La Biblia está llena de oraciones contestadas, sin embargo muchos no están convencidos de que Dios les contestaría sus oraciones hoy en día. ¿Cuáles son las claves para que nuestras oraciones sean contestadas?
Muchos creen en Dios, pero no están seguros de que Él los escuche o responda sus oraciones. De pronto intentaron orar pero no recibieron una respuesta inmediata o tal vez sucedió lo contrario de lo que estaban esperando. Es posible que piensen que Dios los ignoró.
La Biblia contiene muchos relatos de oraciones respondidas y otros ejemplos de peticiones que no fueron cumplidas. ¿Qué dice la Biblia de las oraciones que Dios responde —y cuándo?
Tenga en cuenta que este artículo está escrito para la gente que cree en Dios. Aunque una oración respondida podría ser una prueba más de la existencia de Dios para los que creen, no convencería a un escéptico. Este artículo, está diseñado para ayudar a los que están siendo llamados por Dios para que se den cuenta que Él está interesado en ellos y les va a responder sus oraciones (Lucas 11:9-13; 1 Juan 3:22).
Dios escuchó a Josafat
En Salmos 34:15 leemos: “Los ojos del Eterno están sobre los justos, Y atentos sus oídos al clamor de ellos”.
Una de las claves para que una oración sea respondida es tener un corazón humilde, con una actitud de obediencia hacia Dios. De esta manera mostramos nuestro amor hacia Dios (1 Juan 5:1-3).
La historia de Josafat, un rey de Judá, es un buen ejemplo de esa relación entre un corazón con una actitud de obediencia y Dios escuchando nuestras oraciones. El enfoque de Josafat lo encontramos en 2 Crónicas 17:3-4: “Y el Eterno estuvo con Josafat, porque anduvo en los primeros caminos de David su padre, y no buscó a los baales; Sino que buscó al Dios de su padre, y anduvo en sus mandamientos, y no según las obras de Israel”.
Con el transcurso del tiempo, los ejércitos de Moab y Amón se juntaron para pelear contra Judá (2 Crónicas 20:1). Ante esta amenaza Josafat buscó a Dios y proclamó un ayuno en todo Judá (2 Crónicas 20:3).
Dios escuchó la oración de Josafat y el pueblo de Judá y les dijo, “No habrá para qué peleéis vosotros en este caso: paraos, estad quietos, y ved la salvación del Eterno con vosotros. Oh Judá y Jerusalén, no temáis ni desmayéis; salid mañana contra ellos, que el Eterno estará con vosotros” (2 Crónicas 20:17). En los siguientes versículos de 2 Crónicas 20 está registrado el asombroso milagro que Dios hizo para liberar a Judá.
Dios escuchó la oración de un hombre justo —Josafat, quien guió a Judá para que buscaran a Dios.
Dios responde al justo
Muchos ejemplos más y varias escrituras nos muestran a quien escucha y responde Dios sus oraciones. Varias veces se nos dice en las escrituras que la fe y la confianza de Abraham en Dios le fue contada por justicia (Romanos 4:3; Gálatas 3:6; Santiago 2:23). Abraham fue amigo de Dios porque tenía un corazón fiel y obediente.
En Proverbios 15:8-9 se refuerza la importancia que tiene la rectitud para Dios: “El sacrificio de los impíos es abominación al Eterno; Mas la oración de los rectos es su gozo. Abominación es al Eterno el camino del impío; Mas él ama al que sigue justicia”.
Y el apóstol Santiago escribió, “Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados. La oración eficaz del justo puede mucho” (Santiago 5:16). Abraham buscó la rectitud. Si nosotros buscamos la rectitud de la misma manera, Dios va a escuchar nuestras oraciones.
La rectitud es algo por lo que un cristiano lucha. “Buscad al Eterno todos los humildes de la tierra, los que pusisteis por obra su juicio; buscad justicia, buscad mansedumbre; quizás seréis guardados en el día del enojo del Eterno” (Sofonías 2:3).
Jesucristo dijo, “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (Mateo 6:33).
Creciendo en rectitud
Cuando estudiamos la Palabra de Dios, nos damos cuenta que la rectitud es un proceso de crecimiento. El apóstol Pablo compartió este tema de crecimiento con los cristianos en Tesalónica: “Debemos siempre dar gracias a Dios por vosotros, hermanos, como es digno, por cuanto vuestra fe va creciendo, y el amor de todos y cada uno de vosotros abunda para con los demás” (2 Tesalonicenses 1:3).
El profeta Isaías agregó, “Buscad al Eterno mientras puede ser hallado, llamadle en tanto que está cercano. Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase al Eterno, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar” (Isaías 55:6-7).
Como el publicano en Lucas 18:13-14, todos pecamos. Aunque no seamos perfectos, si podemos y debemos acudir a Dios. El eterno Dios nos perdona cuando de manera sincera nos arrepentimos, y después nos guía hacia la rectitud. Dios dice que va a escuchar nuestras oraciones a medida que avanzamos hacia la justicia. “Porque los ojos del Señor están sobre los justos, Y sus oídos atentos a sus oraciones” (1 Pedro 3:12).
¿Por qué Dios parece no responder a nuestras oraciones?
Burladores, escépticos, críticos y otras personas que no creen en Dios, así como algunos que están comenzando una relación con Dios, van a tener dudas. Algunos que hayan orado pueden dudar porque no recibieron la respuesta que esperaban o deseaban. Por lo tanto asumen que Dios se hizo el del oídos sordos con su petición. Pero, ¿es realmente así?
El apóstol Santiago toca este mismo tema en su epístola.
