo la oportunidad de expresar una opinión política cuando le preguntaron acerca de esto. Pudo haberse quejado de los impuestos o expresado su deseo de que proveyeran más beneficios, en cambio respondió: “Dad, pues, a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios” (v. 21).
Esta respuesta dejó a sus enemigos sin palabras. Jesús no apoyó ni se quejó de los impuestos. En lugar de eso, les enseñó que todos debemos cumplir con nuestros deberes civiles con el gobierno y nuestros deberes espirituales con Dios.
Años más tarde, el apóstol Pablo volvió a hacer énfasis en la enseñanza de que los cristianos deberían estar sujetos “a las autoridades superiores” (Romanos 13:1).
Y el apóstol Pedro, quien antes había intentado oponerse con violencia al arresto de Jesús (Mateo 26:51-52; Juan 18:10), más tarde escribió que los cristianos deberían respetar y someterse a la autoridad civil, porque es “la voluntad de Dios” (1 Pedro 2:13-17).
La perspectiva de Jesús sería la misma en la actualidad (Hebreos 13:8). En lugar de movilizar a sus seguidores, Él pagó sus impuestos, obedeció las leyes que no contradecían a las de Dios y respetó a la autoridad civil.
4. Jesús representaba un gobierno diferente.
Cuando Jesús fue enjuiciado para saber si merecía la pena de muerte, Poncio Pilato le preguntó: “¿Eres tú el Rey de los judíos?” (Juan 18:33). Sus enemigos lo acusaban de amenazar a Roma autodeclarándose el Mesías.
Dado que los problemas de la humanidad son esencialmente de naturaleza espiritual, nuestro objetivo es proclamar soluciones espirituales.
Su respuesta ilustra la forma en que los cristianos deberíamos ver el mundo: “Mi reino no es de este mundo; si mi reino fuera de este mundo, mis servidores pelearían para que yo no fuera entregado a los judíos; pero mi reino no es de aquí” (v. 36).
Esta respuesta nos muestra el porqué de todos los puntos anteriores. Ésa es la razón por la que Cristo no apoyó los partidos políticos de su época y por la que fomentaba la educación cívica, pero no la participación política. Es la razón por la que dijo que sus seguidores “No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo” (Juan 17:16).
Jesús representaba un gobierno que no es de este mundo; representaba un Reino que ahora está en el cielo —donde tiene su trono al lado de Dios el Padre. En lugar de involucrarse en la política de este mundo, los cristianos son leales a ese mismo Reino; saben que su “ciudadanía está en los cielos” y esperan por el regreso de Cristo y el establecimiento de su gobierno en la Tierra (Filipenses 3:20). Por lo tanto, los cristianos interactúan con este mundo como embajadores.
Un embajador representa a su país en tierras lejanas. Obedece las leyes de esa Tierra, pero no participa en su política.
Si Jesús estuviera en la Tierra ahora, sería un buen ciudadano, pero su lealtad sería hacia el Reino de Dios, y se comportaría como un embajador.
5. El objetivo de Jesús era proclamar un nuevo gobierno, no influir en el actual.
Los Evangelios muestran a Cristo “predicando el evangelio del reino de Dios” (Marcos 1:14) y enseñando a sus seguidores a “[buscar] primeramente el reino de Dios” (Mateo 6:33).
Un reino es un gobierno liderado por un rey, en un territorio, con leyes y súbditos. Entonces, el Reino de Dios es el gobierno liderado por Dios el Padre y Jesucristo; su dominio está en el cielo ahora, pero la Biblia enseña que descenderá a la Tierra en el futuro.
Cuando Cristo regrese, todos los gobiernos humanos (las democracias, las dictaduras y toda forma de gobierno) serán reemplazados por el Reino de Jesús: “Los reinos del mundo han venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo; y él reinará por los siglos de los siglos” (Apocalipsis 11:15).
Si Cristo estuviera aquí ahora, su enfoque sería proclamar las buenas noticias de ese Reino (Lucas 4:43). Así como se rehusó a involucrarse en la política de su tiempo, su objetivo ahora sería pregonar las soluciones a nuestros problemas nacionales y globales —soluciones que trascienden la política.
Por qué somos apolíticos
De la misma forma, Discernir intenta permanecer fuera de la política partidista. Dado que los problemas de la humanidad son esencialmente de naturaleza espiritual, nuestro objetivo es proclamar soluciones espirituales. La solución definitiva es el mismo mensaje que Cristo predicó hace 2.000 años: ¡el evangelio del Reino de Dios!
Entonces, es muy claro por quién votaría Jesús:
No votaría por ninguno de los candidatos y, de hecho, no votaría.
Para ahondar en este tema, lo invitamos a ver nuestro artículo en línea “La política de Jesús”.