Justo antes de comenzar su ministerio público, Jesús comenzó a llamar a un grupo de hombres para que fueran sus discípulos o estudiantes. ¿Qué podemos aprender de este llamado?
Tras ser tentado en el desierto, Jesús comenzó a llamar a un grupo de hombres para que fueran sus discípulos. ¿Qué podemos aprender de la forma en que Cristo eligió a este reducido grupo de hombres? ¿Qué implicaba ser un discípulo de Jesús?
¿Qué puede enseñarnos el llamamiento de los primeros discípulos acerca de cómo ser un discípulo de Cristo en la actualidad?
¿Qué es un discípulo?
La palabra discípulo viene del griego mathetes, que significa pupilo o estudiante de un maestro. En la antigüedad, un discípulo no era sólo un estudiante, sino también un seguidor. Los discípulos eran estudiantes que se comprometían no sólo a aprender lo que su maestro les enseñaba, sino también a imitar su ejemplo de vida.
Jesús tuvo dos clases de discípulos: un grupo más grande y otro pequeño. Los discípulos del grupo más grande no lo seguían a todas partes, pero a menudo se reunían para escucharlo o ver sus milagros de sanidad (Lucas 6:17; 19:37). El grupo más pequeño se componía de discípulos comprometidos que viajaban con Él y dedicaron sus vidas por completo a ser sus estudiantes. De entre estos últimos, había un grupo principal que se conocía como “los doce” (Marcos 4:10).
En el mundo antiguo, especialmente entre los judíos, el discipulado era una forma común de educación. Algunos padres buscaban a un rabí de buena reputación para enviar a su hijo a aprender de él. Fue así como Saulo de Tarso fue educado en su juventud (Hechos 22:3).
Un discípulo comprometido pasaba la mayor parte de su tiempo con su maestro y aprendía escuchando sus discursos, haciendo preguntas y observando su ejemplo. También se esperaba que eventualmente el discípulo transmitiera lo que había aprendido a otros.
Jesús escogió a sus discípulos individualmente cuando ya eran adultos para seguirlo. Luego los entrenó de forma intensiva y especial.
Los primeros tres discípulos de Jesús
Cristo estaba cerca del río Jordán, donde su primo Juan el Bautista estaba trabajando. Y cuando Juan vio a Jesús, lo identificó como el Mesías (Juan 1:35-36).
Dos de los discípulos de Juan entendieron quién era Jesús e inmediatamente comenzaron a seguirlo. Uno de ellos se llamaba Andrés, hijo de Jonás, y el otro no se menciona por nombre.
Los discípulos modernos de Jesús también deben cambiar sus perspectivas erradas y fallas de carácter por medio del arrepentimiento y la victoria sobre el pecado.
Convencido de que había encontrado al esperado Mesías, Andrés buscó a su hermano Simón y emocionado le contó la noticia y le presentó a Jesús (v. 41). Pero, aunque Simón se sintió intrigado, no se comprometió a seguir a Cristo de tiempo completo en ese momento.
Al día siguiente, Jesús le dijo a un hombre llamado Felipe “Sígueme” (v. 43). Felipe, como Andrés, estaba tan emocionado que buscó a su amigo Natanael para compartir la noticia acerca de la llegada del Mesías (v. 45).
Natanael fue escéptico al principio. Cuando escuchó que Jesús venía de Nazaret, reaccionó con prejuicio: “¿De Nazaret puede salir algo de bueno?” (v. 46). Lamentablemente, los seres humanos a menudo juzgamos a la gente antes de conocerla. Pero no pasó mucho tiempo antes de que Natanael cambiara su perspectiva (v. 49).
Entonces, al parecer los primeros tres discípulos de Jesús fueron Andrés, Felipe y Natanael (posiblemente otro nombre para Bartolomeo). Los discípulos que nos son más conocidos fueron llamados un poco después.
Jesús llama a cuatro pescadores
Luego de viajar al norte, Jesús se estableció en Capernaum (un pueblo de pescadores en las costas norte del Mar de Galilea). Al parecer, esta ciudad se convirtió en su centro de operaciones (Mateo 4:13). Es importante notar que Jesús no era un viajero sin hogar; aunque a menudo viajaba sin un lugar “dónde recostar su cabeza” (Mateo 8:20), al parecer tenía una casa a la que podía regresar.
Un día, Jesús estaba en la costa norte del Mar de Galilea y se acercó a cuatro pescadores: Simón y Andrés (los hijos de Jonás) y Jacobo y Juan (los hijos de Zebedeo). Las familias de Jonás y Zebedeo tenían una alianza comercial (Lucas 5:10).
Es muy posible que estos cuatro hombres pensaran que tenían su futuro asegurado. Estaban cómodamente establecidos en Capernaum y trabajaban en un negocio que los sostendría el resto de sus vidas. Por lo menos uno de ellos, Simón (Pedro), tenía esposa y una casa (Marcos 1:29-30).
