De la edición Mayo/Junio 2020 de la revista Discernir

Embajadores de Cristo

Dios llama a los cristianos a seguir a Cristo y ser luces para el mundo. Debemos convertirnos en embajadores de Cristo y su Reino. ¿Cómo debemos representar el Reino de Dios?

Ser “embajadores de Cristo” es un concepto muy interesante. Cristo mismo fue un embajador, el ejemplo perfecto y representante del gobierno de Dios (“aquella luz verdadera”, Juan 1:9).

Uno por uno, Jesús llamó a sus seguidores a que fueran luces para el mundo. ¿Cómo?

Hacer cosas buenas por los demás claramente los beneficia. Pero lo que Jesús dijo fue más profundo que eso. “Así alumbre vuestra luz delante de los hombres”, dijo. ¿Por qué? Continuó: “para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.” (Mateo 5:16, énfasis añadido).

Dios quiere que la gente vea su camino de vida en acción, para captar la esperanza que representa para el Reino que Jesús va a instaurar. Las Escrituras llaman a esto “las buenas noticias”, una frase que a menudo se traduce como “el evangelio”.

Durante el ministerio terrenal de Jesús, “Aconteció después, que Jesús iba por todas las ciudades y aldeas, predicando y anunciando el evangelio del reino de Dios, y los doce con él” (Lucas 8:1). Él les dice a sus seguidores que continúen proclamando esas buenas noticias hasta su segunda venida (Marcos 16:15; Mateo 24:14).

El evangelio anuncia una época en la que todo el mal será erradicado. Dios quiere que la gente vea que su camino de vida —el camino que va a hacer que el Reino de Dios sea tan maravilloso— es el mejor camino. ¡Él quiere que elijan vivirlo!

Además de ayudar a proclamar el mismo mensaje, los cristianos también deben tener “la misma actitud que tuvo Cristo Jesús” (Filipenses 2:5, Nueva Traducción Viviente). Deben “andar como Él anduvo” (1 Juan 2:6). Deben amar como Él amó y servir como Él sirvió (Juan 13:34; Mateo 20:27-28).

Al hacer estas cosas, los cristianos se parecen más a su hermano mayor y se preparan para servir con él cuando gobierne en su Reino (Lucas 19:15-17).

Realmente son representantes de un gobierno —el Reino de Dios— y embajadores de Cristo.

¿Quién es un embajador?

Hoy en día, un embajador es un representante oficial de un gobierno frente a otro. Según el Diccionario Etimológico en línea, en el pasado la palabra significaba “un gobernante en la corte de otro”, que es más como se usaba en la Biblia.

Cristo realmente nació para ser un rey (Juan 18:37), y de hecho Él será el soberano del Reino de Dios en la Tierra (1 Timoteo 6:14-15; Apocalipsis 17:14).

La mayoría de los cristianos de hoy en día no consideran a los embajadores de Cristo como embajadores del Rey de un futuro gobierno mundial.Pero la mayoría de los cristianos de hoy en día no consideran a los embajadores de Cristo como embajadores del Rey de un futuro gobierno mundial. Muchos piensan que un embajador de Cristo es alguien que debe convencer a tantas personas como sea posible para que se conviertan ahora.

En parte esto puede ser debido a que leen el único versículo de la Biblia que menciona “embajadores de Cristo”.

El versículo de embajadores de Cristo

Se encuentra en 2 Corintios 5:20, lo escribió Pablo a los cristianos de Corinto. ¿Les dijo Pablo que todos ellos eran embajadores de Cristo para reconciliar el mundo? No. En realidad, el contexto muestra que Pablo estaba hablando específicamente de él mismo y de otros ministros. Les estaban reclamando a los ya convertidos, pero obstinados corintios, para que se reconciliaran con Dios.

Pablo escribió, “Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios” (2 Corintios 5:20, énfasis añadido).

Aunque estos corintios eran miembros bautizados de la Iglesia, en el momento en que Pablo escribió, no estaban completamente reconciliados con Dios. Y no podrían seguir adelante si continuaban en desacuerdo con Pablo.

“Embajadores de Cristo” en este pasaje implica que se necesitaba una mano madura, la destreza de un líder espiritual para ayudar a los cristianos a transitar por el delicado campo de las relaciones en el que habían sido mal orientados por embajadores impostores.

Así que no todos los creyentes son embajadores de Cristo de la manera en que Pablo escribió en este versículo. No todos los creyentes tienen los dones, las habilidades o el llamado para guiar a otros en el tipo de reconciliación que se necesitaba en Corinto.

Pero ¿no son llamados todos los creyentes a representar a Cristo? ¿No es eso lo que significa en esencia ser un “cristiano” —ser un seguidor de Cristo? Y, en ese sentido, ¿no deben todos los cristianos ser enviados de su gobierno? ¡Sí!

Representar el Reino de Dios

¡El Reino de Dios es un reino literal! Tendrá un Rey (Jesucristo), territorio (esta Tierra), ciudadanos (seres humanos) y leyes (basadas en los Diez Mandamientos).

