De la edición Marzo/Abril 2022 de la revista Discernir

Historias milagrosas

Cuando pedimos un milagro, ¿reconocemos la mano de Dios, incluso si no actúa exactamente como le pedimos o como no supimos pedir? Ésta es la razón por la que yo creo en los milagros.

Era un servicio de sábado normal. Nuestro lugar de reunión usual no estaba disponible, así que nos reunimos en un gimnasio. Todos estábamos sentados en sillas plegables.

Nuestro hijo menor era sólo un bebé y finalmente se había quedado dormido en una cobija en el suelo. Con un ¡uf!, me sequé la frente y me senté para escuchar el mensaje. Sin embargo, a la mitad del sermón, lo que atribuí a mi “intuición de mamá” me hizo sentir el deseo de abrazar a mi bebé.

Cualquiera que haya llevado un bebé a servicios sabe que, cuando se duerme, está prohibido tocarlo. Simplemente hay que dejarlo dormir. Pero mi deseo seguía creciendo y creciendo y, finalmente, decidí ceder a ese deseo y puse a mi hijo en mi regazo.

Tan solo minutos después, la silla del caballero sentado enfrente de nosotros colapsó, ¡y tanto él como su silla rota cayeron sobre la cobija donde nuestro pequeño había estado durmiendo!

Sé, con absoluta certeza, que Dios protegió a mi dulce bebé.

Reconocer la intervención de Dios

Yo creo en los milagros. Si nos detenemos a observar, veremos que Dios interviene con poder en las vidas de sus hijos, de formas grandes y pequeñas.

¿Por qué es importante reconocerlo?

Primero, debemos dar el mérito a quien lo merece. Toda buena dádiva y todo don perfecto provienen de Dios (Santiago 1:17). ¿Le pide a Dios protección, sanidad, dirección y ánimo? Pienso que todas las personas que oramos pedimos estas cosas. Entonces, cuando la intervención llega, debemos reconocer de dónde proviene.

Reconocer a Dios como el dador de todo lo bueno (incluyendo los milagros) nos ayuda a tener una perspectiva correcta. ¡No podemos llevarnos el crédito de lo que Dios hace! Debemos darle el crédito a Dios.

Además, reconocer la intervención de Dios nos da la oportunidad de agradecerle por lo que hace.

El mayor milagro de todos es que Dios tiene un plan para cada uno de nosotros. Él quiere que todos seamos hijos en su familia.

¿Alguna vez ha recibido un regalo que alguien hizo especialmente para usted? Es evidente que la persona pensó en usted y en lo que necesitaba o quería. Un regalo especial, escogido especialmente para nosotros, inclina nuestro corazón hacia el dador. El regalo representa la relación que el dador desea tener con nosotros.

Todas las intervenciones milagrosas que recuerdo fueron pensadas por Dios para un momento específico —fueron un regalo escogido.

Milagros inesperados

Un día íbamos de camino a casa luego de un viaje familiar y se nos desinfló un neumático. Mi esposo y yo estábamos… bueno, estábamos quejándonos por el neumático desinflado mientras bajábamos todas nuestras cosas de la van. Incluso vimos pasar un auto policial cuando estábamos cambiando el neumático, pero no se detuvo para ayudarnos.

Cuando habíamos terminado y la van estaba cargada otra vez, el mismo policía se estacionó detrás de nosotros. Se disculpó por no haberse detenido antes, pero había recibido una llamada de emergencia. Continuamos nuestro camino y poco más allá descubrimos por qué lo habían llamado: había un terrible accidente.

Todos permanecimos en silencio cuando pasamos lentamente al lado del accidente. Desde la parte trasera de la van, nuestro hijo mayor (un adolescente en ese entonces) dijo: “Si no se nos hubiera desinflado el neumático, estaríamos ahí en medio de ese accidente”.

¡Nuestro hijo se dio cuenta de la oportunidad que teníamos de estar muy agradecidos con Dios porque nuestro neumático se desinfló! Fue un regalo escogido para un momento determinado.

La mano de Dios

Reconocer los milagros de Dios nos ayuda a estar al tanto de su intervención y atención constantes en las vidas de sus hijos. Deberíamos apreciar esa intervención y buscarla.

Piense en cómo los padres físicos caminan junto a sus hijos, tomándolos de la mano mientras ellos caminan tambaleantes. Un padre ayuda a su hijo a caminar evitando los posibles peligros. Cuida diligentemente a su pequeño. A veces lo dirige para esquivar algo; a veces le advierte que no pise algo; y a veces lo levanta para alejarlo del peligro.

Dios hace lo mismo con nosotros: siempre está a nuestro lado, cuidándonos, advirtiéndonos del peligro, guiándonos, a veces levantándonos y a veces permitiendo que aprendamos una lección (Deuteronomio 31:6; Salmos 23).

¿Vemos su mano en nuestra vida diaria? ¿La buscamos?

Todo esto que mencionamos nos permite entender la relación especial que Dios desea tener con nosotros. Dios nos ama y somos importantes para Él.

Los milagros modernos más importantes

Quiero contarles una historia milagrosa más. Probablemente mi favorita.

El año pasado, me encontraba en el patio de un amigo. Varios de nosotros nos reunimos alrededor de la piscina, y yo vi cómo mi hijo (el que no fue aplastado por una silla varios años atrás) fue bautizado. Lo sumergieron bajo el agua y volvió a salir como un hombre nuevo. Luego le impusieron manos y fue engendrado con el Espíritu Santo para ayudarle a andar por el camino de Dios.

El mayor milagro de todos es que Dios tiene un plan para cada uno de nosotros. Él quiere que todos seamos hijos en su familia. Entregó a su Hijo para que nuestros pecados fuesen perdonados y quiere ayudarnos a cambiar nuestra mente para que compartamos su naturaleza. ¡Ése sí que es un milagro asombroso! Incluso más asombroso que… pues, todos los otros milagros.

Un ser humano falible, pecador y mortal puede cambiar gracias a la intervención milagrosa de Dios y llegar a convertirse en su hijo.

Yo creo en los milagros, ¿y usted?

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