Jesús vino a cumplir muchas promesas. Durante su nacimiento y bautismo, la gente habló acerca de esas promesas. Él vino a ser el Cordero de Dios, nuestro Salvador y Rey.
(El siguiente relato está extraído principalmente de Mateo 1-2 y Lucas 1-2).
Muchos cientos de años después del Éxodo, en un día aparentemente normal, algo extraño le sucedió a una joven en Galilea.
Dios envió al ángel Gabriel a Nazaret, una ciudad en Galilea, a una virgen comprometida a casarse con un hombre llamado José, un descendiente de David. El nombre de la virgen era María. El ángel se acercó a ella y le dijo: “¡Salve, muy favorecida! El Señor es contigo; bendita tú entre las mujeres” (Lucas 1:26-28). ¡El ángel le dijo que tendría un hijo que sería el Hijo de Dios!
¡Pastores, ángeles y buenas nuevas!
Varios meses después nació Jesús, tal como el ángel había anunciado. Desde este momento, los milagros comenzaron a suceder. Algunos pastores estaban cuidando sus rebaños cuando de repente se les apareció un ángel y les dio buenas nuevas: “os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es CRISTO el Señor. Esto os servirá de señal: Hallaréis al niño envuelto en pañales”. Luego escucharon a las huestes del cielo regocijarse y alabar a Dios diciendo: “Gloria a Dios en las alturas” (Lucas 2:11-12,14).
Los pastores se apresuraron a ir al pesebre y encontraron al bebé recién nacido, exactamente como el ángel les había dicho. ¡Qué emocionante! A su regreso, los pastores anunciaban la maravillosa noticia y alababan a Dios dondequiera que iban.
Una señal celestial
Más tarde, sabios del oriente siguieron una señal celestial y encontraron a María y al niño en una casa. “Hemos visto su estrella y venimos a adorarle, y hemos venido con regalos para dar al Rey de los Judíos”. Luego se postraron y lo adoraron.
No fue una vida común
Desde su nacimiento, la vida de Jesús nunca fue normal. Primero, Dios les dijo a sus padres que debían irse con el niño a Egipto durante varios años porque Herodes, el rey de Judea, al enterarse de su nacimiento quería matarlo. Después de la muerte de Herodes, regresaron y vivieron a salvo en Nazaret, donde Jesús creció.
La Luz del mundo, el Cordero de Dios
Uno de los parientes de Jesús, Juan el Bautista, fue un profeta que predicaba un mensaje especial: “Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado” (Mateo 3:2). Enseñaba a la gente acerca de la venida de una persona muy especial que sería la “Luz del mundo”.
Juan también hizo algo muy importante: bautizó a Jesús. Al momento de su bautismo, ocurrió un milagro. Juan vio al Espíritu de Dios bajar del cielo como una paloma y venir sobre Jesús. Oyó una voz que decía: “Éste es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia” (Mateo 3:17).
Juan sabía quién era Jesús. Al día siguiente, cuando Juan y algunos amigos vieron a Jesús caminando, Juan les dijo: “He aquí el Cordero de Dios”. (Puede leer esto en Mateo 3:14-17 y Juan 1:29.)
Tres años y medio después, durante la Pascua, Jesús se convirtió en el Cordero sacrificial de Dios. La sangre de un animal ya no representaría la pena por el pecado. El mismo Hijo de Dios había pagado ese castigo con la sangre de su vida, de una vez y para siempre por toda la humanidad.
Preguntas
Aquí hay algunas preguntas para meditar o conversar en familia:
- ¿Cuáles son algunos de los títulos que tenía Jesús y qué promesas iba a cumplir?
- ¿Qué sucedió cuando Jesús fue bautizado?
- ¿Por qué Jesús fue llamado el Cordero de Dios?
Lea más en los artículos “Una historia acerca de la primera Pascua”, “El nacimiento de Jesús”, “Lecciones del nacimiento y los primeros años de Jesús” y “La historia de Juan el Bautista”.