El mundo —la sociedad— en la que vivió Santiago es muy similar a lo que tenemos que sobrellevar hoy en día, y en su carta pregunta: “¿De dónde vienen las guerras y los pleitos entre vosotros?” (Santiago 4:1). ¡No cometa el error de leer superficialmente esas palabras! Piense profundamente cuál sería su respuesta si esa pregunta fuera para usted.
Santiago, inspirado por el Espíritu Santo, responde esa pregunta para nosotros. Dice: “¿No es de vuestras pasiones, las cuales combaten en vuestros miembros? Codiciáis, y no tenéis; matáis y ardéis de envidia, y no podéis alcanzar; combatís y lucháis, pero no tenéis lo que deseáis, porque no pedís”.
¡Nuestra naturaleza humana es la que pide satisfacción personal, nuestro ego es el que quiere ser acariciado, pero no nos damos cuenta que nuestra naturaleza egoísta nos puede impedir tener una relación con Dios sólida y buena!
Pero el arrogante, de nuevo diría: “¡Yo si pedí!”
Santiago argumenta: “Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites” (Santiago 4:3).
Algunas veces Dios no nos concede lo que deseamos porque Él tiene guardado para nosotros cosas más grandes. A veces dice: “No, esta vez no”. ¿Podrían estar mal dirigidas nuestras oraciones? ¿Fue una oración por algo que egoístamente queríamos para nosotros? ¿Será que pedimos de manera equivocada? El significado de la palabra griega que usa Santiago significa “mal” (Frederick William Danker, A Greek-English Lexicon of the New Testament and Other Early Christian Literature) [Léxico griego-inglés del Nuevo Testamento y otra literatura antigua cristiana, por Frederick William Danker).
Deberíamos pensar seriamente en las oraciones que sentimos que no fueron respondidas, y considerar que la respuesta de Dios fue: “No”.
Ésa fue la respuesta que le dio al apóstol Pablo. Pablo tenía una aflicción y a menudo pedía para que fuera sanado. La respuesta la podemos leer en 2 Corintios 12:9: “Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo”.
A veces Dios no nos da lo que deseamos porque él tiene guardado para nosotros cosas más grandes. A veces nos dice: “No, esta vez no”.
Un ejemplo de la oración contestada
Pero, ¿realmente escucha Dios nuestras oraciones hoy? Probablemente en todas las congregaciones de la Iglesia de Dios se pueden escuchar historias de oraciones respondidas a miembros a través de la sanidad , protección en situaciones de peligro y ayuda en los desafíos de la vida. En este artículo vamos a ver un ejemplo de la vida real de un relato publicado por Herbert W. Armstrong, quien dirigió la Iglesia de Dios Universal hasta su muerte en 1986.
En su Autobiografía, el Sr. Armstrong escribió acerca de un momento durante la Gran Depresión, en el cual estaba en bancarrota y su bebé necesitaba leche urgentemente.
Cuando llegó a su casa después del trabajo, su esposa le dijo: “Apresúrate… ve y consigue una botella de leche. El bebé ya se perdió una de sus comidas, y ya pasó una hora de la segunda. Yo no tengo ni una gota de leche para él”.
Pero el Sr. Armstrong no tenía ni siquiera 10 centavos para la leche, entonces cerró la puerta y oró breve pero fervientemente. Después de orar: “antes de que yo llegara a la cocina, una de nuestras hijas gritó por la ventana de la sala:
“Mama, allí viene el señor que compra chatarra”.
“Bien, rápido, Beverly”, dijo mi esposa: “corre y detenlo. Tenemos muchas cosas en el sótano que podrían interesarle”.
Los que compraban chatarra recolectaban artículos del hogar y después trataban de venderlos a comerciantes para poder sobrevivir en esa época tan difícil.
“Mi esposa le mostró toda clase de cosas. Nosotros esperábamos obtener al menos 1 dólar de él. Sin embargo el solamente movía la cabeza en señal de desaprobación.
“No, no hay nada aquí que me sirva”, dijo el hombre mientras regresaba a las escaleras.
“Nuestros corazones se estremecieron. Sin embargo, a la mitad de las escaleras, él se dio la vuelta, dio un vistazo a una pila de revistas y lentamente regresó a verlas de cerca.
“Les daré diez centavos por esto”, dijo. “Es todo lo que quiero”.
“Yo le había pedido a Dios que nos enviara diez centavos —inmediatamente. Cuando Dios lo envió, en el justo instante en que se lo pedí, nosotros quisimos incrementarlo a un dólar o más. Sin embargo, la necesidad inmediata eran diez centavos para leche….
“Dimos gracias a Dios y yo me dirigí a la tienda a comprar la leche”, (Autobiography of Herbert W. Armstrong [Autobiografía de Herbert W. Armstrong], Vol. 1, pp. 401-403)).
Ciertamente el ejemplo anterior puede que no sea tan impresionante como la resurrección de una persona o salvarse de una mortal enfermedad, es posible que tampoco impresione a un burlador, escéptico o crítico, pero muchas personas que han empezado un nuevo camino de vida definitivamente añadirán sus propias circunstancias en las que Dios ha respondido sus oraciones. Ellos saben que Dios personalmente escucha y responde sus oraciones.
¿Por qué no revisar nuestras oraciones “no-respondidas” e intentar orar de la forma que Dios dice? Se va a dar cuenta de que a medida que su significativa relación con Dios se va desarrollando, irá entendiendo más acerca de las respuestas de Dios a sus oraciones.
Si desea más información de la oración, lea los otros artículos de la sección “Como debemos orar”.