Este mensaje es poco valorado por muchos que piensan que entienden la Biblia, pero no se dan cuenta de que éste es el corazón del evangelio de Jesucristo, como explicamos en “‘El Reino de Dios está entre vosotros’ — ¿Qué quiso decir Cristo con esto?

Aquí hay un breve extracto:

“Aunque la Biblia menciona que después de ser bautizados nuestra ‘ciudadanía’ está en los cielos (Filipenses 3:20), para entrar al Reino los seres humanos tienen que ser cambiados de carne y sangre a espíritu, de mortales a inmortales, a la segunda venida de Jesús (1 Corintios 15:50-53; Hebreos 9:28). Cuando el Reino de Dios venga a la Tierra, regirá sobre todos ‘los reinos de este mundo’ (Apocalipsis 11:15)”.

Los cristianos se deben convertir en embajadores de Cristo en el sentido de ser representantes de ese Reino venidero.

Embajadores y ejemplos

Pablo demostró lo que Jesús aconsejó acerca de ser una “luz para el mundo”.

  • Le escribió a los corintios: “Sed imitadores de mí, así como yo de Cristo” (1 Corintios 11:1).
  • Pablo les escribió a los creyentes en Filipos: “Hermanos, sed imitadores de mí, y mirad a los que así se conducen según el ejemplo que tenéis en nosotros” (Filipenses 3:17).
  • Animó al evangelista Timoteo a que: “Ninguno tenga en poco tu juventud, sino sé ejemplo de los creyentes en palabra, conducta, amor, espíritu, fe y pureza” (1 Timoteo 4:12). Lógicamente, esto se habría expresado a los creyentes como: “Sigan el ejemplo que Timoteo da con sus palabras, con sus acciones. Crezcan para amar como él lo hace, para servir como él, para tener la convicción que él tiene”.

Pablo le dio al evangelista Tito un consejo similar al que le dio a Timoteo: “Exhorta asimismo a los jóvenes a que sean prudentes; presentándote tú en todo como ejemplo de buenas obras; en la enseñanza mostrando integridad, seriedad, palabra sana e irreprochable, de modo que el adversario se avergüence, y no tenga nada malo que decir de vosotros” (Tito 2:6-8).

Y, si retrocede en el contexto, usted va a leer un consejo similar a los creyentes que eran “mayores” exhortándolos a que dieran ejemplo a los que eran más jóvenes (versículos 2-3).

Cada creyente debe madurar espiritualmente para representar a Cristo

Alcanzar la plena madurez debería ser el objetivo de todo creyente. El autor de Hebreos reprendió a los cristianos por no madurar como deberían.

“Porque debiendo ser ya maestros, después de tanto tiempo, tenéis necesidad de que se os vuelva a enseñar cuáles son los primeros rudimentos de las palabras de Dios; y habéis llegado a ser tales que tenéis necesidad de leche, y no de alimento sólido. Y todo aquel que participa de la leche es inexperto en la palabra de justicia, porque es niño; pero el alimento sólido es para los que han alcanzado madurez, para los que por el uso tienen los sentidos ejercitados en el discernimiento del bien y del mal” (Hebreos 5:12-14).

¿Qué nos dice esto? Todo creyente debe llegar al punto de ser capaz de enseñar a los demás. Pero también reconoce que estos creyentes no han alcanzado ese nivel de madurez.

La Biblia no apoya la noción de que cada creyente es automáticamente un embajador de Cristo en la forma en que se necesita ser. Nadie es maduro instantáneamente, leal o probado, sólo en virtud de su aceptación inicial de Cristo como salvador.

Si los cristianos ejercitan sus sentidos para practicar las verdades de Dios en la vida diaria, con el tiempo, se volverán espiritualmente maduros. Para madurar, tienen que evaluar las decisiones de la vida desde la perspectiva de lo que Dios llamó “bueno” o “malo” y comportarse en consecuencia.

Tienen que elegir el bien y rechazar el mal, haciendo el esfuerzo necesario para actuar en el bien.

Los cristianos deben ser sal, luces y ciudades asentadas sobre un monte

Jesús utilizó tres analogías —la sal, la luz y la visibilidad prominente de una ciudad asentada sobre un monte— para ilustrar cómo debían esforzarse sus seguidores para representarlo.Jesús utilizó tres analogías —la sal, la luz y la visibilidad prominente de una ciudad asentada sobre un monte— para ilustrar cómo debían esforzarse sus seguidores para representarlo.

El Evangelio de Mateo registra las palabras de Jesús: “Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se desvaneciere, ¿con qué será salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres. Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. Ni se enciende una luz y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en casa. Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos” (Mateo 5:13-16).

Puede que no glorifiquen a Dios inmediatamente —de hecho, es muy probable que no lo hagan. Pero lo harán cuando sus mentes sean abiertas a la verdad de Dios (1 Pedro 2:12).

Los verdaderos cristianos deben convertirse en representaciones vivas del carácter de Dios. Todos los cristianos deben representar las enseñanzas de Jesucristo, su fe, su amor, su carácter, su Reino venidero.

De esta manera, ellos son embajadores de Cristo, el gobernante de ese Reino. Éste es el llamado de todos los creyentes.

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