De la edición Noviembre/Diciembre 2015 de la revista Discernir

¿Conoce al Señor del sábado?

¿Por qué Jesucristo se llamaría a sí mismo el Señor del sábado? ¿Qué más dijo acerca del sábado, y qué significa para los cristianos en la actualidad?

[De nuestra edición Noviembre/Diciembre 2015 de Discernir.]

Si alguien le preguntara: ¿conoce al Señor? Si usted es cristiano su respuesta probable sería, sí. Pero, ¿qué pasaría si cambiáramos la pregunta levemente? Si le preguntaran: ¿conoce al Señor del sábado? ¿Cuál sería su respuesta?

Si usted es cristiano, su respuesta debería ser un sí absoluto, porque el Señor del sábado es realmente un título que Jesucristo se dio a sí mismo en Marcos 2:27-28: “También les dijo: El día sábado fue hecho por causa del hombre, y no el hombre por causa del día sábado. Por tanto, el Hijo del Hombre es Señor aun del día sábado”.

Jesús tiene muchos títulos que se utilizan comúnmente, tales como “el Cristo”, “el Mesías”, “el Salvador”, “Rey de Reyes y Señor de Señores”. Pero ¿por qué casi nunca escuchamos que Él se llama el Señor del sábado? ¿Acaso este título implica que los cristianos deberían estar guardando el sábado?

El gran contexto: los fariseos vs. Cristo

Primero, veamos el contexto de la afirmación de Jesús en Marcos 2. Anteriormente, Jesús había tenido algunas confrontaciones directas con los fariseos (líderes religiosos judíos que se ceñían estrictamente a la tradición oral judía). La relación de Jesús con ellos era, por decir lo menos, muy tensa. Él tenía muchos problemas con ellos —y ellos lo desdeñaban. Buscaban siempre una oportunidad para desacreditarlo —especialmente en público.

Ellos entendieron que Jesús estaba afirmando ser el Mesías prometido, y también sabían que Jesús era muy popular en cierto sector de la población judía. Lo veían como una amenaza a su poder e influencia.

Trataban entonces de sorprenderlo en alguna clase de pecado y con ello, probar a las personas que Él era un fraude.

Por supuesto, era muy difícil para ellos encontrar algo de qué acusarlo, porque Él no pecaba. Pero trataban. Algunas veces lo acusaron de blasfemia (Lucas 11:53) —pero esta acusación realmente no prosperó.

Entonces, en Marcos 2, ellos trataron de fabricar otro “pecado”: quebrantar el sábado.

El contexto inmediato: Jesús, los fariseos, el sábado

Jesús y sus discípulos estaban caminando tranquilamente en el sábado (el séptimo día de la semana, sábado). En algún momento, ellos pasaron por los sembrados de cereales y tenían hambre, así que tomaron unas cuantas espigas para comer algo. Imagínese caminando en medio de los árboles y tomando algunas moras silvestres a medida que camina por ahí —¡esto no lo consideraríamos algo extenuante, ni un trabajo tampoco!

¡Esto fue lo que pensaron los fariseos!

Ellos no lo acusaron de estar robando —no lo podían hacer porque ellos conocían bien la ley y sabían que Deuteronomio 23:24-25 lo permitía.

Entonces, acusaron a sus discípulos de quebrantar el sábado al cosechar cereales en este día en el que las personas debían abstenerse de trabajar: “…Mira, ¿por qué hacen en el día de reposo lo que no es lícito?” (Marcos 2:24).

¡Ellos pensaron que ahora sí lo tenían! Jesús estaba guiando un grupo de personas que quebrantaban el sábado y, por extensión, Él mismo estaba quebrantando el sábado. Podrían tomar esto y mostrárselo a las personas para acusarlo de que Él no podía ser el Mesías.

Pero, como siempre, Jesús desmanteló su ataque. Él podría haberlo hecho señalando lo ridículo de su argumento de que tomar unas cuantas espigas como refrigerio era trabajar. Pero no lo hizo. En vez de eso les recordó que aun al rey David, uno de los héroes nacionales judíos (junto con sus hombres), le fue permitido comer del pan sagrado cuando lo necesitó (puede leer acerca de esto en 1 Samuel 21). Si David pudo comer de este pan especial porque estaba hambriento, ¿cómo podría ser pecado que los discípulos de Jesús tomaran algunas espigas para satisfacer su hambre mientras caminaban por los campos?

Pero después, Jesús hizo una afirmación categórica acerca del sábado: “El sábado fue hecho por causa del hombre, y no el hombre por causa del sábado. Por tanto, el Hijo del Hombre es señor aun del día de reposo” (Marcos 2:27-28).

Las implicaciones de la afirmación de Jesús

Las palabras de Jesucristo son tan cruciales porque derrotan uno de los más grandes errores del cristianismo tradicional: la enseñanza de que el Cuarto Mandamiento, que nos ordena guardar el séptimo día, el sábado, fue abolido o cambiado de alguna forma por el domingo. Esta idea es la razón por la cual la mayoría de las iglesias tiene servicios el domingo y no le enseñan a sus miembros a descansar el séptimo día (sábado).

Esta enseñanza es diametralmente opuesta a las propias palabras de Jesucristo. Él no abolió el sábado. Él guardó y reafirmó el Cuarto Mandamiento.

Si a usted siempre le han enseñado que el sábado no es necesario, analice las implicaciones de la declaración de Jesucristo:

Implicación 1: lo que los fariseos no dijeron

Los fariseos estaban demasiado afanados por sorprender a Jesús en pecado —cualquier pecado. Si Jesús hubiera estado enseñando que el mandamiento del sábado había sido abolido o que el sábado había sido cambiado del séptimo día a otro día, ¡imagínese las acusaciones que le hubieran hecho!