Jesús habló primero con Simón y Andrés: “Venid en pos de mí, y haré que seáis pescadores de hombres” (Marcos 1:17). Luego, habló con Jacobo y Juan, mientras ellos reparaban sus redes, y los llamó a seguirlo (vv. 19-20).
Aunque los cuatro hombres aceptaron el llamado de Cristo, parece que no dejaron su oficio de inmediato. Unos días después aún estaban pescando (Lucas 5:1-11) y sólo dejaron su negocio por completo cuando Jesús hizo un milagro innegable ante ellos (vv. 6-7). Entonces, “cuando trajeron a tierra las barcas, dejándolo todo, le siguieron” (v. 11).
Pero el llamado a ser un discípulo de Cristo no implica sólo seguirlo.
Un llamado a cambiar
Tres de estos hombres (Pedro, Jacobo y Juan) más tarde se convertirían en el núcleo de “los doce”. Jesús les dio un entrenamiento especial para prepararlos para las labores que les iba a encomendar.
Pero estos hombres no fueron llamados porque fueran perfectos. ¡Lejos de ello! Tenían muchas debilidades y asperezas que debían cambiar y limar en los años siguientes.
Pedro, por ejemplo, podía ser impulsivo y a menudo hablaba sin pensar (Mateo 16:22-23; Juan 13:6-9; 18:10). En una situación estresante, incluso recurrió a las mentiras, groserías y vulgaridades (Mateo 26:69-74).
De hecho, en un principio Pedro intentó convencer a Jesús de que lo desechara como discípulo. Se sentía completamente indigno de ese llamamiento debido a sus defectos (Lucas 5:8). (La Biblia no dice que Jesús haya siquiera considerado su petición.)
Jacobo y Juan también tenían una naturaleza violenta que podía aparecer cuando percibían una injusticia (Lucas 9:54). Debido a esta tendencia, Jesús los apodó “Hijos del trueno” (Marcos 3:17).
Esto nos enseña una lección importante acerca del carácter de Jesucristo: Él ve a las personas desde el punto de vista de su potencial. Las ve por lo que pueden llegar a ser, no por lo que son al comienzo.
En Simón Pedro, Jesús vio una personalidad que podía ser pulida y redirigida hacia un celo ferviente y equilibrado por servir a Dios. Tomó tiempo para que Pedro se transformara de un pescador imprudente a un “pescador de hombres”, pero Cristo nunca se dio por vencido con él, ni siquiera en sus momentos más débiles y oscuros.
Tres lecciones de los primeros discípulos
Hay tres lecciones que podemos aprender de los primeros discípulos:
1. Ser discípulo de Cristo requiere un cambio de perspectiva. Esto es muy evidente en la reacción inicial de Natanael hacia Jesús: no podía creer que fuera el Mesías porque nada bueno podía salir de Nazaret. Menospreciar a una persona por su lugar de procedencia es una forma grave de prejuicio. Pero en lugar de rechazar a Natanael por su pensamiento equivocado, Jesús lo ayudó a mejorar. Ser un discípulo de Cristo implica cambiar nuestro comportamiento, no seguir igual.
Los discípulos modernos de Jesús también deben cambiar sus perspectivas erradas y fallas de carácter por medio del arrepentimiento y la victoria sobre el pecado.
2. Ser discípulo de Cristo implica dejar atrás la vida antigua. Los cuatro pescadores tuvieron que dejar sus antiguas vidas y comenzar vidas nuevas. No podían comprometerse por completo a ser discípulos de Cristo y al mismo tiempo dedicarse a pescar.
Aunque Dios no le pide a la mayoría de las personas que dejen su profesión, sí pide que dejemos atrás nuestra vida de pecado y vivamos de otra manera (Romanos 6:4). La Biblia llama a este cambio conversión, y sólo es posible hacerlo porque Dios ve lo que podemos llegar a ser —nuestro potencial— con su ayuda. Actualmente, para ser discípulos de Cristo, debemos “calcular los gastos” con cuidado y considerar si estamos dispuestos a dejar nuestra vida antigua y seguirlo (Lucas 9:23; 14:28).
3. Cristo llama a gente común para un trabajo extraordinario. Ninguno de los discípulos de Jesús del primer siglo pertenecía a la élite de la sociedad galilea. Dios a menudo elige hacer grandes cosas por medio de personas comunes. Para “los doce”, convertirse en discípulos de Jesús fue un entrenamiento para la labor que más tarde tendrían como apóstoles.
Dios no está llamando a las celebridades o las personas influyentes del mundo (1 Corintios 1:26-29). Dios llama a gente común y les da un potencial extraordinario que va incluso más allá del apostolado en esta vida —el llamado a ser “reyes y sacerdotes” en el Reino venidero de Dios (Apocalipsis 5:10).
Dios sigue llamando discípulos en la actualidad. Su llamado es, en muchas maneras, similar al llamado que les hizo a Felipe, Natanael, Andrés, Simón, Jacobo y Juan. Es un llamado a aprender de Jesucristo . . .
Andar como Él anduvo.