La falta de esta clase de acusaciones demuestra fehacientemente que Jesús mismo era un fiel guardador del sábado.

En vez de acusarlo por sus enseñanzas contra el sábado bíblico, ellos hicieron acusaciones quisquillosas acerca de que Él estaba quebrantando las reglas equivocadas hechas por el hombre acerca del sábado. Sus acusaciones fueron que las personas estaban recolectando espigas (algo que no quebrantaba ninguna ley bíblica) o que Jesús sanaba el sábado (Mateo 12:9-14; Marcos 3:1-6; Lucas 14:1-6; Juan 9:13-16).

Implicación 2: Jesús reafirmó el sábado al sanar en él

Sí, los fariseos tuvieron la audacia de acusar a Jesús de quebrantar el sábado porque Él sanó a las personas en él. Jesús se sintió apesadumbrado y airado a la vez, al ver que sus corazones estaban tan endurecidos frente al sufrimiento de sus semejantes, al grado de que ellos realmente creían que liberar a una persona de su sufrimiento era una violación pecaminosa del sábado (Marcos 3:5).

Además, Jesús subrayó que el Padre hizo la sanidad (Juan 14:10). Los fariseos estaban, en esencia, acusando a Dios el Padre de quebrantar pecaminosamente el sábado al utilizar su poder de sanidad en ese día.

Contrario al pensamiento endurecido de los fariseos, Jesús les enseñó que en realidad la sanidad reafirmaba el profundo significado del sábado:

“Entonces el Señor le respondió y dijo: Hipócrita, cada uno de vosotros ¿no desata en el día de reposo su buey o su asno del pesebre y lo lleva a beber? Y a esta hija de Abraham, que Satanás había atado dieciocho años, ¿no se le debía desatar de esta ligadura en el día de reposo?” (Lucas 13:15-16, énfasis añadido).

El punto que Jesús estaba aclarando aquí es que no existe un día mejor para dar paz y descanso al dolor y el sufrimiento humanos que en el sábado —el día que simboliza descanso y paz. Jesús estaba reafirmando la importancia del sábado al establecer esta conexión.

Implicación 3: el sábado fue hecho para el hombre

Si Jesús estuviera planeando abolir el séptimo día sábado, Él tuvo la oportunidad perfecta para decirlo. Cuando los fariseos lo acusaron de estar quebrantando el sábado, Él podría haber dicho tan sólo: “no importa lo que yo haga o deje de hacer en este día, el sábado ha sido abolido de todas formas”.

Pero Él nunca dijo nada parecido.

De hecho, Él prosiguió haciendo una declaración que reforzaba la universalidad y vigencia del mandamiento del sábado: “El sábado fue hecho por causa del hombre” (Marcos 2:27).

Al decir esto, Él revela un aspecto de la mente de Dios.

Génesis 2:2-3 registra el origen del sábado. Dios descansó el séptimo día después de seis días de creación. Leemos que: “Bendijo Dios al día séptimo, y lo santificó (lo apartó como algo santo)” (v. 3).

La afirmación de Jesucristo revela por qué hizo Dios esto. Él literalmente creó el sábado como un regalo para la humanidad. Al descansar, Él le enseñó a la humanidad que necesitamos descansar. Necesitamos un rejuvenecimiento físico y espiritual una vez a la semana. No fue diseñado con el propósito de que fuera un ritual semanal aburridor lleno de docenas de reglas (como lo hicieron los fariseos).

La tragedia del rechazo del sábado por parte del cristianismo es que ellos rechazan un regalo positivo de Dios, para mejorar la vida —un regalo que no sólo nos exige descansar a nivel físico, sino que además nos enseña a adorar y a acercarnos al Dios Creador.

Implicación 4: el sábado le pertenece a Jesucristo

Jesús resumió la última implicación:

“Por tanto, el Hijo del Hombre es Señor aun del día sábado” (Marcos 2:28).

Jesucristo no sólo creó el sábado, Él continuaba siendo el Señor, o maestro, de él. Él lo hizo santo, determinó cómo y cuándo debe ser observado, y declaró su propósito. Desafortunadamente, años después de su ascensión al cielo, aquellos que afirmaban llevar su nombre gradualmente abandonaron el sábado, reemplazándolo con el domingo (el primer día de la semana). Si desea saber cómo ocurrió este cambio, puede leer nuestro artículo: “¿Cómo y cuándo fue reemplazado el sábado por el domingo como día de adoración?”.

El resultado de este cambio no permitido es que el cristianismo ignora casi de forma universal el Cuarto Mandamiento verdadero. El séptimo día no se guarda como algo santo; los cristianos no descansan en él ni lo tratan como el regalo tan especial que Dios nos hizo al crearlo.

Pero, a pesar de lo que la humanidad le ha hecho al sábado, Jesucristo sigue siendo el Señor del sábado.

Solo guardando el sábado puede uno llegar a conocer a Jesucristo, el Señor del sábado.

Para aprender más acerca del sábado y la importancia que éste tiene para su vida, lea nuestro folleto: El sábado: un regalo de Dios que hemos descuidado.

4 pruebas sencillas del sábado Bíblico

A continuación les daremos cuatro puntos bíblicos que muestran que los cristianos deben guardar el sábado en la actualidad.

  1. Dios lo creó y lo guardó (Génesis 2:2-3).

  2. Dios lo ordenó (Éxodo 20:8-11).

  3. Jesucristo lo guardó (Marcos 1:21; 6:2; Lucas 4:16, 31; 13:10; 14:1-5; Juan 7:23).

  4. Los apóstoles y la iglesia primitiva lo guardaron (Hechos 13:14, 42-44; 16:13; 17:2; 18:4).

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